jueves, 31 de julio de 2014

Sobre el "Decálogo de la felicidad" de Francisco


Como ya todos sabrán , el papa Francisco en una entrevista concedida a la revista Viva del diario El Clarín ha dado a conocer su "decálogo para ser felices" (la entrevista completa puede leerse aquí ). El decálogo resalta por lo superficial de sus consejos, pero sobre todo porque en él no hay referencia alguna a Dios. A continuación publicamos un comentario aparecido en el blog The Wanderer, que muestra la gravedad de esta nueva intervención bergogliana. Al final del artículo presentamos, en contraposición, el decálogo que propone Fray Gerundio. A ver cuál les parece más acorde a las enseñanzas católicas.


La gravedad del decálogo


Tengo en cola para publicar en el blog la última de las hipótesis sobre la misteriosa figura del papa Francisco, una excelente reseña de Jack Tollers sobre un libro de Mosebach sobre la liturgia, otra reseña mía sobre una película, un episodio de la vida de Don Gabino a quien tenemos casi olvidado y un comentario sobre la reflotación del caso Grassi y lo que, a mi entender, se podría venir para muchos obispos. Pero Bergoglio sorprende día a día, y mi temor es que, acostumbrados a las bergogliadas, ya no reparemos en la gravedad de las mismas. Me resisto a convertir a este blog en una página de críticas pontificias, pero la gravedad de la hora se impone.

Los “Diez consejos para ser felices” que aparecieron en los medios de prensa durante los últimos días es un caso que no puedo dejar de comentar. Más allá de la vacuidad y superficialidad de lo que dice, conseguida a fuerza del recurso a lugares comunísimos y a referencias propias de un mediocre libro de autoayuda (verbigracia, “Un pueblo que no cuida a sus ancianos no tiene futuro”; “El domingo es para la familia”; “Si faltan oportunidades, caen en la droga, y está muy alto el índice de suicidio de jóvenes sin trabajo”; “La dignidad te la da el llevar el pan a casa”; “La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima”, et alii), yo veo un problema de fondo que me asusta.

El decálogo fue expresado en la entrevista de setenta y siete minutos que le hiciera un periodista de la revista Viva del diario Clarín. No vamos a entrar en la conveniencia de que un Papa otorgue una entrevista a una revista de frivolidades e indecencias varias. La cosa es más profunda. Seguramente, el Santo Padre se sentó en su casa de Santa Marta con el periodistas argentino, mate de por medio, y estuvieron poco más de una hora hablando. Hacia el final, quizás el periodista le pidió algunos consejos para ser felices y el Pontífice se despachó con el decálogo de marras. No se trata, ciertamente, de un documento del Magisterio emitido oficialmente por la Santa Sede. Es poco más que una conversación grabada y luego publicada con anuencia del autor. Podemos decir que Francisco compuso su decálogo, no cual Moisés tonante en la cima del monte Sinaí, sino como rápida respuesta de casi lo que fue una conversación entre amigos. En otras palabras, los diez consejos para ser felices le salieron del corazón; habló ex abundantia cordis.

Y aquí está problema. El más elemental sentido común cristiano, el primer pensamiento que le sale a cualquier católico cuando le preguntan sobre la felicidad, es Dios. Para un cristiano, la felicidad consiste en la posesión de Dios; en su inhabitación en nuestras almas; en la gracia. No hay duda de que hay “felicidades” pasajeras y superficiales que resulta lícito buscar: los arenques de Santo Tomás de Aquino y los espárragos de San Juan de la Cruz. Para nosotros, será una velada en familia o con amigos, un whiskey, un buen libro, una pipa, etc. Pero el reflejo de cualquiera de nosotros al que le preguntaran qué hacer para ser feliz, sería una referencia primerísima y básica a Dios: viví en gracia, o nunca pierdas a Dios que vive en tu alma. Después viene el resto.

