viernes, 31 de julio de 2015

Un episodio más del asesino Simón Bolívar: La "Navidad Negra", el espantoso genocidio de Pasto de 1822


UNA SANGRIENTA NAVIDAD EN PASTO A MANOS DEL ‘ABEL’ AMERICANO.

Conversando hace un tiempo con un académico colombiano (miembro de la Academia Nariñense de Historia y miembro correspondiente de la Academia Nacional de Historia del Ecuador) me decía que a Sucre por este salvaje episodio más se lo debería conocer como el Caín de América, antes que el ‘Abel’ como el romanticismo mitológico lo ha llamado:

ESPANTOSO GENOCIDIO EN PASTO[1]

La Navidad negra.-Diciembre de 1822

El tremendo odio que el Libertador Simón Bolívar sentía contra la ciudad de Pasto y sus moradores, por el apoyo a España, se desencadenó en la navidad de 1822, cuando las tropas patriotas, al mando de Antonio José de Sucre, se tomaron la ciudad y protagonizaron uno de los más horripilantes episodios de la guerra de la Independencia. Fue una verdadera orgía de muerte y violencia desatada, en la que hombres, mujeres y niños fueron exterminados, en medio de los más incalificables abusos. Este hecho manchó sin duda alguna, la reputación de Sucre, quien de manera inexplicable permitió que la soldadesca se desbordara, sin ninguna clase de control. Fue una navidad negra, cuyos detalles presentamos en las líneas siguientes:

Lamentablemente siempre la historia de Colombia ha estado ligada a la violencia. Ese es un hecho irrefutable que se vive hasta nuestros días, donde como todos sabemos guerrilla, paramilitares y otros grupos al margen de la ley, son causa de muerte, destrucción y secuestros.
Cómo olvidar la época de la violencia de la década del 50 del siglo pasado en nuestro país, cuando los enfrentamientos bipartidistas entre liberales y conservadores, dieron lugar a que los campos colombianos se bañaran en sangre de miles de personas, en una masacre que parecía no tener fin.
Bandoleros, como se les conocía en esa época, de estremecedores apodos como “Sangrenegra”, “Desquite” y otros, fueron responsables de matanzas que, aún transcurrido más de medio siglo, no se olvidan por su barbarie y crueldad extremas. Palabras como el “corte de franela” que no era más que un infame degollamiento de las víctimas, o el “corte de corbata”, donde a los asesinados se les sacaba la lengua por el cuello cortado, aun causan terror. Fue una violencia aterradora, espantosa, descrita en muchas publicaciones como el famoso “Viento Seco” de Daniel Caicedo” o el “Libro Negro de la Violencia en Colombia”, con sus fotografías de pesadilla en las que se muestran muertos degollados o despedazados a machete, en piadoso blanco y negro, puesto que en esos años, la fotografía a color apenas daba sus primeros pasos en nuestro medio.
Se trata de una violencia salvaje que en los últimos años se ha repetido en nuestro país con las acciones que han tenido como marco el enfrentamiento entre la guerrilla y los grupos de autodefensas. Personas despedazadas vivas mediante la utilización de sierras o lanzadas como alimento para caimanes y aves, hacen parte de las confesiones de numerosos integrantes de las llamadas autodefensas, que de esta manera no sólo revivieron los tenebrosos años del bandolerismo, sino que los superaron en maldad y exceso.
Pero estoy seguro que, a pesar de las crueldades sin cuento que se han vivido en esas nefastas épocas de la historia de Colombia, nada en el futuro podrá superar la premeditada barbarie que sufrió todo un pueblo situado en la ciudad y comarca de Pasto en diciembre de 1822 en plena guerra de la Independencia.
Solo una mente bipolar desequilibrada pudo ordenar unas acciones tan terribles, en contra de un pueblo entero. Con este ataque del ejército patriota a la ciudad, Simón Bolívar demostró una vez más su odio visceral en contra del pueblo pastuso y como instrumento de su sangrienta venganza, utilizó a su paisano, el General Antonio José de Sucre, el oficial de sus mayores afectos, quien, de manera inexplicable, permitió a los soldados a su mando el perpetrar toda clase de iniquidades, como jamás se habían visto.
Podría decirse que la saña con la que llegó el ejército republicano era producto de la corajuda guerra que les estaba dando la ciudad de Pasto y el reciente revés sufrido en Taindala. Pero nada de eso, ni siquiera el anhelo de una liberación continental para las élites “criollas”, justifica la matanza y los abusos cometidos.
Horas de horror
Trasladémonos en las líneas siguientes al 24 de diciembre de 1822. Sí, es la celebración de la Navidad, pero el pánico reina en Pasto. Ya se tienen noticias del avance del ejército patriota, al mando de Sucre. Se trata de unas tropas en las que vienen nada menos que los batallones Rifles, Bogotá y Vargas, integrados por militares de una gran veteranía, curtidos en toda clase de combates. Como si esto fuera poco, los acompañan los escuadrones de Cazadores Montados, Guías y Dragones de la Guardia, reforzados también con soldados de la vecina Quito. El día anterior, se ha sabido que ese ejército ya ha atravesado el paso del Guáitara, muy mal defendido por las milicias improvisadas que allí quedaron, por lo que el 24 se espera su llegada en cualquier momento.
La mayoría de los hombres, informados de la gran superioridad de los enemigos que se acercan y no adictos a la causa realista que suscitaran entonces el oficial español Remigio Boves, Agualongo y otros pocos, prefieren huir a las montañas. Numerosas mujeres y niños buscan refugio en las iglesias. Creen que los enemigos tendrán respeto de esos recintos sagrados, pero se darán cuenta, demasiado tarde, de su terrible equivocación.
A pocos minutos de las tres de la tarde, se escucha un grito de espanto:
¡Ya están aquí, ya están aquí!
Es cierto. Las tropas patriotas han llegado a la ciudad y luego de su extenso recorrido, aparecen en el atrio de la iglesia de Santiago, frente al antiguo camino de Caracha. El día es triste y frío y el imponente volcán Galeras se encuentra nublado, como no queriendo ser testigo de las iniquidades que en cuestión de minutos van a dar comienzo.
Prácticamente no hay resistencia en las barricadas defensivas que se han levantado. El jefe de Pasto, Estanislao Merchancano y su segundo, el comandante, Agustín Agualongo, han huido a las montañas, al darse cuenta que se encuentran en inferioridad de condiciones y que, por lo tanto, en caso de dar batalla seguramente serán hechos prisioneros o muertos.
Santiago, el primer derrotado
 Entonces, en esos momentos de intenso pánico, a alguien se le ocurre decir:
¡Saquemos a Santiago para que nos defienda!
Al parecer no queda otra alternativa. Sólo un milagro puede salvar en esos aterradores momentos a Pasto y los aterrorizados moradores se lo piden al apóstol Santiago. Entonces, su imagen es colocada en medio de quienes tratan de rechazar el brutal ataque. Es una imagen increíble: por un lado los patriotas en violenta arremetida, por el otro, unos pocos hombres, con los rostros demudados por el miedo, cuya única arma es una imagen de yeso. Los minutos que siguen demuestran que los milagros no son cosa de todos los días. Santiago no sirve absolutamente para nada. Es más un estorbo, que cae al suelo en medio del fragor del combate, mientras, poco a poco, los atacantes van minando la pocaresistencia para apoderarse definitivamente de la ciudad que tantos dolores de cabeza le ha causado al proceso de emancipación de la Nueva Granada.
Dice, a manera de curiosidad, el ilustre historiador Alberto Montezuma Hurtado en su obra “Nariño Tierra y Espíritu”, que no es explicable cómo en aquellas horas aciagas, los pastusos no se hubieran acordado de su patrona, la Virgen de las Mercedes, quien seguramente habría desempeñado un mejor papel en la defensa de la ciudad, como ya lo ha demostrado en otras situaciones en la que Pasto ha estado expuesta a toda clase de peligros.
¡Pesadilla!
Los episodios que siguen a continuación son infernales.
A pocos metros de la iglesia de Santiago, uno de los soldados le arrebató su hijo de brazos a una desesperada madre. Enloquecida trata de recuperarlo y como una fiera enfurecida se lanza contra el hombre. Pero, otro de los soldados, la degüella de un certero sablazo y su cabeza rueda por la pendiente, con la boca abierta en un grito silencioso. Acto seguido, el soldado que le había quitado el niño, en medio de una carcajada de demente, lanza al infante hacia arriba y lo ensarta en su bayoneta, mientras que la soldadesca lo aplaude. Toda la ciudad de Pasto parece un solo grito de dolor. A sangre y fuego se somete a la población; templos, capillas y conventos cayeron en poder de los atacantes, a excepción del de las Conceptas, que se levantaba donde hoy es la Gobernación de Nariño.
Un homicidio espantoso
En la catedral de ese año de 1822, hoy iglesia de San Juan, las tropas al mando de Sucre y enviadas por el Libertador Simón Bolívar perpetran un asesinato espantoso, cuya víctima es el sacristán que pasaba de los 80 años de edad. En efecto, las tropas realistas, lo agarran y lo obligan a colocar su cabeza en la pila bautismal. El pobre anciano no puede hacer nada para defenderse de la brutal agresión. Es entonces, cuando uno de los oficiales patriotas Apolinar Morillo posterior asesino confeso de Sucre-, le descarga una mole de adobe. La escena no puede ser más dantesca. La sangre salta por doquier y mancha las paredes de la iglesia. Mientras se perpetra este asesinato incalificable, la soldadesca que ha entrado al templo en sus caballos, enlaza las sagradas imágenes de las vírgenes y de los santos, que acto seguido son despojadas de sus ornamentos y sus riquezas terrenales, en una orgía de muerte, destrucción y pillaje, en medio de los alaridos de las mujeres que están siendo violadas y pasadas a cuchillo y de los gritos de los hombres, que también son degollados. Pero la navidad negra, apenas está comenzando.
¡Tome usted a mi hija!
Al darse cuenta de la nula resistencia, los soldados republicanos, convertidos en verdaderos animales, empezaron a ingresar con brutal violencia a las casas, para robar, matar y violar sin pudor alguno a todas las mujeres, aunque estas fueran niñas o ancianas. Los gritos y alaridos de las infortunadas se escuchaban por doquier. Fue entonces, cuando en medio de esa orgía de sexo desenfrenado, muchas madres en su desesperación decidieron sacar a sus hijas a la calle, para entregársela a algún soldado blanco, antes de que un negro la violara.
¡Señor, por favor, tome usted a mi hija! Fue una exclamación que se escuchó muchas veces en ese caos en el que se convirtió la ciudad.
Las violaciones fueron múltiples y de acuerdo con las crónicas de la época, todas las mujeres que fueron sorprendidas en Pasto ese 24 de diciembre de 1822, fueron víctimas de vejámenes sexuales, de los cuales no se salvaron las monjas en los conventos.
De los robos y abusos cometidos, es de rescatar la opinión del general José María Obando, quien no vacila en criticar los incalificables excesos y responsabiliza de los mismos al general Sucre:
“No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano (?) e ilustrado como el general Sucre la medida altamente impolítica y sobremanera cruel de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho salióse a la calle llevando a su hija de la mano para entregarla a un soldado blanco antes de que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiados fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir tantos actos de inmoralidad…”
Increíbles bacanales
Realmente, como lo dice el general José María Obando, nunca se sabrá qué pasaba por la mente de Antonio José de Sucre, al permitir tantos desmanes, que él perfectamente pudo evitar. Córdova mismo, alarmado por este gravísimo error político e histórico, le pidió que cesara la matanza y, ante su fuerte insistencia, ordenó Sucre, al tercer día del genocidio, que este Coronel, con el cuerpo que comandaba, desarmara a los enloquecidos y borrachos soldados, en particular a los del “Rifles”, compuesto por venezolanos y mercenarios ingleses.
Pasto fue, pues, durante tres días el epicentro de hechos horribles y abusos inimaginables contra su población. En cercanías a la hoy Plaza de Nariño, soldados en avanzado estado de embriaguez seguían abusando sexualmente de las mujeres, sin importar que esto fuera en plena calle. Lo más horrible de todo es que, muchas veces, satisfechos de su bellaquería, los infames soldados, procedían a degollar a las indefensas mujeres.
Respecto a los muertos, en las calles se amontonaron por lo menos quinientos cadáveres de hombres, mujeres y niños, la mayoría con el cuello cortado. Al cabo de pocos días y a pesar de la frialdad del clima, la pestilencia fue insoportable, ya que nadie se atrevía a sepultar los cadáveres por el riesgo de convertirse en uno de ellos, en una ciudad en donde la soldadesca hacía lo que le daba la gana.
Tanto así que ni siquiera los templos de Santiago, San Juan, San Andrés, Taminanguito y San Sebastián, sirvieron de protección a quienes se refugiaron en ellos convirtiéndose en escenario de crímenes horrorosos, que parecieran ser cometidos por brutales dementes.
  
