jueves, 29 de mayo de 2014

La traición de Juan Carlos


Traición.
Jakim Boar.
España a la muerte de Franco estaba en uno de los momentos más álgidos de su historia y su recuperación después de la República y Guerra Civil había sido vertiginosa. Tenía niveles de convergencia económica con Europa que solo han podido compararse con los que se han alcanzado en la era del 2000 y era un país prospero. Pero el fallecimiento de Franco tendría consecuencias nefastas para España.

La transición española fue un mar de desconcierto, de errores y de temores en los que se permitió desde la legalización y vuelta del Partido Comunista hasta la excarcelación de genocidas como Carrillo sin ser juzgado o la excarcelación de asesinos etarras tratando a estos de presos políticos. Los socialistas volvieron con toda libertad a España, a pesar de sus latrocinios y crímenes en la guerra y República, y para colmo llegaban como los auténticos demócratas y salvadores, creando la mítica y falsa historia de que la Segunda República había sido un gobierno legal disuelto por un golpista: Franco. Tal fue el caos producido durante la transición en nuestro país que los militares el día 23 de Febrero de 1981 llegaron a pensar que España volvía a tambalearse como en 1936. Este triste y erróneo acontecimiento precisamente llevó al poder al PSOE y etiquetó a Franco ante las nuevas generaciones como un golpista tipo Tejero. En este episodio se encuentra envuelta en una trama oscura y aún sin resolver, pero que sin duda es la mayor traición al Generalísimo.

Franco era monárquico hasta la médula, tanto que en su gobierno, España siguió siendo un reino y llevó a la bandera nacional el estandarte de los Reyes Católicos como escudo: el águila de San Juan. Su estrecha amistad y lealtad a Alfonso XIII, padrino de su propia boda, y su enemistad con Don Juan, llevó su decisión de tomar como sucesor a Juan Carlos I, al que además le tomó un especial cariño y trató como a su propio hijo. Don Juan en el exilio, como enemigo de Franco, había entablado amistad con los enemigos del régimen: los huidos socialistas y comunistas. Pero el cariño y generosidad de Franco que tuvo con Juan Carlos no fue suficiente. El Rey Juan Carlos golpeó sobre el Generalísimo, una vez muerto.

Todo esto se demostró el 23F. Un golpe que probablemente diseñó y sin duda protagonizó el propio Rey Juan Carlos ante las evidencias y testimonios que dejaron los militares acusados en el juicio. Pero ¿con que fin el Rey diseñaría un golpe de estado?. Precisamente con el fin de descabezar definitivamente la cúpula militar franquista, aún muy poderosa y así acabar completamente con el régimen del Caudillo. Y así se logró, todos los militares más importantes, fieles a su patria y a su rey cayeron en desgracia y el Rey Juan Carlos ganó una popularidad enorme entre los políticos y sobre todo la confianza de los socialistas tan amigos de su padre. También ganó popularidad frente a la población con su actuación en TVE proclamando como malos de la película a los militares. La maniobra que realizó fue hacer creer a los militares que España estaba en una situación insostenible y que él iba a apoyar un alzamiento, para más tarde echarse atrás abandonando a los militares y dejarlos entre rejas.

Este golpe además tuvo un doble efecto y causó la victoria total del PSOE en las siguientes elecciones, ya que la población temerosa de la vuelta de los “malvados militares” al poder, votaron a los “salvadores y demócratas socialistas”. Un golpe perfectamente orquestado que dejó entre barrotes, engañados y traicionados a grandes patriotas como Tejero o Milans del Bosch. También se consiguió que en España se exterminase definitivamente uno de los poderes de la nación: el militar. En la actualidad han sido eliminados además otros poderes como el religioso y ahora quieren acabar con el judicial, quedando como único poder el político. España después de este golpe ha quedado a merced e indefensa de los políticos que han montado su dictadura y tienen bajo su mando a militares, policía, jueces y civiles, y que intentan cada día laminar aún más los poderes e independencia de la Iglesia Católica, una institución que representa nuestra propia sangre. Tal fuerza tiene ahora el poder político que seguramente en un futuro no muy lejano podrán violar un resultado electoral y será prácticamente indetectable, nuestro sistema se corrompe por momentos.

Que más se puede decir de un rey como Juan Carlos I, del que Zapatero ha calificado como “un rey muy republicano”, que acepta los insultos en Vascongadas y Cataluña o que ni se inmuta ante la posible desmembración de nuestra nación. Un rey que no mueve un dedo por la unidad de su país, no defiende su propia Constitución y va dejando que lentamente los separatistas se crean amos y señores de sus territorios. Este monarca deja que se atente impunemente contra la figura del Caudillo, olvidándose que Franco fue quién restauró la monarquía en nuestro país, la misma que habían eliminado socialistas y comunistas exiliando a un amenazado de muerte Alfonso XIII y burlándose de la voluntad de un pueblo mayoritariamente monárquico.

