miércoles, 29 de enero de 2014

Ha muerto Blas Piñar, un español ejemplar

Ha muerto ayer, 28 de enero, uno de los mejores españoles que quedaban vivos en estos aciagos tiempos de caos y confusión; tal vez, el mejor. Patriota, valiente, orador implacable y, sobre todo, un caballero cristiano (sí, sobre todo, eso; aquello que sus mezquinos enemigos creían estúpidamente que era un membrete para ridiculizarlo, pero que no es más que lo cualquier persona sensata y de valía pude aspirar a ser, y que, para su honra, don Blas llegó a ser). Como era de esperar, la gente minúscula, los infelices y resentidos de siempre, los que no saben de patria ni religión, han aprovechado el momento para descargar toda la bilis y la basura que llevan dentro. Son los mismos que derramaron lágrimas por la muerte del infame genocida Santiago Carrillo, y alguno, de seguro, dio vivas al nombre del asesino frente a su féretro.
Ahora don Blas está gozando de la visión beatífica de Dios, y desde ahí arriba esperamos que vele por su patria, por esa España que hoy más que nunca requiere de la guía divina.

Blas Piñar:  ¡Presente!

¡Arriba España! ¡Viva Cristo Rey!


BLAS PIÑAR: EL HOMBRE A QUIEN NADIE RINDIÓ

por: Francisco Torres, portavoz de Alternativa Española.

Tengo un nudo en la garganta y los recuerdos de casi cuatro décadas pugnando por salir de la memoria con la misma presión con la que a veces, durante años, lejos ya de los tiempos de escuadras de camisas azules abriendo paso, tuvimos que estar a su lado para evitar, literalmente, que la gente, en su afán por saludarle, llegara a impedirle continuar.
No creo que hoy sea capaz, ni de lejos, de poder expresarme con soltura; ni de, con estas líneas, poder rendirle el homenaje que se merece. Pero sé que, al igual que tantas veces intervine con él en actos públicos, en esta hora siempre difícil, siempre amarga, no pueden faltar mis palabras cuando él marcha para siempre a formar en esos luceros que a mí me gusta invocar, porque son los que, con su ejemplo, nos animan a continuar en el combate por España.
No me siento portavoz de nadie. Estas líneas no son más que la rememoración emocionada, con ojos vidriosos mientras escribo, de aquel muchacho que, como tantos otros, allá por el lejano 1978 pidió su alta en las filas de Fuerza Nueva emborrachado de luceros y amor a España.
Soy de esas decenas de miles de jóvenes que en la Transición siguieron a un hombre que les prometió trabajar para hacer de esta "España sucia y triste una Patria libre y hermosa". De los que aprendimos a su lado a amar a España como "unidad de destino, historia y convivencia", con vocación de perfección; de los que, en tiempos aciagos, cuando el patriotismo se proscribía e incluso se perseguía, enarbolábamos esa bandera que un día debía de triunfar: "sólo sé que un día, solo o con los que me acompañen clavaremos las banderas jamás arriadas en lo alto", nos decía en una reunión de su Fuerza Joven.
Soy de esos jóvenes que le admirábamos porque jamás traicionaba sus ideales, porque jamás cedía a la conveniencia, porque era el ejemplo vivo de la coherencia política cuando otros pensaban no en transformar la realidad -como él quería hacer pues siempre fue un auténtico revolucionario en la estela de José Antonio- sino en acomodarse al tiempo para seguir enfundados en la prebenda.
Fue perseguido por el sistema, vilipendiado por el sistema, acusado por el sistema, pero sabía como nadie sobreponerse, merced al tesoro de la Fe y a su fe ciega en la Providencia, a los muchos momentos duros que tuvo que vivir.
"Dios y yo somos mayoría absoluta", nos dijo cuando fue elegido diputado y amenazó con tocar el silbato si reglamento en mano le impedían hablar. Era para nosotros un monumento a la lealtad, a sus juramentos y a la sangre derramada, que alzaba su voz frente a los mismos que antes medraron al amparo del franquismo, de la camisa azul, de la guerrera blanca o a las faldas del catolicismo político.
Soy de esos jóvenes que lloramos de rabia e impotencia cuando los miles de aplausos y abrazos que cosechaba en sus intervenciones, cuando esas masas de españoles que acudían a escucharle eran incapaces de apoyarle en lo más sencillo, depositar el voto en la urna. Siempre les despreciaré porque fueron los causantes de la quiebra de una gran esperanza, pero en la culpa llevan la penitencia de haber contribuido a derribar el sueño de juventud al que como caducos conservadores renunciaron por las miserias de las lentejas.
Blas Piñar ha sido Blas Piñar hasta sus últimos momentos, hasta cuando hace unas semanas me escribía diciendo "ya no tengo fuerzas". Hace unos años, ya aquejado por la dolorosa enfermedad que le ha acompañado en el último tramo de su vida, en uno de sus últimos grandes actos nos dijo -escribo de memoria porque prefiero el recuerdo a la literalidad-: "no sé si éste será mi último discurso, pero sí sé que mientras me queden fuerzas estaré defendiendo a Dios, a la Patria y a la Justicia". No le importaron en esos años ni los consejos, ni las recomendaciones, ni los riesgos que asumió, ni el agotamiento personal que cada intervencion pública le suponía, porque mientras pudo siguió acudiendo, siguió estando ahí. Y cuando no pudo jamás faltaron sus palabras. Nunca se rindió y nunca pensó en su propia imagen para la posteridad: "si mi nombre puede servir para algo ahí estará, acompañándoos". Pese a lo que algunos puedan pensar su afán de servicio le hizo ser tremendamente humilde: pasó de gran lider, del aclamado "¡Caudillo Blas Piñar!", a ser militante de filas, pese a los puestos honorarios, y figurar en el último puesto de alguna candidatura. A él sólo le movía una inquebrantable Fe y un inmenso afán de servicio y, como al Cid, le pasó aquello de "qué buen vasallo si hubiera tenido buen señor".
No pocos nos sentimos hoy un poco huérfanos pues éramos su otra familia, la de los camaradas. Él ya no está, pero no se ha ido: los hombres mueren pero su espíritu permanece. Blas Piñar sólo ha cambiado su puesto de servicio. Él no marcha al descanso eterno de la Gloria sino a la Guardia Eterna. Esa que sólo dejará de formar el día en que torne la Primavera. Los ángeles del Paraíso, aquellos que en la imagen joseantoniana formaban vigilantes con espadas en las jambas de las puertas del Cielo, habrán rendido armas a su llegada; pero él, entre el descanso y la guardia, habrá escogido lo segundo para desde lo alto poder seguir combatiendo con nosotros.
Yo, que he perdido a mi maestro en política, a mi Jefe Nacional, a quien ha debido ostentar en estos años los tres luceros de la Jefatura Nacional instituida por José Antonio, sólo puedo hoy rezar, acompañarle en la distancia, depositar cinco rosas simbólicas sobre su cuerpo y gritar al viento aquello de "¡Blas Piñar, Presente!", tras entonar el viejo himno de amor y de esperanza. 





