domingo, 2 de marzo de 2014

El “gran” legado de Lenin: el aborto. Vladimir Putin prohíbe la publicidad del aborto

Nótese que varias de las medidas extremas llevadas a cabo por los comunistas bien podrían ser aceptadas y aplaudidas por un libertario.

DESDE : Tradición Digital

El “gran” legado de Lenin: el aborto. Vladimir Putin prohíbe la publicidad del aborto


Todas las leyes previas a la Revolución condenaban el aborto. El código legal ruso lo consideraba un crimen y lo castigaba con prisión de 4-5 años. En 1903 se redujo la condena a 3 años pero lo más relevante fue que con el cambio de siglo comenzó a discutirse en algunos círculos de la sociedad rusa un cambio radical en la legislación. De acuerdo a las decisiones tomadas por el XI y XII Congreso medico ruso (1911 y 1913), el Congreso ruso de obstetras y ginecólogos de 1911 y el Congreso del grupo ruso de la Unión internacional de criminólogos de 1914 se recomendó levantar el castigo sobre las mujeres y castigar a los doctores solo en caso de que buscaran un provecho comercial.
La mayor tensión social en toda la historia de Rusia en relación a la legalización del aborto sucedió en 1913, en el mencionado XII Congreso de la sociedad médica rusa. Entonces, la mayoría de los participantes se declararon a favor de la legalización del aborto, afirmándose además que jamás debería perseguirse criminalmente a una madre por interrumpir artificialmente su embarazo ni tampoco a los médicos que a solicitud de la mujer interrumpieran ese embarazo. La discusión tuvo amplia repercusión a nivel social y de hecho poco días después de clausurado el Congreso, Vladimir Lenin publicó un artículo en el periódico Pravda llamado “La clase obrera y neomaltusianismo” en el cual defendía con fuerza la abolición incondicional de todas las leyes contra el aborto y se declaraba a favor de difundir publicaciones medicas sobre medidas de anticoncepción. Lenin consideraba esta acción como un acto de defensa de normas básicas de la vida ciudadana.

