jueves, 27 de marzo de 2014

Breve diccionario de respuestas (para neocones)


Breve diccionario de respuestas

Se trata de un Breve Diccionario, que puede ser completado y perfeccionado, con las respuestas a las argumentaciones papolátricas de los católicos neocones.

1) “A mí no me gustaba Bergoglio cuando estaba en Buenos Aires. Pero, desde que es papa, debemos ser fieles a él y obedecer y aceptar todo lo que enseña, incluso en nuestra interioridad, aunque no siempre estemos de acuerdo o comprendamos el motivo por el que dice algunas cosas”.

Esta es la objeción típica de un neocon, particularmente popularizada por el Opus Dei y sus epígonos. Lo que postulan, en definitiva, es la abdicación de la inteligencia y del juicio crítico. Así, con la inteligencia vedada, queda la sola voluntad que, como sabemos, es ciega. El que “ve” por nosotros no es nuestra inteligencia sino el papa. Abdico, entonces, de mi función y del deber impuesto por mi propia naturaleza humana de ver y juzgar por mí mismo y se la entrego al pontífice romano, o al obispo, o al superior.
No podemos negar que se trata de una posición muy cómoda. “Ojos que no ven, corazón que no siente”, y es así. “Inteligencia que no juzga, cristiano sin problemas”, podríamos traducir, porque soportar día a día las sandeces que se dicen y se hacen en la colina Vaticana cuesta y provoca dolor, sufrimientos, malasangre, depresiones y problemas cardíacos. Y muchos saben que no exagero. Si yo no veo cómo preparan las empanadas en la rotisería de la esquina, las como con gusto. Si, en cambio, veo la calidad de la carne, el estado de las cebollas y las condiciones de higiene del lugar, nunca más volveré a comprar empanadas allí y tendré que caminar quince cuadras para encontrar otra rotisería. Es más cómodo no ver.
Nuestra fidelidad como cristianos no es al papa, que es un personaje circunstancial, sino que es a Cristo y al Evangelio. Por cierto, Cristo designó a Pedro como la piedra sobre la que edificó a su Iglesia, y Francisco es el sucesor legítimo de Pedro. Pero ha sido la misma Iglesia la que, a lo largo de los siglos y basada en la Tradición y las enseñanzas apostólicas, nos ha señalado en qué aspectos debemos ser fieles al Vicario de Cristo. Y todos sabemos que la fidelidad estricta se refiere exclusivamente a los actos magisteriales que comporten definiciones dogmáticas, es decir, el magisterio extraordinario. También debemos observar y respetar las enseñanzas del magisterio ordinario y no cuestionarlas porque se nos ocurra o porque no nos gusten. En todo caso, deberemos tener razones muy fundadas para hacerlo.
Pero, por ejemplo, las homilías diarias de Francisco en la Casa San Marta, ¿son acaso parte del magisterio petrino? Por cierto que no lo son, y ningún católico está obligado a seguirlas. Más aún, si alguien, en uso de su inteligencia juzga que están equivocadas, no debe seguirlas porque no puede ir contra lo que el mismo Dios le ha dado como parte de su naturaleza, vale decir, el uso de capacidad intelectual.
¿Francisco ha hecho uso del magisterio apostólico en este primer año de su pontificado? No lo sé con certeza, pero sospecho que no. Ciertamente, no hay actos de magisterio extraordinario. Y con respecto al ordinario, podría discutirse si la exhortación Evangelii gaudium lo es. Y pareciera que no. Es esa la opinión que ha expresado públicamente el cardenal Burke que es, justamente, la persona más apropiada en el mundo para expedirse sobre el tema: es el Prefecto de la Signatura Apostólica, es decir, la cámara que interpreta el derecho canónico.
Decía el beato cardenal Newman que, con exigirles a los hombres que adhirieran a los artículos de la fe contenidos en el Símbolo niceno-constantinopolitano, ya era mucho. Y tenía razón. La inteligencia es una cosa seria, y no es cuestión de pedirle a cada rato que cierre los ojos para que la voluntad adhiera a algo que no ve. Yo le puede pedir a mi inteligencia que no emita juicio frente a lo incomprensible que implica la existencia de un solo Dios y tres personas distintas, y que deje que la voluntad adhiere a este dogma de fe. Pero no puede pedirle que cierre los ojos y considere, por ejemplo, que los cristianos no podamos juzgar la conducta de los homosexuales cuando veo claramente que se trata de actos que van contra la naturaleza humana y que han sido condenados por la Escritura y por la Tradición.

2) “Lo que pasa es que ustedes siguen viendo en el papa Francisco al cardenal Bergoglio. Pero éste no existe más. Ahora es Francisco”.