Sigue el romance de Francisco con los medios

El papa Francisco sigue siendo el favorito de los medios. Si es que es casi igual a cualquier futbolista o cantante de rock.

El papa Francisco, en la portada de Rolling Stone

El pontífice argentino protagonizará la tapa de la edición estadounidense de la revista, acompañado por la canción "The Times They Are a-Changin'" de Bob Dylan.



De los centenares de portadas que ocupó Jorge Bergoglio en menos de un año, desde que fue elegido jefe máximo de la Iglesia, esta es la primera vez que está su imagen acompañada por una canción de rock. "The Times They Are A-Changin'" es el tema de Bob Dylan con el que la edición estadounidense de la revista Rolling Stone decidió titular un extenso reportaje sobre el papa Francisco.
"Dentro de la revolución moderada del Papa", promete la nota de Mark Binelli, que se hizo pública hoy en el sitio de la revista, pero recién saldrá publicada en la edición impresa del viernes próximo .
Según un anticipo, el periodista viajó al Vaticano para escribir el perfil sobre el Papa y descubrió que el pontífice "está haciendo un quiebre importante desde la tradición del Vaticano, encarando cuestiones políticas y presentando una actitud más inclusiva hacia los derechos humanos... y que los católicos aprecian".
"En menos de un año desde el inicio de su pontificado, el papa Francisco ha hecho mucho para distinguirse de los papas del pasado y establecerse como el papa del pueblo", anuncia la revista.
"Francisco optó por no residir en el palacio papal, sino quedarse en la casa de huéspedes del Vaticano, liberándose del aislamiento de los clérigos del Vaticano. Él opta por pasear por la ciudad en un Ford Focus en lugar de una limusina con chofer. Paga sus propias facturas de hotel y mantiene su propia agenda", describen.
"Además de ofrecer una alternativa más amigable que Benedicto XVI - su predecesor, que fue el primer papa en dimitir a su cargo en 700 años y que tenía un punto de vista mucho más draconiano sobre la homosexualidad y restó importancia a las acusaciones de pedofilia lanzado a los sacerdotes -, el papa Francisco ha iniciado investigaciones sobre la posible corrupción dentro de la iglesia. Ha explorado maneras de lidiar con el problema de la pedofilia, la búsqueda de medios para tomar medidas y asesoramiento a las víctimas", comparan en la revista.
"A través de citas de expertos del Vaticano y una biografía atractiva que muestra cómo el Papa se luchó en tiempos oscuros para emerger como el principal candidato para el papado, Rolling Stone presenta al Papa como un hombre atado a la tradición religiosa, por un lado, y la lucha para llevar a la iglesia a una nueva era con la otra. Como la portada indica, 'Los tiempos están cambiando'", adelantan.
FUENTE:  La Nación

Leonardo Boff, hereje asqueroso

Según él, pueden matar al Papa

Maestro de perdición

Quizá alguno pueda pensar que el título de este post suena demasiado agresivo, pero nuestra intención es expresar claramente lo que puede sentir el católico fiel cuando escucha palabras como las que acaba de proferir el apóstata Leonardo Boff: Asco, el más nauseabundo y horrendo de los ascos.

En la pasada noche,
 TN, uno de los canales producidos por el Multimedio Clarín, empresa que ha demostrado estar al servicio de las políticas anticatólicas diseñadas por el Nuevo Orden Mundial y que ahora se dedica a cantarle loas a Francisco, lo invitó a un largo reportaje a cargo del periodista Sandro Biasatti, bajo el título de"Mano a Mano con Leonardo Boff".