Destrucción cultural
Aparte de la terrible matanza y los escabrosos hechos que rodearon el vil ataque a Pasto por parte de las tropas republicanas, la ciudad sufrió a su vez un irreparable daño cultural y económico, como lo dice José Rafael Sañudo: “Se entregaron los republicanos a un saqueo por tres días, y asesinatos de indefensos, robos y otros desmanes hasta el extremo de destruir, como bárbaros al fin, los archivos públicos y los libros parroquiales, cegando así tan importantes fuentes históricas. La matanza de hombres, mujeres y niños se hizo aunque se acogían a las iglesias y las calles quedaron cubiertas con los cadáveres de los habitantes, de modo que “el tiempo de los Rifles”, es frase que ha quedado en Pasto para significar una cruenta catástrofe”.
Tesoros escondidos
De esa nefasta navidad de 1822, han quedado para la posteridad muchas historias, que hoy, 187 años después, obviamente no han perdido vigencia en Pasto. Por ejemplo, es una realidad que, al darse cuenta de la llegada del ejército patriota, fueron muchos quienes, de manera desesperada, escondieron sus pertenencias de valor en patios y paredes, con la esperanza de volver algún día por ellas. Al respecto, son informaciones conocidas que numerosos entierros han sido descubiertos en viejas viviendas o en patios y, por lo que se sabe, una gran cantidad de tesoros todavía esperan ser descubiertos en la hoy capital de Nariño. Por mi parte, estoy plenamente convencido de esto puesto que en Pasto, en la época de los acontecimientos que estamos relatando, había personas que poseían grandes fortunas, especialmente en monedas de oro.
Finalmente, como epílogo de los trágicos acontecimientos de esa navidad de 1822, hay que decir que, por culpa de lo sucedido en esa fecha, la guerra de Independencia se prolongó por dos años más con todas sus trágicas consecuencias en lo humano y en lo económico. Ese diciembre no hubo celebración de navidad, ni villancicos, a consecuencia de la más espantosa tragedia que haya afrontado la ciudad de Pasto en su historia. Producto, de acuerdo con todos los antecedentes descritos, de una mente bipolar, como la del Libertador Simón Bolívar, quien encontró en su paisano Antonio José de Sucre un inesperado cómplice para que se perpetrara la matanza y abusos contra la población pastusa. Además, los documentos quemados fueron la causa para que se perdiera la memoria de la región, la cual ardió en las hogueras de la violencia y la barbarie.
Por Isidoro Medina Patiño
 

[1] Extraído de Medina Patiño, Isidoro, Bolívar, genocida  o genio bipolar Imp. Visión Creativa, Pasto, 2009, págs. 69 y sigs.

FUENTE: COTERRANEUS

Otro artículo relacionado con este terrible suceso:


Pastusos asesinados por Simón Bolivar


Pueblo pastuso:

Mientras millones de colombianos celebran el segundo centenario de la independencia, hay que recordar que –hace doscientos años– en Pasto otra fue la historia que se vivió, pues el pueblo del sur fue invadido, pisoteado y abusado. Aquí la libertad se tiñó de sangre, se perfumo de muerte, se vistió de persecución, de masacres y sacrificios. Aquí sobre esta tierra al pie del Galeras, Bolívar bautizó con muertos las calles, con violaciones las iglesias, con represiones la valentía; no dejo un sueño vivo porque sólo su sueño era posible, porque la independencia debía depender solamente de sus ideales.

El 23 y 24 de diciembre de 1822, después de rudo combate en el barrio Santiago de la ciudad de Pasto, cuenta O'Leary: "…en horrible matanza que siguió, soldados y paisanos, hombres y mujeres, fueron promiscuamente sacrificados y se entregaron los republicanos a un saqueo por tres días, y a asesinatos de indefensos, robos y otros desmanes; hasta el extremo de destruir, como bárbaros al fin, los libros públicos y los archivos parroquiales, cegando así tan importantes fuentes históricas”. Se asesinaron hombres, mujeres y niños, sin respetar los templos donde esta gente buscó protección; y las calles quedaron cubiertas de los cadáveres de los habitantes de Pasto…

Este es el hombre que nos llevó a la libertad, el de la Navidad Negra, el de la temible espada, el del caballo blanco, el de uniforme rojo: el zambo Bolívar; el que llenó los ojos de los pastusos de dolor y de llanto. Bolívar el Libertador dejo cientos de niños huérfanos y una multitud de madres y viudas llorando a sus hombres inmolados. En defensa de sus creencias el pueblo pastuso no secundó la lucha por la independencia, no renunció a sus rancias convicciones por un hombre que los desterró y los humilló hasta la muerte.

El cruel Libertador, el que manchó de muerte las calles, el que nos liberó de la corona pero que nos manchó de miseria, dolor y llanto.

Pueblo pastuso: La cara convencional de la historia nos cuenta que el Libertador asesinó y sacrificó a nuestra gente en nombre de la libertad y de la independencia; pero no olvidemos que dejó las huellas de su espada en nuestras gentes, que sometió y humillo nuestros ancestros, que pisoteó nuestro pueblo y que creó una macabra obra pictórica –aunque efímera en el suelo de nuestra ciudad–, perenne en la memoria de los pastusos, quienes desde entonces la identificamos como “El Colorado”.

TOMADO DE: PSICOAMNESIA

Las venas abiertas de la Hispanidad - entrevista al historiador Patricio Lons


Lucas Carena, en este programa especial, entrevista a Patricio Lons, periodista e historiador, y juntos reflexionan sobre la Hispanidad, su legado, grandeza y alcance, cuestionando la guerra cultural promovida por el liberalismo modernista de la “Pérfida Albión” y el progresismo ateo, con el inicuo fin de eliminarla de nuestra memoria.



domingo, 26 de julio de 2015

Pedir perdón, el Papa (por los "crímenes" de la conquista de América"), por Juan Manuel de Prada


Pedir perdón

por Juan Manuel de Prada


Hace unas semanas, escuchábamos al Papa (en sintonía con sus predecesores) pedir perdón «por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América». No entraremos aquí a señalar, por archisabidos, los peligros de enjuiciar acontecimientos pretéritos con mentalidad presente. Señalaremos, en cambio, que como cabeza de la Iglesia el Papa sólo puede pedir perdón por los crímenes que haya podido perpetrar o amparar la institución que representa; pues hacerlo por los crímenes que pudiera perpetrar o amparar la Corona de Castilla (luego Corona española) es tan incongruente como si mañana pidiese perdón a los sioux por los crímenes perpetrados por Búfalo Bill. Además, el Papa sólo puede pedir perdón por crímenes que la Iglesia haya podido cometer institucionalmente, con el amparo de leyes eclesiásticas, no por crímenes que hayan podido perpetrar por su cuenta clérigos más o menos brutos, salaces o avariciosos; pues pedir perdón por acciones particulares realizadas en infracción de las leyes emanadas de la instancia suprema es un cuento de nunca acabar que no sirve para sanar heridas, sino tan sólo para excitar el victimismo de los bellacos.