“Clase obrera y neomaltusianismo”, por Vladimir Ilych, ‘Lenin’
«En el congreso Pirogov (1) de los médicos del 1887, mucho interés y muchos debates se centraron en la cuestión del aborto, o sea, realización de malpartos artificiales. El conferenciante Lichkus aportó los datos de una gran difusión de la extirpación del feto en los así llamados países cultos de nuestro tiempo.
En Nueva York en un año hubo 80.000 malpartos artificiales, en Francia, los hay 36.000 al mes. En Petersburgo, en los últimos 5 años el porcentaje de los malpartos artificiales más que se ha doblado.
El congreso de médicos Pirogov tomó la resolución de que nunca ha de tener lugar una persecución penal de las madres por un aborto provocado, y los médicos sólo deberían enjuiciarse en caso de tener “propósitos de lucro”.
En los debates, la mayoría se pronunció a favor de la despenalización del aborto, y, lógico, fue tocada la cuestión sobre así llamado neomaltusianismo (métodos anticonceptivos artificiales), tratando, además, la parte social del asunto. Por ejemplo, Vigdorchik, según publicó “Russkoye Slovo”, manifestaba que “había que acoger las medidas que protejan de la concepción”, y Astraján exclamaba, recibiendo una ovación:
“¡Tenemos que convencer a las madres parir hijos, para que los mutilasen en los centros docentes, para que los echasen a suerte, para que los empujasen a suicidarse!”
Si la noticia sobre la ovación que fue respuesta a la exclamación de Astraján es cierta, no me asombra. Los espectadores eran unos burgueses, pequeños y medianos, con una psicología burguesa. ¿Qué otra cosa era de esperar de ellos más allá del liberalismo más vulgar?
Pero desde el punto de vista de la clase obrera, acaso será posible encontrar una demostración más gráfica de todo lo reaccionario y miserable que es el “neomaltusianismo social” que la citada frase de Astraján.
“… Parir hijos para que los mutilasen…” ¿Sólo para eso? ¿Por qué no para que ellos mejor, más unidos, más conscientemente, con mayor decisión que la nuestra luchasen contra las condiciones de vida actuales que mutilan y matan nuestra generación?
Precisamente aquí radica la diferencia más profunda de la psicología de un campesino, artesano, intelectual, un pequeño burgués en general, de la psicología de un proletario. Un pequeño burgués ve que está acabándose, que la vida se hace más insoportable, la lucha por supervivencia más atroz, la situación de su familia más desesperada. Es un hecho irrefutable. Y el pequeño burgués protesta contra todo esto.
Pero, ¿cómo protesta?
Protesta como un representante de una clase irreversiblemente moribunda, desesperada de su futuro, acorralada y cobarde. No hay nada que hacer, al menos tengamos menos hijos sufrientes de nuestra desgracia y suplicio, de nuestra miseria y nuestra humillación ese es el grito del pequeño burgués.
Un obrero consciente está infinitamente lejos de este punto de vista. No dejará ofuscarse con tales chillidos, aunque sean muy sinceros y sufridos. Sí, nosotros los obreros, y una masa de pequeños propietarios, llevamos una vida llena de un yugo insoportable y sufrimiento. Nuestra generación tiene peor carga que nuestros padres. Pero en algo somos mucho más felices que nuestros padres. Aprendimos y seguimos aprendiendo rápidamente a luchar- y no en soledad, como lo hacían los mejores de nuestros padres, no en nombre de las ajenas a nuestro interior consignas de los charlatanes burgueses, sino en nombre de nuestras propias consignas, las consignas de nuestra clase. Luchamos mejor que nuestros padres. Nuestros hijos lucharán aún mejor, y vencerán.
La clase obrera no muere sino crece, se afirma, se afianza, se unifica, se instruye y se templa en la lucha. Nosotros somos unos pesimistas respecto a la esclavitud, capitalismo y pequeña industria, pero somos unos ardientes optimistas respecto al movimiento obrero y sus fines. Ya estamos echando cimientos de nuevo edificio que acabarán nuestros hijos.
Y es por eso –y sólo por eso– somos unos enemigos acérrimos del neomaltusianismo, esa corriente de una parejita aburguesada, encorsetada y egoísta, que balbucea, miedosa: que dios nos permita mantenernos a flote, pero no necesitamos hijos.
Desde luego, eso no nos impide exigir una abolición incondicional de todas las leyes persecutorias del aborto o de la difusión de los trabajos médicos sobre la anticoncepción y etc. Tales leyes no son otra cosa que la hipocresía de las clases opresoras. Esas leyes no curan las enfermedades del capitalismo sino las convierte en unas especialmente corrosivas, pesadas para las masas oprimidas. Una cosa es la libertad de la propaganda médica y protección de las verdades básicas de los derechos democráticos del ciudadano y ciudadana. Y otra cosa es la doctrina social del neomaltusianismo. Los obreros consientes siempre lucharán sin piedad contra las tentativas de subyugar con esta doctrina cobarde y reaccionaria a la clase más vanguardista, más fuerte, la más preparada para realizar grandes cambios de la sociedad contemporánea. (Publicado el 16 de junio de 1913 en el “Pravda”. Nº 137)
Sobre el cuidado de la salud femenina