Según la constitución española de 1978 “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado” y “Corresponde al Rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas”, por ahora no hemos visto que el Rey asuma estas obligaciones, ya que las instituciones españolas no funcionan regularmente y muchas incumplen la Constitución como las instituciones públicas vascas o catalanas. Por poner un ejemplo, la Constitución obliga a las instituciones autonómicas a poner en sus edificios la bandera española junto a la de la comunidad autónoma, nunca una bandera de una comunidad puede ondear ni representar nada sin estar junto a la bandera española, y esto no se cumple en muchos territorios de nuestro reino.

Si el Rey de España representa la unidad nacional y tiene autoridad, pero no hace nada por preservarla, no sólo estará traicionando a todos los españoles, sino que estará traicionándose a sí mismo y a toda su dinastía. Permitiendo y firmando la ley del matrimonio homosexual se ha cometido una traición a la Iglesia Católica estandarte de todos los reinos y reinados de España, y se ha violado la propia Constitución Española. El 23F se cometió una traición a Franco y a diario se comete traición a todo lo que el Caudillo representó con la injuria por delante. Francisco Franco regentó un gobierno absolutista pero fue igual de absolutista y no menos glorioso que los reinados del mismísimo Carlos V o Isabel y Fernando, por tanto la figura de Franco merece un respeto y un lugar en nuestra historia, ya que además fue el pueblo español quien luchó y dio su sangre por la victoria de Franco. Pero parece que al monarca Juan Carlos se le haya olvidado quien le dio la llave de su Corona y esto en castellano puede llamarse cobardía, ingratitud o directamente traición.

TOMADO DE: Traición

jueves, 22 de mayo de 2014

Padres del Concilio V2 silenciados. La libertad religiosa de la "Dignitatis Humanae" es contraria a la doctrina de la Iglesia


28 INTERVENCIONES

EN DEFENSA DE LA FE CATÓLICA

HECHA POR OBISPOS FIELES A LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

DURANTE  EL VATICANO II


Sintetizamos algunos discursos de prelados católicos, hechos en el Vaticano II, que no fueron oídos, ni atendidos por los que regían las comisiones conciliares entregadas por los “papas” a enemigos de la fe:

 1. Cardenal Eurico Dante, de la Curia Romana

    “La Declaración sobre la libertad religiosa insinúa que la Religión Católica debe ser propagada por el Derecho común. Es lo que, en el siglo pasado, afirmaron Lamennais y Montalembert, según los principios del Liberalismo. La Declaración de la Revolución Francesa afirmaba: ‘Nadie puede ser perseguido por causa de sus opiniones religiosas, a no ser que la manifestación de ellas perturbe el orden público’. Son equívocos los límites de ese derecho. En el Estado Cristiano, los términos paz, derecho de los ciudadanos, moralidad pública tendría sentido honesto y racional. En los no cristianos, sin prescindir tal vez del Derecho natural, el sentido será genérico; ellos podrán ser instrumentos de tiranía contra la Iglesia. En el Estado comunista, el sentido será diferente; los limites impuestos serán contra el Derecho Natural”.

 2. Cardenal Alfredo Ottaviani, de la Curia Romana

     “Siempre tuvo vigencia en la Iglesia la doctrina según la cual nadie debe ser obligado a la Religión católica. Pero es exagerado afirmar quien erra de buena fe merece estima y honra. Es digno de tolerancia, de caridad; no de honra. Debemos hacer una Declaración sobre la libertad de los que profesan la Revelación divina; no apelar solo a los derechos naturales, sino también a los sobrenaturales. Debemos obedecer más a Dios que a los hombres. Aquí no estamos en un Congreso de Filosofía Natural sino en un Concilio de la Iglesia Católica; queremos profesar la verdad ca­tólica. Debemos tener siempre presente que nuestra consciencia tiene el deber de conformarse con la ley divina universal. No me agrada la afirmación de la incapacidad de los hombres del Estado para juzgar sobre la verdadera religión. Por ese principio deberían ser anulados nuestros concordatos. No me agrada la afirmación sobre la libertad de propaganda de las falsas religiones”.

3. Cardenal Alfredo Ottaviani, de la Curia Romana (Segundo discurso)

     “Fundamentar la libertad religiosa en la dignidad del hombre significa colocar a la Iglesia de Cristo en la misma condición que las falsas religiones. La Decla­ración debe tratar de la verdadera Iglesia, la de Cristo; no de cualquier otra. No existe igualdad entre lo verdadero y lo falso; entre la consciencia cierta y la errónea. La Declaración coloca en el mismo plano elementos contrarios. Ella recomienda que pueda ser tolerado. No es prerrogativa de la dignidad humana enseñar el error. Se debe distinguir entre la coacción física, la moral y la obligación. La obligación es impuesta por Dios y por la Iglesia. Las citas hechas de las Escrituras fueron hechas en sentido unilateral. El Magisterio de los papas no fue considerado. En este asunto se debe respetar una jerarquía de valores;“obedecer antes a Dios que a los hombres”.