Yo vería muy justo y adecuado que la reina de Inglaterra o el rey de Holanda pidieran perdón por los crímenes institucionalizados que se realizaron en las colonias sojuzgadas por sus antepasados, donde los nativos por ejemplo tenían vedado el acceso a la enseñanza (en las Españas de Ultramar, por el contrario, se fundaron cientos de colegios y universidades), o donde no estaban permitidos los matrimonios mixtos (que en las Españas de Ultramar eran asiduos, como prueba la bellísima raza mestiza extendida por la América española), porque sus leyes criminales así lo establecían. Pero me resulta estrafalario que el Papa pida perdón por crímenes cometidos por españoles a título particular, y en infracción de las leyes promulgadas por nuestros reyes. Porque lo cierto es que los crímenes que se pudieran cometer en América fueron triste consecuencia de la débil naturaleza caída del hombre;pero no hubo crímenes institucionalizados, como en cambio los hubo en Estados Unidos o en las colonias inglesas u holandesas, pues las leyes dictadas por nuestros reyes no sólo no los amparaban, sino que por el contrario procuraban perseguirlos. 

Colón había pensado implantar en las Indias el mismo sistema que los portugueses estaban empleando en África, basado en la colonización en régimen asalariado y en la esclavización de la población nativa. Pero la reina Isabel impuso la tradición repobladora propia de la Reconquista, pues sabía que los españoles, para implicarse en una empresa, necesitaban implicarse vitalmente en ella; y en cuanto supo que Colón había iniciado un tímido comercio de esclavos lo prohibió de inmediato. En su testamento, Isabel dejó ordenado a su esposo y a sus sucesores que «pongan mucha diligencia, y que no consientan ni den lugar a que los indios reciban agravio alguno ni en su persona ni en sus bienes». Este reconocimiento de la dignidad de los indígenas es un rasgo exclusivo de la conquista española; no lo encontramos en ninguna otra potencia de la época, ni tampoco en épocas posteriores. Los indios fueron, desde un primer momento, súbditos de la Corona, como pudiera serlo un hidalgo de Zamora; y los territorios conquistados nunca fueron colonias, sino «provincias de ultramar», con el mismo rango que cualquier otra provincia española.

Algunos años más tarde, conmovido por las denuncias de abusos de Bartolomé de las Casas, Carlos I ordenó detener las conquistas en el Nuevo Mundo y convocó en Valladolid una junta de sabios que estableciese el modo más justo de llevarlas a cabo. A esta Controversia de Valladolid acudieron los más grandes teólogos y jurisconsultos de la época: Domingo de Soto, Melchor Cano y, muy especialmente, Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda; y allí fue legalmente reconocida la dignidad de los indios, que inspiraría las Leyes de Indias, algo impensable en cualquier otro proceso colonizador de la época. Por supuesto que durante la conquista de América afloraron muchas conductas reprobables y criminales, dictadas casi siempre por la avaricia, pero nunca fueron conductas institucionalizadas; y la Iglesia, por cierto, se encargó de corregir muchos de estos abusos, denunciándolos ante el poder civil.

Antes de pedir perdón por crímenes del pasado, conviene distinguir netamente entre personas e instituciones;
 de lo contrario, uno acaba haciendo brindis al sol. Tal vez procuren muchos aplausos, pero son aplausos de bellacos. 

TOMADO DE: XL Semanal

El comunismo: depravación esencial, totalmente incompatible con el catolicismo


El comunismo no sólo es incompatible con el catolicismo, sino que aquel, por propio dicho de sus partidarios, ve en este a su enemigo más directo y natural. Esto parece que no está demasiado claro para muchos "católico" bobos (o simplemente farsantes con alma de quintacolumnistas), que proclaman la posible coincidencia entre la religión de Cristo y la ideología genocida creada por Marx. Nada más absurdo; y Pío IX lo vio claramente, como bien lo muestra el siguiente artículo.
Advertencia.- Hemos suprimido dos primeros párrafos del artículo solo por no considerarlos pertinentes, ya que se refieren exclusivamente al partido rojo español PODEMOS, por lo tanto, ajeno a nuestra realidad. En cualquier caso, se puede leer el artículo completo en el enlace puesto al final de esta entrada.

Depravación esencial


(...)

Para hacerse una idea del peligro que supone el marxismo resulta bastante inútil enumerar los conocidos horrores que invariablemente han acompañado a su implantación. Los que están imbuidos de esa ideología entienden que son invenciones de una propaganda tendenciosa o efecto de las desviaciones, siempre posibles, del auténtico programa de Marx. Y los que, sin ser marxistas ni conocer las complejidades de su pensamiento, están dispuestos a darles una oportunidad ven en esos horrores un daño colateral, un accidente que no tiene por qué reproducirse. La propaganda marxista, técnicamente admirable, ha logrado que muchos  tengan a los comunistas por gentes bienintencionadas, que defienden una causa justa, aunque algunos de sus líderes, como Stalin, hayan cometido equivocaciones. En un extenso informe sobre la situación del marxismo veinte años después de la caída del muro de Berlín, Paul Hollander atribuye a esta manera de pensar, tan extendida, la llamativa disparidad de atención y de juicio que han merecido las atrocidades del régimen nazi y las de los regímenes marxistas.
 
Pero la verdad es muy otra: las consecuencias desastrosas del comunismo no son efecto imprevisible, secundario o accidental de esa clase de regímenes, sino que surgen necesariamente de su propia naturaleza. Entre las muchas condenas que la Iglesia ha lanzado contra el comunismo, el escrito magisterial más importante es la encíclica Divini Redemptoris de Pío XI, promulgada en 1937. Su contenido puede sintetizarse, como tantas veces se ha hecho, por medio de la frase que califica al comunismo de “intrínsecamente perverso”. Frase cuyo significado, quizá por repetición se ha trivializado hasta perder buena parte de su contenido.
 
La perversidad no es un mal cualquiera. Un mal físico, como una enfermedad nunca puede ser  perverso. Sólo cabe la depravación, la perversidad o maldad suma, en la acción voluntariamente desordenada, es decir, en el pecado y en las doctrinas que lo enseñan, como las herejías  o el marxismo. Y, dentro de eso, es perverso de manera intrínseca lo que tiene esa maldad supina de manera esencial, constitutiva o radical; y no de forma parcial, consecutiva o accidental.
 
Otros regímenes, reinados, gobiernos o sectas políticas han perseguido a la Iglesia, han actuado contrariamente a la moral natural y revelada o han promovido el ateísmo o el indiferentismo. Muchos de ellos han sido sancionados con penas canónicas por la Iglesia, que no se anduvo con chiquitas a la hora de calificarlos. Pío IX llamó doctrina pestilencial al socialismo y al comunismo, León XIII dijo que el espíritu del liberalismo era una rebelión contra Dios y Pío XII declaró que el nacionalsocialismo era radicalmente opuesto a la Iglesia Católica. Pero, que yo sepa, hasta que el marxismo se apoderó de extensas partes de la sociedad humana y mostró su verdadera faz, ningún régimen o doctrina política ha merecido la reprobación absoluta, total  e insuperable, que supone el calificativo de intrínsecamente perverso.
 
La razón se halla, como dice Pío XI, en que con el comunismo “asistimos, por primera vez en la historia, a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino” (DR, §22). Y es que el marxismo no constituye uno de tantos ataques contra la iglesia, ni una de tantas herejías o rebeliones contra Dios, sino que pretende sustituir a Dios mismo y ejercer sobre los hombres y la sociedad humana un remedo de la Providencia divina. Como Dios tiene contados cada uno de nuestros cabellos y nada escapa a su mirada, así el comunismo pretende unificar la vida de los hombres y de la sociedad entera, controlar su acción y su pensamiento de manera que toda obra, toda opinión, todo anhelo y trabajo se encamine a la totalidad encabezada por el partido, que supuestamente desparecerá para dar paso a la sociedad comunista.
 
Con palabras de Aurelio Kolnai, ese luchador infatigable contra  nazis y comunistas: “el satanismo marxista sólo busca apoderarse del hombre entero, al que se propone refundir para hacer de él, en lugar de la imagen imperfecta de Dios como es en realidad, un simulacro “perfecto” de la divinidad que él cree inexistente, una pura encarnación y materia de la Voluntad Única, actuando en la tierra, que será humana, y sustituirá a la voluntad de Dios. Indudablemente ninguna dictadura totalitaria podría remodelar de nuevo o recrear el alma de gran número de los hombres; pero sí será capaz de doblegar a la mayoría de los ya existentes, y, sobre todo, hará de nuestros hijos, si no todo lo que quiere, sí, al menos lo que nosotros no querríamos”.
 
El comunismo sueña con un hombre identificado con la comunidad y la naturaleza, libre de todo cuanto le aliena, es decir, de todo lo que por naturaleza le pertenece y le une al mundo y a la realidad concreta; libre de propiedad, de patria, de familia, de moral y de costumbres; pero, sobre todo, libre de Dios, que, como ya dijo Feuerbach, no sino reflejo de la humanidad misma. Para refundar al hombre conforme a esa imagen satánica, el comunismo, incapaz de transformar la naturaleza humana, sólo puede violentarla, recurriendo al terror llevando a cabo “una destrucción tan espantosa, realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jamás se hubiera creído posible en nuestro siglo” (DR, §20)  y empleando, para encubrirla, “una propaganda realmente diabólica” (DR, §17), fundada en la mentira y la hipocresía.
 
No hace falta enumerar sus consecuencias ni reunir muchas pruebas. La sola consideración de lo que implícitamente conlleva el pensamiento marxista predice los frutos de muerte y desolación que siempre ha producido. Por eso, Pío XI, refiriéndose a las barbaridades del comunismo ruso, mejicano y español, pronuncia su sentencia definitiva: “No se puede afirmar que estas atrocidades sean un fenómeno transitorio que suele acompañar a todas las grandes revoluciones o excesos aislados de exasperación comunes a toda guerra; no, son los frutos naturales de un sistema cuya estructura carece de todo freno interno” (DR, §21). De lo cual concluye:
 
El comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error; y cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo comunista” ((DR, §60).
 
