jueves, 24 de diciembre de 2015

Feliz Navidad…. (con perdón)


He decidido tomarme las Navidades con espíritu de burbuja. O sea, aislarme de todo lo exterior y vivir el Nacimiento del Niño Dios con la mayor intimidad posible. Tengo interés en que sean unas navidades católicas, como antaño. Mi celda se ha convertido en un pequeño portal de Belén en el que pueda admirar el Misterio, vivir la venida del Hijo de Dios -el Verbo se hizo carne-, sin ambigüedades, sin distingos, sin filologías, sin acomplejamientos y sin irregularidades en la fe (vamos, sin herejías). Me lo aconsejan una vez más los médicos, que están muy interesados en que mis coronarias no se atasquen e incluso se refrigeren un poco con el donaire, la risa sana y el espíritu de regocijo que surge ante la comicidad tronchante de nuestra Iglesia, que pugna por ser lo más neutral posible para dar cabida a todos. Al fin y al cabo, -dicen- la Iglesia es Madre y no madrastra. Es la calle y no la institución. Es la periferia y no el centralismo. Es el amor y no las exigencias.
Mis novicios modernistas están contentos. Dicen que por fin se habla en la Iglesia de la misericordia de Dios. Vienen a mi celda para felicitarme anticipadamente las Navidades al modo moderno (que es el que a ellos les va), y para eso me traen muy ufanos el anuncio que han visto en 13 TV, que es la cadena televisiva de la Conferencia Episcopal Española. Me he quedado de piedra cuando he podido ver el anuncio en cuestión. Debe haberlo pensado alguno de los ideólogos de la cadena, moderno -por supuesto-, que lee el Evangelio desde la modernidad y sitúa a la Sagrada Familia entre tantas familias de la calle que se ven apresuradas por el nacimiento de un nuevo niño. Todo muy natural, laico, guay y chic. No me extraña que la propia Conferencia Episcopal haya reconocido -con la boca pequeña-, su culpa en la descristianización de España. Pero si esta es la única forma de felicitar la Navidad que se les ocurre, apañados vamos. Menos mal que ya nadie le hace caso. Se han desprestigiado ellos mismos.
El mensajito final es de lo más surrealista y delirante, aunque expresa perfectamente el núcleo del problema. Acorde con las más actuales doctrinas místicas:
La Luz está en tí
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Y es que son Navidades antropocéntricas. Y siguiendo las doctrinas al uso, deben ser Navidades en las que pensemos en un mundo mejor. Eso que decía San Juan de que la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la acogieron, está pasado de moda y es una fruslería sin importancia. Porque en realidad Jesucristo viene a hacernos conscientes de que en nosotros está la salvación. Él es un mero recordatorio de que la fraternidad es su Gran Regalo. Las velitas del video de marras expresan esa luz que todos llevamos dentro y que no quieren compartir los pepinillos en vinagre. Y todo, en la Plaza del Portal de Belén. ¡Qué lindo!
Les he dicho a mis novicios bobos que yo quiero felicitar las Navidades diciendo que el Niño Jesús ha venido a salvarnos de nuestros pecados. No sé cómo hacerlo para no herir sensibilidades. Ya no se puede convertir a los judíos.  Ni hacer proselitismo con ellos. No hay que vulnerar al agnóstico. No hay que maltratar al ateo. No hay que magullar al protestante (tan cercano a nosotros). No hay que desollar al musulmán. No es bueno contusionar al masón. Nada de lacerar al adúltero. Nada de zaherir al amante de Isis. No se puede lisiar al siervo de Gea. Nada de bendecir al que es de otra creencia y nada de bendecir bambinos para el Belén, porque eso es una tradición algo mágica con la que hay que acabar.
La verdad es que nunca hubo más totalitarismo en la Iglesia. Ahora que tanto se habla de libertad, descentralización, sinodalidad y sensus fidelium, no se puede poner en duda el holocausto. No se puede titubear sobre el cambio climático. Ni se puede pensar de pasada en que el evolucionismo es falso. No se puede vacilar sobre la Nueva Misa. No se debe cuestionar cualquier Palabra del Santo Padre, devenida Magisterio en cuanto es pronunciada. Hay que luchar por las tres T: Tierra, Trabajo, Techo. Y hay que acoger. Y hay que respetar la respetuosidad, aunque parezca un trabalenguas pontificio.
Mis novicios no comprenden que una vez que hemos declarado que todas las religiones son iguales, que estamos en el mismo propósito de buscar la paz, que nos une el mismo aprecio por la salvación de la Tierra, que luchamos todos juntos por abolir la pena de muerte, que tenemos todos por padre a Dios (se llame como se llame), y que Dios es madre, la conclusión lógica es que ya no sirve de nada la venida de Cristo. De ahí que en el Vaticano lo mismo se haga una puesta en escena masónica, que un congreso ginecológico estético (ojo con esto), que una danza de los hare krisna, que un espectáculo de luz new age, que una audiencia a los rabinos para merendar e incluso alguna reflexión litúrgico-pastoral sobre Star Wars. De hecho, ya nos han tomado la delantera los protestantes, que en esto de ser payasos en Misa son mucho más serios que nosotros y nos llevan 450 años de ventaja. Miren si no, la celebración de estos pastores y pastoras. La Fuerza les acompaña, sin lugar a dudas. Pronto habrá una parroquia católica dispuesta a repetir el ensayo. No se puede ser más panoli ni más superficial.
El Santo Padre ha dado a la Curia 10 recetas de antibióticos para curar los males que la aquejan. Aquí se los pongo, aunque reconozco que mis neuronas están algo atascadas. Parece entresacado de un documento neoevangelizador.
“Misionariedad y pastoralidad”; “Idoneidad y sagacidad”; “Espiritualidad y humanidad”; “Ejemplaridad y fidelidad”; “Racionalidad y amabilidad”; “Inocuidad y determinación”; “Caridad y verdad”; “Honestidad y madurez”; “Respeto y humildad”; “Dadivosidad y atención”; “Impavidez y prontitud” y “Atendibilidad y sobriedad”.
Les ha dicho que “la reforma de la Curia seguirá adelante con determinación, lucidez y resolución porque Ecclesia semper reformanda“. Es verdad. Solamente que se le ha olvidado que siempre que se decía antiguamente este adagio (aceptado durante toda la existencia de la Iglesia) se añadía que esta reforma era in capite et in membris. Francisco está de momento entregado a la reforma de los miembros. El tema de la cabeza, se abordará dentro de un tiempecito. Voy a ver si preparo una lista de 10 antibióticos para la reforma de la Cabeza.
Mientras tanto, seguiré con los pastores y la burrita y el buey. Y una Navidad en la que se respeten en mi celda las tres T: Turrón, Tortas y Tradición. Lo mismo es la útima Navidad…

¡¡Feliz Natividad del Señor!!

martes, 22 de diciembre de 2015

¿El Papa malinterpretado?


 ¿El Papa malinterpretado?




Hace unos días, desde el Vaticano se advertía a los lectores de la necesidad de consultar las fuentes informativas oficiales para tener ulterior confirmación sobre las declaraciones del Papa Francisco. Porque si las palabras atribuidas al Papa no aparecen en los medios oficiales, significa que las fuentes informativas reportan noticias no verdaderas. Esto es cierto en algunos casos pero no es la verdad completa. En efecto, no basta con afirmar que si las palabras atribuidas al Papa no aparecen en los medios oficiales del Vaticano consiguientemente son falsas. ¿En qué quedan los reportes que medios de comunicación, diferentes a los oficiales del Vaticano, han hecho sobre las innumerables llamadas telefónicas sorpresivas que el Papa Francisco ha hecho a diversas personas? Vamos a citar otro ejemplo más concreto, ¿qué pasa con esta espontánea entrevista, así sea corta, concedida por Francisco a un periodista durante su visita a Asís? ¿Y qué sucede con las homilías del Papa Francisco durante la Misa diaria en la Casa Santa Marta? Quienes asisten a ellas pueden reportar palabras efectivamente dichas por el Pontífice durante el curso de las mismas, que los medios oficiales del Vaticano no consignan por motivos que el portavoz vaticano explicó en su momento. ¿Entonces las reportadas palabras, por no aparecer en los medios oficiales del Vaticano, serían falsas? No sabemos si los colaboradores del Papa tienen una clara estrategia de comunicación. Lo que sí parece bastante claro es que la verborragia de Pontífice los pone en la necesidad de dar explicaciones que no se corresponden plenamente con la realidad, para salvar declaraciones muchas veces ambiguas o poco prudentes. Ofrecemos hoy nuestra traducción de un artículo que enfoca estos problemas de comunicación con saludable realismo.


New Oxford Review, Noviembre de 2013.