Se trata, por otro lado, de una cuestión de catecismo básico. Concretamente, de la primera pregunta: “¿Con qué fin fue creado el hombre? Para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y gozarle en la eterna”. La felicidad o el gozo consisten en el conocimiento y en el amor de Dios. No niego, y el catecismo tampoco lo hace, las “pequeñas felicidades” que mencionamos más arriba –a las que podríamos agregar: “jugar con los hijos”, “vivir remansadamente” o “Compartir los domingos en familia”-, pero eso no basta; eso no es absolutamente nada comparado con la experiencia de la presencia de Dios en el alma y de su amor.

Por eso, me parece gravísimo que el Sucesor de Pedro, encargado de “confirmar a sus hermanos en la Fe”, proponga a los hombres consejos que no llegan siquiera a los talones de las máximas masónicas que José de San Martín dejó a su hija Merceditas. A ver si caemos en la cuenta de la gravedad de la cuestión: ¿cómo es posible que un Papa proponga un método para ser felices sin mencionar una sola vez – repito, ni una sola vez- a Dios?
Por otro lado, esto lo dijo el Papa a boca de jarro. Es más grave, me parece a mí, que si hubiese sido un texto pensado, porque es lo que le salió del corazón. Si “de la abundancia del corazón hablan los labios”, como dijo Nuestro Señor en el Evangelio, ¿qué lugar ocupa Dios en el corazón pontificio?


Tomado de: The Wanderer




Otro decálogo:

10 consejos de Fray Gerundio para ser feliz

  1. Ama a Jesucristo, realmente presente en la Eucaristía.
  2. Prefiere la muerte antes que cometer un pecado mortal.
  3. Odia la mentira, la vanidad y la ambición.
  4. Ama a la Virgen Santísima y reza el Santo Rosario todos los días.
  5. Arrepiéntete siempre de tus pecados y confiésalos en el Sacramento de la Penitencia.
  6. Vive la Santa Misa con verdadero amor a Jesucristo y alabanza a la Trinidad.
  7. Odia y aborrece la impureza.
  8. No dejes que te maten el alma y escapa del ateismo mundano.
  9. Vive en Gracia de Dios y piensa siempre en la Vida Eterna.
  10. No te creas ninguna otra lista que leas por ahí para conseguir la felicidad. Todas son       falsas y engañosas. Y algunas, más que otras.

Homosexual y homosexualismo


Algunas distinciones necesarias a tomar en cuenta, tomadas del blog español Anotaciones de Pensamiento y Crítica

Homosexual y homosexualismo

Aunque son términos homófonos (suenan parecido) y conceptos relacionados con un mismo asunto, sin embargo implican contenidos contrapuestos en sus intereses,  que se quieren confundir, sin importar perjudicar a personas para beneficiar ideologías y cambiar cosmovisiones. 


  • Es diferente el homosexual y el homosexualista

El homosexual es la persona que tiene o siente tendencias homosexuales. 
El homosexualista es la persona u organización que quiere difundir la corrupción antropológica de la homosexualidad y todas su derivaciones antisociales.

  • A veces el homosexual es homosexualista

En ocasiones los homosexuales en vez de procurar solucionar su problema, por cobardía o por soberbia, se autoconvencen o son convencidos de que la homosexualidad no es una tendencia contranatura y se dedican a difundir y procurar imponer en la sociedad los comportamientos y la interpretación homosexualista de la vida.

  • En otras ocasiones el homosexual no es homosexualista

En otros casos la persona que sufre la homosexualidad, es consciente de su problema y procura sobrellevarlo y curarlo y lucha contra la ideología homosexualista que es su enemiga pues pretende controlarle y usarle para otros propósitos ajenos a sus intereses

  • En muchos casos el homosexualista no es homosexual

La mayor parte de los ideólogos, promotores políticos y sostenedores económicos del homosexualismo no son homosexuales. 
A todos nos vienen a la cabeza el nombre de alcaldes, presidentes, primeros ministros, especuladores financieros, empresarios informáticos, etc., que no son homosexuales, y sin embargo financian, legislan, etc., para promover la homosexualidad. 
No lo hacen por interés personal, para autojustificarse, sino para, con la reingenieria social, transformar el paradigma antropológico acorde con la naturaleza del hombre

  • Los activistas homosexualistas son enemigos de las personas homosexuales

Las actividades homosexualistas no benefician a los que sufren la homosexualidad porque no les ayudan a resolver su problema sino a consolidarlo.