Bueno sería que hoy lo recordara todo el católico, del más bajo al más encumbrado.
 

lunes, 20 de julio de 2015

El Comunismo: 100 millones de muertos ...¿en favor de los pobres?


Es increíble que se tenga que explicar esto, o sea, que la doctrina criminal comunista y la religión católica son totalmente opuestas. Bastaría solo decir que, mientras las primera es satánica, la segunda es santa, para mostrar la incompatibilidad de una con la otra. Pero los desvaríos del Papa obligan a que se hagan estas explicaciones: Tener que mostrar que la ideología genocida comunista, causante de más de 100 millones de muertos (y contando...), bajo a la excusa cínica de la lucha por los pobres, es, fue y será lo más contrario a la religión fundada por Dios Hijo.

Los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. Así que cuando hablan, se les podría decir: vosotros sois cristianos

Hace un siglo el mundo se vio sumergido en el más terrible caos. Todas las batallas vividas hasta entonces por la humanidad parecían de juguete en comparación con la dinámica bélica del siglo XX. Y no apenas por el aparato militar, sino también por la saña doctrinal utilizada para oprimir la humanidad. Cuantas veces encontramos en la raíz de estos desmanes las ideas que Karl Marx había lanzado en el siglo XIX, difundidas por toda la tierra bajo los más falaces disfraces. Muchos de los que vivían entonces no supieron tener la vigilancia que nos ordenó el Divino Maestro (cf. Mt 26, 41) y, olvidándose de que a los hijos de la luz es necesaria la astucia de la serpiente (cf. Mt 10, 16), vieron como, según había previsto la Virgen en Fátima, Rusia esparció sus errores por el mundo. Cien millones de muertos, la mayor parte de ellos pobres, fue el siniestro impuesto pagado por la falta de previsión ante el mal que avanzaba… Entre ellos, se destaca la interminable lista de sacerdotes, religiosos, religiosas, hombres del pueblo, madres de familia, niños, ancianos, etc., que, de forma anónima o iluminando con su ejemplo las generaciones venideras, sufrieron atroces persecuciones sobre todo y especialmente por profesar la Religión Católica.
Ahora, ¿acaso un cristiano puede encontrar algo bueno en una doctrina comunista “intrínsecamente perversa” que además de ir directamente contra las enseñanzas de Jesús, persigue acabar con el derecho natural, cosa que ni las más decadentes de las civilizaciones antiguas intentó? ¿Es comparable esta funesta doctrina con las obras de misericordia que la Iglesia realiza hace siglos? ¿Qué “beneficios” trajo el comunismo al mundo, aparte de los dudosos de ateísmo y pobreza generalizada? ¿La supuesta bandera de los pobres enarbolada por los comunistas (¡¡sic!!) significa lanzar en la pobreza a todos aquellos que gimen bajo el yugo marxista? Debe ser que para ayudar a los pobres, el comunismo se preocupa de que estén más acompañados…
Hace un siglo, decíamos arriba, empezaron las persecuciones, pero no nos olvidemos que la teoría surgió muchas décadas antes… Una lección que no se puede olvidar para el futuro de una humanidad en cuyo centro, desgraciadamente, no está Dios todopoderoso.

Francisco

 FranciscoCastro_LOR_15052015
[Franca Giansoldati] Usted pasa por ser un Papa comunista, pauperista, populista. The Economist, que le ha dedicado una portada, afirma que habla como Lenin. ¿Se reconoce en estos modelos
[Francisco] Yo digo solo que los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está en el centro del Evangelio. Los pobres están en el centro del Evangelio. Tomemos Mateo 25, el protocolo sobre el que seremos juzgados: tuve hambre, tuve sed, estuve en la cárcel, estaba enfermo, desnudo. O miremos a las Bienaventuranzas, otra bandera. Los comunistas dicen que todo esto es comunista. Sí, como no, veinte siglos después. Así que cuando hablan, se les podría decir: pero vosotros sois cristianos. (Entrevista con Franca Giansoldati, 29 de junio de 2014)
[Scalfari] ¿El comunismo le sedujo?
[Francisco] Su materialismo no tuvo ningún arraigo en mí. Pero conocerlo a través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la doctrina social de la Iglesia. (Entrevista con Eugenio Scalfari, 1 de octubre de 2013)
[Andrea Tornielli] Algunos pasajes de la Evangelii gaudium le granjearon las acusaciones de los ultra-conservadores estadounidenses. ¿Qué siente un Papa cuando escucha que lo definen “marxista”?
[Francisco] La ideología marxista está equivocada. Pero en mi vida he conocido a muchos marxistas buenos como personas, y por esto no me siento ofendido.
Las palabras que más han sorprendido son las palabras sobre la economía que “mata”…
En la Exhortación no hay nada que no se encuentre en la Doctrina social de la Iglesia. No hablé desde un punto de vista técnico, traté de presentar una fotografía de lo que sucede. La única cita específica fue sobre las teorías del “derrame”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Se prometía que, cuando el vaso hubiera estado lleno, se habría desbordado y los pobres se habrían beneficiado. En cambio sucede que, cuando está lleno, el vaso, por arte de magia, crece y así nunca sale nada para los pobres. Esta fue la única referencia a una teoría específica. Repito, no hablé como técnico, sino según la Doctrina social de la Iglesia. Y esto no significa ser marxista. (Entrevista con Andrea Tornielli, 14 de diziembre de 2013)
Es cierto que yo era, como toda mi familia, un católico práctico. Pero mi cabeza no estaba sólo puesta en las cuestiones religiosas, porque también tenía inquietudes políticas, aunque no pasaban del plano intelectual. LeíaNuestra Palabra y Propósitos y me encantaban todos los artículos de uno de sus conspicuos, miembros y recordado hombre del mundo de la cultura, Leónidas Barletta, que me ayudaron en mi formación política. Pero nunca fui comunista… (El Jesuita – La historia de Francisco, el Papa argentino. Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti, Editorial Vergara – Grupo Zeta, Buenos Aires – Madrid, 2013, p. 481)
Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. Tuve un momento de gran crisis interior estando en Córdoba. No habré sido ciertamente como la Beata Imelda, pero jamás he sido de derechas. Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas. (Entrevista con Antonio Spadaro s.j., 19 de agosto de 2013)

Enseñanzas del Magisterio

Tabla de contenido
I – La funesta doctrina comunista versus la divina doctrina cristiana
II – Sistema intrínsecamente perverso condenado por la Iglesia
III – Los sofismas del comunismo tienen por finalidad engañar a los católicos
IV – La “apertura” comunista a los cristianos es persecución inhumana
V – Socorrer a los pobres no es una bandera ideológica, sino una característica normal de la caridad de la Iglesia

I – La funesta doctrina comunista versus la divina doctrina cristiana

León XIII-Comunismo: mortal pestilencia que quiere derrumbar las leyes humanas y divinas
Pío IX-Doctrina funesta contraria al derecho natural
-Hombres falaces que quieren eliminar la doctrina e influencia de la Iglesia
Pío XI-Comunismo, ruina de la sociedad
-El socialismo es incompatible con los dogmas y la verdad cristiana
-Pestífero mal que promueve satánica guerra contra Dios
-Rechazo de la sabiduría del Evangelio y resucitador del paganismo
-Peligro amenazador que pretende derrumbar el orden social cristiano
-El comunismo despoja al hombre de su libertad, dignidad y moralidad
-Materialismo evolucionista de Marx y aniquilamiento de todo lo que le es contrario
-Lucha fría e cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino
-El terrorismo comunista pretende destruir el sentimiento moral
Pío XII-Arrancar de las almas la noción de Dios, objetivo del comunismo
León XIII-Suprime el temor de Dios y el respeto por las leyes divinas provocando trastornos universales

II – Sistema intrínsecamente perverso condenado por la Iglesia

Pío XI-El sistema comunista, sus autores y defensores están condenados
-El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede colaborar con él en ningún terreno
Congregación para la Doctrina de la Fe-Prohibición formal de cooperar con partidos comunistas. Excomunión latae sententiae
Juan XXIII-La oposición entre comunismo y cristianismo es radical. Los católicos no pueden de forma alguna aprobar el socialismo moderado

III – Los sofismas del comunismo tienen por finalidad engañar a los católicos

Sagradas Escrituras-El lobo con piel de oveja
-Los falsos profetas
Pío XI-La Religión Católica es el único y verdadero obstáculo del comunismo
-Un sistema subversivo del orden social, lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la revelación divina
-Partes de la verdad expuestas arteramente para disimular errores intrínsecos
-El comunismo es aceptado sin examen a causa del abandono religioso y moral
-Una doctrina adaptada hábilmente a las condiciones de cada pueblo
-La prensa no católica silencia los horrores del comunismo para lograr su rápida difusión
-El comunismo cambia de táctica y atrae las muchedumbres ocultando sus verdaderas intenciones
-El comunismo se infiltra entre los católicos a través del campo humanitario y de la caridad
Congregación para la Doctrina de la Fe-El comunismo: la vergüenza de nuestro tiempo. Pretendiendo aportar la libertad mantiene naciones enteras en la esclavitud

IV – La “apertura” comunista a los cristianos es persecución inhumana

Pío XI-Para perseguir a Dios y a la Iglesia, los comunistas llegan hasta la monstruosidad atroz e inhumana
-La secta del comunismo sostienen por todo el orbe el odio contra Jesucristo
-La persecución comunista, nuevo capítulo del martirologio
-Dentro de la Iglesia, asesinatos y persecuciones inhumanas
-Destrucción, odio, barbarie y ferocidad jamás antes vista
-Una moral feroz de una salvaje barbarie es el fruto natural del comunismo
-Todo el pueblo cristiano es puesto en el trance de apostatar de la fe o de padecer muerte crudelísima
Juan Pablo II-Fidelidad a Cristo del pueblo ucraniano frente al comunismo
-Un valioso testimonio durante la persecución comunista
Benedicto XVI-Las heridas del comunismo aún no han cicatrizado
-Un régimen cruel pero que no pudo doblegar a la Iglesia