 4. Cardenal Ernesto Ruffini, arzobispo de Palermo

“Es necesario distinguir entre libertad física o psicológica y libertad moral. Solo a la verdad compete la libertad moral. Como la verdad es solamente una, una sola es también la religión verdadera. Solo a esta compete “per se” el derecho a la libertad. El Concilio no puede urgir únicamente la observancia de los artículos 18-20 de la Declaración de los Derechos Humanos sobre la libertad de culto para individuos y sociedades, para la paz social. Las autoridades civiles tienen la obligación de prestar el culto debido a Dios, dentro de los límites permitidos por las circunstancias. Ellas tienen el deber de defender, de auxiliar y de favorecer la religión verdadera. No basta afirmar que nada impide que la autoridad civil en determinadas circunstancias, reconozcan jurídicamente una religión.  La Declaración debe ser rehecha totalmente”.

 5. Cardenal Giuseppe Siri, arzobispo de Genova

     “No podemos defender lo que va contra el proceder de Dios; la Declaración reivindica la libertad religiosa para todas las comunidades religiosas, lo mismo para las que estánlejos del orden natural y lo contradicen. Dios tolera, mas no aprueba el abuso de la libertad. Él lo castiga. Como sucesores de los Apóstoles, tenemos que defender a ley divina. La Declaración no puede ser aceptada porque concede libertad religiosa para todos”.

6. Cardenal Arriba y Castro, arzobispo de Tarragona, España

     “Solamente la Iglesia de Cristo tiene el derecho y el deber de predicar el Evangelio de Cristo. Es ilícito el proselitismo de los no católicos. Debe ser impe­dido por la Iglesia y por la autoridad civil, de acuerdo con el bien común. Que el Concilio no decrete la ruina del Catolicismo donde él es la única religión. Si todas las religiones son iguales, se debe concluir que ninguna de ellas es de interés. La religión verdadera no debe ser impuesta por la fuerza. Los no católicos tienen apenas un derecho a un culto privado”.

7. Cardenal Thomas Cooray, arzobispo de Colombo, Ceilán

     “Nuestro deber es defender la libertad de acuerdo con la verdad. Los límites del derecho a la libertad religiosa se originan de la verdad objetiva. Contra ella no puede existir derecho a la libertad de acción ‘per se’, ni ‘in re physica’, mucho menos, en materia dogmática. La norma del hacer moral y la norma jurídica solo tiene valor si es  fundada en la verdad objetiva. Esto para conservar intacta la doctrina de la Iglesia Católica sobre la única verdadera religión, sobre l a única Iglesia de Cristo”.

8. Cardenal Michel Browne, de la Curia Romana

Cardenal Michel Browne a la dcha. de la foto
     “En abstracto, es evidente que no son iguales los derechos sociales funda­dos en la consciencia individual recta, pero errónea, y en la consciencia individual recta y verdadera. Se resuelve así la dificultad deducida de la Encíclica ‘Pacem in terris’ (de Juan XXIII,). Pio XII, en la Alocución a los prelados de la sagrada Rota, en 1945, enseñó una norma doctrinaria diferente de la que está en la Declaración. La libertad de consciencia en la sociedad no se funda en derechos de una consciencia individual; se funda en el bien común universal.

9. Dom Frederico Melendro, arzobispo de Huai-ning, China

     “La libertad religiosa no contribuye a la unidad de los cristianos. En la Declaración el orden objetivo queda subordinado al orden subjetivo. Los hombres son apenas ‘convidados’ a abracar la fe; ellos están obligados a esto por precepto divino”.

 10. Dom John Ambrose Abasolo y Legue, arzobispo de Vijayapuran, India

     “En materia religiosa la cuestión es más de deber que de derecho. Es de los deberes para con Dios que se deducen los derechos del hombre. No toda consciencia goza de los mismos derechos. Los derechos de una consciencia verdadera y recta son superiores a los de una consciencia invenciblemente errónea”.

11. Dom Gregorio Modrego y Causaus, arzobispo de Barcelona

descarga (1)

    “El ejercicio de la libertad solo puede ser de acuerdo con las exigencias de la dependencia de Dios. No se puede concebir verdadero derecho natural a la libertad fuera de esos límites. El bien máximo de la sociedad es adherirse  a la verdad religiosa. El Estado no puede ser indiferente a los errores en doctrinas religiosas. La Escritura citada por la Declaración no prueba el derecho natural a la plena libertad religiosa.Los textos citados solo se refieren a la religión verdadera. El Antiguo Testamento prohibió el culto de los ídolos; y estableció penas severas para los transgresores de esa ley. El Magisterio de la Iglesia Católica siempre insistió a los gobiernos contra la propagación de religiones no católicas”.

12. Dom Juan Carlos Aramburu, arzobispo de Tucuman, Argentina

     “Si el poder civil puede prohibir el ejercicio de la religión, por razón del orden público y no por las razones de la religión verdadera, de la verdadera paz publica, la legítima y natural, puede también, a su libre arbitrio, juzgar que la paz pública es perturbada ycondenar la predicación de la  religión verdadera como ilegítima. En países comunistas y paganos eso ocurre. El poder civil podría juzgar ilegítima la acción misionera de la religión verdadera de Jesucristo”.