“Si somos demasiado explícitos, corremos el riesgo de equivocarnos”, admitió el Papa Francisco en su larga entrevista con el P. Antonio Spadaro, S.J., publicada este septiembre por las revistas jesuitas de todo el mundo. Entonces, ¿el Santo Padre ha sido malinterpretado? Es sorprendente observar a comentadores impasibles tratando de explicar las entrevistas del Papa, impostando sus voces: “Los medios sacan al Papa de contexto” o “sólo quiere una Iglesia más pastoral”. Pero tenemos que hacer una pregunta difícil: ¿Por qué los defensores de los derechos de los gays y los promotores del aborto alaban al Papa Francisco por sus palabras, mientras que muchos fieles católicos quedan perplejos y aprensivos?
Comentadores católicos conservadores han hecho lo imposible por asegurarnos de que el Santo Padre no ha contradicho la enseñanza de la Iglesia o cambiado Su doctrina. Hasta ahí esto es cierto. Cuando los Papas dan entrevistas típicamente no dicen “nada nuevo” —nos referimos a que no están definiendo ninguna doctrina católica en materia de Fe y moral. Las entrevistas, sin embargo, pueden producir un montón de problemas (recordemos el famoso comentario del Papa Benedicto XVI sobre los condones; ver la nota de la New Oxford con el título “Condón-manía, el regreso”, enero-febrero de 2011), especialmente cuando la Iglesia no está preparada para los efectos colaterales. Esta vez, aunque las agencias de noticias seculares recibieron copias del texto por anticipado con prohibición de publicarlas antes, ni los obispos ni sus voceros lo hicieron.
El arzobispo Charles Chaput de Filadelfia, por ejemplo, dijo que fue una “bendición” estar “fuera de los Estados Unidos el 19 de septiembre cuando las revistas jesuitas de todo el mundo publicaron las afirmaciones del Papa”. A su regreso se encontró con una catarata de correos electrónicos. “Algunas personas se agarraban de la entrevista como si se tratara de un plan de vida… o una reivindicación”, escribió en el Catholic Philadelphia del 25 de septiembre. “Una persona alababa al Espíritu Santo por remarcar que ‘la Iglesia debe enfocarse más en la compasión y la misericordia, y no en las reglas de mentes estrechas’. Ella agregaba que ‘al final nos hemos liberado de las cadenas de odio que han gobernado la Iglesia Católica por tantos años y que me llevaron a dudar si criar a mis hijos en la Iglesia’.” Pero la mayoría de los correos que recibió el arzobispo fueron de catequistas, sacerdotes y laicos que se sentían confundidos o desilusionados por la entrevista: “Un sacerdote decía que el Papa ‘implícitamente había acusado a sus hermanos sacerdotes más serios en cuestiones de moral de ser gente de mente estrecha’, y que ‘[si eres un sacerdote] que se toma en serio la moral, ahora serás visto públicamente como un problema’. Otro sacerdote escribió que ‘el problema es que [el Santo Padre] hace felices a toda la gente equivocada, gente que nunca creerá en el Evangelio y que seguirá persiguiendo a la Iglesia’.”
Consideremos que la Liga Nacional de Acción sobre Derecho al Aborto (NARAL por sus siglas en inglés) dio un salto de alegría y posteó en su muro de Facebook un “Gracias” a Francisco en nombre de “las mujeres pro-elección de todo el mundo”, mientras que la Campaña de Derechos Humanos, un grupo de presión de “lesbianas, gays, bisexuales y transexuales”, tuiteó una imagen que las palabras, “Querido Papa Francisco, gracias.- Gente LGBT de todo el mundo”.
El arzobispo Chaput cree que la mayoría de estas preocupaciones se deben al resultado de los titulares de los medios enfocados en estos temas (“El Papa: La Iglesia demasiado enfocada en los gays y el aborto: ‘Tenemos que encontrar un balance en vez de obsesionarnos con estos asuntos’,USA Today; “El Papa contra ‘las reglas de mente estrecha’”, Chicago Tribune), y probablemente esté en lo cierto. Pero una lectura cuidadosa de le entrevista hace muy poco por aliviar las preocupaciones. De hecho, tomadas en contexto, las palabras del Papa crean mayor confusión y generan preocupaciones adicionales.
Lo que los expertos católicos conservadores han estado diciendo es cierto: el Papa no ha cambiado la enseñanza de la Iglesia. Pero mientras que Francisco no niega la verdad o la Fe, implícitamente pone algo de ella en cuestión, no sólo por su llamado a reordenar prioridades, sino también por su lenguaje incierto e inexacto. Uno tiene la esperanza de que este uso de la ambigüedad no sea a propósito, pero aunque no nos guste la mayor parte de su ya famosa entrevista es ambigua.
Con frecuencia los poetas se apoyan en la ambigüedad para tocar una multiplicidad de significados y connotaciones, para adicionar una riqueza que suele faltar en la prosa y la comunicación práctica de todos los días. Pero para los científicos, los teólogos y los Papas, la ambigüedad es obstructiva, una fuente potencial de confusión. Tomemos por ejemplo la respuesta de Francisco a la pregunta ¿qué significa “sentir con la iglesia”? (nota del editor: en la entrevista original, la iglesia universal aparece escrita como “iglesia” sin “I” mayúscula). El Santo Padre primero afirma que no significa “sentir con su parte jerárquica”. Explica que “el conjunto de fieles es infalible cuando cree, y manifiesta esta infalibilidad suya al creer, mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo que camina” (“todos los fieles, considerados como un todo, son infalibles en materia de Fe, y el pueblo despliega esta infallibilitas in credendo decía el original). Dado que el concepto de infalibilidad en el contexto católico casi siempre se refiere al Papado, ¿sorprendente acaso que la mayoría de los lectores interpreten esto en el sentido de que los deseos de la mayoría de los católicos de a pié en “materia de Fe” gocen de un cierto nivel de infalibilidad? ¿El contenido de la Fe será ahora determinado democráticamente? Esto sería música para los oídos de los católicos progresistas. Pero esperemos un minuto, Francisco insiste en que él no está hablando de “una forma de populismo”. Si no está hablando de una forma de populismo, ¿de qué habla? La respuesta del Papa es ambigua, sus términos definidos en forma insuficiente. Y esto es irónico cuando dice que formula su respuesta “para evitar ser malentendido”.
Las afirmaciones más ambiguas —y más controversiales— de la entrevista vienen como respuesta de la pregunta del P. Spadaro, “¿con qué tipo de iglesia sueña?” El Santo Padre responde extensamente, comparando la Iglesia a un “hospital de campaña tras una batalla” cuya primera función es sanar a los heridos. “¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto.” ¡Qué metáfora! El problema es que este vago lenguaje del Papa invita a los intérpretes a llenar las palabras con su propio significado. Deseamos pensar que la “batalla” representa el combate espiritual y que los “heridos” son aquellos capturados por las garras del mal. Pero también los heridos pueden representar a aquéllos que se sienten marginados de la Iglesia, aquéllos que ponen en duda la misma naturaleza de lo que la batalla representa. En cualquier caso, parece claro —creemos— que aquéllos que insisten en hablar con los heridos de guerra acerca de sus niveles de colesterol son los ministros, los sacerdotes, los evangelistas y los apologistas de la propia Iglesia.
Seamos honestos: Francisco no es un poeta. Su ambigüedad no aporta ninguna riqueza. Sino que genera confusión, especialmente cuando continúa diciendo: “la iglesia a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos”. Esta frase, “pequeños preceptos”, incursiona en terreno peligroso; no definecuáles preceptos son pequeños. Tal vez quiera referirse a la enseñanza de la Iglesia en materias de moral sexual. ¿Quién sabe? El problema es que prosigue en el mismo sentido diciendo que “no podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos”. ¿Podemos echarle la culpa al New York Times y al Huffington Post por sus titulares provocativos cuando los dichos del Papa dan crédito a quienes piensan que estos “pequeños preceptos” son las enseñanzas de la Iglesia sobre el aborto, el matrimonio del mismo sexo y la anticoncepción? Pareciera deshonesto acusar a los medios por la mala interpretación de las palabras del Papa, ¿o era, en verdad, el de los medios su verdadero sentido?
La mayoría de los católicos que han estado prestando atención las últimas cuatro décadas sabrán bien que, en realidad, demasiado poco se ha expuesto la enseñanza de la Iglesia en materia de moral sexual. El mensaje de la Humanae Vitae de Pablo VI y la Evangelium Vitae de Juan Pablo II rara vez han llegado al católico de a pié. Tal vez Francisco sugiere que la emisión de este mensaje desde Roma no ha sido efectiva y que se necesita un nuevo enfoque. Pero esta interpretación no es más que una especulación. Decir que la Iglesia no puede “seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto…” no ayuda —ni a los católicos provida que trabajan en centro de embarazadas en crisis o que dan su consejo en las veredas de las clínicas abortistas, ni a las mujeres que sufren tras haber abortado, ni a los lobbies como NARAL que sienten una falsa confirmación de sus esfuerzos por expandir el aborto por todo el mundo.
¿Realmente el Santo Padre cree que la Iglesia de hoy se enfoca sólo en asuntos como el aborto y la moral sexual? Si es así, entonces se traga la vieja mentira que los católicos heterodoxos favorables a una moral sexual más relajada han estado dando de comer a los medios. La única razón por la que alguien puede creer que la Iglesia está “obsesionada” con el aborto y los asuntos de moral sexual es porque los medios se enfocan en estos temas. Sexo + Iglesia vende. Seguramente el Santo Padre debe saber de los innumerables católicos que trabajan en obras caritativas, en proximidad con los pobres y, además, no como los fariseos que él pretende ver en ellos, sino como servidores desinteresados que “curan heridas” en la línea del frente.
