domingo, 28 de diciembre de 2014

Carl Schmitt sobre la neutralidad religiosa del Estado



LA NEUTRALIDAD RELIGIOSA DEL ESTADO


de Carl Schmitt, La defensa de la constitución, trad. M. Sánchez Sarto, Madrid, Tecnos, 1983, p. 183.

"[...] se manifiesta por vez primera en la conciencia histórica la neutralidad política interior del Estado en forma de neutralidad del Estado con respecto a las religiones y confesiones [...] En última instancia este principio debe conducir a una neutralización general respecto de todas las concepciones y problemas imaginables, y a una equiparación absoluta, según la cual, por ejemplo, el hombre de ideas religiosas no ha de gozar de protección mayor que el ateo, ni el nacionalista de mejores derechos que el enemigo y difamador de la nación. De ahí resulta, además, la absoluta libertad de todo género de propaganda: la religiosa como la antirreligiosa, la nacional como la antinacional; absoluta 'consideración' a los que 'piensan de otro modo' aun cuando contradigan las costumbres y la moral, aun cuando combatan la forma del Estado y desarrollen una agitación al servicio de Estados extranjeros. Esta especie de 'Estado neutral' es el stato neutrale ed agnostico. Estado sin contenido o con un contenido mínimo. Estado relativo que ya no establece distinciones [...] Ese Estado puede ser, sin embargo, político, porque al menos en el orden ideológico conoce un enemigo, aquél que no cree en esta especie de neutralidad espiritual".

Expelled: No Intelligence Allowed ( Expulsado: No se Permite la Inteligencia) - Subtitulado en español


Expelled: No Intelligence Allowed  es una película independiente del año 2008 escrita  y dirigida por Nathan Frankowski y conducido por el periodista judío norteamericano Ben Stein. El documental demuestra y expone el acoso y censura a la que se ven expuestos aquellos científicos que proponen que la vida en la Tierra podría ser parte de un Diseño Inteligente, obra de un ser superior, Dios.El “stablishment” científico dominante suprime o expulsa a los académicos que han criticado la teoría evolucionista o defendido, o simplemente nombrado, o hablado de la teoría del “diseño inteligente” (ID) como una alternativa al paradigma evolucionista. Los académicos que han apoyado el “diseño inteligente”, han cuestionado seriamente, y de modo científico y racional, la teoría evolucionista establecida por las leyes norteamericanas como única metodología de trabajo para la enseñanza en las escuelas. Tal cuestionamiento, les ha valido la expulsión de las universidades y las escuelas, inclusive, de los diarios y las publicaciones en las que trabajaban (Stat Veritas)




"Educar e instruir", por Juan Manuel de Prada


Hace más de un siglo, Azorín se sublevaba en una serie de artículos contra lo que entonces había dado en denominarse 'escuela neutral' (el equivalente a lo que hoy llamaríamos 'laica' o 'aconfesional'), considerándola un semillero de individualismo. Para Azorín, solo podían existir dos tipos de escuela: la religiosa y la atea; y quienes apelaban a una escuela 'neutral', equidistante de ambas, solo podían ser emboscados o hipócritas. Azorín lanzaba al maestro de una escuela neutral las preguntas que han perseguido al hombre desde el comienzo de los tiempos («¿Existe Dios? ¿Existe el alma? ¿Existe una sanción ultraterrena?»): si las contestaba con un sí o un no ya había dejado de ser neutral; si las contestaba de otro modo (digamos agnóstico o mediopensionista) corría el riesgo de decepcionar a sus alumnos, que lo menos que esperan de su maestro es que sepa saciar sus inquietudes y curiosidades. Probablemente, un pedagogo de nuestra época alegaría que un maestro no tiene que responder esas preguntas, sino que debe procurar soslayarlas. Se trata, por supuesto, de un alegato falaz, pues como todo el mundo sabe es por completo imposible evitar hablar de estos problemas. Pero aceptemos que pueda haber un maestro, perito en habilidades escapistas, que se las ingenia para soslayar los asuntos que durante milenios han constituido la levadura de los espíritus y los han arrojado a las empresas más nobles del pensamiento y la acción humana. ¿Qué educación se podría transmitir cuando se soslayan estas cuestiones?