Es increíble ver la facilidad con que el hereje brasileño miente deformando la historia. Cómo se equivoca, si es que no finge, al asegurar que el celibato sacerdotal es la causa principal de la falta de vocaciones actual.
Cómo traiciona la fe de la Iglesia, mostrándose como un consumado profeta del Anticristo.

Cómo habla de la mesura de Francisco en el ejercicio un poder inclemente que ha venido a reformar y humanizar, sin considerar la muestra de despotismo salvaje y cruel que acaba de dar en el asunto de los Franciscanos de la Inmaculada.

Cómo, en fin, aconseja a los divorciados en segunda unión que, sin decir nada, vayan a comulgar; incitándoles a comer su propia condenación, como enseña el Apóstol.
Pero lo más preocupante del caso es que este desgraciado sacerdote, que hoy vive en concubinato, tenga puesta su confianza y su esperanza en que Francisco lleve a cabo lo que él propone; que no es ni más ni menos que la demolición total de la Iglesia en favor de la nueva religión mundialista.

Pese al asco que seguramente sufrirán, recomendamos a nuestros lectores que vean las tres partes en que se ha dividido su exposición, por que es muy importante conocer el pensamiento y las propuestas del enemigo. Para ello, sigan el siguiente enlace:




TOMADO DE:  Página Católica

viernes, 24 de enero de 2014

Los 10 «matrimonios» que vienen detrás del «matrimonio» homosexual

SE ROMPE CON EL FUNDAMENTO NATURAL Y LA FUNCIÓN SOCIAL DEL MATRIMONIO

Estudiando una de las investigaciones realizadas por el Parlamento Europeo sobre el Islam en Europea («L’Islam nell’Unione Europea: che cosa ci riserva il futuro?») , encontré una sección donde se habla de las prácticas culturales musulmanas que presentan graves desafíos para la cultura cristiana del viejo continente. Entre estas, el documento afrontaba la poligamia y toca el tema de la posibilidad de asumir políticas permisivas con respecto a los ciudadanos musulmanes que quieran crear, mantener o convalidar este tipo de vínculos en territorio europeo.


(Mauricio Artieda en Catholic Link/InfoCatólica) Después de algunos giros argumentativos el documento señala – en modo políticamente correcto – que este tipo de prácticas contravienen seriamente los usos y las costumbres de las naciones pertenecientes a la UE, y que, por lo tanto,cualquier política de reglamentación debe ser muy cuidadosa de las consecuencias culturales que esto ocasionaría.
Sin embargo, a pesar de lo dicho, la sección termina con un párrafo de una sinceridad inquietante:
«Hoy, sin embargo, después de la legalización de los matrimonios homosexuales en algunos países, la cuestión parece menos relevante porque el tradicional matrimonio cristiano no es más la única institución sobre la cual la familia puede basarse en términos jurídicos. El derecho de familia post-moderno está siempre más caracterizado por el individualismo que, a su vez, promueve la pluralidad de modelos de matrimonio y de familia. En los sistemas jurídicos en los cuales formas de matrimonio sustancialmente diferentes coexisten sobre la base de la recíproca legitimidad, la poligamia puede presentarse como una ulterior manifestación de este tipo de uniones no menos ligada al derecho de familia europeo que un matrimonio homosexual»
Es decir, el «matrimonio» homosexual rompe con el fundamento natural y la función social del matrimonio cristiano y recoloca dicho fundamento en la mera decisión de los contrayentes, sin atingencia a función social alguna. Esto abre una brecha a través de la cual no solamente pasa la figura jurídica de los «matrimonios» entre personas del mismo sexo sino muchas otras formas más; entre ellos: la poligamia, el incesto, los «matrimonios» consigo mismo, e incluso – extentiendo muy ligeramente la figura – los «matrimonios» con animales, plantas, objetos y demás.
He hecho una breve recopilación de este tipo de uniones sólo para que sepamos que están ahí. Vienen detrás del «matrimonio» homosexual y nuestra sociedad, después de la destrucción de la familia natural, como clarividentemente lo entiende el documento del Parlamento Europeo, se ha quedado sin argumentos racionales para oponerse al reconocimiento jurídico de estos tipos de «nuevas familias».

«Matrimonio» consigo misma:

Una mujer con dos hombres:

Un hombre con tres mujeres (dos de ellas gemelas):

Un hombre con 5 mujeres (x 24 hijos):

Entre 32 personas:

Entre hermanos:

Una mujer con un perro:


http://www.youtube.com/watch?v=FlYXpBKPs84

Dos tipos con un árbol:

Una mujer con un edificio público:


http://www.youtube.com/watch?v=LLXC95G8too

Una mujer con patrimonio cultural de la humanidad (con la Torre Eiffel):