Además de los fieles “obsesivos”, Francisco tiene más pescado para freír: Esta vez específicamente apunta a los sacerdotes. El Santo Padre señala que el “confesionario no es una sala de tortura, sino aquel lugar de misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor que podamos”. No ofrece ningún contexto para este comentario. ¿No sabemos si se está dirigiendo a católicos no practicantes para alentarlos a no tener miedo al sacramento de la Reconciliación, o si, por el contrario, está exponiendo a los viejos sacerdotes malvados —¿o a los jóvenes salidos de los seminarios inspirados por Benedicto?—quienes supuestamente ven su sacerdocio como una licencia para recrear la Inquisición? Bueno, no podemos saberlo. Nuevamente las palabras son el problema. Nos comenzamos a preguntar si realmente cree que muchos sacerdotes católicos del siglo XXI se enfocan en “pequeños preceptos”. Las palabras del Papa permiten esta simple inferencia: No os preocupéis en pecados específicos como el aborto o el comportamiento homosexual; sólo enfocados en “hacer el bien”.
Pero, un momento que hay más. El Santo Padre también ve un problema con la “pastoral misionera” de la Iglesia y éste empieza con sacerdotes que están obsesionados “por transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente”. De nuevo, sólo podemos presuponer que las doctrinas a las que se refiere son las relacionadas a la moral sexual debido a que son las únicas sobre las que ha hablado especialmente. Pero uno se pregunta, ¿dónde es que están estos sacerdotes que son taninsistentes? Respondiendo a la entrevista, el obispo Rober Vasa de Santa Rosa (California) dio su voz a la experiencia de la mayoría cuando dijo que la “vasta mayoría” de los sacerdotes “jamás habla [de estos temas]” (The Press Democrat, 21 de septiembre). El cardenal Raymond Burke, superior de la Signatura Apostólica Vaticana (pero, tal vez, no por mucho tiempo), se hizo eco del sentimiento del obispo Vasa cuando dijo a The Catholic Servant (septiembre) que la Iglesia no ha hablado lo suficiente de temas controversiales como la homosexualidad. Expresó que ha existido “una catequesis deficiente tanto de los niños como de los jóvenes durante los últimos cincuenta años… Ha habido demasiado silencio —la gente no quiere hablar de ello porque no es políticamente correcto.”
Claramente Francisco tiene una concepción diferente sobre lo que ha estado ocurriendo en la Iglesia. Tiene un problema con la predicación católica —hace campaña contra ella— pero no es el mismo problema que el obispo Vasa, el cardenal Burke y la mayoría de los católicos de misa habitual han notado en las últimas décadas. Mientras que los católicos de los Estados Unidos continúan lamentándose por las homilías tibias y turbias caracterizadas por la falta de catequesis y de predicación sobre temas morales, el Papa Francisco toma su hacha contra los miles de Savonarolas invisibles que dedican sus domingos en condenar el vicio y despotricar contra la vida inmoral, vanidosa y plácida. Estos sacerdotes celosos y atronadores están completamente equivocados, dice el Santo Padre: los sacerdotes desde el púlpito deberían primero proclamar el “amor salvífico de Dios” (primer acto), luego “una catequesis” (segundo acto) y finalmente delinear la “consecuencia moral” (tercer acto). En la parroquia típica, sin embargo, los sacerdotes jamás pasan del primer acto: después de decir alguna broma, relatar alguna anécdota inicua y alabar al equipo local de fútbol (para demostrar su “cercanía y proximidad… con los fieles”), se sumerge en las profundas aguas de los clichés del “Dios te ama” que frecuentemente se interpreta como “haz lo que quieras porque las reglas morales de mentes estrechas poco le importan a Dios”. Obviamente, existen sacerdotes que son excepciones bienvenidas a la norma, pero la mayoría de éstos tienden más o menos a seguir la formulación homilética en tres actos del Papa más que a predicar fuego y muerte antes de regresar a sus cámaras de tortura confesionales.
Y luego está el asunto de la homosexualidad y el matrimonio del mismo sexo. El Santo Padre utiliza el mismo nivel de ambigüedad, sumergiéndonos en aguas pantanosas de la moral. “Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla”, explica en la entrevista. “Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo… no es posible una injerencia espiritual en la vida personal.” Como si sus comentarios iniciales en el vuelo desde Río de Janeiro no hubiese provocado suficiente confusión, el Papa trata de explicarse apelando a la autoridad del Catecismo. Bueno, el Papa pudo querer decir lo que el Catecismo dice, pero ni se acerca adecir lo que el Catecismo enseña (confrontar los números 2357-2359 si de verdad uno quiere saber lo que el Catecismo sí dice sobre este tópico). Muchos interpretarán las palabras del Papa no como una reiteración del Catecismo sino como un visto bueno implícito al estilo de vida homosexual. Francisco no se refiere específicamente al hombre que lucha internamente con la atracción por el mismo sexo. Habla de la “persona gay” y de la “persona homosexual”, dejando que el lector interprete libremente el significado de esto. Más aún, ¿qué quiere decir el Papa cuando dijo “no es posible una injerencia espiritual en la vida personal”? ¿Predicar la verdad en la caridad cuenta como “interferencia”? ¿Es “interferencia” oponerse a las leyes que promueven maldades intrínsecas?
Refiriéndose al asunto de la homosexualidad, que el Papa exhorta a los fieles a pasar menos tiempo haciendo, continúa:
 “Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: ‘Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?’. Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia. Cuando sucede así, el Espíritu Santo inspira al sacerdote la palabra oportuna.”
Entonces, aunque el cardenal Bergoglio estuviese intentando ser inteligentemente socrático, tal vez incluso intentar reiterar la enseñanza del Catecismo, su respuesta arriesga dejar a quien pregunta con el sentimiento de que, sí, tal vez este tipo sí aprueba la “homosexualidad” —sea lo que sea que significa con ello. De nuevo, no lo sabemos porque no lo dice. Pero sí sabemos que no utiliza cuidadosamente la terminología precisa del Catecismo, que claramente define la homosexualidad como “relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo” (n. 2357). Es importante notar aquí que el Papa Francisco no aprueba el sexo homosexual ni el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero juzgando por la elección de sus palabras en la entrevista, el lector no puede saberlo. Nuevamente aquí, sus palabras son el problema, no su interpretación.
En una cuestión el Santo Padre es claro, y es éste sin duda el punto principal de la entrevista: No ganamos demasiados conversos al hacer sobresalir las reglas de la Iglesia por sobre la misericordia de Jesús. Éste es el aspecto fundamental de la Fe. Pero una vez que el corazón se convierte, el cuerpo, digamos, también debe seguir. Y es aquí donde la enseñanza de la Iglesia acerca de la moral sexual entra en el juego. De lo contrario, todo lo que podemos ofrecer a un converso es, a la manera protestante, una oportunidad de hacer una profesión de fe por única vez y luego seguir con sus vidas mundanas. Una vida católica, por el contrario, ofrece mucho más, si uno está dispuesto a meterse en los detalles —detalles que el Papa deja al margen como si no importaran.
Juzgando por esta entrevista y otros indicios, el Papa está tratando de que la Iglesia hable menos para sí misma y más para los de afuera. Quiere “dialogar” con el mundo, convertir el mundo. La audiencia a la que se dirige, parece, no es su rebaño sino que son los acatólicos. El objetivo es admirable pero el método es imprudente. No es suficiente decir, como dice el Papa, “ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia”. La “opinión de la Iglesia” está clara para aquéllos que la conocen y aceptan, que es una minoría de los creyentes de hoy. Los católicos bautizados ya no tienen una única opinión sobre estas cosas. En vez de producir la unidad en materia de Fe y moral, el Papa está dejando a los católicos a su suerte, confundidos acerca de lo que significa vivir una vida consistente con las exigencias del Evangelio. La gente necesita distinciones; necesita que el Papa una misericordia y verdad. Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI hicieron esto bastante bien.
Entonces, ¿se ha malinterpretado al Papa Francisco? Para poder responder esta pregunta, deberíamos poder hacer una fundamental: ¿Qué está diciendo el Papa? La respuesta es: No lo sabemos. Peor aún, llegados a este punto: No podemos saberlo. Pero es significante que el Papa Francisco esté diciendo un montón de cosas ambiguas con gran emotividad. Este Papa evidentemente no ve su rol como ser claro, enseñar la verdad de una manera que pueda ser entendida por la simple lectura de su mensaje. La ironía es que utiliza muchas palabras para decir muy poco. Porque sus palabras son consistentemente oscuras, son por este hecho retórica vacía. El Papa parece pensar que debe ser más un retórico que un maestro. ¡Qué triste! Uno podría decir que un maestro necesita emplear la retórica, pero sólo al servicio de la verdad. Cuando la misma verdad se oscurece, entonces el maestro no está haciendo demasiado bien su trabajo. Si un maestro oscurece la verdad a propósito, está abandonando sus obligaciones.
Las palabras de Francisco nos indican que él no es un Benedicto XVI ni un Juan Pablo II. Con frecuencia han existido Papas que cambiaron de dirección o de énfasis respecto a sus predecesores: León XIII no promulgó ningún “sílabo de errores”, al contrario de Pío IX antes que él o Pío X después, y en general fue más “abierto” al mundo de manera positiva. Pero no hubo afirmaciones moral o doctrinalmente ambiguas saliendo de la boca de León XIII. No “corrigió” implícitamente el ejemplo y la enseñanza de los santos Papas de los que fue sucesor. Enfatizó verdades distintas que un predecesor inmediato —pero, como él, enseñó la verdad con claridad.
El Papa Francisco debería cuidar más de cerca este “cambio de énfasis”. Arriesga convertirse en el sacerdote de parroquia que usa clichés vacuos y grandes gestos como un intento de ganarse a sus parroquianos disgustados, inmorales y heréticos. La historia reciente de la Iglesia posterior al Vaticano II demuestra que esta estrategia nunca funciona. Una y otra vez hemos sido testigos de que las iglesias no se llenan cuando la doctrina es disuelta; eventualmente las iglesias se vacían, tal vez son abandonadas por completo. Si el Papa Francisco no percibe esto, entonces serán muchos los sufrimientos que la Iglesia deberá soportar. Pero si él no lo sabe, y persiste sin embargo en esta ambigüedad, las penas serán mucho mayores.