13. Dom Custodio Alves Pereira, arzobispo de Lorenzo Marques, Mozambique

     “La Declaración coloca la verdad y el error en el mismo nivel. La Iglesia de Cristo, Maestra de la Verdad, no puede ser colocada en la misma línea que las religiones falsas. La Declaración es un absurdo. Ella equivale a declarar que la Iglesia verdadera, la de Cristo, es una entre muchas falsas existentes en el mundo. No se puede admitir que negar ese derecho a la libertad religiosa sea injuria hecha al hombre”.

14. Mons. Segundo García de Sierra y Méndez, arzobispo de Burgos, España

     “La Declaración no puede ser aprobada e su substancia, por su método y por sus principios. Ella pretende conciliar el derecho exclusivo de la Iglesia verdadera, con una libertad a todos, para anunciar la verdad revelada. El derecho de la Iglesia Católica se funda en su misión divina y en la verdadera dignidad del hombre. Uno es de derecho sobrenatural y otro es de orden natural. Es oportunismo querer fundar ese derecho en los deseos de libertad del mundo actual. La Declaración favorece el Indiferentismo y el Estado neutro. Ella es contraria a la doctrina católica. Ella concede los mismos derechos al proselitismo para los errores y al proselitismo a la verdad. Este asunto debe ser tratado no para agradar a los hombres; sino para agradar a Dios”.

15. Mons. Marcel Lefebvre, arzobispo Superior de la Congregación del Espíritu Santo

     “La libertad no es absoluta; no puede ser ejercida indiferentemente para el bien o para el mal. Y debe distinguirse entre actos religiosos internos y externos. Los externos están subordinados a los poderes civiles. El dictamen de la consciencia no es el criterio último de la moralidad objetiva de los actos humanos. Las normas de la Moral están vinculadas a los preceptos religiosos. Presentar la voz de la consciencia individual como la voz de Dios coloca en peligro el celo de la Iglesia ligado a la fe  universal.

16. Mons. Marcel Lefebvre (segundo discurso)

     “Esta doctrina de la Declaración tuvo inicio en los filósofos Hobbes, Rousseau, Locke… Los papas – especialmente Pio IX y León XIII – condenaron esta doctrina de la Declaración. Las aprobaciones que ella recibe de los no-católicos son significativas. Cae por tierra la argumentación de la Declaración con la definición de los conceptos de libertad, de consciencia, de dignidad del hombre. Ellas no pueden ser definidas con relación a ley divina. Solo la Iglesia verdadera tiene derecho a la libertad religiosa porque solo ella confiere dignidad al hombre. A las falsas religiones, es necesario examinar las cir­cunstancias, caso por caso”.

17. Mons. Adam Kozlowiecki, arzobispo de Lusaka, Zambia

     “No se puede aceptar un valor vago atribuido a la dignidad humana. Él se presta a interpretaciones en sentido contrario a la verdadera Iglesia. No se puede insistir en el derecho a libertad del hombre sin acentuar los derechos del Dios verdadero sobre el hombre”.

18. Dom Antonio de Castro Mayer, obispo de Campos, Brasil

     “La Declaración peca en puntos fundamentales como la igualdad de derechos entre religiones falsas con la verdadera. Solo la verdadera tiene el derecho de ser profesada públicamente. Los derechos no son los mismos. La naturaleza humana, cuya dignidad se invoca, se perfecciona solo con la adhesión al verdadero bien; la dignidad humana no es salvaguardada por la adhesión al error, aún de buena fe. Las relaciones entre la religión verdadera y la sociedad civil se rigen por la ley natural y por la ley positiva revelada por Dios. Ora es ley de Dios que todos abracen la religión verdadera. Luego, el estado no puede favorecer las religiones falsas. Nadie es condenado sino por su propia culpa. La Declaración extiende, latitudinariamente, el Derecho a la verdad y a los errores. Coloca el bien común como perfección del hombre, y a la libertad de los errores como auxilio para esa perfección. Ella concibe la dignidad del hombre de modo falso: pretende, erróneamente, la libertad de acción por derecho y no por mera posibilidad ontológica. La Declaración coloca un estado cuya estructura jurídica no se deriva de la verdad natural, ni de la verdad revelada que manifiesta las leyes de Dios y, de modo positivo, concede derechos a las religiones falsas”.

19). Dom Giovanni Canestri, Obispo auxiliar de Roma

     “La Declaración debe ser corregida en muchos puntos para que no cause equívocos y no tenga consecuencias funestas. Contiene afirmaciones inexactas, genéricas, superfluas, obscuras. No se puede condenar cualquier proselitismo; sino el ejercido de modo deshonesto. Debería proclamar, de modo inequívoco, el Derecho de la Iglesia en cuanto religión verdadera”.