En la época de la Revolución (1917-1918) no existía aun una nueva reglamentación y se castigaba a las mujeres según las normas vigentes pero el 19 de noviembre de 1920, cuando ya los bolcheviques estaban en el poder, se estableció una disposición “Sobre el cuidado de la salud femenina” que estableció la gratuidad y el carácter libre del aborto lo que transformo a la URSS en el primer país del mundo en legalizar la interrupción del embarazo a solicitud de la mujer. Según estadísticas soviéticas la legalización redujo la mortalidad femenina por abortos de 4 a 0,28%
Rápidamente el aborto se transformaría en el país en el principal medio de control de la natalidad creándose una verdadera cultura del aborto. Esa transformación fue de la mano de la transformación industrial del país, la colectivización de la agricultura y la introducción masiva de la mujer al mundo laboral. El sistema comunista estimulaba el aborto como una forma de simbolizar la libertad de la mujer y de hecho el papel protagónico de la mujer en la decisión de abortar le dio en la sociedad soviética un rol de independencia en la conformación de su familia.
En Moscú en 1924 por cada 100 nacimientos había 27 abortos, cifra que subió de 38 a 61, en 1925 y 1926, respectivamente, y a 86 un año más tarde. En tanto que en Leningrado las cifras de aborto en idénticos años fueron de 21, 43, 51 y finalmente de 88 en 1927. Para el mismo periodo, en 13 provincias del sector europeo de Rusia la cifra había subido, para el mismo periodo, de 24 a 63 abortos por cada 100 nacimientos, es decir, la cifra se acercaba rápidamente a 1 aborto por cada nacimiento, proporción que cambiaría a más de 1 aborto por cada nacimiento en la década siguiente.
En 1929 y tras la publicación de los informes “Abortos en 1925” y “Abortos en 1926” toda la información sobre el tema dejó de ser pública y quedó en manos del Ministerio de Salud de la URSS. La información que disponía no solo se volvió inaccesible sino también poco confiable y tan solo en 1989 se volvió a publicar en la Unión Soviética información oficial sobre los abortos realizados en el país. Prácticamente no existe información sobre la conducta del pueblo soviético ente 1938 y mediados de los 60 en relación a medidas de contra concepción.
En Moscú en 1934 se registró una cantidad total de 57.100 nacimientos y un total de 154.584 abortos, es decir un nacimiento por cada 3 abortos en tanto que en Leningrado se estimaba que una mujer a sus 35 años y a comienzos de la década de 1930 alcanzaba una media de 6-8 abortos.
La difusión del aborto se transformó sin duda en una de las razones centrales para el decrecimiento de la población del país y fue extendiéndose desde zonas urbanas hacia áreas rurales. Su masificación hizo que el 27 de junio de 1936 se establecieran restricciones al aborto en la URSS para prever efectos indeseables en el decrecimiento de la población del país, por ello se consideró permitido realizarlo solo si amenazaba la salud o la vida de la madre o ante la presencia de enfermedades graves de los padres. Todo ello disminuyó bruscamente su cantidad e incrementó drásticamente la cantidad de nacimientos. Así, en los hospitales de Leningrado y durante el primer semestre de 1936 se registraron 43.600 abortos y el resto del año apenas 735.
En Moscú, el número de nacimientos pasó de 70.000 en 1935 a 136.000 en 1937. Sin embargo y debido a la guerra, hacia 1940 el nivel de nacimientos bajó, regresando al nivel previo a la introducción de la restricción. Además, tras la Guerra el número de abortos nuevamente se incrementó.