TOMADO DE: InfoCaótica

domingo, 29 de noviembre de 2015

Asalto a la Ex PUCP


Afortunadamente no hubo heridos. Se habría podido decir que es casi justicia poética, si no fuera que los directamente afectados fueron los empresarios que gerencian el comedor de la Universidad de Fundo Pando, y no la misma Ex PUCP: la universidad, nido y bastión de caviares, que con su prédica progresista y derechohumanista tanto han entorpecido la lucha contra la inseguridad, recibe un poco de lo que ha sembrado y es presa de la delincuencia. ¡Toma! Ojalá que al menos el episodio haya servido para dar un susto a uno que otro progreta; si al menos un rojimio de Sociales, un liberaloide de Derecho o un caviarón de Letras se escondió en su oficina para mearse en sus pantalones, podría decirse que -una vez más- Él se sirvió de los malos para castigar a los malos.

Como siempre, sin embargo, no tardan en salir los ridículos. Tal vez el que se lleva el campeonato es al que se le ocurrió el estúpido "hastag" (o como mierda se escriba ese anglicismo horrible) #PrayForPUCP


Esto no solo es una idiotez mayúscula, sino que además suena a burla descarada: la universidad que más se mofa de Dios y su Santa Iglesia, que sistemáticamente predica, difunde, esparce las más variadas doctrinas anticatólicas, desde el laicismo al homosexualismo, desde el más radical liberalismo al más pestilente marxismo cultural, sin olvidar el abortismo, la ideología de género y el feminismo, la Teología de la Liberación, el derechohumanismo, etc,, etc, etc., ahora quiere que "recen por ella". Perdonen la grosería, pero, ¡qué tal concha! Si hasta diría que, por el descaro de la propuesta, no me extrañaría que el ocurrente creador de #PrayForPUCP no es algún desubicado alumno, sino el mismo nefasto de Marcial Rubio, el mismo sujeto que no tiene empacho -a pesar de todos los despropósitos que se hacen en su institución- de salir, y sin que se le mueva un pelo, decir que "le duele que duden de la identidad católica de su universidad". Jajaja. Da risa, pero es para enojarse en serio.

Por supuesto, no han faltado tampoco los calichines de caviares, los oenegeros del mañana, que vivirán de hacer estudios que nunca funcionarán y de azuzra a la "sociedad civil", convocando a una marcha por la seguridad (digamos que se trata de sus prácticas pre profesionales):



Marchitas progres, con seguramente asistencia de izquierdistas y revolucionarios de cafetín, feminazis, maricones, librepensadores, y demás fauna impresentable, cuando la seguridad se puede solucionar con más control en las entradas. Pero no, es que eso de la vigilancia extrema es de "fachos", pues. Pero estos no entienden que, si quieres seguridad, tienes que sacrificar algo, ganarte algunas incomodidades a cambio de más tranquilidad. O una cosa o la otra, en todo caso. Pero no, los señoritos quieren seguridad pero sin sacrificar nada. Si no me creen, vean la siguiente noticia: 

http://rpp.pe/lima/actualidad/asalto-en-la-pucp-reportan-estricto-control-en-puertas-de-ingreso-noticia-917469

Dicen que a raíz de este episodio, Rubio mandó que se forme una comisión para que proponga una solución al problema de la inseguridad en la universidad. La comisión, integrada por Pepi Patrón, Ciro Alegría, Walter Albán, Gorki Gonzales, Gonzalo Gamio, Jaris Mujica, Carlos Alza, Jorge Bruce, Rocío Silva Santisteban y otros 73 profesores, ha recomendado que se tomen las siguientes medidas para mejorar la seguridad en la ExPUCP: Primero, conformar un grupo de trabajo que lleve a cabo una consultoría en materia de seguridad, y que elabore un informe sobre las condiciones socioeconómicas, políticas y culturales de la delincuencia; el informe debe incluir la perspectiva de género y el enfoque de derecho humanos y ciudadanía democrática; las conclusiones y recomendaciones del informe deben ser difundidas a través de conversatorios y seminarios interdisciplinarios; así como se debe fomentar la creación de mesas de diálogo para la discusión de la problemática de la delincuencia. Se calcula que la ejecución de estas actividades tendrá un costo de alrededor de 20 millones de soles, pero no se preocupen, pues el dinero para ellas se ha previsto que se obtendrá mediante la financiación que se recibirá de la Fundación Ford, la Fundación Konrad Adenauer y la Agencia Española de Cooperación Internacional. Obviamente, implementar todas estas actividades requiere de tiempo, por ello, también se han recomendado acciones de aplicación inmediata: lavar banderas. 

lunes, 23 de noviembre de 2015

¿Se debe forzar a los infieles a abrazar la fe?