Afirmación tan cierta como el cuento de Caperucita Roja. Apto para ser contado a niños de jardín de infantes y a allegados del Opus Dei que, de esa manera, seguirán ocupados en sus negocios y en hacer dinero y se evitarán problemas, y también que sus dudas con respecto al papa pueda influir en los montos del cheque mensual que depositan en las alcancías de la Obra.
Yo pregunto, ¿de dónde sacaron tal afirmación? ¿Qué santo doctor de la Iglesia la propuso? ¿Qué Concilio Ecuménico la sancionó? Muéstrenme que forma parte de la Tradición de la Iglesia….
Son preguntas que quedarán sin respuestas, a no ser que consideren alguna charlita de don Josemaría como divinamente revelada. Y esto por una sencilla razón: el único modo de salvar una afirmación de ese tenor sería, cuanto menos, postular la existencia de un octavo sacramento. Ocurre que nada a nivel natural y metafísico puede transformarse en otra cosa. Juan no puede transformarse en Pedro (aunque ahora, con la ley de género y según nos advierte el vicario general de la diócesis de La Rioja, puede transformarse en Solange Lisette) y Bergoglio no puede transformarse en Francisco. Quiero decir, no puede haber cambio de forma sustancial. Francisco sigue siendo el mismo Bergoglio vivito y coleante que conocimos como arzobispo de Buenos Aires, aunque se haga llamar con otro nombre.
Los sacramentos de la Iglesia, por virtud del Espíritu Santo, sí tienen poder de transformación, y es así, por ejemplo, que en la Santa Misa el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo, y que en el sacramento de la confesión nuestra alma sucia por el pecado como la grana se convierte en blanca como la nieve. Pero no existe el “sacramento del papado”. No hay transformación luego de la elección del Romano Pontífice.
Seguramente argüirán lo siguiente: “Tiene la gracia de estado”. Por supuesto que es así, y se trata de la misma gracia de estado que asiste a Juan cuando se casó para ser un buen esposo, y María, cuando dio a luz, para ser una buena madre. Pero la doctrina católica es muy clara al decir que la gracia, en absoluto, no supone ni una extinción de nuestra libertad anterior por efecto del pecado original y sus consecuencias ni, menos todavía, una pura y simple sustitución de nuestra libertad. Es decir que, si el papa Francisco quiere seguir rosqueando para que Massa no pueda ser el próximo presidente de Argentina, para lo cual recibe al muchachito de La Cámpora encargado de la redacción del nuevo código penal y le dice que está preocupado por las tendencias punitivistas que observa en algunos políticos del país, por más toneladas de gracia de estado que le echen encima, no se conseguirá nada, porque primero está su libertad, y Dios la respeta.  


3) “Al Papa lo elige el Espíritu Santo”.

Otro cuento para niños de jardín y para neocones. Al papa lo eligen los cardenales luego de roscas, intrigas, pactos y cotilleos. Y siempre fue así. Y antes era peor, porque para librarse de un enemigo no hacían como el cardenal Sandri, que repartió a los conclavistas el curriculum oculto de Bergoglio –y no le valió de nada-, sino que directamente lo envenenaban o lo encarcelaban, o le pinchaban la rueda del auto –o le quebraban la pata al caballo- para que llegara tarde al cónclave.
El Espíritu Santo, en todo caso, actúa consecuentemente a la acción de los hombres. “Eligieron a este pelmazo. Veamos qué podemos hacer con él”, y hace lo que puede.
“Yo no diría que al papa lo elige el Espíritu Santo. De hecho, hay papas que el Espíritu Santo nunca habría elegido”. Estas no son palabras mías sino del cardenal Ratzinger como pueden leer aquí.

4) “Puede ser que ustedes en varias cosas tengan razón, pero somos católicos y, por tanto, debemos cerrar filas con el papa y no criticarlo, para no dar pasto al enemigo”.

Justamente, somos católicos o, mejor aún, somos cristianos, y debemos cerrar filas con Cristo, y no con el papa que, repito, es un personaje circunstancial. Si se trata de cerrar filas con el papa, o con el obispo, en definitiva no somos religiosos; somos afiliados a un partido político. Lo mismo hacen los peronistas: cierran filas con su líder humano, aunque no se lo traguen, porque si no, los radicales les ganan las elecciones.
La fe y la religión cristiana tienen un solo líder, que es Cristo. No tienen un caudillo, que podría ser el papa, el obispo o el fundador de la congregación. Claro que es mucho más fácil tener caudillo, porque lo veo, lo escucho, lo toco y me provoca el constante entusiasmo triunfalista como podemos ver, por ejemplo, en las Jornadas Mundiales de la Juventud o en las obscenas audiencias de los miércoles en la plaza San Pedro: cientos de miles de personas vitoreando a un caudillo, llámese éste Francisco, Benedicto o Pío, lo mismo da. Yo no veo mucha diferencia con las multitudinarias reuniones de Nüremberg en los años ’30 o con las plazas de Mayo abarrotadas de los ’40 o ’50.

En general, seguir a Cristo no provoca entusiasmo. Quizás al principio y después, de vez en cuando, cuando Él lo quiere. Si no, es caminar y caminar en el Bosque Oscuro, con claros de a ratos, y no mucho más que eso. Y si no me creen, pregúntele a Santa Teresita, que lo dejó escrito no como Tolkien en una saga, sino en su Historia de un alma.

5) “Yo prefiero seguir los tres amores blancos de los que habla San Juan Bosco: la Eucaristía, la Virgen y el Papa”.