  • En todos los casos los homosexuales son víctimas del homosexualismo

Igual que el tuberculoso es víctima de la tuberculosis, sea inocente o responsable por su comportamiento, de sufrir la misma. El homosexual sea consciente o no, responsable o no de su homosexualidad, siempre es victima de algo que va contra la naturaleza.

  • El lobby homosexualista no está creado para solucionar los problemas de las personas homosexuales

El lobby gay no está creado y organizado para solucionar los problemas de las personas que sufren ese trastorno o para facilitarles la vida, sino para usar a los homosexuales y otras víctimas en sus propósitos de control social

  • Tras el movimiento homosexualista se encuentra un proyecto de cambio de paradigma antropológico desvirtuando la naturaleza de la persona  

  • El lobby homosexualista es "trasversal" y está infiltrado en todo tipo de organizaciones  y usa para defender sus posiciones el apoyo que dan a esas organizaciones personas contrarias al homosexualismo
Así, por ejemplo la mayor parte de los votantes del partido progre de derechas (*) no es partidario, sino contrario a que se manipule la naturaleza humana, se legalice y apoyen los homomonios en perjuicio del matrimonio, etc... y sin embargo con sus votos el PP llega al poder y desde los gobiernos y parlamentos, usando los recursos de todos los españoles, favorece la homosexualidad, con dinero, con leyes, con actos administrativos, etc.

(*) Se está refiriendo al Partido Popular (PP) español (Nota de La Reacción).


TOMADO DE:  Anotaciones de Pensamiento y Crítica




Homosexual y homosexualista no son términos sinónimos. Hay homosexuales homosexualistas; pero muchos homosexuales no son homosexualistas. El homosexualista es quien promueve la homosexualidad, y puede ser homosexual o no. 













miércoles, 30 de julio de 2014

Cómo se adulteró la identidad católica de la hoy exPUCP


Publicamos a continuación un fragmento de un artículo aparecido en la web de Tradición y Acción con motivo de la emisión del Decreto que prohibió a la hoy exPUCP el uso de los títulos de "Pontificia" y "Católica". La parte que reproducimos explica de manera sucinta pero acertada, el origen de la adulteración ideológica de la antes Universidad Católica, hasta convertirla en el más importante bastión de las ideas izquierdistas, laicistas y anticatólicas del Perú.

DESDE: Tradición y Acción

El fin del falseamiento y la contradicción


(...)

Poniendo fin a un equívoco malsano

Es prematuro vaticinar qué consecuencias tendrá la medida vaticana en los varios ámbitos de la vida de la ex PUCP: académico, jurídico (canónico y civil), administrativo, etc. Desde ya, sin embargo, podemos señalar un primer efecto, supremamente benéfico y saludable.
Al sentenciar que la universidad no puede utilizar más los títulos de “Pontificia” y “Católica”, la Iglesia pone fin a un estado de contradicción malsana, que ya ha ocasionado daños incalculables, como lo fue el hecho de que que la ex PUCP mantuviese durante décadas una apariencia de institución católica, cuando en la práctica había dejado de serlo.
Del punto de vista ideológico, esa casa de estudios se había transformado en algo no muy diferente de una institución-“lobo con piel de oveja”. Desde la década de 1960 pasó a ser un foco difusor de las peores doctrinas revolucionarias. Para comprender esta anomalía clamorosa, recordemos que fue una de las instituciones más penetradas en el Perú por el nefasto proceso de “autodemolición” que la Iglesia sufrió tras el Concilio Vaticano II, como lo denunció el Papa Paulo VI; un proceso que hoy desemboca en lo que Benedicto XVI con toda propiedad ha denominado “dictadura del relativismo”.