20. Dom Anastasio Granado García, Obispo auxiliar de Toledo

     “Es nueva en la Iglesia la doctrina según la cual todos los grupos religiosos tienen estricto derecho de propagar sus doctrinas, sean ellas verdaderas o falsas. La doctrina tradicional afirma que solo existe derecho para la verdad y que el error puede ser tolerado. Esta nueva doctrina se opone directamente a la doctrina de Pio XII en la Alocución ‘Ci riesce’. Ella pasa, ilícitamente, del orden subjetivo al objetivo. Ella contradice el propio concepto de libertad religiosa que expone”.

21. Dom Angelo Teniño Saiz, Obispo de Orense, España

     “En el campo de la Religión, en primer lugar, es necesario saber si Dios habló claramente, indicando la manera de ser venerado por los hombres. Es in­juria a Dios someterlo a la razón humana; los que creen en Dios y aceptan  su Palabra a los que no creen. La Declaración debe ser radicalmente reformada porque esta fundada en la equiparación de todas las religiones en la sociedad. Si, para el bien común de la Iglesia, fuera conveniente conceder mayor libertad en materia religiosa, esto debe ser hecho según la genuina doctrina de la Iglesia y no según los principios falsos de un Hu­manismo que, en materia religiosa, considera al hombre como la norma suprema”.

22. Dom Ubaldo Evaristo Cibrián Fernández, prelado nullius de Coro-Coro, Bolivia

     “La Declaración no puede ser aprobada. Ella no se funda en principios doctrinarios verdaderos. O, por lo menos, no son expuestos rectamente. Ella procede de modo demasiadamente filosófico y racionalista. Ella ignora o menosprecia el Magisterio ordinario de la Iglesia; de modo princi­pal, el del Pontífice Romano. Ella confunde la verdad absoluta de los principios como su aplicación práctica”.

23. Dom Juan Bautista Velasco, Obispo (expulsado) de Hsiamen, China

     “La Declaración contradice la doctrina secular de la Iglesia. Está im­pregnada de Legalismo. Puede causar el Pragmatismo, el Indiferentismo, el Naturalismo religioso. Enseña, en materia de Fe, el Subjetivismo. No distingue entre los Derechos de la verdad y los del error. No les dieron oído a las observaciones de los padres conciliares que, en consciencia, acreditan la falsedad de los principios fundamentales de la Declaración”.

24. Dom Emilio Tagle Covarrubias, Obispo de Valparaíso, Chile

     “En la Declaración se encuentran contradicciones. Ella muestra favoritismo excesivocon relación a las religiones falsas. Causa el peligro del Indiferentismo y del liberalismo. Solo la religión verdadera tiene derecho la libertad religiosa. Las falsas, según las circunstancias de hecho y las exigencias del bien común, pueden apenas ser toleradas”.

25. Mons. Abilio Del Campo y de La Bárcena, Obispo de Calahorra, España

     “La Declaración tiene sentido de humanismo naturalista. Ella no define, la verdadera dignidad del hombre. En la presente economía de la salvación, no se debe hablar de la naturaleza humana como tal, por la elevación al estado sobrenatural. La Declaración no habla de los Derechos de Dios. La libertad religiosa, proclamada y reconocida en las Constituciones civiles, son hechos que no pueden regir los principios doctrinarios de la Iglesia. El Concilio católico no toma esas Constituciones como fuentes de la doctrina católica. Si los católicos tienen el derecho y el deber de defender la Fe católica, no se puede conceder a los acatólicos el derecho de enseñar. La Declaración favorece el Subjetivismo religioso y la Moralidad de Situaciones, dado que Religión y Moral están ligadas íntimamente. Condenar toda coacción en materia religiosa es peligroso para el ambiente de la familia, para la educación cristiana de los hijos, el tesoro del cristianismo guardado durante siglos”.

26. Dom Primo Gasbarri, Obispo administrador apostólico de Grosseto, Italia

     “La Declaración abre camino al Liberalismo, el Laicismo, el Indiferentismo, el Irenismo, el Existencialismo, la Ética de Situaciones. Ella no distingue entre el Derecho verdadero, en armonía con el derecho natural y el Derecho positivista. Ella atribuye el mismo Derecho a la verdad y al error. Ella no está de acuerdo con la Doctrina tradicional de los Sumos Pontífices”.

27. Mons. Thomas Muldoon, Obispo auxiliar de Sídney, Australia

     “La Declaración trata del aspecto jurídico-civil de la cuestión, pero omite el aspecto teológico-moral. Los católicos tendrán dificultad en aceptarla; los no-católicos harán falsas interpretaciones”.