Con todo el respeto y afecto que me merece Don Bosco, no es infalible, y esto la pifió. Poner en el mismo nivel al Señor realmente presente en la Eucaristía, a la Santísima Virgen y al Papa es, casi casi, una superchería propia de una tribu africana o de los budistas que consideran que el Dalai Lama es una encarnación divina.
Ciertamente, la expresión puede ser bien entendida y, estoy seguro, que el santo la explicaba muy bien en las “buenas noches” que diariamente impartía a los niños de sus hogares.
Dicho de otro modo, es una frase para provocar devociones sanas a grupos de niños y adolescentes sacados de las calles de Turín en la segunda mitad del siglo XIX. Y no más que eso. Y es muy fácil entender el porqué: eran justamente los piamonteses quienes, liderados por Garibaldi y otros masones, marchaban por eso años sobre los Estados Pontificios para acabar con el papa y lograr la unificación italiana. Por eso motivo, y como propaganda política, se presentaba al papa y al papado como los enemigos de la “patria” italiana, tan enemigo como lo era el emperador austro-húngaro o los Borbones del reino de Nápoles. Es decir, politiquería y patrioterismo o, en otros términos, manipulación de las conciencias. Frente a eso, Don Bosco propone una “devoción” por el papa, exagerándola a mi entender, para contrarrestar las palabras e intenciones de los garibaldinos.

Pero eso no justifica a adoptar tal cual la expresión en épocas contemporáneas.

TOMADO DE: The Wanderer

El Opus Dei no ama a los lefebvrianos

Interesante nota (aunque un poco antigua, pues es de junio de 2012) acerca de la postura del Opus Dei hacia los tradicionalistas de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

El Opus Dei no ama a los lefebvrianos




Es la oposición que no te esperas. Dices: "lefebvrianos" y en el mundo progesista se desata una revuelta. El pequeño grupo, ultra-tradicionalista, cismáticos desde los años ochenta, en conversaciones con la Santa Sede para volver a la plena comunión con la Iglesia Católica, es la pesadilla de todo sincero integrante de la galaxia católica conciliar, desde el liberal hasta el católico-comunista, desde las comunidades de base de América Latina hasta los obispos del norte de Europa. En estos días, sin embargo, se reveló la molestia que alimenta para con los herederos de Monseñor Marcel Lefebvre otro protagonista eclesial: el Opus Dei. Ubicada, dicho con cierto simplismo, en la derecha del arco eclesial, la prelatura personal fundada por Josemaría Escrivá de Balaguer, en contraste con la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X -este es el nombre oficial de los lefebvrianos- siempre ha apoyado al Concilio Vaticano II. Con una lectura ciertamente distinta de la hecha, por ejemplo, por los dosettianos de la escuela de Bolonia, la Obra ha recibido con satisfacción la idea del aggiornamento promovida por Juan XXIII y Pablo VI. Y ahora que nos acercamos a la conclusión de las largas tratativas entre Roma y Ecône, el Opus advierte sobre el peligro de que, haciendo entrar a los lefebvrianos, la Iglesia traicione el legado del Concilio Vaticano II.
Ninguna declaración oficial, claro está, no es su estilo. Pero en los últimos días desde el Opus se ha disparado un “fuego de barrera” hacia los lefebvrianos por medio de iniciativas, declaraciones, puntualizaciones de parte de sus representantes, o por lo menos, de personas que se consideran cercanas a la Obra.
El primero, y más explícito, fue Monseñor Fernando Ocáriz, Vicario General del Opus Dei, miembro de la delegación que ha conducido de parte del Papa las conversaciones doctrinales con el superior lefebvriano Monseñor Bernard Fellay y sus hombres. A principios de diciembre, cuando los tradicionalistas han subido la apuesta para llegar a un acuerdo con una serie de declaraciones y filtraciones de noticias, Ocáriz ha publicado en L´Osservatore Romano una extensa nota titulada, sintomáticamente, Sobre la adhesión al Concilio Vaticano II.
Es en los últimos días, sin embargo, que el mensaje se ha vuelto más explícito. Primero, el ateneo romano del Opus Dei, la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, ha organizado una conferencia sobre el Concilio VaticanoII leída por el Catholic News Service y el NationalCatholic Reporter como un rechazo cortés, pero sonoro, de la reincorporación de los lefebvrianos. Si se ha sugerido que para los herederos de Lefebvre la Santa Sede crearía una prelatura personal -como es el Opus Dei- luego, el portavoz italiano de la Obra, Bruno Mastroianni, sin expresar juicios críticos acerca de los lefebvrianos, ha publicado una precisión sobre el significado exacto de las prelaturas personales.
Por último, en una entrevista con Radio Vaticano, el cardenal Mauro Piacenza, cercano al Opus Dei, ha dicho que "debe decirse basta a la traición al Concilio Vaticano II y abrir la puerta a la obediencia a los textos del Concilio Vaticano II", cuyas palabras son "para leerse de rodillas". Quien no quiere arrodillarse - es el mensaje - puede permanecer en la puerta.

APARECIDO EN: InfoCaótica

El timo del calentamiento global. Una más: te congelas porque nos calentamos (¡?!)

El artículo que presentamos a continuación fue publicado en  Tradición y Acción. Al final insertamos el documental "El gran fraude del calentamiento global", el cual deshace la teoría del calentamiento global causado por la acción humana. 


“¿Te congelas? ¡Es culpa del ‘calentamiento global’, por supuesto!”