Artículo 8: ¿Se debe forzar a los infieles a abrazar la fe?lat
Objeciones por las que parece que de ninguna manera se debe forzar a los infieles a abrazar la fe:
1. Se lee en San Mateo que los siervos del padre de familia cuyo campo había sido sembrado de cizaña le preguntaron: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos?; y él respondió: No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo (Mt 13,28-29). Y comenta San Juan Crisóstomo: Dijo esto el Señor prohibiendo que se produjeran muertes. Pues tampoco se debe matar a los herejes, porque, si les matarais, habrían desaparecido también juntamente con ellos muchos santos. Luego, por la misma razón, tampoco se debe forzar a los infieles a abrazar la fe.
2. En las Decretales se dice: Respecto a los judíos ordenó el santo Sínodo que en lo sucesivo no se debería forzar a nadie a creer. Luego, por idéntica razón, tampoco se debe forzar a los demás infieles.
3. En expresión de San Agustín, hay cosas que podrá el hombre sin querer, pero no puede creer sino queriendo. Ahora bien, la voluntad no puede ser coaccionada. Por consiguiente, no parece que se deba forzar a los infieles a creer.
4. Finalmente, en nombre de Dios se dice en Ezequiel: No quiero la muerte del pecador(Ez 18,23.32). Ahora bien, como ya hemos expuesto (1-2 q.10 a.9), nosotros debemos conformar nuestra voluntad con la de Dios. En consecuencia, tampoco debemos querer que sean muertos los infieles.
Contra esto: está el testimonio de San Lucas: Sal a los caminos y a los cercados, y oblígales a entrar para que mi casa se llene (Lc 14,23).
Ahora bien, en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia, entran los hombres por la fe. Por lo tanto, algunos deben ser compelidos a aceptar la fe.
Respondo: Entre los infieles hay quienes nunca aceptaron la fe, como son los gentiles y los judíos. Estos, ciertamente, de ninguna manera deben ser forzados a creer, ya que creer es acto de la voluntad. No obstante, si se cuenta con medios para ello, deben ser forzados por los fieles a no poner obstáculos a la fe, sea con blasfemias, sea por incitaciones torcidas, sea incluso con persecución manifiesta. Este es el motivo por el que los cristianos promueven con frecuencia la guerra contra el infiel. No pretenden, en realidad, forzarles a creer (ya que, si les vencen y les hacen prisioneros, deben dejarles en libertad de creer o no creer), sino forzarles a no poner obstáculos a la fe de Cristo.
Hay, en cambio, infieles que en algún tiempo recibieron la fe y conservan aún cierta profesión de la misma, como los herejes o cualquier otro tipo de apóstata. Este tipo de infieles deben ser forzados, incluso físicamente, a cumplir lo que prometieron y a mantener lo que una vez aceptaron.
A las objeciones:
1. Algunos interpretan esa autoridad en el sentido de que no se prohibía en realidad la excomunión de los herejes, sino su muerte; esto es evidente en el caso de la autoridad aducida del Crisóstomo. San Agustín en Ad Vincent., por su parte, dice lo mismo: Fui primero del parecer de que nadie debía ser obligado a aceptar la unidad de Cristo; que se debía obrar con la palabra y luchar con la disputa. Sin embargo, este parecer mío ha quedado superado no por las palabras de los adversarios, sino por la fuerza de los ejemplos. Efectivamente, el terror de las leyes fue tan provechoso que muchos han llegado a decir: gracias al Señor, que rompió nuestros lazos. Y cómo se deban entender las palabras del Señor en Mt 13,30.29: Dejad que el grano y la cizaña crezcan juntos hasta la siega, se ve a continuación: no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
Claramente se enseña aquí (comenta San Agustín en Contra Epist. Parmen.que cuando no existe ese tipo de miedo, es decir, cuando el crimen de uno es tan manifiesto y aparece tan execrable para todos que carezca en absoluto de defensores o no les tenga de tal categoría que pueda originarse división de partidos, no esté adormecida la severidad de la disciplina.
2. A los judíos no se les debe forzar a abrazar la fe si de ningún modo la han aceptado. Pero si la aceptaron, es conveniente obligarles a mantenerla, como se dice en el mismo capítulo.
3. Del mismo modo que es de voluntad hacer un voto y de necesidad el cumplirlo, así también es de voluntad abrazar la fe y de necesidad mantener la fe recibida. Por eso deben ser forzados los herejes a mantener la fe. San Agustín dice efectivamente en Ad Bonifacium comitem: Donde resuene el griterío acostumbrado de quienes dicen: es libre creer o no creer, ¿a quién hizo Cristo violencia?, reconozcan esos tales que a San Pablo Cristo le obligó primero y después le enseñó.
4. En la misma carta enseña San Agustín: Ninguno de nosotros quiere que se pierda un hereje. Pero la casa de David no mereció tener paz de otra manera que con la muerte de Absalón, su hijo, en la guerra emprendida contra su padre. Otro tanto ocurre en la Iglesia: si con la pérdida de algunos recobra a los demás, su corazón de madre encuentra curación a su dolor en la liberación de tantos pueblos.

SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica, II-II, cuestión 10, artículo 8.


sábado, 12 de septiembre de 2015

12 de septiembre: Aniversario de la captura del genocida terrorista Abimael Guzmán


Por supuesto que a los indeseable piojoso de las ONGs de "derechos humanos" (que en realidad son ONGs proterroristas, prodelincuentes y antimilitaristas) este aniversario no les interesa. Pero eso sí, todos los años no fallan en recordarnos (con manifiestos, declaraciones, "actividades", y demás estupideces con las que justifican los millones que reciben de los europeos y useños de mala conciencia) el "aniversario" del ajusticiamiento de los terroristas de La Cantuta, devenidos ahora en "mártires de la democracia" (bueno, valgan verdades, un sistema tan pervertido como la democracia liberal no puede sino crear, tener y merecerse semejantes "mártires" inicuos).
A La gente sensata, a la gente de bien, a los que aún distinguimos lo verdadero de lo falso (más allá de los sofismas de la progresía), a los que jamás pondremos a los victimarios al mismo nivel que las víctimas, a nosotros nos importa un bledo la muerte de unos delincuentes terroristas, y menos los vamos a recordar con homenajes (eso sí, esperamos que en sus últimos momentos hayan tenido la oportunidad de arrepentirse y salvar sus almas). Lo que sí recordamos y celebramos es la captura del mayor genocida de nuestra historia, y el comienzo del fin del infame y maldito terrorismo de Sendero Luminoso.
Por eso,

¡VIVA EL 12 DE SEPTIEMBRE!
¡MUERTE SIEMPRE AL TERRORISMO Y AL COMUNISMO ASESINO!
¡VIVAN LAS FUERZAS ARMADAS Y LA POLICÍA DEL PERÚ!
¡VIVA EL PERÚ!







viernes, 4 de septiembre de 2015

¡De vuelta a la carga! La usurpadora y embustera Universidad del Fundo Pando (alias ExPUCP) vuelve a promover el infanticidio

La Universidad usurpadora de los títulos de Pontificia y Católica (y por lo tanto, embustera, por presentarse con si aún los tuviese), ya había promovido abiertamente el infanticidio durante su aberrante "Semana Feminista". Ahora lo vuelve a hacer. ¡Y pensar que el sinvergüenza del Rector, Marcial Rubio, tuvo la desfachatez de decir que "le duele que se ponga en cuestión la identidad católica de su universidad". ¡Qué tal concha!


Indignante: El día de ayer, nuevamente la ExPUCP se convirtió en un espacio de promoción del aborto. ¿Quién autoriza a estos grupos a realizar estas actividades y permite la repartición de estos volantes dentro del campus? ¿Son aceptables estos hechos en una universidad católica? ¿Por qué tanta pasividad de las autoridades al respecto, si existen ya denuncias públicas similares? ¿Acaso hay un apoyo indirecto a estos grupos? ¡Exigimos como alumnos y egresados una respuesta clara de nuestras autoridades! FOTOS aquí:https://www.facebook.com/media/set/…

Indignante: El día de ayer, nuevamente la ExPUCP se convirtió en un espacio de promoción del aborto. ¿Quién autoriza a estos grupos a realizar estas actividades y permite la repartición de estos volantes dentro del campus? ¿Son aceptables estos hechos en una universidad católica? ¿Por qué tanta pasividad de las autoridades al respecto, si existen ya denuncias públicas similares? ¿Acaso hay un apoyo indirecto a estos grupos? ¡Exigimos como alumnos y egresados una respuesta clara de nuestras autoridades!




TOMADO DE: AGRUPACION UNIVERSITARIA RIVA AGUERO

Y un dato adicional, en esta misma universidad ex católica, se organizó ayer un evento sobre "derechos" sexuales y reproductivos. Es fácil imaginarse que disparates y abominaciones se deben haber dicho en esa reunión. Más aún si tomamos en cuenta que tuvo la participación de dos sectarias y rabiosas feministas (al otro tipo, un médico, sinceramente no lo conozco, pero apuesto mi brazo derecho que bueno no es).El título, "Derechos sexuales y reproductivos en el Perú.Estrategia para el cambio. Me pregunto ¿qué cambio querrán? Es una pregunta retórica. La respuesta es cambiar a lo más opuesto a la doctrina de la Iglesia. 





miércoles, 19 de agosto de 2015

Pedagogía para ovejas del Papa Francisco


Interesante artículo aparecido en el Blog The Wanderer. Esta frase es una de las que describen de manera más precisa y acertada la estrategia francisquista, muy de político maquiavélico de Tercer Mundo: "En realidad se trata ―junto con las destituciones y nombramientos― de una de sus maneras preferidas de influir en el desarrollo de una discusión: Realizar una declaración ambigua, que dé alas al bando heterodoxo que desea impulsar, al tiempo que dé pie a los católicos fieles a pensar que nada nuevo se ha dicho. Y así, la culpa del desaguisado la tiene siempre la prensa, que no entiende. Pero sí que entiende. ¡Vaya si entiende!"

Pedagogía para ovejas del Papa Francisco

Damos la bienvenida a don Francisco José Soler Gil, de Sevilla, a quien esperamos tener como asiduo colaborador de este blog.