28. Mons. Paulo Muñoz Vega, Obispo auxiliar de Quito, Ecuador

     “La Declaración carece de fundamento teológico; mira la situación de pluralismo religioso, en abstracción jurídico-filosófica, deja de lado la realidad sobrenatural y las consideraciones teológicas. Mira apenas el aspecto jurídico-social. La Declaración no tiene la característica de documento de un Concilio católico. Ella debe definir el derecho del hombre a la libertad prometida por Cristo y garantizada por Dios. El Derecho a la libertad religiosa tiene por fin facultar al hombre seguir su vocación sobrenatural”.
Este compendio de palabras de los cardenales, arzobispos y obispos cató­licos demuestra, de modo super-evidente, la herejía del Vaticano II y de sus papas. Esta Declaración es la base del Ecumenismo, de la Colegialidad, del culto del hombre, de la misa popular. Ella muestra la herejía del Indife­rentismo religioso y, base de la herejía del Agnosticismo, común a todos esos errores. Estos y otros obispos no fueron oídos! Más no es la mayoría numérica de votos que altera la fe universal de la Iglesia. La autoridad de esos prelados fieles demuestra, de modo clarísimo, la naturaleza falsa del Vati­cano II y de sus papas. El conjunto de esas palabras forma un discurso irrefutable al ser meditado por todos. Ella aclara las herejías del Vaticano II y de sus papas. Muestra que tal Concilio e obra de los miembros de las so­ciedades secretas, que son enemigas de la Iglesia y del Estado Católico.
     “De ningún modo es lícito defender la libertad religiosa como se fuera uno de los derechos que la naturaleza dio al hombre”. (León XIII — Encíclica Libertas)
TOMADO DE: Tradición Digital

viernes, 16 de mayo de 2014

El mundo moderno: una farsa


Todos coincidimos en que la tiranía sólo aparece cuando la sociedad se convierte en un lodazal de corrupción e inmoralidad. Es una ley histórica en la que no encontramos ni una sola excepción.
Un pueblo que no pierde sus principios morales, genera una atmósfera de virtud que no deja a esas plantas florecer. Nunca un pueblo con moral tuvo tiranos y nunca ninguno corrupto dejó de tenerlos.

Santo Tomás de Aquino escribió que "las leyes injustas no son leyes, son la violencia y la fuerza", es nuestro deber de luchar contra ellas, cambiarlas y cambiar el sistema que las impone. El liberalismo hace leyes injustas, porque no pueden hacer otra cosa. Trata de garantizar con ellas el funcionamiento de una sociedad cuya máquina ha desmontado y no puede encontrar otra manera de poner las piezas que estaban fuera de lugar.

Los tradicionalistas denuncian este sistema y no están dispuestos a caer en la mera objeción de conciencia. Esta se refleja en el abandono de la lucha por lograr leyes justas, lo que hace la conciencia tranquila, pero sin cuestionar la causa de tales leyes, no socavando el sistema que necesariamente las genera. Este es el mayor pecado del mundo conservador: escandalizarse con los efectos, sin nunca entrar en la esencia de las causas.

El sujeto de los derechos y deberes es la persona, nunca la naturaleza.
 No se puede hablar de los derechos humanos universales, sino en los derechos concretos de cada persona. El derecho natural crea un orden relativo a la naturaleza humana que se impone como un conjunto de deberes a las personas. Los Mandamientos de la Ley de Dios se formulan como deberes y no como derechos: deberes de las personas y respeto a la naturaleza.

La Declaración de los Derechos Humanos es una farsa, pretende atribuir derechos a la naturaleza como reflejo de esos deberes, confundiendo la naturaleza individual con la persona, basando los pretendidos derechos en una dignidad natural inexistente.

VERSIÓN ORIGINAL DE: Prometheo Liberto

 (traducción nuestra)

La Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU ante la moral católica

El siguiente documento, aunque de los años ochenta y hace referencia a textos y magisterio postconciliar (y, por lo tanto, no tiene un acercamiento tradicionalista), es un texto crítico a la tan mentada Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU (1948), que, en realidad, no es más que una declaración de derechos basada en una ideología específica: la ideología liberal, por lo cual, más precisamente, debería ser llamada Declaración de derechos liberales. En esta Declaración (como del artículo que publicamos se puede inferir) aunque se quiere presentar a los "derechos humanos" (liberales) como universales y naturales, no se hace ninguna referencia importante a la naturaleza ni menos al derechos natural (ni qué decir del divino), todos dejados de lado y obviados completamente.


La Declaracion de Derechos Ante La Moral Catolica by xto_rex

jueves, 15 de mayo de 2014

El millón contra el "gaymonio" encubierto

Noticia tomada de RPP

Reúnen un millón de firmas en contra de unión civil homosexual

El congresista fujimorista Julio Rosas Huaranga anunció en conferencia de prensa larecolección de un millón de firmas en contra del proyecto de ley que propone la unión civil entre personas del mismo sexo.

"El millón de firmas es una realidad", manifestó el parlamentario de la bancada de Fuerza Popular, acompañado de representantes de instituciones religiosas y de la Coordinadora Nacional Pro Familia.

El legislador, que profesa la religión evangélica, defendió esta iniciativa, alegando que así se busca proteger a la "familia tradicional". 

"Más del 80 % de peruanos reconoce a la familia que está conformada por el matrimonio entre un hombre y una mujer. Así hemos vivido históricamente y seguiremos viviendo en el país", expresó. 

Rosas aprovechó para rechazar que los detractores de la unión civil sean calificados como homofóbicos, entre otros apelativos. 

"Tenemos que tener cuidado. No podemos aceptar que nos llamen homofóbicos, tampoco heterofóbicos, tampoco teofóbicos; al contrario, amamos a todas las personas", manifestó. 