Cómo se adulteró la identidad católica de la PUCP

No cabe aquí trazar la historia de ese proceso autodemoledor en el Perú. Apenas recordemos, para comprender cómo afectó a la ex Universidad Católica, que sus primeras manifestaciones afloran allí en los años 60, paralelamente a las sesiones del Concilio, al crearse en 1962 el programa de Ciencias Sociales en la Universidad. El jesuita P. Luis Velaochaga, progresista extremado, asumió la dirección de ese programa y oportunamente —poco antes de abandonar el sacerdocio— pasó el cargo a otro marxista, el abogado Enrique Bernales Ballesteros, catedrático de la ex PUCP condecorado por el régimen comunista de Alemania Oriental con la “Medalla del Centenario de Karl Marx” . Ellos introdujeron en la Universidad el nefasto análisis social marxista.
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P. Gustavo Gutiérrez, abanderado de la marxista "teología" de la liberación y Enrique Bernales. Ambos trabajaron, junto a otros "católicos" de izquierda, para que la hoy ex PUCP se convirtiera en la cantera de donde salió la generación más influyente de la actual intelligentsia marxista peruana.
Esto fue complementado con la simultánea introducción, en el Departamento de Teología, de una nueva visión de Dios, de carácter imanentista-relativista-evolucionista, un “Dios que se revela en el devenir histórico”, precursora de la Teología de la Liberación. Lo cual no puede extrañar, ya que ese Departamento fue dominado por el P. Gustavo Gutiérrez y otros sacerdotes revolucionarios, parapetados en la agrupación de eclesiásticos contestatarios ONIS . A ellos se sumaron laicos vinculados a la “izquierda católica”. Todo esto, bajo la mirada complaciente de la Rectoría...
El resultado es bien conocido: la ex PUCP se transformó en la cantera de donde salió la generación más influyente de la actual intelligentsia marxista o marxistoide peruana, los llamados corrientemente caviares, que amalgaman la adhesión intelectual al socialismo con la fruición material de los placeres del capitalismo. Esos izquierdistas PUCP lograron proyectarse política y socialmente, aprovechando tanto el prestigio académico de su casa de estudios como su carácter de institución católica. Se creó así una situación verdaderamente surrealista: una Universidad Católica transformada en el reino de la confusión y la contradicción ideológica; un “reino dividido”, destinado tarde o temprano a perecer (Mt. 12, 25).
Y al soplo de esa contradicción, representantes de todos los derivados del marxismo y otras ideologías anticristianas, incluso los más actuales como la “ideología de género”, las ideologías feministas y abortistas, etc., fueron asumiendo cátedras en la ex PUCP. Ellos impartían a los alumnos una formación ideológica envenenada, mientras los confiados padres de familia continuaban enviando a sus hijos a la que suponían ser “la universidad de la Iglesia”: equívoco aberrante y nefasto, al que no le faltó la bendición de obispos complacientes...
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La Universidad Católica fue transformada en el reino de la confusión y la contradicción ideológica.
FUENTE: http://www.tradicionyaccion.org.pe/spip.php?article199

Niños homoparentales: utopía y realidad


Durante los últimos años una persistente propaganda quiso hacer creer que los llamados niños“homoparentales”, es decir criados por parejas del mismo sexo, se desarrollan igual que los hijos de familias normales. Pero ahora, la ciencia confirma las evidencias del sentido común y echa por tierra esa presunción.
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Mark Regnerus, profesor de Sociología e investigador asociado del Centro de Estudios de Población, Universidad de Texas
Una de las investigaciones más completas producidas hasta ahora sobre el tema es elEstudio sobre Nuevas Estructuras Familiares a cargo del Profesor Mark Regnerus, de la Universidad de Texas. La primera entrega de dicho trabajo, publicada en marzo de este año, ha revelado que, a diferencia de los niños educados en sus familias biológicas, los niños criados por padres homosexuales y lesbianas sufren en la edad adulta serias consecuencias negativas de carácter psicológico, emocional y hasta económico [1].
El Profesor Regnerus subraya las carencias en estudios más antiguos sobre los cuales se apoyan los militantes del homosexualismo, que reivindican para parejas del mismo sexo un supuesto derecho al matrimonio y a la adopción de niños. “La pretensión empírica de que no existe ninguna diferencia notable [entre paternidad homosexual y heterosexual] debe desaparecer”, concluye Regnerus en su trabajo, publicado por la revista “Social Science Research” [2].