El verano es el tiempo de las largas tertulias nocturnas, a cielo abierto, con la familia o los amigos. Las amables temperaturas de la noche invitan a demorarse en todo tipo de especulaciones, quizás ante una buena mesa, en la que no faltará la botella de vino refrescante. En el campo o en la playa, a la luz de las estrellas, se aceptan preguntas que podrían ser tomadas como impertinentes en cualquier otro contexto.
Así, por ejemplo, si en un marco como éste un amigo me preguntara qué es lo que me parece peor del pontificado de Francisco, no lo llamaría al orden, ni le recordaría doctrinas de respeto filial, sino que, sin dudarlo ni un momento, simplemente le respondería que lo peor son los preparativos que, a todas luces, se están tomando para enmendarle la plana al mismo Jesucristo, de cara a agradar al mundo. Y es evidente que me refiero, muy en primer lugar, a la admisión a la comunión a los divorciados que vivan en adulterio. Que es algo que el Papa Francisco parece empeñado con firmeza en implantar, y posiblemente lo consiga, cosechando grandes aplausos de los enemigos mortales del cristianismo.
Pero si este insistente amigo me preguntara luego qué es lo segundo peor del actual pontificado, confieso que me pondría en un aprieto: ¡Hay tanto donde escoger!
Podría mencionar quizás la frase que quedará para eterna memoria de Francisco I: «¿Quién soy yo para juzgar?». Una frase que, además, por lo que llevamos viendo, sólo se aplica en determinadas direcciones, y preferentemente a favor de los deseos arcoiris.
Pero podría mencionar en su lugar el reverso tenebroso de esa frase, que son las continuas «misericordiaciones» de voces críticas ante el deterioro doctrinal que está sufriendo la Iglesia. Del benemérito cardenal Burke hacia abajo, la lista se va haciendo muy larga ya.
Y podría mencionar también las entrevistas aéreas del Papa, la verborrea inagotable, las madres conejas, los pepinillos en vinagre, las ostentaciones de humildad, la opción preferencial por los políticos, actores y futbolistas, el populismo de tres al cuarto, la intromisión en temas científicos y económicos ajenos a su competencia,... Verdaderamente, ¡hay tanto donde escoger!
Ahora bien, ante tan exuberante variedad, lo mejor es guiarse por las propias preferencias. Ya que nos hallamos en medio de la gran feria de los despropósitos, escoja cada cual el que más le moleste. A mí me molesta mucho que me tomen por imbécil, y por eso, una cosa que me cuesta especialmente soportar es la pedagogía para ovejas del Papa Francisco.
Como cada maestrillo tiene su librillo, el actual pontífice también usa, una y otra vez, de ciertos procedimientos que parecen ser de su agrado. Lo malo es que estos procedimientos presuponen ―o la menos esa impresión me da a mí― que la grey a su cargo está formada por ovejas estultas.
Mencionaré un único ejemplo, por no ser prolijo. El más reciente que se me ocurre. Estos días pasados hemos asistido a la enésima exhibición del método pedagógico bergogliano, en concreto durante la audiencia general del pasado día cinco. ¿Qué nos explicó el pontífice en esta ocasión? Habló de los divorciados que viven en adulterio, si bien en otros términos: «los que tras la ruptura de su vínculo matrimonial han establecido una nueva convivencia». Bien, esta terminología resulta un poco más larga que la empleada por Nuestro Señor, pero, atendiendo a la enseñanza de Cristo, las dos son equivalentes. No obstante, cada uno es muy libre de escoger las palabras con las que quiere expresarse, de manera que volvamos al núcleo del asunto: ¿Qué nos explicó el pontífice sobre los divorciados que viven en adulterio? Pues que no están excomulgados. Ni más ni menos.
Como era previsible, los medios de comunicación del mundo entero titularon que el Papa dice que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar. Y, como era no menos previsible, los medios católicos salieron enseguida a responder que eso era una malinterpretación, cuando no una manipulación, de las palabras del Papa. Puesto que no es lo mismo no estar excomulgado que poder comulgar. Lo de siempre. Ocurrió lo de siempre. Lo que viene ocurriendo a lo largo de todo el pontificado.
¿De verdad no podía saber de antemano el Papa que sus palabras serían interpretadas del modo en que lo fueron? Por supuesto que lo sabía, ¿cómo no lo iba a saber? En realidad se trata ―junto con las destituciones y nombramientos― de una de sus maneras preferidas de influir en el desarrollo de una discusión: Realizar una declaración ambigua, que dé alas al bando heterodoxo que desea impulsar, al tiempo que dé pie a los católicos fieles a pensar que nada nuevo se ha dicho. Y así, la culpa del desaguisado la tiene siempre la prensa, que no entiende. Pero sí que entiende. ¡Vaya si entiende!
Por eso, si yo pudiera pedirle un favor al Sumo Pontífice, le pediría que, puesto que tiene muy claro a dónde quiere llegar, al menos no recurra a tales procedimientos, que, a fuerza de reiteración, presuponen ya la estupidez de los católicos que tratan de mantenerse fieles a las palabras de Cristo. Y que además convierten el camino en lento y tortuoso. Dicho con otras palabras: Lo que vas a hacer, hazlo pronto.

Francisco José Soler Gil

TOMADO DE: THE WANDERER

jueves, 13 de agosto de 2015

Pareja presidencial y pareja abortista


Este mequetrefe de Ollanta Humala quería parecerse a su ídolo (e ídolo de toda la izquierda "regresista"), Juan Velasco Alvarado. Pues bien, estuvo cerca de igualarlo en lo que respecta al pésimo majeno económico, ya que su gobierno es uno de los más desastrosos de los últimos tiempos en este aspecto. Pero, en una de las pocas cosas buenas que tuvo Velasco parece que este impresentable no quiere parecerse a su ídolo, y justamente en una de las más importantes. Y es que a Velasco nunca se le ocurrió ampliar el infanticidio en el Perú, todo lo contrario. Claro que las razones que tuvo el dictador no eran las correctas, y más bien eran bastante ideologizadas: Velasco consideraba que el aborto y toda esta plaga de lo que hoy se hace llemar "derechos sexuales y reproductivos", no era más que una imposición del "imperialismo". En realidad, esto es verdad (siempre y cuando se consideren los imperialismos de derecha y de izquierda); pero, esta no es la razón por la cual se debe estar contra el aborto, sino simplemente porque este crimen consiste en quitar la vida a un inocente. Y eso es malo independientemente de que sea traido, defendido o promocionado por algún imperialismo o no.
Ahora bien, qué tanto apoya este inepto el aborto  por convicción y no por no contradecir a su dueña, la corrupta de su esposa, es cosa que no se puede saber. Porque todos sabemos que este pelele hace y piensa según lo que el ordena su mujer. Y esta tipa es, se sabe desde hace mucho, una conocida abortista (además de homosexualista). Justamente, esta infeliz ha tenido el descaro de cometer la abominación de publicar una foto apoyando el infanticidio JUNTO CON SUS HIJAS




Yo me pregunto, ¿esta tipa alguna vez (si es coherente) habrá  tenido la desfachatez de decirle a sus hijas (y a su hijo) a la cara, que si le hubiese dado la gana las hubiese abortado, o sea, las hubiese matado?

sábado, 8 de agosto de 2015

Teología de la Liberación, doctrina marxista incompatible con la doctrina católica


Gustavo Gutiérrez: Teología de la liberación



Cuando el Papa suprimió el Índice de libros prohibidos, Josemaría Escrivá lo mantuvo para uso interno de los miembros del Opus Dei. Con mayor o menor acierto, sacerdotes e intelectuales de la institución se avocaron a la tarea de leer, sintetizar y criticar diferentes obras juzgadas como peligrosas para la fe. Con el nombre de Guía bibliográfica, el índice del Opus Dei está disponible en estaweb, aunque no contiene todas las notas críticas.
Publicamos hoy la recensión a un libro de Gustavo Gutiérrez. Para la edición de1971, el índice mantiene la calificación P-C3incompatible con la doctrina católica. Se dice con verdad que Gutiérrez ha modificado algunos de sus planteamientos en la edición posterior. Pero la duda es si los cambios han sido suficientes o sólo se trata de retoques cosméticos.

GUTIÉRREZ, Gustavo. Teología de la liberación. Perspectivas CEP, Lima, 1971, 384 pp.

CONTENIDO DE LA OBRA

Después de una introducción, en la que se expone la motivación y la finalidad del libro, éste se divide en cuatro partes, con un total de trece capítulos. El cap. I (Teología: Reflexión crítica) analiza las «tareas clásicas de la teología», como sabiduría y como saber racional, para proponer después una nueva concepción, en la que la teología sería «reflexión crítica sobre la praxis histórica». En el cap. II (Liberación y desarrollo), se describe la noción de «desarrollo», su origen y diversos enfoques, propugnando después la revolución social para una liberación en la que el hombre es «agente de su propio destino».
En el cap. III (El problema), (primer capítulo de la segunda parte), se plantea la cuestión de la «presencia y la acción de los cristianos, en solidaridad con otros hombres, en el mundo de hoy». Las diversas respuestas a ese «problema»: la mentalidad de «cristiandad» y la «distinción de planos» (natural y sobrenatural), son consideradas en el cap. IV (Diferentes respuestas), donde se presenta un esbozo de historia de la Iglesia, carente —quizá por la brevedad— de los necesarios matices. El cap. V (Crisis del esquema de la distinción de planos) afronta el tema en el «Nivel pastoral» (crisis de los movimientos apostólicos laicos y «toma de conciencia de una situación alienante»), y en el «nivel de la reflexión teológica»; la conclusión es, de hecho, el rechazo de la distinción entre natural y sobrenatural.
La tercera parte está dedicada a la situación concreta de América Latina. Comienza con el cap. VI (El proceso de liberación en América Latina), donde se presenta la situación de esos países en dos épocas: la del «desarrollismo» y la nueva dirigida a la «liberación», especialmente de la dependencia económica. La conclusión es, en palabras de Gutiérrez, que «para muchos en América Latina el materialismo histórico es un método de interpretación histórica de la sociedad» (p. 119). Cap. VII (La Iglesia en el proceso de liberación): aporta abundantes textos de diversas organizaciones de laicos, sacerdotes y religiosos (no dice si reconocidos por la Jerarquía), y algunos documentos episcopales, dirigidos a confirmar la tesis de que «la opción por los oprimidos» es una tarea urgente para la Iglesia. El cap. VIII (Problemática) es un análisis de los temas anteriores, en sintonía con la lucha de clases y mesianismo marxista, con un considerable esfuerzo intelectual por presionar para la aceptación del planteamiento y solución propuesta.
Con el cap. IX (Liberación y Salvación) se inicia la cuarta parte del libro; en él se trata de la salvación como «noción central del misterio cristiano»; de launidad de la historia (creación, salvación y escatología), en la que ocupa un lugar central la liberación política entendida como «auto-creación del hombre»; y de Cristo como agente de la «liberación plena». La tesis del capítulo es la identificación entre salvación y «liberación plena», dando también a entender que todo el mundo conseguirá necesariamente la salvación, por la identificación entre creación y salvación. Cap. X (Encuentro con Dios en la Historia): considera la humanidad como «templo de Dios»; la conversión al prójimo como conversión a Dios, atribuyendo a cada persona lo que es propio y exclusivo de la Persona divina de Cristo. Por otra parte, se extiende a todos los hombres lo que es propio de los cristianos. Cap. XI (Escatología y Política): partiendo de la centralidad de la esperanza, se habla de «la dimensión política del Evangelio», y de las relaciones entre fe, utopía y acción política. Cap. XII (Iglesia: Sacramento de la Historia):considerando la Iglesia como «sacramento universal de salvación», se postula para la Iglesia —especialmente en América Latina— una misión liberadora en el terreno económico-social. Tratando de la «Eucaristía y fraternidad cristiana», ésta se considera unida a la lucha de clases. Cap. XIII (Pobreza: solidaridad y protesta): después de señalar las «ambigüedades del término pobreza», pasa a explicar la «significación bíblica de la pobreza», como estado escandaloso y como infancia espiritual. La actitud que se propugna ante la pobreza material es, por una parte solidaridad con los pobres, y, por otra, protesta ante las injusticias, que se plantea con características marxistas, no cristianas.
Sintetizando las tesis del libro con la mayor brevedad posible, resulta un esquema central, que puede expresarse así:
1. Desarrollo económico-social es igual a liberación;
2. Liberación es igual a salvación;
3. La misión de la Iglesia es la salvación. Por tanto, la misión de la Iglesia es la liberación. Como el desarrollo económico-social se da sólo en este mundo, en la historia, la salvación se consigue en este mundo: es inmanente e histórica;
Como para el desarrollo económico-social el factor «relación personal con Dios» no aporta nada, la religión es un factor alienante.