JPEG - 62.1 KB
Vórtice polar llega a Plattsmouth, Nebraska
Un “vórtice polar” avanzó sobre gran parte del territorio norteamericano, haciendo descender las temperaturas hasta -50º Celsius.
Hasta las cataratas del Niágara se congelaron parcialmente, y las pérdidas están siendo calculadas en miles de millones de dólares.
Pese a la intensidad del fenómeno, nada tiene que ver con la tendencia al enfriamiento global que los científicos objetivos vienen registrando hace ya años.
Se trata más bien de un fenómeno extraordinario ya verificado en otras oportunidades, hasta con mayor intensidad.
Sin embargo, gran parte de la opinión pública norteamericana considera el fenómeno como un desmentido más de la naturaleza a la desacreditada teoría del “calentamiento global”.
En realidad esta opinión popular carece de base científica, pero sí tiene un poderoso fundamento psicológico, que funciona así: “¿Cómo puede ser que el planeta se esté calentando cuando más de la mitad de los Estados Unidos está paralizado por ese espantoso ‘vórtice polar’”?
JPEG - 40.8 KB
En Chicago: 50° bajo cero
Los militantes de la revolución eco-ambientalista sintieron en carne propia la fuerza de esta reacción del sentido común, puramente psicológica.
Al final de cuentas, esos revolucionarios no se interesan tanto por la ciencia; su intención es apenas manipularla para lanzar a la opinión pública contra el “capitalismo”, la “civilización industrial”, el “progreso” y otras realidades que contradicen sus sueños anarco-tribal-socialistas.
Por ello, sintieron la necesidad de manipular argumentos científicos una vez más, para intentar deshacer tal reacción psicológica.
Pero, ¿qué podían decir para engañar a la opinión pública norteamericana en ese punto?
Para sorpresa de todos, activistas “verdes” de ONGs, medios de comunicación y centros científicos, no encontraron nada mejor que señalar como causa de la inusitada ola de frío al ‘calentamiento global’, los ‘cambios climáticos’ y otros slogans cada vez más gastados.
Para la opinión pública, eso sonó como el auge del desatino: “¿Entonces nos congelamos porque el mundo se calienta? ¡Están locos!” .
No, no están locos: es que ellos tienen una “religión” que les exige profesar absurdos, desde que les sirvan para golpear la civilización occidental.
JPEG - 112.2 KB
1974 y 2014: dos maneras opuestas de noticiar fenómenos idénticos
Un ápice de contradicción fue el alcanzado por la revista “Time”, mundialmente renombrada.
Uno de sus principales redactores, Bryan Walsh, llegó a “profetizar” que no sólo éste, sino otros auges de frío sucederán por culpa del calentamiento global generado por nuestra civilización.
El sesgo desinformativo de “Time” se tornó evidente por el hecho de que en 1974, cuando un fenómeno semejante afectó a los EE.UU., la revista lo notició como el anuncio del “enfriamiento global”. El título del artículo de la revista lo dice todo “Another Ice Age?” (“¿Otra era glaciar?”, lunes 24 de junio de 1974). ¡Y ahora lo noticia como lo contrario!
Pero las ridiculeces no pararon ahí. El meteorólogo Eric Holthaus, que había anunciado que se esterilizaría en 2013 para ayudar a “salvar el planeta”, proclamó en Twitter: “Sí, pueden agradecerle al ‘calentamiento global’ por habernos ofrecido este ‘vórtice polar’”.
En la TV, el Weather Channel, reconociendo que publicaba una afirmación “contra-intuitiva” citó a científicos que defienden el mismo inverosímil libreto acerca del espantoso enfriamiento causado por... ¡el calentamiento!
La osadía de lo absurdo a veces confunde a las propias inteligencias honestas, que no conciben que se pueda llegar a tales liviandades.
Felizmente, científicos de alto nivel entraron a refutar esas interpretaciones alucinadas, fruto del sesgo ideológico, y han puesto las cosas en su lugar.
El Dr. Will Happer, laureado profesor de Física de la Universidad de Harvard, declaró: “Los ‘vórtices polares’ han estado por ahí desde siempre. No tienen casi nada que ver con ningún aumento del CO2 en la atmósfera”.
También el meteorólogo Dr. Ryan Maue rechazó la suposición absurda: “Este episodio del ‘vórtice polar’ es el mensaje de ‘Snapchat’ más reciente de la prensa en cuanto a calentamiento global: luego de algunos segundos, la explicación se disuelve” [Snapchat es una herramienta para enviar mensajes que desaparecen a los pocos segundos de vistos].
El blog Real Science subrayó el contrasentido de atribuir el frío al calor y de afirmar que el calentamiento del Ártico generó el ‘vórtice polar’: “¿Cómo se puede decir que el Ártico está calentándose rápidamente y al mismo tiempo produciendo fríos récord? ¿Cómo es que un frente de aire con una temperatura de -65ºF puede resultar del hielo que se está derritiendo? Esas afirmaciones son de una ridiculez que sobrepasa la comprensión humana. La extensión de la superficie del Ártico se encuentra normal. La nieve en el Hemisferio Norte está alcanzando récords”.
La climatóloga Judith Curry, catedrática en la Escuela de Ciencias de la Tierra y la Atmósfera del Instituto de Tecnología de la Universidad de Georgia, respondió categóricamente al disparate: “¿El calentamiento global, causando el ‘Vórtice Polar’? En una sola palabra: NO”.
JPEG - 22.5 KB
Cliff Mass
El climatólogo Cliff Mass pidió seriedad a la prensa: “Las alegaciones de que el ‘efecto invernadero’ genera más olas de frío como la vista esta semana, realmente, aparecen desprovistas de cualquier fundamento en la observación y en la teoría. Los medios deben dejar de insistir en ese argumento insustentable”.
Y añadió: “Todas estas informaciones falaces han producido daños sustanciales, haciendo que muchos norteamericanos crean que el calentamiento global está tornando cada vez más extremo nuestro clima invernal, cuando la evidencia observacional no sugiere tal cosa. Un dia, los sociólogos tendrán que estudiar esta situación y los elementos psicológicos que condujeron hasta ella”.
De nuestra parte, no creemos que se trate de alguna patología a ser tratada por la medicina o por la psiquiatría.
En el libro “Psicosis ambientalista” del príncipe Don Bertrand de Orleans y Braganza, está ampliamente demostrado que las conductas aparentemente aberrantes del ambientalismo radical obedecen a una religión atea, ecológica e igualitaria, diametralmente opuesta al cristianismo.
Dicha religión es la gnosis panteísta, según la cual no existe un Dios personal creador. Todas las criaturas serían “partículas” igualmente divinas esparcidas por el universo. Y la Tierra sería también un “ser vivo”, una gran partícula divina a la que debe adorarse como una diosa.
Ese fondo religioso anticristiano provee una explicación coherente de los procedimientos ambientalistas en todo el mundo.
TOMADO DE:  Tradición y Acción