El aborto: legal y a quien lo solicitara

En 1920 el gobierno soviético emitió un decreto anulando la penalización criminal del aborto. Fue el primer gobierno del mundo en hacerlo:
“Mientras los remanentes del pasado y las difíciles condiciones del presente obliguen a algunas mujeres a practicarse el aborto, el Comisariato del Pueblo para la Salud y el Bienestar Social y el Comisariato del Pueblo para la Justicia consideran inapropiado el uso de medidas penales y por lo tanto, para preservar la salud de las mujeres y proteger la raza contra practicantes ignorantes o ambiciosos, se resuelve:
“I. El aborto, la interrupción del embarazo por medios artificiales, se llevará a cabo gratuitamente en los hospitales del estado, donde las mujeres gocen de la máxima seguridad en la operación”.
Según las leyes zaristas: “La esposa tiene que obedecer a su marido, como jefe de familia, permanecer junto a él, amarle, respetarle, obedecerle siempre, hacer todo lo que le favorezca y demostrarle su afecto como esposa”.
El programa del Partido Bolchevique de 1919 decía:
“En el momento actual, la tarea del partido es trabajar en primer lugar, en el reino de las ideas y la educación, para destruir completamente todos los vestigios de desigualdad o viejos prejuicios, particularmente entre las capas más atrasadas del proletariado y el campesinado. Sin limitarse sólo a las igualdades formales de las mujeres, el partido tiene que liberarlas de las cargas materiales del obsoleto trabajo familiar y sustituirlo por casas comunales, comedores públicos, lavanderías, guarderías, etc.”
La mujer en la Unión Soviética disfrutaba de muchas ventajas, como guarderías sostenidas por el estado, pleno derecho al aborto, acceso a una amplia gama de oficios y profesiones y un alto grado de igualdad económica con sus compañeros de trabajo hombres; en pocas palabras, tenían un estatus que en muchos aspectos era mucho más “avanzado” que el de las sociedades capitalistas actuales.
La revolución desató una oleada de optimismo y expectativas de una sociedad construida sobre principios socialistas. Entre los jóvenes había muchísimas discusiones sobre las relaciones sexuales, el cuidado de los niños y la naturaleza de la familia en la transición al socialismo.
Apenas poco más de un mes después de la revolución, dos decretos establecieron el matrimonio civil y permitieron el divorcio a petición de cualquiera de los cónyuges, logrando mucho más de lo que el Ministerio de Justicia prerrevolucionario, los periodistas progresistas, los feministas o la Duma jamás habían siquiera intentado. En el siguiente periodo el número de divorcios subió a niveles altísimos.
Los bolcheviques también abolieron las leyes contra los actos homosexuales y todas las formas de actividad sexual consensual. El director del Instituto de Higiene Social de Moscú, Grigorii Batkis, explicó la posición bolchevique en un folleto de 1923 titulado “La revolución sexual en Rusia”.
En agosto de 1918 se estableció un comité encabezado por A.G. Goijbarg, un profesor de derecho y ex menchevique, para redactar el proyecto del nuevo Código Familiar. Los juristas describían al código como “no legislación socialista sino legislación del periodo de transición”, así como el propio estado soviético, en tanto dictadura del proletariado, era un régimen preparatorio de transición del capitalismo al socialismo. Los bolcheviques anticiparon la capacidad de “eliminar la necesidad de ciertos registros, como el registro de los matrimonios, ya que la familia pronto será remplazada por otras diferenciaciones más razonables, más racionales, basadas en los individuos separados”, como dijo Goijbarg con demasiado optimismo. Luego añadió: “El poder proletario construye sus códigos y sus leyes dialécticamente, de manera que cada día de su existencia va minando su razón de ser”. Cuando “los grilletes entre marido y mujer” se hayan vuelto “obsoletos”, la familia se extinguirá, remplazada por relaciones sociales revolucionarias basadas en la igualdad de la mujer. Sólo entonces, en palabras de la socióloga soviética Volfson, la duración del matrimonio “estaría definida exclusivamente por la mutua inclinación de los cónyuges”. El divorcio se lograría con sólo cerrar una puerta, según lo pronosticaba el arquitecto soviético L. Sabsobich.
“La legislación soviética se basa en el siguiente principio: declara la absoluta no interferencia del estado y la sociedad en asuntos sexuales, en tanto que nadie sea lastimado y nadie se inmiscuya con los intereses de alguien más”.
El código de 1918 eliminó la distinción entre los hijos “legítimos” e “ilegítimos” usando en su lugar la formulación cuidadosamente redactada “hijos cuyos padres no estén en un matrimonio registrado”. Así, una mujer podía reclamar la manutención infantil de un hombre con el que no estuviera casada.
El Código también establecía el derecho de todos los niños a la manutención por parte de los padres hasta la edad de 18 y el derecho de cada cónyuge a conservar su propia propiedad. Al llevar a cabo las medidas del Código, los jueces favorecían a las mujeres y a los niños sobre la base de que establecer la manutención del hijo tenía prioridad sobre la protección de los intereses financieros de la parte masculina. En un caso, un juez dividió la manutención de un niño entre tres, pues su madre se había estado acostando con tres hombres diferentes.