 VALORACIÓN TÉCNICA Y METODOLÓGICA

El pensamiento del libro es marxista, por lo que el esfuerzo por entender el Evangelio con esas categorías, vacía de contenido el mensaje evangélico, sustituyendo la significación de los conceptos, aunque se conserven los términos. En efecto:

a) No aparece en la obra analizada otra injusticia que la económico-social, y la expli­ca­ción histórica de la sociedad latinoamericana tiene como núcleo central la lucha de clases. Es­ta concepción de la sociedad del subcontinente americano está presente en todo el libro, pero especialmente se puede ver en las pp. 340-349 y en las pp. 370-374. «Para muchos en Amé­rica Latina el materialismo histórico es un método de interpretación histórica de la sociedad» (p. 119).
b) Como ya se ha señalado la tesis del libro es: La liberación que tiene que aportar la Iglesia es la de la opresión económico-política ya que no hay otro pecado, por lo que la mi­sión de la Iglesia tiene carácter eminentemente político. A esta teoría tenemos que responder que esa ya no sería la liberación obrada por Cristo que es primordialmente interior, porque libera del pecado que está en el corazón del hombre (cfr. Mc. 7, 15-23), sino una liberación hegeliano-marxista.
c) En la p. 223 aparece la teoría marxista sobre el trabajo, cuando dice: «El trabajo del hombre, la transformación de la naturaleza, sólo prolonga la creación si es hecho humanamen­te, es decir, si no está alienado por estructuras socio-económicas injustas.» En diversas ocasiones se refiere a la alienación religiosa.
d) El amor a un Dios personal no aparece. A Dios se le ama y se le encuentra en el hombre, nada más. Esto parece confirmar el contenido del humanismo ateo. La caridad es «acción, compromiso al servicio de los hombres» (p. 28). En la p. 238 ss. en el apartado que trata de la Conversión al prójimo, hay tal combinación de elementos exactos con inexactos, técnicos con vulgares, cristianos con marxistas, que el resultado es una tremenda confusión.
La sustitución de Dios por el hombre aparece desde el principio, cuando hace suya una frase de K. Barth: «el hombre es la medida de todas las cosas, desde que Dios se hizo hombre» (p. 22). De aquí a la «muerte de Dios» sólo hay un paso. La opción por la inmanencia es optar por el ateísmo; así aparece cuando recoge una frase de H. Cox sobre la secularización: «Hemos definido —escribe H. Cox— la secularización como la liberación del hombre de la tutela religiosa y metafísica, el dirigir su atención ya no hacia otros mundos, sino hacia éste» (p. 86).
En este contexto se comprende que reclame como tarea urgente «la redefinición de la formulación de la fe, de la inserción en la dinámica histórica, de la moral, del estilo de vida, del lenguaje de su predicación, de su culto» (p. 88). Por lo cual no sorprende que califique a la religión como «alienante» (p. 89).
e) La concepción del hombre está fuertemente teñida de la doctrina del hombre colectivo o genérico, propio de la filosofía de Marx; están ausentes la libertad y responsabilidad personales.
f) La interpretación de la escatología parece calcada sobre la sociedad futura de procedencia marxista. «El encuentro pleno con el Señor pondrá fin a la historia, pero se da ya en la historia» (p. 215). Parece confundir lo escatológico con el porvenir.
g) El análisis de diversos conceptos característicos de la ideología marxista se ve con­fir­mado con testimonios expresos, cuando al hablar de la evolución de la teología, pone como punto de referencia para comprender ese cambio a «tres hombres de gran influencia en nues­tra época y de no poca relación con la teología: Hegel, Feuerbach y Marx» (p. 272). Y en otro lugar: «Son muchos los que piensan, por eso, con Sartre que el marxismo, como marca formal de todo pensamiento filosófico hoy, no es superable. Sea como fuere, de hecho, la teología contemporánea se halla en insoslayable y fecundo diálogo con el marxismo» (pp. 25-26).
h) A lo largo del libro se cita con mucha frecuencia a pensadores marxistas con el fin de apoyar las afirmaciones que se hacen con la autoridad de esos escritores.
Hay que empezar precisando que el título del libro no responde a su contenido real; es decir, que no es un libro de teología, aunque en él se encuentren algunas reflexiones teológicas.
Para que tenga el título algunas apariencias de veracidad, empieza por sustituir la noción de teología. No pone como base perpetua la palabra de Dios bajo la guía del Magisterio, como enseña la Iglesia: «La sagrada teología se apoya, como en cimiento perpetuo, en la palabra escrita de Dios al mismo tiempo que en la sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo» (Conc. Vaticano II, Const. Dogm. Dei Verbum, 24). «Las disciplinas teológicas han de enseñarse a la luz de la fe y bajo la guía del Magisterio de la Iglesia, de modo que los alumnos deduzcan cuidadosamente la doctrina católica de la divina Revelación» (Conc. Vaticano II, Decr. Optatam totius, 16). El autor pone como fundamento la praxis revolucionaria: «La teología no engendra la pastoral, es más bien reflexión sobre ella» (p. 29). «La reflexión teológica sería entonces, necesariamente una crítica de la sociedad y de la Iglesia, en tanto que convocadas e interpeladas por la Palabra de Dios; una teoría crítica, a la luz de la fe, animada por una intención práctica e indisolublemente unida, por consiguiente, a la praxis histórica» (p. 28).
Sin embargo, la teología es el proceso discursivo de la razón, iluminada por la fe, par­tiendo de verdades de fe. Existen unas verdades reveladas necesarias para salvarse, que están en la Sagrada Escritura y Tradición. La Teología, partiendo de estas verdades consideradas como principios, se esfuerza en ilustrar otras verdades tenidas como conclusiones reveladas. Ilustrar una verdad revelada por otra verdad revelada es la finalidad de la Teología. Su función es ordenar entre sí las verdades de la revelación e ilustrar las unas por las otras.
El auténtico teólogo nunca dará como logro una opinión personal, porque el valor de cualquier opinión teológica consiste en la fidelidad a la verdadera doctrina de la Iglesia. El material que debe estudiar el teólogo se lo da la Iglesia: la Revelación. No es, como se dice en el libro que comentamos, «la reflexión crítica sobre la sociedad y la iglesia» (p. 30), ni «la reflexión crítica de la praxis histórica» (p. 33), ni tienen sentido frases como «la teología, en tanto que reflexión crítica, a la luz de la Palabra acogida en la fe, de la praxis histórica (...)» (p. 179) (Cfr. además, pp. 275, 253, 284). Confunde dos métodos legítimos en teología: el de la teología escolástica, sistemática, especulativa o doctrinal, y el llamado positivo, genético o histórico. Tanto uno como otro están bien definidos en una sana teología. No son dos teologías, sino dos aspectos, dos puntos de aplicación de una única luz teológica.
Además, y esto es interesante destacarlo, la teología que señala el libro en cuestión, es especial, diferente: «(...) una nueva manera de hacer teología» (p. 33), «en perspectiva Latinoamericana» (p. 32). Y ¿cuál es esta teología en perspectiva Latinoamericana? En el apartado dedicado a El movimiento de liberación (pp. 115-123) habla de una franca y abierta inclinación hacia «(...) la búsqueda de vías socialistas propias» (p. 119). Ya que el materialismo histórico, según su parecer, es ante todo «(...) un método de interpretación histórica de la sociedad» (p. 119), y sólo podrá crear las condiciones de una teoría fecunda «(...) una praxis revolucionaria suficientemente vasta, rica e intensa (...)» (p. 120). Propugna abiertamente la lucha de clases que llevará, dice, al amor, eje del mensaje evangélico. La lucha de clases es un hecho «macizo», continúa, «ignorarlo es engañar y engañarse, y además privarse de los medios necesarios para suprimir verdadera y radicalmente esa situación: ir hacia una sociedad sin clases» (p. 342).
«Construir una sociedad socialista más justa, libre y humana (...)» (p. 343). «Cuando la Iglesia rechaza la lucha de clases se está comportando objetivamente como una pieza del sistema imperante (...)» (p. 343).
Insistiendo en el aspecto de teología «en perspectiva Latinoamericana», la especifica con más detalle en las pp. 269-273. Basta con estas palabras ya citadas anteriormente: «(...) puede ser interesante que tracemos un paralelo entre esta evolución de la teología y la que encontramos en el pensamiento de tres hombres de gran influjo en nuestra época y de no poca relación con la teología: Hegel, Feuerbach y Marx» (p. 272). ¿Son éstas las fuentes de la teología en «perspectiva Latinoamericana»? Huelga todo comentario.
Ha de ser más bien, dice el autor, la ortopraxis la que ha de decir cuál es la ortodoxia ya que «lo que se busca es rechazar sobre todo el esmero—muchas veces obsesivo—en procurar una ortodoxia que no es a menudo, sino fidelidad a una tradición caduca o a una interpreta­ción discutible» (p. 27). Sería la actividad de algunos «cristianos» la norma de autenticidad de las enseñanzas del Evangelio. Como consecuencia lógica prescinde del Magisterio de la Iglesia o hace alguna referencia insignificante y compasiva hacia el mismo (p. 86).
Según Gutiérrez, para hacer una Iglesia nueva hay que partir de cero: «Una revisión radical de lo que ha sido y de lo que es la Iglesia, se hace necesario» (p. 310). Lo que pretende el autor ya no sería la Iglesia de Cristo.
Para el autor la filosofía no sería «ancilla Theologiae», sino «domina Theologiae», porque la teología de los primeros siglos no tomó como fundamento la Revelación sino «una metafísica que subrayaba la existencia de un mundo superior y la trascendencia de un Absoluto del que todo venía y al que todo retornaba. La vida presente, en cambio, marcada por una radical contingencia, no aparecía suficientemente valorada» (p. 17). La conclusión lógica sería que en el momento presente la teología debe hacerse sobre los postulados de una filosofía inmanentista y atea.
Hace constantemente afirmaciones que no se preocupa lo más mínimo de probar. Las imprecisiones son abundantísimas, y, lo mismo, la mezcla de términos técnicos con vulgares, de palabras homónimas con significados diversos que producen enorme confusión: por ejemplo, al hablar de encontrar a Dios en el prójimo, de la Eucaristía, etc.
Simples teorías las presenta como conquistas definitivamente logradas.
La bibliografía es muy partidista. Frecuentes citas de autores, sobre todo a pie de página, no tienen razón de ser.
No tiene en cuenta la unidad de toda la Sagrada Escritura, por lo cual el recurso a la misma es muy parcial. Tampoco se tiene en cuenta la «analogía de la fe». Prácticamente rechaza la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
El libro está escrito con estilo ágil, hábil y con mucho entusiasmo.
VALORACIÓN DE FONDO
A lo largo de toda la obra se nota un forcejeo por tratar de ser fiel a la terminología católica que se sigue utilizando. Pero como las doctrinas católica y marxista son concepciones antitéticas, ante la imposibilidad de conciliarlas, parece que pretende optar por la segunda: que la Iglesia se olvide de su pasado para comenzar una tarea nueva. Manifiesta también algunas dudas sobre el camino que debe seguir, pero de lo que no duda lo más mínimo, es del cambio radical que se debe operar en la misión y concepción de la Iglesia.
1) El autor presenta una visión equivocada de la naturaleza y misión de la Iglesia. Si la misión de la Iglesia, como pretende el libro, es la liberación del hombre, y ésta se entiende en términos socio-económicos (p. 324), no se puede hablar de una misión sobrenatural y religiosa, como enseñan el Evangelio, la Tradición y los documentos del Magisterio.
La Iglesia, enseña León XIII, «es sociedad divina por su origen, sobrenatural por su fin y por los medios que próximamente se ordenan a ese fin; mas en cuanto se compone de hombres, es una comunidad humana», (Enc. Satis cognitum).
Así mismo, el Vaticano II: «La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso» (Conc. Vaticano II, Const. Dogm. Gaudium et Spes, 42).
En la p. 172 leemos que «la misión de la Iglesia en América Latina se define práctica y teóricamente, pastoral y teológicamente frente al proceso revolucionario que vive el continente».
La diferencia va a la misma raíz, no se trata de aspectos superficiales: «(...) la pregunta por la significación teológica de la liberación es, en realidad, una cuestión sobre el sentido mismo del cristianismo y sobre la misión de la Iglesia» (p. 11). (El subrayado es del libro). Un poco más adelante recalca lo anterior: «Hoy la gravedad y amplitud del proceso que llamamos de liberación es tal, que la fe cristiana y la Iglesia son puestas radicalmente en cuestión» (p. 11).
Esa es la nota dominante en todo el concierto del libro comentado. He aquí otras palabras del final: «Una revisión radical de lo que ha sido y de lo que es la Iglesia, se hace necesaria» (p. 310). La Iglesia que nos quiere presentar este autor no es la Iglesia de Cristo, porque resul­ta claro que a Cristo y a la Iglesia sólo se les puede comprender desde la fe (Cfr. Mt. 16, 13-17); no se les podrá comprender jamás en clave marxista. Si se quiere hacer esto último se les destruye.
2) Las tres virtudes teologales no tienen, para el autor de la Teología de la liberación, ninguna relación directa, formal, con Dios. Son, sí, las mismas palabras, pero con significado distinto:
FE. No es otra cosa que «(...) asumir un compromiso liberador» (p. 179). Es lo que moverá a los cristianos «(...) a participar en la liberación de los pueblos oprimidos y de las clases sociales explotadas (...)» (p. 179).
ESPERANZA. No es claro el pensamiento del libro sobre la esperanza. La considera como un nuevo logro de la Teología. Pero todo lleva a pensar que lo que verdaderamente entiende por esperanza es la lucha de clases. Y cita a Marx para entender mejor el problema (cfr. p. 274). «La lucha por una sociedad justa se inscribe plenamente y por derecho propio en la historia salvífica» (p. 216). «La esperanza que vence la muerte debe echar sus raíces en el corazón de la praxis histórica; si no toma cuerpo en el presente para llevarlo más adelante, no será sino una evasión, un futurismo» (p. 270). El futuro hay que acogerlo como un don, «pero este don se acoge en la negación de la injusticia, en la protesta contra los derechos humanos conculcados y en la lucha por la paz y la fraternidad» (p. 271).
CARIDAD. Es lisa y llanamente, el amor al hombre. Y nada más. O, si se quiere, Dios es el hombre. «Desde que Dios se hizo hombre, la humanidad, cada hombre, la historia, es el templo vivo de Dios» (p. 238). «Si la humanidad, si cada hombre es el templo vivo de Dios, a Dios lo encontramos en el encuentro con los hombres, en el compromiso con el devenir histórico de la humanidad» (p. 238). «Este encuentro con Dios en los gestos concretos hacia los demás (...) A Dios se le ama en el amor al prójimo (...) Sólo así Dios estará con nosotros, oirá nuestra oración, y le seremos gratos.» «Compadecer, sufrir con el oprimido, compartir su destino, eso es conocer a Dios.» (pp. 240-241). «No obstante, el prójimo no es una ocasión, un instrumento para una aproximación a Dios; se trata de un auténtico amor al hombre por el hombre mismo, y no, como dice esa ambigua y maltratada expresión: “por amor de Dios”. Sólo así podrá haber un real encuentro con Él» (p. 251).