La verdad sobre los derechos humanos


Presentamos un vídeo del interesante programa "Lágrimas en la lluvia", conducido por el escritor Juan Manuel de Prada. En esta ocasión el tema son los (falsos) derechos humanos, que no son más que el instrumento de ataque de una ideología liberal y secular.



miércoles, 26 de marzo de 2014

Karol Wojtyła y el ecumenismo

Publicamos a continuación otro capítulo (uno anterior se puede ver aquí) del libro de Daniel Le Roux, "Pedro ¿me amas? Un pontificado problemático, una canonización inquietante", sobre el pontificado y las ideas del papa Juan Pablo II. Esta vez, la sección escogida trata acerca del ecumenismo según el papa Wojtyla. El contenido completo del libro se puede consultar aquí.

Juan Pablo II y el Vaticano II

El ecumenismo


Hay que distinguir dos ecumenismos. Uno, fue enseñado por Roma hasta la muerte de Pío XII, en 1958. Es un movimiento de verdadera caridad teologal por el cual la Iglesia católica se esfuerza para que vuelvan a su seno los cristia­nos no católicos. Esto constituye una parte integrante de la actividad misionera, tal como fue practicada por la Iglesia desde el día de la Ascensión, con la orden dada por Nuestro Señor a sus Apóstoles.
El otro ecumenismo, es el que se ha desarrollado, incluso dentro de la Iglesia católica, durante el siglo XX y que fue condenado severamente por los Papas hasta el Concilio. Es el esfuerzo de reagrupar  a todos  los cristianos, a todas las  religiones, en una  confederación universal  fuera de la fe católica profesada íntegramente.
Iniciado este movimiento con una tentativa de reforma litúrgica, por un monje belga: Dom Lambert Beauduin. Pío XI condenó este intento en su encíclica Mortalium Animas en 1928, pero Dom Lambert Beauduin continuó trabajando en la sombra y, desde 1924, traba amistad con Mons. Roncalli que estaba ya en la diplomacia al haber perdido por sospecha de modernismo, su cátedra en el Ateneo de Letrán. A la muerte  de  Pío XII, Dom Lambert confiesa al Padre Bouyer:
“Si eligiesen a Roncalli, todo estaría salvado, él sería capaz de convocar un Concilio y de consagrar el ecumenismo.” (L. Bouyer: “Dom L. Beauduin, un homme d’Eglise”. Castermann, 1964, pág. 180).
Desde  junio de 1960, Juan XXIII crea un Secretariado para la unión de los cristianos, su intención era preparar el camino para que enviasen representan­ tes oficiales al Concilio. Bien distinta esta actitud a la de Pío IX en vísperas del Concilio Vaticano I. A los protestantes los exhortaba en una  carta a
“esforzarse en liberarse de su condición protestante, en la cual no podían asegurar su salvación.” ( R. Wiltgen. “Le Rhin se jette dans le Tibre”, pág. 118).
Pero el Concilio Vaticano II se anunciaba  en un clima muy distinto. Mons. Wojtyla declaraba:
“El ateísmo debe ser estudiado… no como una negación de Dios, sino más bien como un estado de la conciencia humana.”
Confirmaba que  el objetivo  de Juan XXIII era la unidad de los cristianos y
“que la nueva concepción de la idea del pueblo de Dios se imponía a la antigua verdad sobre la posibilidad de redención fuera de las fronteras visibles de la Iglesia”
y
“que el desarrollo de las ideas ecuménicas se estaba haciendo a una escala desconocida hasta el presente en la historia de la Iglesia.”