Presiones seudo científicas a favor de la “homoparentalidad”

Estudios anteriores, hoy desacreditados, habían servido para obtener en varios países decisiones jurídicas a favor de adopciones de niños por homosexuales. Por ejemplo, en un caso visto por la Corte Europea de Derechos Humanos el año 2008, denominado “E.B. contra. Francia”, intervinieron grupos de presión defendiendo el “derecho” de parejas homosexuales a adoptar, basados en un informe de la Asociación Psicológica Norteamericana (APA, por sus siglas en inglés) del año 2005, según el cual no existiría “ninguna prueba científica objetiva que justifique un trato diferenciado” a parejas del mismo sexo que quieren adoptar, “ya que ... todos los estudios científicos serios han mostrado que los niños de padres homosexuales o lesbianas no son más susceptibles de sufrir problemas emocionales o de otros tipos, que los niños de padres heterosexuales”  [3].
De la misma forma, durante el tristemente célebre proceso “Karen Atala contra Chile”, un amicus curiae presentado por 16 grupos de presión argumentó ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que la Academia Norteamericana de Pediatría “reconoce que una cantidad considerable de literatura profesional proporciona evidencias de que los niños con padres que son homosexuales pueden tener las mismas ventajas y las mismas expectativas para la salud, adaptación y desarrollo que los niños cuyos padres son heterosexuales” [4].

La realidad se impone a la utopía

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Depresión y otros problemas psicológicos son mucho más frecuentes en niños homoparentales
Ahora, sin embargo, el exhaustivo estudio del Profesor Regnerus pulveriza este mito. Basado en el examen de aproximadamente 3000 adultos provenientes de ocho estructuras familiares diferentes, y respaldado por 40 criterios sociales y psico-emocionales de evaluación, concluye que los niños que crecieron en familias biológicamente intactas son en general mejor educados; tienen mejor salud mental y física; caen menos en las drogas; se envuelven menos en actividades criminales y se afirman felices, más frecuentemente que los criados por homosexuales.
Los resultados más negativos se refieren a niños procedentes de las llamadas “familias homoparentales” de lesbianas. Estos resultados contradicen discutibles informes según los cuales los niños criados por lesbianas se desarrollarían tan bien como los niños de familas normales, o hasta mejor que éstos. El estudio del Profesor Regnerus muestra los efectos negativos de este tipo de paternidad en 25 de los 40 criterios seleccionados para sus investigaciones. Por ejemplo, revela que al llegar a adultos losniños homoparentales han sido más frecuentemente víctimas de abusos sexuales (23% de los niños de madres lesbianas han sufrido abusos por un padre o un adulto, contra 2% de los niños de parejas normales);tienen menos salud física; quedan sujetos a depresión y caen en el consumo de droga con mucha mayor frecuencia que los niños normales, además de que no consiguen empleo: 69% de los niños de familias homoparentales lesbianas dependen de ayudas sociales, contra 17% de los que proceden de parejas casadas.
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Doctor Loren D. Marks, médico y Profesor de la División de Familia, Niños y Ciencias de Consumo de la Universidad de Luisiana
Esta investigación echa por tierra las conclusiones del tan publicitado informe de la APA, que pretendía que “Ningún estudio ha concluido que los niños de padres homosexuales o lesbianas tengan cualquier desventaja significativa en relación con los niños de padres heterosexuales”  [5].

¿Puede el árbol malo dar frutos buenos?

Los estudios anteriores comparaban los niños criados por homosexuales a niños que vivían otras situaciones anómalas (de familas “recompuestas”, o de padres solos). Las investigaciones del Profesor Regnerus, en cambio, los comparan sólo con niños criados por sus padres biológicos casados. Y sus conclusiones son mucho más realistas, porque se apoyan en informaciones proporcionadas por los mismos niños, y no sobre las suministradas —y tantas veces maquilladas— por sus padres.
Otro estudio reciente confirma que el controvertido informe de la APA no es confiable. Loren Marks, Profesor asociado a la Louisiana State University, después de una cuidadosa revisión de los 59 estudios en que se basó tal informe, concluyó que el mismo “no se justifica empíricamente”, pues adolece de serias deficiencias metodológicas, como la falta de muestras representativas y otras [6].
En resumen, el estudio de la Universidad de Texas demuestra que los niños adoptados por homosexuales sí sufren desequilibrios psicológicos y emocionales que afectan negativamente su vida adulta. Y no podría ser de otra manera, ya que “el árbol malo no puede dar frutos buenos” (cfr. Mateo 7, 18): la homosexualidad es un grave desorden moral, del cual no puede resultar ningún bien. Por esa razón, por el bien de nuestros niños, el Perú debe rechazar categóricamente cualquier intento de permitir adopciones a parejas del mismo sexo.