Lo que también se debería hacer es presentar firmas indicando que todos los suscritos NO VOTARAN por ningún congresista que eventualmente dé su voto aprobatorio a este despropósito llamado "unión civil" (sodomítica). Solo así, sabiendo que sus actos negativos pueden traerles consecuencias negativas (no reelección) los sinvergüenzas y comehechados que tenemos en el Congreso van a pensarlo dos veces antes de dar su aprobación a leyes que están abiertamente en contra del derecho natural, la razón, la moral y los valores y costumbres del pueblo peruano.

Nota.- Lo único malo aquí es que debería darnos vergüenza que sean los cismáticos herejes de las sectas evangélicas los que nos estén dando el ejemplo a los católicos de cómo se deben defender los verdaderos valores familiares. Solo hay tibieza en los católicos, y temor a ofender o a ser tachados de "intolerantes" o "extremistas" (como si eso importase sabiendo que esos son insultos baratos y palabras comodín para la descalificación fácil; además, poco habría de importar sabiendo de quiénes vienen esos insultos). Parece que muchos católicos no conocen, se han olvidado, no les importa o no están de acuerdo con los que dijo +NSJC+ en Mateo 10:34-36. Bueno, pero qué se puede esperar si la Cabeza terrenal, sobre estos temas, ha confesado que él "no es nadie para juzgar". 

Sobre el indiscutible imperio de Cristo sobre los gobiernos temporales


Carta Encíclica Quas Primas, de S. S. Pío XI, sobre la Fiesta de Cristo Rey:

"(...)Lo que al comenzar nuestro pontificado escribíamos sobre el gran menoscabo que padecen la autoridad y el poder legítimos, no es menos oportuno y necesario en los presentes tiempos, a saber: «Desterrados Dios y Jesucristo lamentábamos de las leyes y de la gobernación de los pueblos, y derivada la autoridad, no de Dios, sino de los hombres, ha sucedido que... hasta los mismos fundamentos de autoridad han quedado arrancados, una vez suprimida la causa principal de que unos tengan el derecho de mandar y otros la obligación de obedecer. De lo cual no ha podido menos de seguirse una violenta conmoción de toda la humana sociedad privada de todo apoyo y fundamento sólido».
17. En cambio, si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia. La regia dignidad de Nuestro Señor, así como hace sacra en cierto modo la autoridad humana de los jefes y gobernantes del Estado, así también ennoblece los deberes y la obediencia de los súbditos. Por eso el apóstol San Pablo, aunque ordenó a las casadas y a los siervos que reverenciasen a Cristo en la persona de sus maridos y señores, mas también les advirtió que no obedeciesen a éstos como a simples hombres, sino sólo como a representantes de Cristo, porque es indigno de hombres redimidos por Cristo servir a otros hombres: Rescatados habéis sido a gran costa; no queráis haceros siervos de los hombres.
18. Y si los príncipes y los gobernantes legítimamente elegidos se persuaden de que ellos mandan, más que por derecho propio por mandato y en representación del Rey divino, a nadie se le ocultará cuán santa y sabiamente habrán de usar de su autoridad y cuán gran cuenta deberán tener, al dar las leyes y exigir su cumplimiento, con el bien común y con la dignidad humana de sus inferiores. De aquí se seguirá, sin duda, el florecimiento estable de la tranquilidad y del orden, suprimida toda causa de sedición; pues aunque el ciudadano vea en el gobernante o en las demás autoridades públicas a hombres de naturaleza igual a la suya y aun indignos y vituperables por cualquier cosa, no por eso rehusará obedecerles cuando en ellos contemple la imagen y la autoridad de Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
19. En lo que se refiere a la concordia y a la paz, es evidente que, cuanto más vasto es el reino y con mayor amplitud abraza al género humano, tanto más se arraiga en la conciencia de los hombres el vínculo de fraternidad que los une. Esta convicción, así como aleja y disipa los conflictos frecuentes, así también endulza y disminuye sus amarguras. Y si el reino de Cristo abrazase de hecho a todos los hombres, como los abraza de derecho, ¿por qué no habríamos de esperar aquella paz que el Rey pacífico trajo a la tierra, aquel Rey que vino para reconciliar todas las cosas; que no vino a que le sirviesen, sino a servir; que siendo el Señor de todos, se hizo a sí mismo ejemplo de humildad y estableció como ley principal esta virtud, unida con el mandato de la caridad; que, finalmente dijo: Mi yugo es suave y mi carga es ligera.
¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se dejaran gobernar por Cristo! Entonces verdaderamente diremos con las mismas palabras de nuestro predecesor León XIII dirigió hace veinticinco años a todos los obispos del orbe católicoentonces se podrán curar tantas heridas, todo derecho recobrará su vigor antiguo, volverán los bienes de la paz, caerán de las manos las espadas y las armas, cuando todos acepten de buena voluntad el imperio de Cristo, cuando le obedezcan, cuando toda lengua proclame que Nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre(33).
III. LA FIESTA DE JESUCRISTO REY
20. Ahora bien: para que estos inapreciables provechos se recojan más abundantes y vivan estables en la sociedad cristiana, necesario es que se propague lo más posible el conocimiento de la regia dignidad de nuestro Salvador, para lo cual nada será más dtcaz que instituir la festividad propia y peculiar de Cristo Rey.
Las fiestas de la Iglesia
Porque para instruir al pueblo en las cosas de la fe y atraerle por medio de ellas a los íntimos goces del espíritu, mucho más eficacia tienen las fiestas anuales de los sagrados misterios que cualesquiera enseñanzas, por autorizadas que sean, del eclesiástico magisterio.
Estas sólo son conocidas, las más veces, por unos pocos fieles, más instruidos que los demás; aquéllas impresionan e instruyen a todos los fieles; éstas digámoslo así hablan una sola vez (...)"