La Iglesia católica ya no es el único medio de salvación

El pensamiento  de Mons. Wojtyla sobre  el ecumenismo está ordenado sobre dos grandes errores.
El primero, la idea de “pueblo de Dios”, unida  al reconocimiento de  los valores espirituales de las otras religiones.
Mons Wojtyla declara:
“Estas Iglesias y estas comunidades separadas, aunque creamos que su­fren deficiencias, no están desprovistas en absoluto de significación y de valor en el misterio de la salvación. El Espíritu de Cristo, en efecto, no rechaza servirse de ellas como medios de salvación, cuya fuerza se deriva de la pleni­tud de gracia y de verdad que ha sido confiada a la Iglesia católica”. (‘Aux sources du renouveau’. pág. 259).
Grave error que Mons. Lefebvre no vacila en calificar de herejía. Sólo la Iglesia católica  es la verdadera y única arca de salvación, pues en Ella sola reside la unidad de la verdadera Fe.
San Pío X en su encíclica Pascendi contra el modernismo, del 8 de sep­tiembre de 1907, escribía:
Los modernistas creen que “la doctrina de la experiencia unida a la otra del simbolismo, consagra como verdadera toda religión sin exceptuar de ellas a la pagana… ellos tienen por verdaderas a todas las religiones.”
Pío  XI en su encíclica  Mortalium animas, contra  el falso ecumenisrno, declaraba:
“Los esfuerzos ( del falso ecumenismo) no tienen ningún derecho a la aprobación de los católicos, pues se apoyan en la opinión errónea de que todas  las religiones son más o menos  buenas y laudables porque todas igualmente revelan y traducen, aunque de manera diferente, el sentimiento natural e innato que nos lleva a Dios y nos inclina ante el respeto  a su poder…
Pío XII en su encíclica Mystic. Corporis, en 1943, confirmará  estas opiniones:
“A todos aquellos que no pertenecen al organismo visible de la Iglesia… les invitamos a todos y a cada uno… a esforzarse por salir de un estado en el que nadie puede estar seguro de su salvación eterna…”
Todos  estos textos  son muy claros.  Afirman que la Iglesia católica es el único y verdadero medio de salvac1ón. Si alguien puede salvarse fuera de las fronteras visibles de la Iglesia católica, será acaso en su religión, pero no por ella.
Cuando Mons. Wojtyla se refiere a “la nueva concepción de la idea del pueblo de Dios” y por  otro lado a la “antigua  verdad”, estas expresiones  no tienen sent1do, porque la verdad es eterna y no puede cambiar, bajo pena de dejar de ser verdad. La nueva actitud va a parar lógicamente al sincretismo religioso y necesariamente al abandono del orden sobrenatural, tiende más a una unión de los “valores humanos” y de los “objetivos terrenales” que a un perfeccionamiento de nuestro destino sobrenatural. Esta concepción se llama humanismo o naturalismo.

La búsqueda de la “unidad perdida”

El segundo error de este ecumenismo reside en una noción falsa de la unidad. El tema de la “unidad perdida” es tratado también por el arzobispo de Cracovia en su libro. Refiriéndose al deseo de unidad declara:
“…  No se trata solamente de la oración por los hermanos separados, sino también de la oración hecha con ellos a fin de conseguir la unidad de la Iglesia” (Aux sources du renouveau”, págs, 258-259).
Estas y otras frases semejantes tienen graves consecuencias. Significan que la Iglesia está dividida, que ha perdido su unidad y que hay que volver a encontrarla a toda costa. ¿Pero en este caso, es que la Iglesia ya no es Una? El Credo es la exprestón de la fe inmutable de la Iglesia. ¿Profesamos  acaso un falso Credo cuando cantamos durante la misa el ”Unam, Sanctam. Catholicam, et Apostolicam Ecclesiam”? Jamás la Iglesia ha perdido  su unidad. Unidad de fe, de culto y de gobierno. Si algunos han perdido esta unidad es porque han abandonado la Iglesia, la Iglesia católica y, por consiguiente, su vuelta a la unidad sólo se hará por la vuelta al catolicismo. Además el abandono de una de las notas de la Iglesia -Uni­dad, Santidad, Catolicidad y Apostolicidad- lleva consigo necesariamente el abandono de las otras.

El ecumenismo en sentido amplio

El ecumenismo se entiende hoy, no sólo como una tendencia hacia la unión de los cristianos, sino en sentido amplio, como unidad de todas las religiones. EI Secretariado para los no cristianos, creado oficialmente por Pablo VI en mayo de 1964, favoreció el falso ecumenismo, especialmente hacia el judaísmo.
Mons.  Wojtyla declaraba al P. Malinski su interés en este asunto y que la Iglesia deseaba comenzar el diálogo con los representantes de otras religiones ocupando el  juda1smo un lugar especial y señalaba que:
“la Iglesia… en su tarea de promover la unidad y la caridad entre los hombres e incluso entre los pueblos, examina primero lo que los hombres tienen en común y lo que los empuja a vivir juntos su destino.” (“Aux sources du renouveau”, pág. 224).
¿No se nota la tendencia  a admitir, que ya no es primordial acceder a la verdad revelada, sino buscar una verdad inmanente a todas las religiones y examinar primero lo que los hombres  tienen en común?
Sin embargo, el Santo  Oficio en su Instrucción del 20 de diciembre de 1949 y Pío XII en su enciclíca Humani Generis del 12 de agosto de 1950, denunciaban este error que podía llevar a imaginar que las otras religiones podían aportar a la Iglesia un elemento esencial que le hubiese faltado hasta ahora, y que por un falso “irenismo” no se puede obtener la vuelta a la Iglesia de los separados, pues este retorno sólo se consigue enseñando toda la ver­dad que enseña la Iglesia sin ninguna corrupción, ni disminución.
Pero el ecumenismo actual enfoca la concordia del mundo, no como un hecho de unidad religiosa de la religión católica, sino como una unidad de civilización o, si se quiere, unidad  de la sola religión natural de la vida terrena.
Vamos hacia un ecumenismo humanitario, no religioso. Esta actitud es la de Mons. Wojtyla y después más claramente aún, la de Juan Pablo II.
En su viaje a Nigeria en 1982 dirigió un mensaje a los jefes musulmanes que ni le acogieron, ni le respondieron. El acuerdo entre las dos religiones se desea para
“contribuir a la buena marcha del mundo, como civilización univer­sal del amor.”(Documentation catholique del 7 de marzo de 1982, pag. 245).
Y en Santiago de Compostela, el 9 de noviembre de 1982, declara:
“… la Santa Sede y la comunidad católica están en estado de servicio para ayudar a alcanzar los fines que permitan realizar un auténtico bienestar mate­rial, cultural y espiritual de las naciones.” (“La Croix”, 11/12 de noviembre de 1982, pág. 17).
Está claro que el falso ecumenismo tiende más a una unión de los “valores humanos” y de los objetivos terrenales que al perfeccionamiento de nuestro destino sobrenatural.
Hemos de reconocer que las grandes victorias liberales del Concilio han traído la desaparición de los Estados católicos, la destrucción progresiva de la autoridad en la Iglesia, la pérdida de la fe y el olvido del orden sobrenatural.
TOMADO DE: Tradición Digital