[2REGNERUS, Mark. How different are the adult children of parents who have same-sex relationships? Findings from the New Family Structures Study. Disponible en http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0049089X12000610 y en la edición impresa de "Social Science Research", vol. 41, No. 4, julio de 2012, pp. 752-770.
[3http://www.ilga-europe.org/home/how_we_work/litigation/ecthr_litigation/interventions/e_b_v_france_written_comments_of_fidh_ilga_europe_baaf_and_apgl_3_june_2005_adoption_by_lesbian_woman_as_an_individual, puntos 25 y 26.
[4http://www.iglhrc.org/binary-data/ATTACHMENT/file/000/000/564-1.pdf. La referencia es de AMERICAN ACADEMY OF PEDIATRICS. Coparent or Second-Parent Adoption by Same-Sex Parents, "Pediatrics", Vol. 109, No. 2, febrero de 2002, pp. 339 -340.
[5AMERICAN PSYCHOLOGICAL ASSOCIATION. Lesbian & Gay Parenting, Washington DC, 2005, p.15
[6MARKS, Loren. Same-sex parenting and children’s outcomes: A closer examination of the American psychological association’s brief on lesbian and gay parenting, "Social Science Research", Vol. 41, No. 4, Julio de 2012, pp. 735–751. Disponible enhttp://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0049089X12000580.

martes, 29 de julio de 2014

A esta gente hace Doctor Honoris Causa la ExPUCP


Según la misma Universidad del Fundo Pando, los Doctorados Honoris Causa son otorgados a personas que "con su obra y trayectoria personal honran a la cultura y la humanidad".Pues bien, hace algún tiempo esta universidad, sedicientemente católica, otorgó uno de esos grados honoríficos a Manuel Atienza Rodríguez.


¿Quién es este "doctor"?
Pues: 
-Un progre de izquierda (cómo no) de los que abundan en España
-Un radical opositor a la Iglesia Católica (para ello no duda en llegar a la difamación y la calumnia, o en usar la desinformación y la mentira)(*).
-Un defensor febril del crimen del aborto
-Un personaje para quien no hay problema en la clonación terapéutica.
-Un convencido defensor del "matrimonio" aberrosexual 
¿Hay acaso que decir algo más?
Todo muy "acorde" con el espíritu católico, ¿no?
Es decir, es un personaje que es todo un "modelo" a seguir para cualquier institución católica, y que "honra la cultura y la humanidad" (¡¿?!)
¿Qué vendrá después? ¿Distinciones para el ateo y cristianófobo Richard Dawkins?, ¿ para Inna y Alexandra Shevchenko, las putas mayores del asqueroso  FEMEN?, ¿para los dirigentes de Planned Parenthood?, ¿para los rojos y liberales que sentaron en el banquillo de los acusados al Vaticano en la ONU? Bueno, pero no nos extrañemos, esta Universidad caviar hace rato que ya no es católica (ahora  ni siquiera de nombre, según lo ha determinado la Santa Sede).
(*) En uno de sus artículos, por ejemplo, el español no tiene empacho en sugerir que la Iglesia valora positivamente al gobierno de Pinochet. 
Este señor tiene un libro titulado "La guerra de las falacias". El título, al parecer, se debe a que el autor lleva a cabo su guerra personal (a favor del aborto, la clonación, el "matrimonio" homosexual, y otras causas que "honran a la cultura y la humanidad") usando puras falacias, que son las que inunda su libro. En la obrita se recopilan varios de sus artículos, varios de ellos -cómo no- con ataques contra la Iglesia. Como dicen por ahí: "progre que come curas, aunque le quemen el pico". 