Tomado de :  InfoCaótica

Los absurdos extremos a los que llega el animalismo


Elevando a los animales, rebajando a los hombres
Poseer animales domésticos y tratarlos bien es una costumbre inmemorial, sobre todo tratándose de perros. Es claro que no se debe someterlos a sufrimientos sin razón proporcionada. Nadie es contrario a eso.
Sin embargo, una moda inducida e irracional ha llevado a mucha gente a colocar a los animales en un nivel superior al de los humanos, lo que es desbordar el sentido común, pudiendo llegar a ser pecaminoso, pues contraría la jerarquía establecida por Dios en la Creación.
La Sagrada Escritura es muy clara al respecto. Dios dijo al primer matrimonio: ” Llenad la tierra y sometedla. Dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los animales que se arrastran sobre la tierra”. (Gen. 1,28).
Además, el Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por Juan Pablo II, determina: ” Dios confió los animales al gobierno de aquel que fue criado a Su imagen (el hombre). Es, por lo tanto, legítimo que nos sirvamos de los animales para la alimentación y para la confección del vestuario. Podemos domesticarlos para que sirvan al hombre en sus trabajos y descanso. Los experimentaciones médicas y científicas con animales son prácticas moralmente admisibles, si no traspasan los límites de lo razonable y contribuyan para curar o ahorrar vidas humanas” (2417).
* * *
Sin embargo, el infausto proyecto de Código Penal, que está siendo analizado en el Senado brasileño, llega a imponer penas mayores al abandono de un animal que al abandono de un niño. ¿Locura? ¿Desvarío? Mucho más. Es parte del proceso de rebajamiento de la naturaleza humana, actualmente en curso.
(…) La Comisión de Constitución y Justicia de la Cámara de Diputados aprobó recientemente un proyecto que establece castigos increíbles para los hombres en el trato con perros y gatos. Las penas son severas.
Así, quien mate un perro o un gato va a la prisión por el plazo de cinco a ocho años. Y el régimen de reclusión es el más estricto, reservado para crímenes graves, en los que el criminal no tiene posibilidad de un ablandamiento en un futuro próximo. ¡Es inimaginable que alguien tenga que purgar ocho años tras las rejas porque mató a un gato! Pero hay más.
Si la persona mató al perro para evitar el contagio de alguna enfermedad transmisible a los humanos, necesita probar de modo “irrefutable” que no existía un tratamiento posible para el animal. Sino consigue probar esto, su pena aumenta entre 6 y 10 años. El mismo aumento de pena se aplica si el can o el felino fuere muerto con veneno o algún medio cruel.
Pero no es sólo matarlos. También si deja de prestar asistencia o socorro al perro o al gato que correr peligro grave en las vías públicas, así como en las propiedades privadas, corresponderá una pena de 2 a 4 años de detención.
Tampoco se podrá dejar al animal amarrado con una cuerda o cadena para que no huya de la casa ni ataque a nadie: prisión de 1 a 3 años.

Imagen de Fátima que lloró milagrosamente en Nueva Orleans, en 1972
En necesario aún proporcionar una alimentación adecuada al animal, puesto que exponer la salud del perro o del gato equivale a una prisión de dos a cuatro años.
Si el agente es propietario o responsable por el animal, todas esas penas serán duplicadas: ¡16 años de prisión porque mató a un gato!
* * *
Esa equiparación, o aún preferencia del animal en relación al hombre constituye un rebajamiento irracional de inconcebible de la naturaleza humana, ya que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Rebajarlo de esa forma es profanar la imagen de Dios, es ofender al Creador. ¿A quién le gustaría que la imagen de su propio padre fuera rebajada a nivel de un perro? ¡Esta ofensa al Creador es una de las razones de las lágrimas de la Santísima Virgen!
Gregorio Vivanco Lopes é colaborador da Agência Boa Imprensa (ABIM)
Tomado de: Acción Familia
¿Será coincidencia que estas medidas absurdas e irracionales se estén planteando en un país gobernado por una panda conformada por lo más duro del izquierdismo americano? Yo no lo creo. Y tampoco me es difícil imaginar que todos los animalistas autóctonos deben estar aplaudiendo estos despropósitos. O no me van a decir que esos antitaurinos alucinados, que para defender a los toros no tienen reparos en agredir a las personas, y hasta  llegan a acuchillar a un policía, no les van a estar a gusto con todos estos disparates, si para ellos un animal vale más que una persona (bueno, más que un antitaurino, quizá).

jueves, 23 de enero de 2014

El himno de nuestro tiempo






Cambalache

Letra y música: Enrique Santos Discépolo, 1935


Que el mundo fue y será 
una porquería, ya lo sé. 
En el quinientos seis 
y en el dos mil, también. 
Que siempre ha habido chorros, 
maquiavelos y estafaos, 
contentos y amargaos, 
barones y dublés. 
Pero que el siglo veinte 
es un despliegue 
de maldá insolente, 
ya no hay quien lo niegue. 
Vivimos revolcaos en un merengue 
y en el mismo lodo 
todos manoseados. 



Hoy resulta que es lo mismo 
ser derecho que traidor, 
ignorante, sabio o chorro, 
generoso o estafador... 
¡Todo es igual! 
¡Nada es mejor! 
Lo mismo un burro 
que un gran profesor. 
No hay aplazaos ni escalafón, 
los inmorales nos han igualao. 
Si uno vive en la impostura 
y otro roba en su ambición, 
da lo mismo que sea cura, 
colchonero, Rey de Bastos, 
caradura o polizón. 