V – Socorrer a los pobres no es una bandera ideológica, sino una característica normal de la caridad de la Iglesia

León XIII-Los socialistas manipulan el Evangelio para engañar a los incautos
Pío XI-El comunismo no hubiera existido si los gobernantes fueran fieles a la Iglesia
-Caridad sin justicia no pasa de un mero simulacro de caridad
Juan Pablo II-Proclamar la misericordia forma parte de la vida de la Iglesia
Benedicto XV-La Iglesia cura las heridas de la humanidad porque es heredera del espíritu de Jesucristo
Congregación para los Obispos-Los obispos deben promover cada vez más el crecimiento de las obras de caridad
Sagradas Escrituras-Colecta para los pobres ya en la Iglesia primitiva

I – La funesta doctrina comunista versus la divina doctrina cristiana

León XIII

  • Comunismo: mortal pestilencia que quiere derrumbar las leyes humanas y divinas

Nuestro apostólico cargo ya desde el principio de Nuestro pontificado Nos movió, Venerables Hermanos, a no dejar de indicaros, en las Cartas Encíclicas a vosotros dirigidas,la mortal pestilencia que serpentea por las más íntimas entrañas de la sociedad humana y la conduce al peligro extremo de ruina. […] Es fácil comprender, Venerables Hermanos, que Nos hablamos de aquella secta de hombres que, bajo diversos y casi bárbaros nombres de socialistascomunistas o nihilistas, esparcidos por todo el orbe, y estrechamente coligados entre sí por inicua federación, ya no buscan su defensa en las tinieblas de sus ocultas reuniones, sino que, saliendo a pública luz, confiados y a cara descubierta, se empeñan en llevar a cabo el plan, que hace tiempo concibieron, de trastornar los fundamentos de toda sociedad civil. […] Nada dejan intacto e integro de lo que por las leyes humanas y divinas está sabiamente determinado para la seguridad y decoro de la vida. […] Deshonran la unión natural del hombre y de la mujer, que aún las naciones bárbaras respetan; y debilitan y hasta entregan a la liviandad este vínculo, con el cual se mantiene principalmente la sociedad doméstica. […] Atraídos, finalmente, por la codicia de los bienes terrenales, que es la raíz de todos los males, y que, apeteciéndola, muchos erraron en la fe (1 Tm 6, 10), impugnan el derecho de propiedad sancionado por la ley natural, y por un enorme atentado, dándose aire de atender a las necesidades y proveer a los deseos de todos los hombres, trabajan por arrebatar y hacer común cuanto se ha adquirido a título de legítima herencia, o con el trabajo del ingenio y de las manos, o con la sobriedad de la vida. (León XIII. Encíclica Quod apostolici muneris, 28 de diciembre de 1878)

Pío IX

  • Doctrina funesta contraria al derecho natural

Aquella doctrina funesta y más que nunca contraria al derecho natural, que llamamos comunismo, una vez admitida la cual, se derrumbarían completamente los derechos, los patrimonios, las propiedades e incluso la sociedad humana. (Denzinger-Hünermann 2786.Pío IX, Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846)
  • Hombres falaces que quieren eliminar la doctrina e influencia de la Iglesia

Y no contentos con eliminar la religión de la sociedad pública, quieren también alejarla de las familias privadas. Porque es así que enseñando y profesando el funestísimo error del comunismo y del socialismo, afirman que “la sociedad domestica o familia toma toda su razón de existir únicamente del derecho civil y que, por ende, de la ley civil solamente dimanan y dependen todos los derechos de los padres sobre los hijos, y ante todo el derecho de procurar su instrucción y educación.” Con estas impías opiniones y maquinaciones lo que principalmente pretenden estos hombres falacísimos es eliminar totalmente la saludable doctrina e influencia de la Iglesia católica en la instrucción y educación de la juventud. (Denzinger-Hünermann, 2891-2892. Pío IX, Encíclica Quanta cura, 8 de diciembre de 1864)

Pío XI

  • Comunismo, ruina de la sociedad

Por ello, aun cuando estimamos superfluo prevenir a los hijos buenos y fieles de la Iglesia acerca del carácter impío e inicuo del comunismo, no podemos menos de ver, sin embargo, con profundo dolor la incuria de aquellos que parecen despreciar estos inminentes peligros y con cierta pasiva desidia permiten que se propaguen por todas partesunos principios que acabarán destrozando por la violencia y la muerte a la sociedad entera; ya tanto más condenable es todavía la negligencia de aquellos que se ocupan de eliminar o modificar esas condiciones de cosas, con que se lleva a los pueblos a la exasperación y se prepara el camino a la revolución y ruina de la sociedad. (Pío XI. Encíclica Quadragesimo anno, n. 112, 15 de mayo de 1931)
  • El socialismo es incompatible con los dogmas y la verdad cristiana

Para satisfacer con nuestra paternal solicitud a estos deseos, declaramos lo siguiente: considérese como doctrina, como hecho histórico o como “acción” social, el socialismo, si sigue siendo verdadero socialismo, aun después de haber cedido a la verdad y a la justicia en los puntos indicados, es incompatible con los dogmas de la Iglesia Católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana. […] El socialismo, en cambio, ignorante y despreocupado en absoluto de este sublime fin tanto del hombre como de la sociedad, pretende que la sociedad humana ha sido instituida exclusivamente para el bien terreno. (Pío XI. Encíclica Quadragesimo anno, n. 117-118, 15 de mayo de 1931)
  • Pestífero mal que promueve satánica guerra contra Dios

Valiéndose de tantas dificultades económicas y desordenes morales, los enemigos del orden social, se denominen “comunistas” o con cualquier otro nombre —y este es el más pestífero mal de nuestro tiempo— audazmente se empeñan en romper todos los lazos de la ley divina o de la humana, en combatir abiertamente o en secreto luchando ferozmente contra la religión, contra Dios mismo, desarrollando el diabólico programa de extirpar del corazón de todos, hasta de los niños, todo sentimiento religioso, porque saben muy bien que sacando del corazón de la humanidad la fe en Dios, ellos pueden hacer todo lo que desean. Así vemos hoy lo que nunca ha sido visto por la Historia: la satánica bandera de la guerra contra Dios y a la religión desplegada en medio de todos los pueblos y por toda la tierra. (Pío XI. Enciclica Caritate Christi compulsi, 3 mayo de 1932)
  • Rechazo de la sabiduría del Evangelio y resucitador del paganismo

En algunas regiones, como todos saben, el mal ha llegado a tal punto que, incluso, destruye el propio derecho de la propiedad privada, colocando en común todas las cosas. […]despreciando la luz de la sabiduría evangélica, se esfuerzan por resucitar los errores paganos y sus maneras de vivir. […] Y mientras lanzan al desprecio la esperanza de los bienes celestiales, incitan los hombres a conseguir, incluso usando medios ilícitos, una felicitad terrena totalmente falsa, empujándolos a la disolución del orden social, suscitando desórdenes, rebeliones cruentas e incluso la conflagración del la guerra civil. (Pío XI. Enciclica Ingravescentibus malis, 29 de septiembre de 1937)
  • Peligro amenazador que pretende derrumbar el orden social cristiano

Este peligro tan amenazador, como habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden socialsocavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 3, 19 de marzo de 1937)
  • El comunismo despoja al hombre de su libertad, dignidad y moralidad

El comunismo, además, despoja al hombre de su libertad, principio normativo de su conducta moral, y suprime en la persona humana toda dignidad y todo freno moral eficaz contra el asalto de los estímulos ciegos. Al ser la persona humana, en el comunismo, una simple ruedecilla del engranaje total, niegan al individuo, para atribuirlos a la colectividad, todos los derechos naturales propios de la personalidad humana. En las relaciones sociales de los hombres afirman el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda autoridad jerárquica establecida por Dios, incluso la de los padres; porque, según ellos, todo lo que los hombres llaman autoridad y subordinación deriva exclusivamente de la colectividad como de su primera y única fuente. Los individuos no tienen derecho alguno de propiedad sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción, porque, siendo éstos fuente de otros bienes, su posesión conduciría al predominio de un hombre sobre otro. Por esto precisamente, por ser la fuente principal de toda esclavitud económica, debe ser destruida radicalmente, según los comunistas, toda especie de propiedad privada. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 10, 19 de marzo de 1937)
  • Materialismo evolucionista de Marx y aniquilamiento de todo lo que le es contrario

La doctrina que el comunismo oculta bajo apariencias a veces tan seductoras se fundahoy sustancialmente sobre los principios, ya proclamados anteriormente por Marx, del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, cuya única genuina interpretación pretenden poseer los teóricos del bolchevismo. […] En esta doctrina, como es evidente, no queda lugar ninguno para la idea de Dios, no existe diferencia entre el espíritu y la materia ni entre el cuerpo y el alma: no existe una vida del alma posterior a la muerte, ni hay, por consiguiente, esperanza alguna en una vida futura. Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas afirman que el conflicto que impulsa al mundo hacia su síntesis final puede ser acelerado por el hombre. Por esto procuran exacerbar las diferencias existentes entre las diversas clases sociales y se esfuerzan para que la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, adquiera el aspecto de una cruzada para el progreso de la humanidad. Por consiguiente, todas las fuerzas que resistan a esas conscientes violencias sistemáticas deben ser, sin distinción alguna, aniquiladas como enemigas del género humano. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 9, 19 de marzo de 1937)
  • Lucha fría e cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino

Y esto es lo que con sumo dolor estamos presenciando: por primera vez en la historia asistimos a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino (cf. 2 Tes 2, 4). Porque el comunismo es por su misma naturaleza totalmente antirreligioso y considera la religión como el “opio del pueblo”, ya que los principios religiosos, que hablan de la vida ultraterrena, desvían al proletariado del esfuerzo por realizar aquel paraíso comunista que debe alcanzarse en la tierra. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 22, 19 de marzo de 1937)
  • El terrorismo comunista pretende destruir el sentimiento moral

Hay que repetirlo: también en el campo económico es necesaria una moral, un sentimiento moral de la responsabilidad, los cuales, ciertamente, no tienen cabida en un sistema cerradamente materialista como el comunismo.
Para sustituir este sentimiento moral no queda otro sustitutivo que el terrorismo que presenciamos en Rusia, donde los antiguos camaradas de conjuración y de lucha se eliminan mutuamente; terrorismo que, por otra parte, no consigue contener, no ya la corrupción de la moral, pero ni siquiera la disolución del organismo social. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 23, 19 de marzo de 1937)

Pío XII

  • Arrancar de las almas la noción de Dios, objetivo del comunismo

Hay, efectivamente, quienes, admitido sin prudencia y discreción el sistema que llaman de la evolución… y audazmente sostienen la opinión monástica y panteística de un universo sujeto a continua evolución; opinión que los fautores del comunismo aceptan con fruición, para defender y propagar más eficazmente su “materialismo dialéctico”, arrancando de las almas toda noción teística. (Denzinger-Hünermann 3877. Encíclica Humani generis, 12 de agosto de 1950)

León XIII

  • Suprime el temor de Dios y el respeto por las leyes divinas provocando trastornos universales

Los perturbadores errores que hemos enumerado bastan por sí solos para provocar en los Estados temores muy serios. Porque, suprimido el temor de Dios y el respeto a las leyes divinas, despreciada la autoridad de los gobernantes, permitida y legitimada la fiebre de las revoluciones, desatadas hasta la licencia las pasiones populares, sin otro freno que la pena, forzosamente han de seguirse cambio y trastornos universales. Estos cambios y estos trastornos son los que buscan de propósito, sin recato alguno, muchas asociaciones comunistas y socialistas. (León XIII. Encíclica Humanum Genus, 20 de abril de 1884)

II – Sistema intrínsecamente perverso condenado por la Iglesia

Pío XI

  • El sistema comunista, sus autores y defensores están condenados

Nos condenamos el sistema, a sus autores y defensores, quienes han considerado a Rusia como el terreno más apto para realizar un sistema elaborado hace mucho tiempo y desde Rusia extenderlo por todo el mundo. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 24, 19 de marzo de 1937)
  • El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede colaborar con él en ningún terreno

Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error; y cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo comunista. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 60, 19 de marzo de 1937)

Congregación para la Doctrina de la Fe

  • Prohibición formal de cooperar con partidos comunistas. Excomunión latae sententiaea

Preguntas: 1. Si es lícito inscribirse en el partido comunista o prestarle apoyo.
  1. Si es licito publicar, difundir o leer libros, revistas, periódicos u hojas que defienden la doctrina y la acción de los comunistas, o escribir en ellos.
  2. Si pueden ser admitidos a los sacramentos aquellos fieles que han cumplido consciente y libremente los actos mencionados en los números 1 y 2.
  3. Si los fieles que profesan la doctrina materialista y anticristiana de los comunistas, y sobre todo los que la defienden y la propagan, por el hecho mismo, como apóstatas de la fe católica, incurren en la excomunión reservada de un modo especial a la Sede Apostólica.
Respuesta (confirmada por el Sumo Pontífice [Pío XII] el 30 de junio):
A la 1. No: el comunismo, en efecto, es materialista y anticristiano; y los jefes comunistas, incluso si a veces de palabra profesan no combatirla religión, en realidad sin embargo, tanto en la doctrina como en la acción, se muestran hostiles a Dios, a la verdadera religión y a la Iglesia de Cristo.
A la 2. No: están prohibidos, en efecto, por el derecho mismo (cf. CIC, can. 1399).
A la 3. No, según los principios de carácter general referentes al rechazo de los sacramentos a los que no tienen la disposición requerida.
A la 4: Sí.

Juan XXIII

  • La oposición entre comunismo y cristianismo es radical. Los católicos no pueden de forma alguna aprobar el socialismo moderado

El Sumo Pontífice [Pío XI] manifiesta además que la oposición entre el comunismo y el cristianismo es radical. Y añade qué los católicos no pueden aprobar en modo alguno la doctrina del socialismo moderado. En primer lugar, porque la concepción socialista del mundo limita la vida social del hombre dentro del marco temporal, y considera, por tanto, como supremo objetivo de la sociedad civil el bienestar puramente material; y en segundo término, porque, al proponer como meta exclusiva de la organización social de la convivencia humana la producción de bienes materiales, limita extraordinariamente la libertad, olvidando la genuina noción de autoridad social. (Juan XXIII. Encíclica Mater et Magistra, n. 34, 15 de mayo de 1961)

III – Los sofismas del comunismo tienen por finalidad engañar a los católicos

Sagradas Escrituras

  • El lobo con piel de oveja

Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.  Por sus frutos los conoceréis. (Mt 7, 15-16)
  • Los falsos profetas

Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo. Yo sé que cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso entre vosotros mismos surgirán algunos que hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por eso, estad alerta. (Hch 20, 28-31)

Pío XI

  • La Religión Católica es el único y verdadero obstáculo del comunismo

Parece que una satánica preparación ha reavivado con más fuerza en la vecina España aquella llama de odio y de feroz persecución explícitamente reservada a la Iglesia y a la Religión Católica, como siendo el único y verdadero obstáculo a la irrupción de estas fuerzas, de que ya han dado pruebas y empeño para subvertir todo orden, desde Rusia hasta China, de México hasta América del Sur, pruebas de preparación, precedidas y acompañadas en todo momento de una universal, asidua, habilísima propaganda para la conquista del mundo entero para esa absurda e desastrosa ideología […] No es superfluo, sino más bien oportuno, desgraciadamente necesario y un deber para Nos, poner en guardia a todos contra la insidia con la cual los emisarios de las fuerzas subversivas aprovechan cualquier posibilidad de acercamiento y colaboración con los católicos, distinguiendo entre la ideología y la práctica, entre las ideas y la acción, entre el orden económico y el orden moral: insidia extremamente peligrosa, ingeniosa, destinada únicamente a engañar y a desarmar Europa y el mundo. (Pío XI. Discurso a los españoles prófugos con motivo de la Guerra Civil, 14 de septiembre de 1936, AAS 28 [1936], p. 375-377)
  • Un sistema subversivo del orden social, lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la revelación divina

¡He aquí, venerables hermanos, el pretendido evangelio nuevo que el comunismo bolchevique y ateo anuncia a la humanidad como mensaje de salud y redención! Un sistema lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la revelación divina; un sistema subversivo del orden social, porque destruye las bases fundamentales de éste; un sistema desconocedor del verdadera origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero fin del Estado; un sistema, finalmente, que niega los derechos, la dignidad y la libertad de la persona humana. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 14, 19 de marzo de 1937)
  • Partes de la verdad expuestas arteramente para disimular errores intrínsecos

Con el pretexto de querer solamente mejorar la situación de las clases trabajadoras, suprimir los abusos reales producidos por la economía liberal y obtener una más justa distribución de los bienes terrenos (fines, sin duda, totalmente legítimos), y aprovechando principalmente la actual crisis económica mundial, se consigue atraer a la zona de influencia del comunismo aun a aquellos grupos sociales que por principio rechazan todo materialismo y todo terrorismo. Y como todo error contiene siempre una parte de verdad, esta parte de verdad que hemos indicado, expuesta arteramente en condiciones de tiempo y lugar, aptas para disimular, cuando conviene la crudeza repugnante e inhumana de los principios y métodos del comunismo bolchevique, seduce incluso a espíritus no vulgares, que llegan a convertirse en apóstoles de jóvenes inteligentes poco preparados todavía para advertir los errores intrínsecos del comunismo. Los pregoneros del comunismo saben aprovecharse también de los antagonismos de raza, de las divisiones y oposiciones de los diversos sistemas políticos y hasta de la desorientación en el campo de la ciencia sin Dios para infiltrarse en las universidades y corroborar con argumentos seudocientíficos los principios de su doctrina. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 15, 19 de marzo de 1937)
  • El comunismo es aceptado sin examen a causa del abandono religioso y moral

Para explicar mejor cómo el comunismo ha conseguido de las masas obreras la aceptación, sin examen, de sus errores, conviene recordar que estas masas obreras estaban ya preparadas para ello por el miserable abandono religioso y moral a que las había reducirlo en la teoría y en la práctica la economía liberal. Con los turnos de trabajo, incluso dominicales, no se dejaba tiempo al obrero para cumplir sus más elementales deberes religiosos en los días festivos; no se tuvo preocupación alguna para construir iglesias junto a las fábricas ni para facilitar la misión del sacerdote; todo lo contrario, se continuaba promoviendo positivamente el laicismo. Se recogen, por tanto, ahora los frutos amargos de errores denunciados tantas veces por nuestros predecesores y por Nos mismo. Por esto, ¿puede resultar extraño que en un mundo tan hondamente descristianizado se desborde el oleaje del error comunista? (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 16, 19 de marzo de 1937)
  • Una doctrina adaptada hábilmente a las condiciones de cada pueblo

Una propaganda realmente diabólica, cual el mundo tal vez nunca ha conocido;propaganda dirigida desde un solo centro y adaptada hábilmente a las condiciones peculiares de cada pueblo; propaganda que dispone de grandes medios económicos, de numerosas organizaciones, de congresos internacionales, de innumerables fuerzas excelentemente preparadas; propaganda que se hace a través de la prensa, de hojas sueltas, en el cinematógrafo y en el teatro, por la radio, en las escuelas y hasta en las universidades, y que penetra poco a poco en todos los medios sociales, incluso en los más sanos, sin que éstos adviertan el veneno que está intoxicando a diario las mentes y los corazones. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 17, 19 de marzo de 1937)
  • La prensa no católica silencia los horrores del comunismo para lograr su rápida difusión