La protección de la maternidad

Se tomaron medidas para liberar a las mujeres de tareas como el cuidado de los niños, cocinar y limpiar. Se establecieron guarderías y cocinas comunales en barrios y en grandes factorías. Hacia 1920-21, 12 millones de personas comían en cafeterías comunales (más del 80% de la población de Petrogrado y 93% de la población de Moscú). Los niños comían gratis.
Inmediatamente después de la revolución, el gobierno lanzó una campaña para brindarle a las trabajadoras instalaciones sociales y culturales y servicios comunales, y para atraerlas a programas educativos y de capacitación. El Código Laboral de 1918 garantizaba un receso pagado de media hora al menos cada tres horas para alimentar a un bebé. Para su protección, durante el embarazo y la lactancia las mujeres tenían prohibido el trabajo nocturno y las horas extras. Esto implicó una lucha constante contra algunos administradores estatales que veían en estas medidas una carga financiera adicional.
La mayor conquista legislativa de las mujeres trabajadoras fue el programa de seguro de maternidad de 1918 diseñado e impulsado por Alexandra Kollontai, primera Comisaria del Pueblo para el Bienestar Social y presidenta del Zhenotdel de 1920 a 1922. La ley otorgaba ocho semanas de licencia de maternidad plenamente remunerada, paros para la lactancia e instalaciones de descanso en las fábricas, servicios médicos gratuitos antes y después del parto y bonos en efectivo. El programa estaba administrado por una Comisión para la Protección de Madres e Infantes y encabezado por una doctora bolchevique, Vera Lebedeva. Con su red de clínicas de maternidad, consultorios, estaciones de alimentación, enfermerías y residencias para madres y pequeños, este programa fue quizá la innovación más popular de todas las del régimen soviético entre las mujeres rusas.

La teoría del “vaso de agua”