¡Qué falta de respeto, 
qué atropello a la razón!;
Cualquiera es un señor, 
cualquiera es un ladrón... 
Mezclao con Stravisky 
va Don Bosco y La Mignon, 
Don Chicho y Napoleón, 
Carnera y San Martín... 
Igual que en la vidriera 
irrespetuosa 
de los cambalaches 
se ha mezclao la vida, 
y herida por un sable sin remache 
ves llorar la Biblia 
junto a un calefón. 



Siglo veinte, cambalache 
problemático y febril... 
El que no llora no mama 
y el que no afana es un gil. 
¡Dale, nomás...! 
¡Dale, que va...! 
¡Que allá en el Horno 
nos vamoa encontrar...! 
No pienses más; sentate a un lao, 
que ha nadie importa si naciste honrao... 
Es lo mismo el que labura 
noche y día como un buey, 
que el que vive de los otros, 
que el que mata, que el que cura, 
o está fuera de la ley...

Notas sobre el liberalismo


Publicamos a continuación, fusionadas en un solo artículo, tres entradas publicadas por separado en el blog InfoCaótica bajo el título de "Tres notas sobre el liberalismo"


El término liberalismo es polisémico. Puede significar ideas muy distintas. Los liberales lo saben, razón por la cual la polisemia les funciona como una herramienta de vulgarización, tanto para la manipulación de interlocutores como para la anulación de las críticas. Así, por ejemplo, tenemos la definición del DRAE: doctrina política que defiende las libertades y la iniciativa individual, y limita la intervención del Estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural. Es una definición que no compromete a nada. Hay muchos liberalismos posibles, porque el término puede designar nociones muy distintas: una ideología de cuño racionalista o empirista, que proclama una autoafirmación del individuo frente a la comunidad; una confianza ingenua en los efectos de la libertad externa en la vida social; la pretensión de limitar el poder arbitrario de la autoridad pública; una reacción ante los regímenes totalitarios; una cierta sensibilidad o temperamento favorable a la libertad personal más que una ideología, etc.
Es un recurso común de los liberales, por un lado, postular un conjunto de obviedades con las que nadie que esté en su sano juicio pueda discrepar; y por otro, señalar muchas proposiciones inadmisibles, a las que ninguna persona sensata se pueda oponer; para luego atribuir lo primero al liberalismo y lo otro a sus críticos. 
Es necesario decir lo que es el liberalismo. Y luego, considerarlo críticamente.Trataremos de hacerlo dentro de nuestras modestas posibilidades. Para evitar malentendidos comunes, primero diremos lo que no es liberalismo:
- La defensa de la existencia de la libertad como libre albedrío en el hombre. Esto es claro en los expositores más importantes de la doctrina (Mises, Hayek, etc.). La afirmación de la libertad exterior es paralela a la negación del libre albedrío como potencia natural.
- La designación de gobernantes mediante elecciones.
- Representación política a través de partidos.
- El capitalismo como sistema económico ya que puede no ser liberal.
- No es nota suya, definitoria por exclusiva, defender la necesidad de evitar un estatismo desorbitado o una socialización excesiva; o la mera afirmación de una cierta libertad en el mercado; o la existencia de éste o de la propiedad privada. Ha de tenerse presente que, como doctrina configurada en un momento histórico determinado, no puede definirse, por lo menos sin más aclaraciones, por la afirmación de principios o realidades o elementos conocidos y desarrollados durante el pre-liberalismo. Así, no podrá definírselo por “la existencia del mercado” a secas, sin otra precisión, si antes del liberalismo, por ejemplo en la Edad Media, existieron mercados.
- La transposición a fórmulas doctrinales de la economía real de los países económicamente más desarrollados.
- El rechazo del socialismo o del comunismo. Se puede no ser socialista o comunista y tampoco ser liberal.
- Una teoría económica implícita en la Escolástica Española.
Sin embargo, hay que preguntarse si es dable señalar un principio esencial, fontal, unificador, de los distintos tipos de liberalismo. Algo que sea común, un rasgo compartido por múltiples escuelas y corrientes liberales.
La apelación al nombre es útil para encontrar la nota definitoria:liberalismo proviene de libertadY ello es así porque la nota distintiva esencial está en el principio fontal de todos los liberalismos que sean relativamente coherentes: el principio libertadEl Cardenal Billot hablando del liberalismo religioso, se creyó obligado a “ascender” a este principio unificador; hagámoslo también nosotros con tan prestigiosa guía:
“La libertad es el bien fundamental, santo e inviolable del hombre, contra el cual es un sacrilegio atentar por medio de la coacción; y de tal modo esta misma irrestringible libertad debe ser puesta como piedra inconmovible sobre la cual se organice todo de hecho en la humana convivencia, y como norma inconmovible según la cual se juzgue todo de derecho, que sólo sea dicha equitativa, buena y justa la condición de una sociedad que descanse en el citado principio de la inviolable libertad individual; inicua y perversa, la que sea de otro modo”.
Pero, ¿qué libertad defiende el liberalismo? Sigamos con el mismo autor:
"La libertad de la que tratamos ahora no es... la facultad del libre albedrío, consistente en el dominio de la voluntad sobre sus actos... De esta libertad, que es libertad de necesidad intrínseca, que lleva consigo obligaciones de conciencia y que nos hace observantes de la ley moral, el liberalismo no se ocupa, y tanto no se ocupa que la mayor parte de sus secuaces son puros materialistas, que no reconocen en el hombre sino los principios del movimiento espontáneo, según el instinto y la determinación de la naturaleza. En todo caso, admitan o no el libre albedrío en su sentido propio y metafísico, no hacen de él en cuanto tal su ídolo, sino de la facultad de usar de la propia actividad, cualquiera sea ella, sin ninguna coacción exterior que impida su autónoma expresión”.
En resumen: la libertad axial para los liberales es la libertad de coacción externa sólo limitada por los derechos individuales de los demás. Bien lo expresa Alberto Benegas Lynch (h.) en el video que ilustra nuestra entrada: el liberalismo es el respeto irrestricto de los proyectos de vida de los demás, es decir a una esfera de autonomía intocable mientras no afecten los derechos de terceros.
Aun suponiendo que pudiéramos subsistir sin la sociedad, de todos modos ésta es para nosotros imprescindible medio de perfección. Como dice el maestro hispano José Corts Grau, “la técnica, la afectividad, la difusión del saber, el ejercicio de las virtudes, etc. postulan convivencias profundas”, y “por vigorosa que sea nuestra personalidad, no nos bastamos; esa personalidad, en rigor, se ha nutrido antes y sigue asimilando después incontables jugos sociales”.
Por ello, el hombre ha de buscar el bien común como su mejor bien personal y subordinarse a él también en el uso de su libertad exterior. Todos los derechos, sin excepción, se ejercen legítimamente en la intensidad y el modo convenientes al bien común. Así, por ejemplo, un bien económico, mueble o inmueble, puede legítimamente expropiarse, de modo que su actual propietario pierda el dominio de él, cuando tal cosa sea exigida por la autoridad pública, por ser necesaria para el interés general (v.gr., un campo para construir una represa); la libertad de expresión no ampara la producción de pornografía; el derecho a comerciar no hace lícita la venta de órganos no renovables; el derecho a profesar el culto puede ser limitados por razones de salud pública. Otro ejemplo: el mismo derecho de gobernar de un presidente o un rey que han sido derrocados ilegítimamente se pierde siempre que el intento de reconquistar el poder o la perturbación del nuevo régimen de facto sean dañosos para el bien de la comunidad.
El bien común político es un concepto general que comprende la salud pública, la tranquilidad pública, la defensa exterior, la moralidad pública, la concordia, la seguridad jurídica, la utilidad general en todos sus aspectos... 
La doctrina de la primacía del bien común es decisiva para una comprensión cabal del problema que plantea el liberalismo. La doctrina liberal se opone a esta limitación de las pretensiones del individuo por parte de la comunidad. Y así  el bien común no es límite interno de todo derecho subjetivo sino que son las libertades exteriores las que agotan el contenido del bien común. La primacía del bien común no significa aprobar la conculcación de bienes fundamentales de la persona por declarados motivos de utilidad social, o por el provecho del mayor número. El bien común, dado que no tiene un contenido meramente económico, sino que es éticamente valioso, entraña el debido respeto y protección de los bienes fundamentales de todos y cada uno de los miembros de la sociedad política.