Hoy se postula con cinismo que es posible una educación puramente científica que incluya una serie de conocimientos y nociones asépticas sobre el mundo material; y que, en todo caso, si hubiese que abordar inevitablemente las cuestiones sobre el origen y el destino último del hombre, proponga diversas hipótesis «a gusto del consumidor», sin afirmar certeza alguna. Dejando aparte que no existe ciencia alguna que excluya estas cuestiones (porque toda ciencia tiene como razón de ser la búsqueda de la verdad), una educación 'neutral' que las sustituyese por meras 'nociones' científicas sobre el mundo material no sería educación, sino mera 'instrucción'; y la cosecha fatal de esta instrucción no sería otra sino el individualismo.

Azorín consideraba que solo la educación que se plantea las grandes cuestiones sobre el origen y el destino del hombre puede ser plenamente moral; y que todos los intentos de construir un código moral sin base religiosa son, a la postre, sucedáneos que se revelan insostenibles por dos razones: porque el temor a ofender a Dios solo puede ser sustituido por una amenaza represora de tipo penal que llega a hacerse asfixiante; y porque allá donde no hay una moral común cada uno acaba construyéndose una moral individual que no obliga a los demás, favoreciéndose un retorno a la ley de la selva (ante lo cual el Estado Leviatán acaba imponiendo una moral gubernativa). La 'instrucción', pues, fomenta el individualismo y destruye la solidaridad social, matando los espíritus enraizados en la tradición y creando espíritus 'autónomos' (forma pomposa y eufemística de decir solitarios), infatuados de una falsa ciencia, llenos de ambiciones y deseos subversivos que suelen darse de bruces contra la realidad, generando -de resultas del fracaso- desaliento y rencor.

Azorín concluía que la misión de la educación es poner de relieve «la subordinación de todas las partes de la sociedad» a un empeño común y combatir el individualismo. «Un individualista -escribía- es un hombre que no siente el todo social, que no siente la tradición, la historia, el arte y hasta el paisaje de su patria. Un individualista es un hombre incapaz de abnegación y de sacrificio: es un hombre en quien los apetitos propios y las pasiones dominan; un hombre que va recta y brutalmente a su objetivo, sin importarle nada la solidaridad social, ni sentirse ligado a su raza ni a su patria; es un logrero y un arribista, o es un gran negociante que evoluciona dentro de los códigos y sin salirse de ellos origina la miseria y el dolor de centenares de conciudadanos suyos».

Azorín tenía razón. Hemos arrojado primeramente a una cuneta todas las empresas colectivas, todos los empeños comunes; y después los hemos sustituido por empresas y empeños individualistas o, en el mejor de los casos, sectarios, que solo provocan adhesión en unos pocos y rechazo en la mayoría. Así hemos logrado una instrucción perfectamente 'neutral'.  

TOMADO DE: Finanzas.com

28 de diciembre, en el día de los Santos Inocentes recordemos que existen los Herodes modernos


Los herederos del espíritu de Herodes:









Pero hay muchos más...

jueves, 25 de diciembre de 2014

¡Feliz y Santa Natividad del Señor!


Et dixit illis angelus: “ Nolite timere; ecce enim evangelizo vobis gaudium magnum, quod erit omni populo, uia natus est vobis hodie Salvator, qui est Christus Dominus, in civitate David. Et hoc vobis signum: invenietis infantem pannis involutum et positum in praesepio ”. (Lc. 2: 10-12)




jueves, 11 de diciembre de 2014

Los derechos humanos


Miguel Ayuso
Kiko Méndez-Monasterio
Carmelo López Arias
Juan Manuel de Prada
Ignacio Peyró


A la luz del preámbulo de la Declaración de 1948, sobre los derechos humanos, leemos que
vienen a ser una ley superior, común para todos los seres humanos, y no algo que puedan
cambiar los políticos a su antojo.