La tercera causa, causa poderosa, de esta rápida difusión del comunismo es, sin duda alguna, la conspiración del silencio que en esta materia está realizando una gran parte de la prensa mundial no católica. Decimos conspiración porque no se puede explicar de otra manera el hecho de que un periodismo tan ávido de publicar y subrayar aun los más menudos incidentes cotidianos haya podido pasar en silencio durante tanto tiempo los horrores que se cometen en Rusia, en México y también en gran parte de España, y, en cambio, hable relativamente tan poco de una organización mundial tan vasta como es el comunismo moscovita. Este silencio, como tos dos saben, se debe en parte a ciertas razones políticas, poco previsoras, que lo exigen —así se afirma—, y está mandado y apoyado por varias fuerzas ocultas que desde hace mucho tiempo tratan de destruir el orden social y político cristiano. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 17, 19 de marzo de 1937)
  • El comunismo cambia de táctica y atrae las muchedumbres ocultando sus verdaderas intenciones

Al principio, el comunismo se manifestó tal cual era en toda su criminal perversidad; pero pronto advirtió que de esta manera alejaba de sí a los pueblos, y por esto ha cambiado de táctica y procura ahora atraerse las muchedumbres con diversos engaños, ocultando sus verdaderos intentos bajo el rótulo de ideas que son en sí mismas buenas y atrayentes.
Por ejemplo, viendo el deseo de paz que tienen todos los hombres, los jefes del comunismoaparentan ser los más celosos defensores y propagandistas del movimiento por la paz mundial; pero, al mismo tiempo, por una parte, excitan a los pueblos a la lucha civil para suprimir las clases sociales, lucha que hace correr ríos de sangre, y, por otra parte, sintiendo que su paz interna carece de garantías sólidas, recurren a un acopio ilimitado de armamentos. De la misma manera, con diversos nombres que carecen de todo significado comunista, fundan asociaciones y publican periódicos cuya única finalidad es la de hacer posible la penetración de sus ideas en medios sociales que de otro modo no les serian fácilmente accesibles; más todavía, procuran infiltrarse insensiblemente hasta en las mismas asociaciones abiertamente católicas o religiosas. En otras partes, los comunistas, sin renunciar en nada a sus principios, invitan a los católicos a colaborar amistosamente con ellos en el campo del humanitarismo y de la caridad, proponiendo a veces, con estos fines, proyectos completamente conformes al espíritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. En otras partes acentúan su hipocresía hasta el punto de hacer creer que el comunismo, en los países de mayor civilización y de fe más profunda, adoptará una forma más mitigada, concediendo a todos los ciudadanos la libertad de cultos y la libertad de conciencia. Hay incluso quienes, apoyándose en algunas ligeras modificaciones introducidas recientemente en la legislación soviética, piensan que el comunismo está a punto de abandonar su programa de lucha abierta contra Dios. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 58-59, 19 de marzo de 1937)
  • El comunismo se infiltra entre los católicos a través del campo humanitario y de la caridad

De la misma manera, con diversos nombres que carecen de todo significado comunista,fundan asociaciones y publican periódicos cuya única finalidad es la de hacer posible la penetración de sus ideas en medios sociales que de otro modo no les serian fácilmente accesibles; más todavía, procuran infiltrarse insensiblemente hasta en las mismas asociaciones abiertamente católicas o religiosas. En otras partes, los comunistas,sin renunciar en nada a sus principios, invitan a los católicos a colaborar amistosamente con ellos en el campo del humanitarismo y de la caridad, proponiendo a veces, con estos fines, proyectos completamente conformes al espíritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. En otras partes acentúan su hipocresía hasta el punto de hacer creer que el comunismo, en los países de mayor civilización y de fe más profunda, adoptará una forma más mitigada, concediendo a todos los ciudadanos la libertad de cultos y la libertad de conciencia. Hay incluso quienes, apoyándose en algunas ligeras modificaciones introducidas recientemente en la legislación soviética, piensan que el comunismo está a punto de abandonar su programa de lucha abierta contra Dios. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 15, 19 de marzo de 1937)

Congregación para la Doctrina de la Fe

  • El comunismo: la vergüenza de nuestro tiempo. Pretendiendo aportar la libertad mantiene naciones enteras en la esclavitud

Millones de nuestros contemporáneos aspiran legítimamente a recuperar las libertades fundamentales de las que han sido privados por regímenes totalitarios y ateos que se han apoderado del poder por caminos revolucionarios y violentos, precisamente en nombre de la liberación del pueblo. No se puede ignorar esta vergüenza de nuestro tiempo: pretendiendo aportar la libertad se mantiene a naciones enteras en condiciones de esclavitud indignas del hombre. Quienes se vuelven cómplices de semejantes esclavitudes, tal vez inconscientemente, traicionan a los pobres que intentan servir. (Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación, cap. XI, n. 10, 6 de agosto de 1984)

IV – La “apertura” comunista a los cristianos es persecución inhumana

Pío XI

  • Para perseguir a Dios y a la Iglesia, los comunistas llegan hasta la monstruosidad atroz e inhumana

Uno de esos bloques del socialismo sufrió un cambio parecido al que antes hemos indicado respecto de la economía capitalista, y fue a dar en el “comunismo”, que enseña y persigue dos cosas, y no oculta y disimuladamente, sino clara y abiertamente, recurriendo a todos los medios, aun los más violentos: la encarnizada lucha de clases y la total abolición de la propiedad privada.
Para lograr estas dos cosas no hay nada que no intente, nada que lo detenga; y con el poder en sus manos, es increíble y hasta monstruoso lo atroz e inhumano que se muestra. Ahí están pregonándolo las horrendas matanzas y destrucciones con que han devastado inmensas regiones de la Europa oriental y de Asia; y cuán grande y declarado enemigo de la Santa Iglesia y de Dios sea, demasiado, ¡oh dolor!, demasiado lo aprueban los hechos y es de todos conocido. (Pío XI. Encíclica Quadragesimo Anno, n. 112, 15 de mayo de 1931)
  • La secta del comunismo sostienen por todo el orbe el odio contra Jesucristo

Por esto Nos ha causado profunda extrañeza y vivo pesar el saber que algunos, como para justificar los inicuos procedimientos contra la Iglesia, hayan aducido públicamente como razón la necesidad de defender la nueva República. Tan evidente aparece por lo dicho la inconsistencia del motivo aducido, que da derecho a atribuir la persecución movida contra la Iglesia en España, más que a incomprensión de la fe católica y de sus benéficas instituciones, al odio que “contra el Señor y contra su Cristo” fomentan sectas subversivas de todo orden religioso y social, como por desgracia vemos que sucede en Méjico y en Rusia. (Pío XI. Encíclica Dilectissima Nobis, 3 junio de 1933)
  • La persecución comunista, nuevo capítulo del martirologio

[…] la vastísima y tribuladísima Rusia, debido a una verdadera furia contra Dios, ha destruido y sigue destruyendo todo lo que pertenece a la religión, especialmente a la Católica: destruye todo, excepto la fidelidad inquebrantable y verdadera, el admirable heroísmo que da, se puede bien decir que todos los días, un nuevo y gloriosísimo capítulo al martirologio. (Pío XI. Discurso en la inauguración de la Exposición Mundial de la Prensa Católica, 12 de mayo de 1936)
  • Dentro de la Iglesia, asesinatos y persecuciones inhumanas

Mientras tanto, los dolorosos efectos de esta propaganda están a la vista de todos. En las regiones en que el comunismo ha podido consolidarse y dominar —Nos pensamos ahora con singular afecto paterno en los pueblos de Rusia y de México—, se ha esforzado con toda clase de medios por destruir (lo proclama abiertamente) desde sus cimientos la civilización y la religión cristiana y borrar totalmente su recuerdo en el corazón de los hombres, especialmente de la juventud. Obispos y sacerdotes han sido desterrados, condenados a trabajos forzados, fusilados y asesinados de modo inhumano; simples seglares, por haber defendido la religión, han sido considerados como sospechosos, han sido vejados, perseguidos, detenidos y llevados a los tribunales. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 19, 19 de marzo de 1937)
  • Destrucción, odio, barbarie y ferocidad jamás antes vista

También en las regiones en que, como en nuestra queridísima España, el azote comunista no ha tenido tiempo todavía para hacer sentir todos los efectos de sus teorías, se ha desencadenado, sin embargo, como para desquitarse, con una violencia más furibunda. No se ha limitado a derribar alguna que otra iglesia, algún que otro convento, sino que, cuando le ha sido posible, ha destruido todas las iglesias, todos los conventos e incluso todo vestigio de la religión cristiana, sin reparar en el valor artístico y científico de los monumentos religiosos. El furor comunista no se ha limitado a matar a obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, buscando de un modo particular a aquellos y a aquellas que precisamente trabajan con mayor celo con los pobres y los obreros, sino que, además, ha matado a un gran número de seglares de toda clase y condición, asesinados aún hoy día en masa, por el mero hecho de ser cristianos o al menos contrarios al ateísmo comunista. Y esta destrucción tan espantosa es realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jamás se hubieran creído posibles en nuestro siglo. Ningún individuo que tenga buen juicio, ningún hombre de Estado consciente de su responsabilidad pública, puede dejar de temblar si piensa que lo que hoy sucede en España tal vez podrá repetirse mañana en otras naciones civilizadas. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 20. 19 de marzo de 1937)
  • Una moral feroz de una salvaje barbarie es el fruto natural del comunismo