P.S.: recomendamos el trabajo de Guido Soaje Ramos, El fin de la comunidad política para el Aquinate: ocho tesis que puede bajarse aquí:

http://es.scribd.com/doc/89821602/8-tesis-sobre-el-bien-comun-politico-Guido-Soaje-Ramos

http://www.filedropper.com/soajeramos-8-tesis-sobre-el-bien-comun-politico






TOMADO DE :  InfoCaótica 1   2   3

Liberalismo


por  Juan Manuel de Prada




Discursos célebres, fundadores de una nueva época, ha habido unos cuantos a lo largo de la historia. El más famoso de todos ellos lo pronunció Jesús y se conoce como Sermón de la Montaña; en el cual se contienen, por cierto, muchas más cosas que las ocho Bienaventuranzas. Está también el discurso fúnebre de Pericles recogido por Tucídides en su Historia de la guerra del Peloponeso; está el discurso de Lincoln en Gettysburg, que los niños americanos aprenden de memoria en la escuela; y está el discurso que Churchill pronunció en la Cámara de los Comunes, en el que sólo prometía a los ingleses "sangre, sudor y lágrimas". Pero el discurso más célebre del momento, el discurso que tiene a la derecha española alborozada o mohína –y, en conclusión, meningítica perdida– es el que pronunció Esperanza Aguirre en el Foro de ABC hace unos días. ¿Y cuál es el busilis de ese discurso, que tanta tremolina ha levantado entre los escoliastas? Pues el busilis de ese discurso es la apología del liberalismo.
¿Y qué es eso del liberalismo? Para Esperanza Aguirre ser liberal consiste en considerar que "cada persona debe elegir libremente"; pero es una definición un tanto difusa que lo mismo sirve para definir a un liberal que a un abortista. O a un liberal abortista: ahí tenemos, por ejemplo, al escritor Vargas Llosa retirando su apoyo al PP porque no defendía con suficiente ardor el aborto, que es lo que a su parecer exige un liberalismo de buten. Para mí que eso de proclamarse liberal, antes que una declaración de principios ideológicos, es la última adscripción no peyorativa que le resta a la derecha, toda vez que proclamarse conservador en el Matrix progre es como proclamarse fascista, o siquiera reaccionario. Pero que lo tilden a uno de reaccionario puede ser un timbre de gloria, como lo prueba aquel envío de Antonio Machado a Azorín: "¡Admirable Azorín, el reaccionario/ por asco de la greña jacobina!". El argentino Leonardo Castellani, otro admirable reaccionario por asco de la época que le tocó vivir (menos greñuda que la nuestra, sin embargo), escribió diatribas formidables contra el liberalismo, esa "niebla ponzoñosa" que ha hecho caer al hombre en cinco idolatrías nefastas: 1) Idolatría de la Ciencia, con la cual el hombre quiso hacer otra torre de Babel que llegase hasta el cielo; 2) Idolatría del Progreso, nuevo Becerro de Oro con el cual creyó que haría en poco tiempo otro Paraíso terrenal; 3) Idolatría de la Carne, a la cual se le pidió el cielo y las delicias del Edén, pero la carne desvestida, exhibida, mimada y adorada ha sido a la postre destrozada y amontonada como estiércol; 4) Idolatría del Placer, con la cual se quiere hacer del mundo un perpetuo carnaval y convertir a los hombres en chiquilines agitados e irresponsables; y –last but not least– 5) Idolatría de la libertad, con la cual se quiere hacer de cada hombre un caprichoso caudillejo.
"Esta obsesión de la libertad –nos enseña Castellani– vino a servir maravillosamente a las fuerzas económicas y al poder del Dinero, que también andaban con la obsesión de que los dejasen en paz. Los dejaron en paz: triunfaron sobre el alma y la sangre la técnica y la mercadería; y se inauguró en todo el mundo una época en que nunca se ha hablado tanto de libertad y nunca el hombre ha sido en realidad menos libre". El liberalismo acabó engendrando la libertad enloquecida del Dinero, que fue lo que a la postre trajo el comunismo en el siglo XX; y también ha engendrado, en estos albores del siglo XXI, la creencia no menos enloquecida en una especie de Reino de la Paz Perpetua y las Delicias Universales, producto de la Ciencia, la Libertad y la Democracia; Reino que, básicamente, consiste –como Castellani profetizó con clarividencia– en que "un grupo de sabios socialistas, bajo la coartada de adoración al Hombre, gobiernen el mundo autocráticamente y con poderes tan extraordinarios que no los soñó Licurgo". El liberalismo, en fin, es el caldo de cultivo que la derecha aliña, creando las condiciones sociales, económicas y morales óptimas para el triunfo de la izquierda, que es la que mejor ha sabido vender las falsificaciones de la libertad inventadas por el liberalismo. Falsificaciones catastróficas para el hombre, que creyendo "elegir libremente" no hace sino ahondar en su esclavitud.
EnABC, 12 de abril de 2008