domingo, 23 de marzo de 2014

Artista caviar...

Por Andrés, que a veces tiene cosas buenas (al menos no es un descarado propagandista de la izmierda, como lo es el rojo Carlín).



Karol Wojtyła y la libertad religiosa

Publicamos a continuación un capítulo del libro de Daniel Le Roux, "Pedro ¿me amas? Un pontificado problemático, una canonización inquietante", que trata del pontificado y las ideas del papa Juan Pablo II. Esta sección es acerca de la libertad religiosa según el papa Wojtyla. El contenido completo del libro se puede consultar aquí.

Juan Pablo II y el Vaticano II


Desde 1963 Mons. Wojtyla se hace apóstol de la libertad religiosa, de la colegialidad y del ecumenismo, las tres tesis del catolicismo liberal que se impusieron durante el Concilio. Siendo arzobispo de Cracovia, publicó en 1972 un verdadero vademecum del Concilio, editado en 1981 por “Centurión” con el título de “Aux sources du renouveau”, para reflexionar y trabajar en la línea del Vaticano II.

La libertad religiosa

Una libertad moral de la conciencia individual

Mons. Wojtyla en el capítulo de su libro consagrado a la actitud ecumé­nica, cita frecuentemente el decreto Dignitatis Humanae para justificar el dere­cho a la libertad religiosa:
El Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa… Declara además, que el derecho a la libertad religiosa tiene su fundamento en la misma dignidad de la persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural. (Dignitatis Humanae nº 2).
Al hombre no se le puede forzar a obrar contra su conciencia. Ni tampoco se le puede impedir que obre según su conciencia, principalmente en materia religiosa. (Ibídem nº 3).
Por consiguiente, el derecho a la libertad religiosa no se funda en la dispo­sición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza.” (Ibídem nº 2).
Sesión de apertura del Conciclio Vaticano II: la Revolución de octubre de 1962 va a desencadenarse sobre la Iglesia
Sesión de apertura del Conciclio Vaticano II: la Revolución de octubre de 1962 va a desencadenarse sobre la Iglesia
Mons. Lefebvre en su libro Ils l’ont decouronné demuestra que la digni­dad humana no consiste en una naturaleza dotada de inteligencia y voluntad libre, sino en la adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la verdad y al bien. Cuando el hombre se vincula al mal y al error, pierde la dignidad operati­va, o no la alcanza, puesto que “no hay dignidad fuera de la verdad” (León XIII, encíclica “lnmortale Dei”).
San Agustín escribía: “¡Qué muerte hay más funesta para las almas, que la de la libertad del error!”.
León XIII condenaba claramente la libertad religiosa en la encíclica Hu­manum Genus del 20 de abril de 1884:
“ … el gran error del tiempo presente consiste en relegar al rango de cosas indiferentes la preocupación religiosa y poner en pie de igualdad todas las formas religiosas. Ahora bien, este principio por sí solo, basta para arruinar a todas las religiones y especialmente a la católica pues, siendo la única verda­dera, no puede dejar de soportar las injurias e injusticias, si tolera que las otras religiones le sean igualadas.”
Pío XII, en la encíclica Mystici Corporis del 29 de junio de 1943, escribió:
En cuanto a los que no pertenecen al organismo visible de la Iglesia… Nos, los hemos confiado a la protección y a la dirección del Señor. . . invitándo­los a todos y a cada uno… a esforzarse en salir de un estado, donde nadie puede tener asegurada su salvación eterna; pues… están privados de tantos y tan grandes socorros y favores celestiales, de los que sólo se puede gozar en la Iglesia católica.”