Para combatir a tu enemigo, primero tienes que conocerlo...


Un comunista es alguien que a leído a Marx, Engels, Lenin, etc...


Un anticomunista es alguien que los ha entendido...

Sobre el perdón y la justicia, por Juan Manuel de Prada


Publicamos a continuación dos interesantes artículos de Juan Manuel de Prada en los cuales trata el tema del perdón y su relación con la justicia. ¿Es justo perdonar a alguien cuando este no se ha arrepentido claramente de sus crímenes u ofensas? La respuesta es simple: No; eso sería una forma de injusticia. Importante tener en cuenta esto, ahora que está de moda la llamada "justicia transicional", tan publicitada por progres y caviares de todo tamaño.


Perdón y justicia

por Juan Manuel de Prada

Desde hace algún tiempo, se viene promoviendo el perdón de las víctimas a los terroristas que les infligieron un daño que, en términos humanos, sólo puede reparar la justicia. Se trataría, desde luego, de una empresa loable en quienes la auspician, y más loable todavía en quienes efectivamente perdonan, si no fuera porque en esta promoción del perdón pudiera ocultarse un menoscabo de la justicia. Trataremos de explicarnos.

Perdonar a quien nos ha infligido un grave daño es algo de naturaleza sobrenatural. Cristo nos dio el mandato de "amar al enemigo", una forma de caridad extrema que no encontramos en ningún otro código moral anterior al cristianismo: Confucio predica una benevolencia general con el enemigo que no es propiamente amor, sino más bien una táctica calculada de defensa y prudencia; Buda predica el amor a todos los hombres, aun a los más despreciables, pero dentro de un mandato general que se extiende también a los animales y a las plantas y que, a la postre, es más bien una especie de austeridad estoica que conduce a la supresión del amor por uno mismo; la ley mosaica, por su parte, nunca había extendido el precepto del amor al prójimo a los enemigos, como fácilmente se percibe en la parábola del buen samaritano. El mandato cristiano de amar al enemigo no se puede cumplir mediante el mero concurso de las facultades humanas; es sobrenatural, porque requiere el concurso de la gracia divina, porque la posibilidad de su cumplimiento no se halla en la mera naturaleza humana.

Pero la exigencia de la reparación es de un orden distinto al del perdón; y se puede exigir reparación y al mismo tiempo perdonar. Pues lo que el mandato cristiano exige es amar al enemigo, no amar la injusticia que el enemigo ha cometido. Pensar que el perdón anula la exigencia de reparación es hacer agravio a la conciencia, al orden y al bien común; y perdonar sin exigencia de reparación es peor que no perdonar, porque mantiene al ofensor identificado con la ofensa. Por eso no puede haber perdón si no hay un arrepentimiento sincero y un deseo de reparación a través de la penitencia; y, faltando estos requisitos, ni Dios mismo puede perdonar. Esto que afirmamos se percibe muy claramente en la relación de Cristo con Herodes, a quien evitó ver siempre que pudo; y ante quien calló con desprecio cuando lo obligaron a verse con él (a pesar de que, si no hubiese callado, tal vez Herodes habría podido salvarle la vida). Cristo no perdonó a Herodes la muerte de su primo, el Bautista, por la sencilla razón de que Herodes no se había arrepentido. Si lo hubiese perdonado, habría cometido una injusticia y una irracionalidad; y Dios, que es todopoderoso, no puede sin embargo ser injusto ni irracional.

En efecto, cuando perdonamos al injusto que no se ha arrepentido de la injusticia cometida, hacemos nosotros mismos una injusticia y nos convertimos ipso facto en injustos. Cuando quien nos ha ofendido se mantiene identificado con la ofensa (o justifica tal ofensa con razones políticas de las que no reniega), se mantiene en un estado de desorden que le impide recibir el perdón. Una injusticia no reparada destruye la convivencia y es el peor mal social, peor incluso que la guerra; y el perdón que se exige o se presta a expensas de la justicia reparadora, lejos de cerrar las heridas, las abre todavía más. Resulta, cuanto menos, paradójico, que una época como la nuestra, que niega la acción sobrenatural en nuestras vidas, promueva a la vez el perdón al enemigo, que es algo que no está en la mera naturaleza humana cumplir. De donde uno tiende a sospechar que, promoviendo este perdón, se puede estar promoviendo la injusticia.