No se puede afirmar que estas atrocidades sean un fenómeno transitorio que suele acompañar a todas las grandes revoluciones o excesos aislados de exasperación comunes a toda guerra; no, son los frutos naturales de un sistema cuya estructura carece de todo freno interno. El hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, necesita un freno. Los mismos pueblos bárbaros tuvieron este freno en la ley natural, grabada por Dios en el alma de cada hombre. Y cuando esta ley natural fue observada por todos con un sagrado respeto, la historia presenció el engrandecimiento de antiguas naciones, engrandecimiento tan esplendoroso que deslumbraría más de lo conveniente a ciertos hombres de estudios que considerasen superficialmente la historia humana. Pero, cuando se arranca del corazón de los hombres la idea misma de Dios, los hombres se ven impulsados necesariamente a la moral feroz de una salvaje barbarie. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 20-21, 19 de marzo de 1937)
  • Todo el pueblo cristiano es puesto en el trance de apostatar de la fe o de padecer muerte crudelísima

De todas partes sube a Nos clamor de pueblos que gimen, cuyos príncipes o rectores se congregaron y confabularon a una contra el Señor y su Iglesia. Por esas regiones vemos atropellados todos los derechos divinos y humanos; derribados y destruidos los templos, los religiosos y religiosas expulsados de sus casas, afligidos con ultrajes, tormentos, cárceles y hambre; multitudes de niños y niñas arrancados del seno de la Madre Iglesia, e inducidos a renegar y blasfemar de Jesucristo y a los más horrendos crímenes de la lujuria; todo el pueblo cristiano duramente amenazado y oprimido, puesto en el trance de apostatar de la fe o de padecer muerte crudelísima. Todo lo cual es tan triste que por estos acontecimientos parecen manifestarse “los principios de aquellos dolores” que habían de preceder “al hombre de pecado que se levanta contra todo lo que se llama Dios o que se adora”. (Pío XI. Encíclica Miserentissimus Redemptor, n. 12. 8 de mayo de 1928)

Juan Pablo II

  • Fidelidad a Cristo del pueblo ucraniano frente al comunismo

Os saludo en primer lugar a vosotros, queridos hermanos unidos por la fe común en Cristo muerto y resucitado. La violenta persecución comunista no logró extirpar del alma del pueblo ucraniano el anhelo por Cristo y su Evangelio, porque esta fe formaba parte de su historia y de su misma vida. (Juan Pablo II. Encuentro con el Consejo Panucraniano de las Iglesias y organizaciones religiosas, 24 de junio de 2001)
  • Un valioso testimonio durante la persecución comunista

Con el paso de los años, señor cardenal, resalta cada vez más ante la Iglesia la elocuencia del testimonio que usted ha dado de Cristo. En efecto, su nombre ha cruzado los umbrales de su patria, conmoviendo y edificando a los fieles en Europa y en el mundo entero. A los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que en diversos lugares siguen siendo puestos a prueba por regímenes opresores de la libertad religiosa y de conciencia, seguramente les sirve de consuelo y estímulo saber que personas como usted han perseverado en su intrépido testimonio durante la persecución comunista. (Juan Pablo II. Carta al Cardenal Alexandru Todea, 5 de mayo de 2002)

Benedicto XVI

  • Las heridas del comunismo aún no han cicatrizado

Venerados hermanos, el Señor os ha elegido para trabajar en su viña en una sociedad que salió hace pocos años del triste invierno de la persecución. Aún no han cicatrizado del todo las heridas que el comunismo produjo en vuestras poblaciones, y está creciendo la influencia de un secularismo que exalta los espejismos del consumismo y considera al hombre como la medida de sí mismo. (Benedicto XVI. Discurso a los Obispos de Letonia, Lituania y Estonia en visita “ad limina Apostolorum”, 23 de junio de 2006)
  • Un régimen cruel pero que no pudo doblegar a la Iglesia

El Beato Alojzije Stepinac ha respondido con su sacerdocio, con el episcopado, con el sacrificio de su vida: un único “sí” unido al de Cristo. Su martirio indica el culmen de las violencias cometidas contra la Iglesia durante el terrible período de la persecución comunista. Los católicos croatas, y el clero en particular, fueron objeto de vejaciones y abusos sistemáticos, que pretendían destruir la Iglesia católica, comenzando por su más alta Autoridad local. Aquel tiempo especialmente duro se caracterizó por una generación de obispos, sacerdotes y religiosos dispuestos a morir por no traicionar a Cristo, a la Iglesia y al Papa. La gente ha visto que los sacerdotes nunca han perdido la fe, la esperanza, la caridad, y así han permanecido siempre unidos. Esta unidad explica lo que humanamente es incomprensible: que un régimen tan duro no haya podido doblegar a la Iglesia. (Benedicto XVI. Celebración de las Vísperas con los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, y oración ante la tumba del Beato Alojzije Viktor Stepinac, 5 de junio de 2011)

V – Socorrer a los pobres no es una bandera ideológica, sino una característica normal de la caridad de la Iglesia

León XIII

  • Los socialistas manipulan el Evangelio para engañar a los incautos

Los socialistas, abusando del mismo Evangelio para engañar más fácilmente a incautos, acostumbran a forzarlo adaptándolo a sus intenciones, con todo hay tan grande diferencia entre sus perversos dogmas y la purísima doctrina de Cristo, que no puede ser mayor. (León XIII, Inscrutabili Dei Consilio, 21 de abril de 1878)

Pío XI

  • El comunismo no hubiera existido si los gobernantes fueran fieles a la Iglesia

Se puede afirmar, por tanto, con toda certeza, que la Iglesia, como Cristo, su fundador, pasa a través de los siglos haciendo el bien a todos. No habría ni socialismo ni comunismo si los gobernantes de los pueblos no hubieran despreciado las enseñanzas y las maternales advertencias de la Iglesia; pero los gobiernos prefirieron construir sobre las bases del liberalismo y del laicismo otras estructuras sociales, que, aunque a primera vista parecían presentar un aspecto firme y grandioso, han demostrado bien pronto, sin embargo, su carencia de sólidos fundamentos, por lo que una tras otra han ido derrumbándose miserablemente, como tiene que derrumbarse necesariamente todo lo que no se apoya sobre la única piedra angular, que es Jesucristo. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 38, 19 de marzo de 1937)
  • Caridad sin justicia no pasa de un mero simulacro de caridad

Pero la caridad no puede atribuirse este nombre si no respeta las exigencias de la justicia, porque, como enseña el Apóstol, quien ama al prójimo ha cumplido la ley. El mismo Apóstol explica a continuación la razón ele este hecho: pues “no adulterarás, no matarás, no robarás…”, y cualquier otro precepto en esta sentencia se resume: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (Rom 13, 8-9). Si, pues, según el Apóstol, todos los deberes, incluso los más estrictamente obligatorios, como el no matar y el no robar, se reducen a este único precepto supremo de la verdadera caridad, una caridad que prive al obrero del salario al que tiene estricto derecho no es caridad, sino nombre vano y mero simulacro de caridad. No es justo tampoco que el obrero reciba como limosna lo que se le debe por estricta obligación de justicia; y es totalmente ilícita la pretensión de eludir con pequeñas dádivas de misericordia las grandes obligaciones impuestas por la justicia. La caridad y la justicia imponen sus deberes específicos, los cuales, si bien con frecuencia coinciden en la identidad del objeto, son, sin embargo, distintos por su esencia; y los obreros, por razón de su propia dignidad, exigen enérgicamente, con todo derecho y razón, el reconocimiento por todos de estos deberes a que están obligados con respecto a ellos los demás ciudadanos. (Pío XI. Encíclica Divini Redemptoris, n. 50, 19 de marzo de 1937)

Juan Pablo II

  • Proclamar la misericordia forma parte de la vida de la Iglesia

La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia —el atributo más estupendo del Creador y del Redentor— y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora. (Juan Pablo II. Dives in misericordia, n. 13, 30 de noviembre de 1980)

Benedicto XV

  • La Iglesia cura las heridas de la humanidad porque es heredera del espíritu de Jesucristo

La Iglesia reivindica para sí, como misión propia, esta labor de curar las heridas de la humanidad, porque es la heredera del espíritu de Jesucristo; la Iglesia, decimos, cuya vida toda está entretejida con una admirable variedad de obras de beneficencia, porque “como verdadera madre de los cristianos, alberga una ternura tan amorosa por el prójimo, que para las más diversas enfermedades espirituales de las almas tiene presta en todo momento la eficaz medicina”; y así “educa y enseña a la infancia con dulzura, a la juventud con fortaleza, a la ancianidad con placentera calma, ajustando el remedio a las necesidades corporales y espirituales de cada uno” (San Agustín). Estas obras de la beneficencia cristiana suavizan los espíritus y poseen por esto mismo una extraordinaria eficacia para devolver a los pueblos la tranquilidad pública. (Benedicto XV. Encíclica Pacem Dei munus, n. 9, 23 de mayo de 1920)

Congregación para los Obispos

  • Los obispos deben promover cada vez más el crecimiento de las obras de caridad

Si en la diócesis ya existen obras de caridad y de asistencia, el obispo procure que crezcan y se perfeccionen cada vez más y, si es necesario, se creen otras, que respondan a las nuevas necesidades: sobre todo en el campo de la asistencia a la niñez, a la juventud, a los ancianos, a los enfermos e inválidos, a los inmigrantes y a los refugiados, para los cuales debe estar siempre abierta y disponible la diaconía de la caridad de la Iglesia. (Congregación para los Obispos. Directorio para el ministerio pastoral de los obispos Apostolorum Successores, n. 38, 22 de febrero de 2004)

Sagradas Escrituras

  • Colecta para los pobres en la Iglesia primitiva

Pero ahora voy a Jerusalén, para el servicio de los santos, pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta para los pobres que hay entre los santos de Jerusalén. Tuvieron el gusto y además estaban obligados a ello; pues si los gentiles han compartido los bienes espirituales de los santos, ellos por su parte deben prestarles ayuda en lo material. (Rm 15, 25-27)