En los años 20 el Soviet de Diputados puso de moda la teoría del Vaso de agua que predicaba la libertad sexual al punto de que para cada persona practicar sexo fuese tan simple y fácil como “beber un vaso de agua”. En la práctica, esto se convirtió en un atentado contra el matrimonio y la familia. El divorcio se podía obtener por cualquier razón y en cualquier momento. El aborto se declaró legal en 1926. Las relaciones prematrimoniales eran favorecidas y las relaciones sexuales fuera del matrimonio, se tenían como normales. Según esta teoría (y practica que se imponía) una joven militante del komsomol no podía negar a su camarada en complacer sus necesidades sexuales so pena de ser expulsada de la organización, por aferrarse a “las supersticiones burguesas”…
Alejandra Kollontai, colaboradora de Lenin y una de las pocas antiguas bolcheviques que sobrevivieron a Stalin, reconocía en un artículo titulado “Eros con alas” que el sexo libre pretendía hacer desaparecer la familia soviética, ya que las mujeres se integrarían en las tareas de producción junto con los hombres, y los niños se cuidarían en las “creches”, unas guarderías infantiles que el Estado iba a instalar por todas partes. De esta manera la familia ya no sería una institución necesaria o justificable. Para Kollontai las relaciones eróticas son inestables, si no fugaces, por lo que era necesario una “configuración en triángulo, una pareja abierta o con alguna línea de fuga”.
Según relata el profesor Sorokin de la Universidad de Harvard, a los pocos años, cantidad de niños salvajes y sin hogar eran una amenaza real para el país. Millones de vidas, especialmente muchachas, eran destruidas. El divorcio y el aborto llegaron a su máximo apogeo. Los odios y conflictos producidos por esta desintegración familiar se incrementaron rápidamente, y lo mismo ocurrió con las psiconeurosis. El trabajo en las fábricas nacionalizadas se descuidó. Los resultados eran tan alarmantes que el gobierno se vio obligado a invertir su política. La propaganda del “vaso de agua” fue declarada contraria a la Revolución y en su lugar se erigió la glorificación oficial de la castidad y la santidad del matrimonio. En otras palabras, los rusos descubrieron la triste realidad de que el sexo, considerado como un apetito más, no sólo arruinaba al individuo, sino que arruinaba rápidamente al mismo Estado y la sociedad
Clara Zetkin, una de las fundadoras del partido comunista alemán y firme defensora de los derechos de la mujer, en su obra “Recuerdos sobre Lenin” criticó duramente la política del “vaso de agua”.
«Usted (refiriéndose a Lenin), por supuesto, conoce aquella popular teoría de que en una sociedad comunista satisfacer las necesidad sexuales sería tan simple como beber un vaso de agua … sin embargo esta teoría se ha transformado en un estigma para muchas jovencitas y mujeres más adultas. Sus ideólogos confirman que es profundamente marxista, gracias entonces por ese “marxismo” cuyas manifestaciones y transformaciones en la superestructura ideológica de la sociedad surgen directamente solo de una base económica… porque considero esa teoría absolutamente no marxista y además antisocial porque en la vida sexual no solo se manifiesta nuestra naturaleza sino también el aporte de nuestra vida social que puede ser tanto elevado como degradante.
Engels en su obra “Orígenes de la familia” mencionó que es importante que la vida sexual se desarrolle pero que además se refine. Las relaciones entre los sexos no son simplemente expresiones de un juego entre necesidades físicas y económicas… la sed también exige ser satisfecha, pero no por eso una persona en condiciones normales se lanzara en la calle al barro a beber agua de un charco o a beber de un vaso en el que ya han bebido decenas de personas. Pero beber es un acto individual y el amor algo de a dos que permite hacer aparecer a un tercero…
Como comunista no siento ni la más mínima simpatía hacia la teoría del “Vaso de agua” aunque se la disfrace de una teoría del amor libre». (Clara Zetkin).
En la actualidad los antiguos países del bloque soviético abastecen del mayor número de mujeres “esclavas del sexo” en los prostíbulos y burdeles de Europa Occidental. Se estima que el negocio de la prostitución tiene un volumen superior a los 32.000 millones de dólares anuales, un triste negocio en el que son explotadas sexualmente más de 2,5 millones de mujeres (la gran mayoría menores de 18 años) obligadas a trabajar en condiciones de auténtica esclavitud.