Una libertad social, un derecho reconocido por el Estado

La conclusión lógica del derecho a la libertad religiosa es el ateísmo del Estado. El futuro Juan Pablo II lo confirma, citando siempre el decreto Dignita­tis Humanae, en su obra “Aux sources du renouveau”.
Por consiguiente, la autoridad civil, cuyo fin es velar por el bien común temporal, debe reconocer la v1da religiosa de los ciudadanos y favorecerla, pero hay que afirmar que excede sus límites si pretende dirigir impedir los actos religiosos…” (Dignitatis Humanae, nº 3).
Y el arzobispo de Cracovia concluye:
Es evidente, pues, que los hombres de nuestro tiempo desean poder profesar libremente la religión en privado y público, más aún la libertad religiosa se declara ya como derecho civil en muchas constituciones y se reconoce solemnemente en documentos internacionales. “ (lbidem nº 15).
En la época del Concilio y aún en el año 1973, (cuando apareció el libro de Mons. Wojtyla) tal declaración era inaceptable porque muchos Estados tenían una constitución católica. Vamos a demostrar que las diferentes modificaciones hechas, desde 1972, en los Concordatos, encuentran justificación en el decreto Dignitatis Humanae y no en otra parte.
En 1973, modificación del Concordato con Colombia, a petición del Vaticano que llevaba dos años trabajando para conseguir que se retirase el artículo de la Constitución que afirmaba que la religión católica era la única reconocida por el Estado. Y se hace constar que esta disposición se adapta a los principios enunciados por el Concilio Vaticano II.
En 1974, supresión en la Constitución del Estado del Valais (en Suiza), del artículo 2, que decretaba que la religión católica era la del Estado. También se hizo esto a petición de Roma.
En 1975, anulación del artículo 24 del Concordato con Portugal que es­tipulaba que el divorcio no sería concedido por tribunales civiles para los matri­monios católicos. ¡Sin duda que este cobarde abandono se debe a la dignidad de la persona humana!
En 1976, modificación del Concordato entre la Santa Sede y España.
Las razones se explican de esta forma:
El segundo Concilio Vaticano ha establecido en su declaración Dignitatis Humanae una serie de principios que tienden a regular jurídicamente el dere­cho a la libertad religiosa. Según estos principios para todo poder civil es ‘un deber esencial proteger y promover los derechos inviolables del hombre … y asumir eficazmente la protección de la libertad religiosa de todos los ciudadanos.’ (Documentation catholique del 14 de marzo 1973, pág. 221).
En 1980, la separación de la Iglesia y del Estado se promulga oficialmente en Perú. La razón invocada es siempre la misma, el Vaticano II.
En 1984, revisión del Concordato de Letrán de 1929 entre el Vaticano e Italia. El artículo primero del nuevo acuerdo comienza así:
La República italiana y la Santa Sede reafirman que el Estado y la Iglesia son, cada uno en su orden respectivo, independientes y soberanos, se com­prometen al pleno respeto de este principio en sus relaciones y a la colabora­ción recíproca para la promoción del hombre y el bien del país.” (Documentation Catholique de 1984 pág. 423).
21 de febrero de 1984: el cardenal Casaroli firma el nuevo Concordato con el presidente Craxi. Italia se convierte en un Estado ateo.
21 de febrero de 1984: el cardenal Casaroli firma el nuevo Concordato con el presidente Craxi. Italia se convierte en un Estado ateo.
Y el Papa mismo se congratula públicamente de este acuerdo:
“…considero este acuerdo de una importancia significativa como base jurídica de las relaciones bilaterales pacíficas y, como inspiración ideal para la contribución generosa y creadora que la comunidad eclesial está llamada a dar para el bien moral y el progreso civil de la nación… “ (Documentation Catholique, 15 de abril 1984, pág. 423).
Comparemos esto con las palabras católicas inmutables que el cardenal Pie dirigió a Napoleón IIIal comentar los de la Restauración y los que vinieron después:
“ … porque el Evangelio social en el que se inspira el Estado, sigue siendo la Declaración de los derechos humanos, la cual no es otra cosa, Majestad, que la negación formal de los derechos de Dios. Pues bien, Dios tiene el dere­cho de mandar tanto a los Estados como a los individuos…” (El canónigo Catta, “La doctrine politique et socia/e du Cardinal Pie”, pág. 303).
Estos derechos humanos, este humanismo salido de la Revolución, no solamente el Papa actual no quiere condenarlo, sino que se refiere a él sin cesar. Juan Pablo II está satisfecho de la separación de la Iglesia y del Estado y exclama:
En el ejercicio de esta diaconía para el hombre, la Iglesia pretende actuar con pleno respeto a la autonomía de orden político y de la soberanía del Estado.” (Documentation Catholique, nº 1901 de 4 de agosto de 1985, pág. 793)..
San Pío X, en su encíclica Vehementer del 11 de febrero de 1906, había condenado severamente la separación de la Iglesia y del Estado en Francia:
“ … Que haya que separar el Estado de la Iglesia, es una tesis absolutamen­te falsa y un error muy pernicioso. Basada en efecto, sobre el principio de que el Estado no debe reconocer ningún culto religioso, es, en primer lugar, muy gravemente injuriosa para Dios, pues el Creador del hombre es también el Fundador de las sociedades humanas y conserva su existencia como conserva la nuestra. Le debemos pues, no solamente un culto privado, sino un culto público y social para honrarle. Además, esta tesis es una muy clara negación del orden sobrenatural. “
Pío XII en su mensaje de Navidad de 1948 escribía:
“Cuántos son los que han sufrido algún detrimento incluso han naufragado en la fe yen su creencia en Dios.
En efecto, la separación de la Iglesia y del Estado, el laicismo, son el naufragio de las almas y la pérdida de la fe. Todo ello es la consecuencia del falso “derecho a la libertad religiosa”, que destrona a Jesucristo de los Esta­dos, en donde debe reinar.
Esto ha sido una victoria de los masones, pues éstos prometieron no molestar a la Iglesia, si obtenían el voto positivo sobre el derecho a la libertad religiosa, y este derecho, lo obtuvieron: fue el decreto Dignitatis Humanae.
TOMADO DE:  Tradición Digital