"(...)21. Por otra parte, los documentos históricos demuestran que estas festividades fueron instituidas una tras otra en el transcurso de los siglos, conforme lo iban pidiendo la necesidad y utilidad del pueblo cristiano, esto es, cuando hacía falta robustecerlo contra un peligro común, o defenderlo contra los insidiosos errores de la herejía, o animarlo y encenderlo con mayor frecuencia para que conociese y venerase con mayor devoción algún misterio de la fe, o algún beneficio de la divina bondad. Así, desde los primeros siglos del cristianismo, cuando los fieles eran acerbísimamente perseguidos, empezó la liturgia a conmemorar a los mártires para que, como dice San Agustín, las festividades de los mártires fuesen otras tantas exhortaciones al martirio(34). Más tarde, los honores litúrgicos concedidos a los santos confesores, vírgenes y viudas sirvieron maravillosamente para reavivar en los fieles el amor a las virtudes, tan necesario aun en tiempos pacíficos. Sobre todo, las festividades instituidas en honor a la Santísima Virgen contribuyeron, sin duda, a que el pueblo cristiano no sólo enfervorizase su culto a la Madre de Dios, su poderosísima protectora, sino también a que se encendiese en más fuerte amor hacia la Madre celestial que el Redentor le había legado como herencia. Además, entre los beneficios que produce el público y legítimo culto de la Virgen y de los Santos, no debe ser pasado en silencio el que la Iglesia haya podido en todo tiempo rechazar victoriosamente la peste de los errores y herejías.
22. En este punto debemos admirar los designios de la divina Providencia, la cual, así como suele sacar bien del mal, así también permitió que se enfriase a veces la fe y piedad de los fieles, o que amenazasen a la verdad católica falsas doctrinas, aunque al cabo volvió ella a resplandecer con nuevo fulgor, y volvieron los fieles, despertados de su letargo, a enfervorizarse en la virtud y en la santidad. Asimismo, las festividades incluidas en el año litúrgico durante los tiempos modernos han tenido también el mismo origen y han producido idénticos frutos. Así, cuando se entibió la reverencia y culto al Santísimo Sacramento, entonces se instituyó la fiesta del Corpus Christi, y se mandó celebrarla de tal modo que la solemnidad y magnificencia litúrgicas durasen por toda la octava, para atraer a los fieles a que veneraran públicamente al Señor. Así también, la festividad del Sacratísimo Corazón de Jesús fue instituida cuando las almas, debilitadas y abatidas por la triste y helada severidad de los jansenistas, habíanse enfriado y alejado del amor de Dios y de la confianza de su eterna salvación.
Contra el moderno laicismo
23. Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperío de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios (...)"

"La fiesta de Cristo Rey
25. Nos anima, sin embargo, la dulce esperanza de que la fiesta anual de Cristo Rey, que se celebrará en seguida, impulse felizmente a la sociedad a volverse a nuestro amadísimo Salvador. Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad. Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.
Además, para condenar y reparar de alguna manera esta pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad."

"32. Antes de terminar esta carta, nos place, venerables hermanos, indicar brevemente las utilidades que en bien, ya de la Iglesia y de la sociedad civil, ya de cada uno de los fieles esperamos y Nos prometemos de este público homenaje de culto a Cristo Rey.
a) Para la Iglesia
En efecto: tributando estos honores a la soberanía real de Jesucristo, recordarán necesariamente los hombres que la Iglesia, como sociedad perfecta instituida por Cristo, exige por derecho propio e imposible de renunciar— plena libertad e independencia del poder civil; y que en el cumplimiento del oficio encomendado a ella por Dios, de enseñar, regir y conducir a la eterna felicidad a cuantos pertenecen al Reino de Cristo, no pueden depender del arbitrio de nadie (...)".

"b) Para la sociedad civil
33. La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.
A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectítud de costumbres. Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida cristiana.
c) Para los fieles
34. Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como armas de justicia para Dios(35), deben servir para la interna santificación del alma. Todo lo cual, si se propone a la meditación y profunda consideración de los fieles, no hay duda que éstos se inclinarán más fácilmente a la perfección (...)".

La Encíclica completa se puede leer aquí