Tergiversaciones

por Juan Manuel de Prada

Publicaba ABC un artículo de don Nicolás de Arespacochaga en el que se me acusaba calumniosamente de «tergiversar» el «mensaje» de Jesucristo. Don Nicolás, que se declara partidario de una «flexible y tolerante» forma de entender tal «mensaje», según las «distintas formas de pensar, distintas educaciones y circunstancias personales» (confesión de parte en la que el Verbo de Dios queda reducido a un «mensaje» que admite pluralidad de interpretaciones, según la coyuntura), consideraba que afirmar que el mandato evangélico de amar al enemigo es «imposible sin un concurso sobrenatural» constituye una «tergiversación», porque no cree que «Jesucristo nos dé mandatos que no seamos capaces de cumplir». ¡Naturalmente! Jesucristo lo que hace es dispensarnos la gracia para que cumplir tal mandato no nos resulte imposible. Pero amar al enemigo sin el concurso de la gracia resulta imposible, puesto que no se halla entre las tendencias naturales del ser humano, que son la conservación propia, la propagación de la especie y la vida comunitaria. Amar al enemigo atenta contra tales tendencias naturales; y sólo puede lograrse mediante el concurso sobrenatural de la gracia, que no es -¡por supuesto!- una especie de deus ex machinaque opere al margen de nuestra naturaleza humana, sino un don que actúa sobre ella, sanando nuestra condición pecadora.

También considera don Nicolás que tergiverso el «mensaje» de Jesucristo cuando afirmo que «no puede haber perdón sin arrepentimiento». Para don Nicolás -como para Renan-, el «mensaje» de Jesucristo es «la maravillosa, sublime, perfecta idea» del «perdón incondicional, sin requisitos previos a cumplir por la otra parte», que hallaría su expresión máxima en la frase que Cristo pronuncia en la Cruz: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Sin embargo, en esta frase Cristo no perdona a quienes lo están matando, sino que intercede ante el Padre para que lo haga; y esa intercesión sin duda rindió sus frutos, como se percibe en la exclamación arrepentida del centurión. Cristo no pidió perdón incondicional para todos los que participaron en el crimen del Calvario, ya que esto sería inconsecuente con la justicia de Dios y con la libertad del hombre. Cristo murió para que la justicia y la misericordia de Dios, juntas, ofrecieran perdón al hombre que libremente lo busque. Dios sólo perdona a quienes se acercan a Él con fe; no a una multitud amorfa que no desea ser perdonada. Afirmar lo contrario es tanto como sostener que los actos humanos resultan indiferentes ante Dios; y, por lo tanto, que el sacrificio redentor de Cristo fue superfluo o estéril. Una cosa es el amor incondicional de Dios, que se ofrece en el madero para salvación de los hombres; y otra muy distinta que ese amor sea acogido o rechazado por cada uno de nosotros. Si ese amor es rechazado (esto es, si no hay arrepentimiento), el hombre no puede obtener el perdón de Dios. Como nos recuerda José Ignacio Munilla, «la presentación del amor incondicional de Dios a modo de un indulto general indiscriminado no solamente choca con los abundantes pasajes evangélicos que hablan de la posibilidad real de la perdición del hombre, sino que tampoco se compagina con la imagen de un Dios que respeta la libertad y la dignidad del hombre. Siendo cierto que la voluntad de Dios es que todos los hombres se salven, sin embargo, para ello es necesario que cada uno coopere libremente, abriéndose a la gracia de la conversión».

Afirmar que el perdón de Dios es incondicional es una grave tergiversación del Evangelio; claro que, cuando al Verbo de Dios se le reduce a un mero «mensaje» (esto es, una predicación virtuosa), todas las tergiversaciones son posibles.