La Comunión Tradicionalista y su declaración sobre el laicismo de Estado

9 AGOSTO, 2013

A propósito de unas palabras pronunciadas por el Papa Francisco el 27 de julio, en Brasil, la Comunión Tradicionalista hizo el 2 de agosto una breve declaración, cuyo contenido merece, a mi entender, una exposición algo más detallada.
Las frases del Papa Francisco decían lo siguiente:
Es fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas, que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia.
La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad, favoreciendo sus expresiones concretas”.
Tomadas según suenan, estas palabras constituyen un espaldarazo especialmente nítido y carente de matices al régimen democrático y a la laicidad del Estado. Contienen, además, una explícita reducción de cualquier religión a un “factor religioso”, natural y común, y una implícita equiparación de la religión católica, única verdadera, con las restantes confesiones. Confesiones que sólo metafóricamente se llaman religiones, porque en realidad son formas diversas de lo que propiamente llamaba Santo Tomás infidelidades, es decir, herejías, cismas, idolatrías o cultos paganos, que indignamente remedan el sagrado vínculo de la religión.
No compete a la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón o a la Jefatura Delegada de la Comunión Tradicionalista dilucidar si en éste y en similares textos eclesiásticos, hay salvedad intencional, atenuación contextual, o distingo lingüístico que permita interpretarlos de manera diferente a lo que literalmente dan a entender. Tampoco pretende declarar las causas de la inexplicable confusión que hoy sufre el catolicismo, ni se mete a hacer conjeturas sobre la economía de la salvación o a extraer conclusiones ajenas por completo a su posible jurisdicción. Pero, como grupo que se precia, ante todo, de seguir fielmente la doctrina de la Iglesia Católica, la Comunión Tradicionalista se ha visto en la obligación de renovar la perentoria llamada de atención que ya hiciera en 1963, cuando volvía a subir la marea del modernismo social:
La Comunión Tradicionalista levanta a todos los vientos, con un grito de alerta, su proclama de la unidad católica al servicio de la Iglesia y de la Patria, y llama a todos los españoles a defender (…) 1) la Soberanía social de N. Señor Jesucristo, 2) la religión Católica, única verdadera, es la oficial de España, 3) la unidad católica es la base de la unidad nacional[i].
Con este toque a rebato, la Comunión recordó, a una sociedad adormilada por la victoria, algo que la dinastía legítima siempre mantuvo cuando estaba en pie de guerra. El Rey Carlos V tenía por “deber tan grato como sagrado el proteger y promover la religión santa de nuestros padres[ii]. Carlos VII juró “que nos sacrificaríamos todos sin descanso por el triunfo de Cristo en el mundo, por la Unidad Católica[iii]. Más solemnemente, la Princesa de Beira declaró en su carta al Infante D. Juan (1861) que “las leyes fundamentales de la Monarquía española obligan al Rey a jurar que profesará y observará y hará que profese y observe, la religión Católica, Apostólica y Romana, en toda la Monarquía, con exclusión de todo otro culto o de cualquier otra doctrina”.
Y en 1936, con el laconismo que la circunstancia requería, el Rey Alfonso Carlos I condensó esta fervorosa defensa de la unidad católica poniendo la Religión Católica, Apostólica y Romana con la unidad y consecuencias jurídicas con que fue servida y amada tradicionalmente en nuestros Reinos” como primer fundamento inmutable de la legitimidad española[iv]. No hacía falta decir más. Porque por entonces bastaba con que alguien se declarase católico, para que se diera por sentado que era defensor de la unidad católica, de la obligación que todo gobernante tiene de dar culto público a Cristo y de someterse a la ley moral natural que la Iglesia custodia, y que rechazaba la libertad religiosa. Tales doctrinas no procedían de algún sistema filosófico o político peculiar del carlismo, sino que eran sencilla expresión de lo que siempre ha enseñado la Iglesia Católica. Pues desde los tiempos de San Gelasio, Bonifacio VIII o Gregorio VII hasta los pontífices del siglo XIX y primera parte del XX, los papas siempre defendieron la suprema potestad de la Iglesia, unas veces contra quienes querían usurpar su poder, como hicieron los monarcas absolutos, y –otras– contra los que tratan de menospreciarlo y arrinconarlo, como viene haciendo invariablemente la democracia liberal. Y, en esa defensa, la Iglesia, poniendo todo el peso de su autoridad en la empresa, hizo caer las más terribles condenas sobre sus enemigos.
Pío XI, por ejemplo, declaró la encíclica Quas Primas: “Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos”.
Si conviene recordar estas palabras sobre el laicismo y los supuestos beneficios de que el Estado no asuma ninguna posición confesional, no menos necesario es traer a colación lo que Pío X dijo a propósito de nuestra sagrada religión, convertida en expresión concreta del factor religioso. Ese santo Papa, tras condenar en laPascendi la doctrina modernista según la cual “el sentimiento religioso (…) es el germen de toda religión”, incluso de la católica que “queda al nivel de las demás en todo”, lanzó sobre dicha doctrina estas palabras terribles: “¡Estupor causa oír tan gran atrevimiento en hacer tales afirmaciones, tamaña blasfemia! ¡Y, sin embargo, venerables hermanos, no son los incrédulos sólo los que tan atrevidamente hablan así; católicos hay, más aún, muchos entre los sacerdotes, que claramente publican tales cosas y tales delirios presumen restaurar la Iglesia! No se trata ya del antiguo error que ponía en la naturaleza humana cierto derecho al orden sobrenatural. Se ha ido mucho más adelante, a saber: hasta afirmar que nuestra santísima religión, lo mismo en Cristo que en nosotros, es un fruto propio y espontáneo de la naturaleza. Nada, en verdad, más propio para destruir todo el orden sobrenatural”.
Fácil cosa sería multiplicar las citas[v], pero bastan las mencionadas para mostrar cuán bien fundada en el magisterio eclesiástico estaba la doctrina sostenida por el carlismo. Por eso, la Comunión Tradicionalista, completamente segura de que “Dios no se muda” y confortada por las palabras del Papa San Simplicio: “Lo que por manos apostólicas, con asentimiento de la Iglesia universal, mereció ser cortado al filo de la navaja evangélica no puede cobrar vigor para renacer[vi], o por aquellas otras, según las cuales “no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina[vii], ha querido hoy reafirmar su fe en la única religión verdadera, la defensa que siempre hizo del culto público y del sometimiento del Estado al orden moral y su ardiente deseo de restablecer en nuestra Patria la unidad católica que le dio su grandeza. Lo ha hecho con el mismo énfasis que puso Manuel Fal Conde cuando, en 1950, dijo: “la Unidad Católicaes un derecho irrenunciable de la Comunión Tradicionalista”, pues es “el mayor bien y la mayor gloria de España, don preciosísimo, más precioso que la misma independencia nacional[viii] y ha animado a todo carlista, y a todo católico, a seguir ese ejemplo.
José Miguel Gambra


[i] Junta Nacional de la Comunión Tradicionalista, 1963 (Santa Cruz M., Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español. 1939-1966,  t. 25, p. 204)
[ii] Manifiesto a navarros y vascongados, 1836
[iii] Carta al Marqués de Cerralbo, 1895
[iv] Real Decreto de 23 de enero de 1936
[v] Pío IX, Quanta Cura, n. 3; León XIII, Immortale Dei, n. 5; etc.
[vi] Denz. n. 160
[vii] Concilio Vaticano I, Denz. n. 1836
[viii] Santa Cruz M., op. cit. t. 12, p. 10