Rusia considera restricciones al aborto para retrasar el colapso poblacional

En un discurso pronunciado el 10 de mayo de 2011 por el primer ministro ruso Vladimir Putin dijo que se deben tomar medidas en la Federación de Rusia para hacer subir la tasa de natalidad.
Putin dijo que se invertirán 1,5 billones de rublos en “proyectos demográficos” para mejorar el promedio de la expectativa de vida y así elevar la tasa de natalidad de un 25 a un 30 por ciento en tres años.
Luego del discurso de Putin, el Parlamento ruso, la Duma, presentó un proyecto de ley para descalificar el aborto como un servicio médico en el plan nacional de salud. Según el proyecto, también permitiría a los médicos negarse a practicar abortos.
“El proyecto de ley tiene por objeto crear las condiciones para una mujer embarazada pueda optar por dar a luz”, dijo Yelena Mizulina, jefe del Comité para la Familia, las Mujeres y los Hijos de la Duma Estatal.
Anton Belyakov, autor del proyecto de ley y diputado de la facción del Partido Rusia Justa, dijo a los periodistas que “el proyecto de ley también obliga a los médicos a advertir a las mujeres que decidieran efectuarse un aborto que ello puede causar infertilidad o la muerte, o también afectar negativamente la salud física y mental”.
Rusia tiene la mayor tasa de aborto en el mundo –53 abortos por cada 1.000 mujeres entre 15 y 44−, según estadísticas de la ONU. El aborto es un tema clave en el descenso vertiginoso de la población de Rusia, que ha visto una caída de 148,5 millones de habitantes en 1995 hasta los 143 millones en la actualidad.
Belyakov dijo que la tasa rusa de aborto es “inaceptable”. Estadísticas propias del país muestran que se cometen 1.022 abortos por cada 1.000 nacimientos. Los números oficiales muestran entre 1,6 y 1,7 millones de abortos al año, pero estimaciones no oficiales lo sitúan en cerca de 6 millones por año, el 90 por ciento de los cuales se hacen, como en la mayoría de los países desarrollados, a petición de la mujer por causas “sociales”, no por razones médicas.
Al comentar la crisis de la natalidad de Rusia, Larry Jacobs, del Congreso Mundial de las Familias de las ONGs, dijo que “no sólo Rusia está experimentando el invierno demográfico”.
“A nivel mundial, las tasas de natalidad han disminuido en más del 50 por ciento desde finales de los ‘60. Hacia el año 2050 habrá 248 millones menos de niños menores de 5 años en el mundo que los que hay hoy en día. Esta escasez de nacimientos será uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI”.

Putin promulga una ley que prohíbe la publicidad del aborto

El presidente ruso, Vladímir Putin, promulgó el lunes 25 de noviembre de 2013 una ley que prohíbe la publicidad del aborto en un intento de incrementar la natalidad en un país afectado por el alarmante envejecimiento de su población.
La nueva ley prohíbe la publicidad de todos los servicios médicos destinados a la interrupción artificial del embarazo, según informa el Kremlin en su página web.
La Duma o congreso de diputados de Rusia aprobó el 15 de noviembre 2013 esta ley, que recibió el respaldo del Senado el día 20 de noviembre de 2013, según las agencias locales.
En su momento, la Duma aprobó una ley que limita el aborto, pero rechazó las propuestas de la Iglesia Ortodoxa Rusa que demandaba, entre otras cosas, el permiso del marido. Actualmente, los abortos sólo pueden ser practicados durante las primeras doce semanas de embarazo, con la excepción de las mujeres que no pueden mantener al niño, que podrán interrumpir voluntariamente su embarazo durante las primeras 22 semanas.
Además, la ley estipula un período de dos a siete días, conocida como la “semana de silencio”, para que la mujer pueda reconsiderar su decisión de interrumpir su embarazo.
Según el Ministerio de Sanidad, Rusia tiene uno de los índices más altos del mundo con más de un millón de abortos anuales, aunque otras fuentes hablan de varios millones, cifra que multiplica varias veces las cifras en los países occidentales.
De acuerdo con las estadísticas oficiales, las mujeres rusas se someten a una media de dos abortos a lo largo de su vida y un 20 % de las parejas son incapaces de tener hijos debido a abortos mal practicados. El número de abortos aún era más alto durante la era soviética, ya que, ante la falta de preservativos o el desconocimiento de los métodos anticonceptivos, ésta era el único método de planificación familiar.
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(1) Nikolái Ivánovich Pirogov (Moscú, 25 de noviembre de 1810 − Vinnytsia, 5 de diciembre de 1881) Prominente científico, médico y pedagogo ruso, miembro de la Academia de las Ciencias de Rusia (1847). Es considerado como el fundador de la cirugía de campaña, siendo uno de los primeros médicos de Europa que usó éter como anestesia. Inventó varios tipos de intervenciones quirúrgicas y desarrolló su propia técnica para tratar las fracturas de hueso mediante el uso de férulas de escayola. Es uno de los médicos rusos más reconocidos en la historia médica.

TOMADO DE:  Tradición Digital

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