En resumen: La FE es igual a compromiso liberador; la ESPERANZA es la lucha de clases, y la CARIDAD, un amor horizontal al prójimo.
3) Rechaza la división entre orden natural y sobrenatural y prefiere hablar de orden «integral». Prácticamente identifica Iglesia y mundo (pp. 90-98). Todo el orden sobrenatural se elimina. No cuenta ni Dios, ni la gracia, ni la Iglesia, ni los sacramentos, ni la vida cristiana.
4) De la salvación —que identifica con la liberación— dice en más de una ocasión que es don gratuito de Dios (p. 58), pero parece no ser una convicción muy profunda, porque también dice que la liberación tienen que llevarla a cabo los mismos oprimidos. Al menos se trata de contradicciones. «La liberación auténtica será obra del oprimido mismo, en él el Señor salva la historia» (p. 259).
Del libro parece deducirse que todo el mundo conseguirá la salvación, pero dice «que la finalidad de la gente no es salvar en el sentido de “asegurar el cielo”. La obra de salvación es una realidad operante en la historia» (p. 313).
Esa salvación universal (p. 185 ss.) la apoya en la voluntad salvífica de Dios (I Tim. 2, 4). A esto decimos que en la Iglesia nunca se ha dudado de esa voluntad salvífica divina, como tampoco se ha puesto en duda que fuera de la Iglesia no hay salvación, por otros textos evangélicos (Mc. 16, 15-16; Jo. 3, 5). Que de hecho todos consigan la salvación no está conforme con lo revelado: cfr. Mt. 25, 41-46.
Parece identificar creación y salvación, olvidando que ha sido la muerte de Cristo la que nos ha redimido.
Por otra parte, la salvación y el triunfo de Cristo lo pone en la historia. Esta concepción desconoce la existencia del pecado. Este es otro tema que pasamos a analizar.
5) En el libro no se habla nunca del pecado original. El pecado personal tampoco aparece, porque no lo pone en el corazón del hombre, sino en las estructuras, de suerte que cambiadas las estructuras tendríamos el hombre nuevo. Como consecuencia se llegaría a una sociedad justa y fraterna, y allí se da el triunfo de Cristo en la historia. «El pecado se da en estructuras opresoras, en la explotación del hombre por el hombre, en la dominación y esclavitud de pueblos, razas y clases sociales» (p. 226).
El pecado tampoco aparece en este libro como ofensa de Dios, sino atropello del hombre. Cuando habla de Cristo liberador le presenta como liberador «del pecado como hecho social, histórico, ausencia de fraternidad, de amor en las relaciones entre los hombres, ruptura de amistad con Dios y con los hombres, y como consecuencia, escisión interior, personal (...)» (p. 226). Al menos la falta de claridad es muy notable, porque son expresiones tan vagas, negadas, además, de algún modo antes o después, que se puede concluir diciendo que de afectar el pecado a Dios, es porque ofende a los hombres.
«(...) la redención dice relación directa con el pecado, y el pecado es en primer lugar una realidad humana, social, histórica que tiene su origen en una libertad situada social e históricamente» (p. 222).
6) Con todo esto, la misma escatología se ve afectada, si bien los términos son vagos e imprecisos, más que la escatología que nos enseña la Revelación, parece presentar —si se tiene en cuenta todo el conjunto— el paraíso terrestre marxista. «El encuentro pleno con el Señor pondrá fin a la historia, pero se da ya en la historia» (p. 215). ¿Qué quiere decir cuando habla de Cristo como Señor de la historia? Es verdad —porque lo enseña la Revelación— que la salvación está ligada a la conducta y vida del hombre en esta vida. Pero es la ley de Dios la que establece lo bueno y lo malo. Dios ha creado al mundo y al hombre y éste tiene obligación de respetar la dinámica que Dios les ha impuesto, para bien de ese mismo mundo. Pero la perfección de la obra de Cristo no se dará en este mundo. «La Iglesia tiene una finalidad escatológica y de salvación, que sólo en el siglo futuro podrá alcanzar plenamente. Está presente ya aquí en la tierra, formada por hombres, es decir, por miembros de la ciudad terrena que tienen la vocación de formar en la propia historia del género humano la familia de los hijos de Dios, que ha de ir aumentando sin cesar hasta la venida del Señor» (Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Gaudium et Spes, 40).
«La Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, tiene como fin dilatar más y más el Reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que al final de los tiempos Él mismo también lo consume, cuando se manifieste Cristo, vida nuestra, y la misma criatura sea libertada de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios» (Conc. Vaticano II, Const. Dogm. Lumen Gentium).
La escatología enseñada por la Iglesia Católica y la escatología defendida en este libro son muy distintas.
7) La redefinición que postula, de la fe, repercute en todo el contenido de la misma, ya sea por las omisiones —muy abundantes, a algunas de las cuales ya hemos aludido— o por la sustitución de contenido que se verifica en otros temas como los que venimos analizando.
La Eucaristía también se ve afectada por el radicalismo que preconiza el libro. Leamos lo siguiente: «Eso es la Eucaristía: recuerdo y acción de gracias (...) La Eucaristía es una fiesta, celebración de una alegría que se desea y se busca compartir» (p. 325). «En la Eucaristía celebramos la Cruz y la resurrección de Cristo, su Pascua de la muerte a la vida, nuestro paso del pecado a la gracia» (p. 325).
«Sin un compromiso real contra el despojo y la alienación, y en favor de una sociedad solidaria y justa, la celebración eucarística es un acto vacío, carente de respaldo por parte de quienes participan en él» (p. 329).
En las pp. 324-339, hablando de la Eucaristía se entrelazan tal cantidad de conceptos, que, como en tantos otros lugares —por ejemplo, al hablar del amor al prójimo— no produce más que confusión. Con algunos elementos verdaderos, mezcla otros que no se pueden admitir. En las palabras que se acaban de transcribir se puede apreciar que de la enseñanza católica acerca de la Eucaristía, prácticamente no quedan más que algunos términos.
La enseñanza de la Iglesia es que la Misa no es simple recuerdo; es renovación del sacrificio del Calvario. Compárese lo transcrito con la sesión XXII del Concilio de Trento sobre el sacrificio de la Misa, o el capítulo V del Catecismo Mayor de San Pío X sobre este mismo tema, y se verá el desacuerdo total.
8) En el capítulo XII, Iglesia: Sacramento de la historia (p. 313 ss), habla de la libertad religiosa. No la entiende el autor, como se expresa en la Declaración del Concilio Vaticano II, aunque dice apoyarse en ella. Entiende por libertad religiosa que todas las religiones son igualmente válidas para la salvación. Basta con leer el primer punto de la declaración conciliar para notar lo erróneo de tal interpretación.
9) La persona y su dignidad individual e intransferible, tampoco sale ilesa: «Los hombres son llamados en conjunto, como comunidad y no como individuos separados, a participar en la vida trinitaria (...)» (p. 320). La Sagrada Escritura habla muchas veces expresamente del premio o castigo personal, porque Dios juzgará a cada uno según sus obras: cfr. Ez. 18, 20-32; Mt. 16,27; Rom. 2, 5-10; I Cor. 4, 5; II Cor. 5, 10; Gál. 6, 4-5; Apoc. 2, 23; 14, 13.
10) La misma liberación presentada por el autor resulta pobre y superficial. Son tres los niveles de liberación que propone: Primer nivel: el desarrollo. Segundo nivel: el hombre nuevo. Tercer nivel: Cristo salvador libera (p. 59).
Aparte de lo gratuito de tal división, la interpretación que da a cada uno de los términos es equívoca, incompleta y subjetiva. Los tres niveles vienen a quedar reducidos así: el primer nivel, el del desarrollo, es de clara y abierta concepción marxista: las aspiraciones de los oprimidos frente a los opresores, sobreañadiéndole un matiz más «liberador». «(...) concebir la historia como un proceso de liberación del hombre, en el que éste va asumiendo conscientemente su propio destino, colocado en un contexto dinámico y ensancha el horizonte de los cambios sociales que se desean» (p. 59). Son continuas las concepciones marxistas vertidas en sus frases, así como las citas de autores de esa ideología (cfr. p. e. pp. 26, 47, 48, 51, 53, 148, 150, 170, 180, 181, 226 (cita núm. 98), 272, 283, 301 (cita núm. 121), 332, 337, 341, 342, 343, 344, etc.).
El segundo nivel aparece como un humanismo cerrado a toda trascendencia. «La conquista paulatina de una libertad real y creadora, lleva a una revolución cultural permanente, a la construcción de un hombre nuevo hacia una sociedad cualitativamente diferente» (p. 59).
El sentido que da a ese «hombre nuevo» es impreciso y unilateral. Su pensamiento está marcado por una sola idea: desconocer otra interpretación anterior sobre el hombre y tender sólo a «(...) la conquista de nuevas formas, cualitativamente distintas, de ser hombre; en vista a una realización cada vez más plena y total de sí mismo, solidariamente con toda la colectividad humana» (p. 53). Tal concepción aparece claramente teñida de pensamiento racionalista y existencialista (Cfr. pp. 44-53).
Por último, el tercer nivel: «Cristo liberador» (p. 225). Si por una parte afirma que «Cristo salvador libera al hombre del pecado» (p. 59), lo entiende como liberación política (cfr. p. 222), ya que las posiciones «idealistas o espiritualistas (el subrayado es del autor) (...) no son sino formas de evadir una realidad cruda y exigente» (p. 59).
¿Qué entiende por liberación obrada por Cristo? Cristo redime del pecado, pero no del pecado «como realidad individual, privada e intimista (...)» (p. 225), sino que «el pecado se da en estructuras opresoras, en la explotación del hombre por el hombre, en la dominación y esclavitud de pueblos, razas y clases sociales». «El pecado surge (...) como la alienación fundamental (...) que (...) sólo se da en alienaciones particulares (...) El pecado exige una liberación radical, pero ésta incluye necesariamente una liberación política». «Esa liberación radical es el don que aporta Cristo» (pp. 226-227).
En resumen: la liberación es igual a desarrollo en concepción marxista; el «hombre nuevo», es el hombre propuesto por las doctrinas derivadas de la filosofía de la inmanencia; la redención de Cristo, es redención de estructuras.
En cambio, la verdadera liberación obrada por Cristo supone:
A) Liberación del pecado (Rom. 6, 14-18) en el que caímos y por el que quedamos reducidos a la condición de esclavos (Rom. 5, 12-13; 7, 14; I Cor. 15, 21; Ef. 2, 3).
B) Liberación del poder del demonio, que por la Redención ha sido despojado de su poder sobre el hombre y el mundo. Pero mientras el pecado sea posible, lo será también esa servidumbre degradante (Jo. 13, 27).
C) Liberación de la muerte eterna (cfr. Apoc. 2, 11; 20, 6; 21, 8) que es consecuencia del pecado, su castigo. Con la Redención, Cristo nos ha librado de la muerte eterna (cfr. Col. 2, 12-14).
D) Liberación de la vida según la carne que se opone en nosotros a la vida según el espíritu (cfr. Gal. 5, 17-18; Rom. 8, 5-9).
11) La caridad ocupa múltiples páginas en el libro. Se produce gran confusión al considerar la caridad centrada y fundamentada en el hombre. Pero el amor al prójimo no puede sustituir el amor a Dios directa y personalmente; la caridad, o es amor al prójimo por Dios, o no es caridad. En una ocasión hicieron a Jesús una pregunta directamente relacionada con este asunto. «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? El les dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda su mente. Éste es el gran mandamiento y el primero. El segundo, semejante, es éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la ley entera y los profetas» (Mt. 22, 36-38; cfr. el lugar paralelo Mc. 12, 28-34).
Con la dimensión antropocéntrica se olvida a Dios y se llama caridad a lo que no es tal, porque puede suceder que uno entregue todos sus bienes y no tenga caridad: cfr. I Cor. 13, 3.
12) Finalmente conviene destacar la idea de una espiritualidad nacida de la liberación; espiritualidad que, según el autor, no se halla formulada aún en categorías en «la teología que recibieron (...)», pero que «busca situarse en forma creadora frente a las nuevas exigencias del Evangelio y del pueblo expoliado y oprimido de este subcontinente» (p. 253).
Lo que pretende —muy claro a mi entender— es insinuar una pseudomística (que él llama espiritualidad) muy parecida a la que inculca el pensamiento marxista, llámela «espiritualidad», «actividad vital», «dominio del Espíritu»,...
Es «(...) una forma concreta, movida por el Espíritu, de vivir el Evangelio» (p. 254), que «(...)surge de una experiencia espiritual intensa, que luego es tamizada y testimoniada»; «(...) experiencia en función de un compromiso con el proceso de liberación (...)» (p 254). «Se trata de una espiritualidad que ose echar sus raíces en el suelo constituido por la situación de opresión-liberación» (p. 255).
Esta «espiritualidad» que propone está centrada en «una conversión(...)» (p255), e «(...) impregnada de una vivencia de gratuidad» (p. 256). (Las palabras subrayadas lo son por el autor). No se trata de una conversión del corazón por el arrepentimiento y perdón, fruto de la gracia. Es «una conversión al prójimo, al hombre oprimido, a la clase social expoliada, a la raza despreciada, al país dominado» (p. 255). Claro que esta conversión «(...) significa una transformación radical de nosotros mismos, significa pensar, sentir y vivir como Cristo (...)», mas «(...) como Cristo presente en el hombre despojado y alienado. Convertirse es comprometerse con el proceso de liberación de los pobres y explotados, comprometerse lúcida, realista y concretamente» (p. 255). «Pero no se trata de una actitud intimista y recoleta, nuestro proceso de conversión está condicionado por el medio socio-económico, político, cultural, humano en que se desarrolla» (p. 256).
La gracia, participación de la naturaleza divina (cfr. II, Petr. 1, 4), no es otra cosa, a juicio del autor, que una «autocomunicación», «una gracia de su amistad» que se encuentra «(...) en la raíz de nuestra existencia personal y comunitaria» (p. 257). Ese don «(...) llena de gratuidad nuestra vida»; «la gratuidad de su don, creadora de necesidades profundas, nos libera de toda alienación religiosa y, en última instancia, de toda alienación» (p. 257).
Eso es la oración: vivencia de gratuidad, comunicación con el hombre; «(...) es necesario pasar por el hombre para llegar a Dios (...), el paso por ese Dios gratuito (...), hace gratuito mi amor por los demás (...) Sólo así podremos comprender que la unión con el Señor, que proclama toda espiritualidad, no sea una separación para con el hombre: para llegar a esa unión hay que pasar por éste, y ella, a su vez, me hace encontrar más plenamente al hombre» (p. 258).
Es, como hemos visto, la mística, la espiritualidad, la exaltación de este «hombre nuevo»; convirtiéndonos a él, comunicándonos con él, nacerá en nosotros esa «actividad vital». La unión con Dios por la gracia santificante que recibimos mediante la oración y los sacramentos, queda reducida a categorías puramente humanas.
Estos son algunos de los aspectos más sobresalientes del completo desacuerdo entre las enseñanzas de la Iglesia y el contenido del libro que analizamos: resultado de intentar exponer la doctrina católica interpretada en clave marxista.

E.S.V.


TOMADO DE: InfoCaótica