Los autores de la Declaración quisieron reconocer solemnemente el valor de la dignidad
humana, y explicitaron que los derechos humanos son: indivisibles, inviolables e inherentes, y
así nadie puede cambiarlos a su antojo, porque son innatos, porque pertenecen a todos los
hombres, por el hecho de pertenecer a la especie humana. Pero esos derechos inherentes a la
naturaleza humana, se cambian, se reformatean, se redefinen, se desnaturalizan, se despojan
de sentido según el antojo del politiquillo de turno, así por ejemplo el derecho a la vida, piedra
angular de la Declaración, se conculca a través de códigos legales que admiten el aborto, el
derecho al matrimonio para todo hombre y mujer, se desvirtúa mediante la legalización de
uniones de personas de igual sexo, el derecho del niño a conocer a sus padres naturales y a ser
criados por ellos, o en su defecto por los padres adoptivos que restauran los vínculos de
filiación, de maternidad y paternidad, se conculca cuando los niños nacen de donantes
anónimos o son adoptados por parejas de igual sexo, la Declaración proclama los derechos de
la madre y el hijo a disfrutar de una protección social especial, pero la maternidad es fuente de
discriminación en los mercados laborales, también proclama la Declaración el derecho a
practicar la religión de forma pública, pero el laicismo rampante está obsesionado en relegar
su práctica a esferas privadas, y así podíamos continuar hasta adivinar que no hay derecho
humano que no esté siendo desnaturalizado.

Y mientras triunfa esta desvirtuación de los derechos humanos, quienes propugnan una
definición objetiva de tales derechos, son tachados de fundamentalistas, ya no se reconoce la
existencia de una racionalidad ética, capaz de determinar lo que es justo y lo que es injusto en
razón a la dignidad humana, es el voto de la mayoría, el que en cada coyuntura determina lo
que es justo o injusto.

 Nos hallamos en definitiva, ante la emergencia de una nueva forma de totalitarismo, aunque
esta vez, a diferencia de los totalitarismos clásicos, tan ceñudos y despóticos, se disfrace de
aritmética parlamentaria, y filantropía, la satisfacción de apetencias, de anhelos, de pulsiones,
incluso de caprichos, convenientemente disfrazada con los ropajes de la emotividad, se erigen
en coartada para la formulación de nuevos derechos. Y aquí podíamos recordar lo que
Aristóteles escribió en su “Política”, “ las verdaderas formas de gobierno , son aquellas en las
que el individuo, gobierna con las aspiraciones del bien común, los gobiernos que se rigen por
intereses privados , son perversos”-

Los derechos humanos se han convertido en instrumentos de esta perversión política, y la
labor que desempeñaban como límite a la actuación de los poderes públicos, como garantía de
una vida digna, se ha disuelto por completo, ahora es el poder mismo, que derechos deben
ser reconocidos, han dejado de ser una propiedad innata de los seres humanos, para
convertirse en concesiones graciosas del gobernante de turno, que así nos ha convertido en
esclavos, pues sólo se puede calificar de esclavos, a quienes renuncian a sus prerrogativas
humanas, con tal de satisfacer sus caprichos.

 Está el derecho a ocupar cargos públicos en atención a la capacidad, sin otra distinción que la
de la virtud y el talento, algo semejante decía Santo Tomás de Aquino, cuando decía, “ el
gobierno tiene que estar en manos de los virtuosos, y de los inteligentes”, lo malo es cuando
está en manos de los incapaces”, y no de los huérfanos de virtud y de talento, como sucede
hoy.

 Volviendo a la Declaración, podíamos afirmar que está en el origen, el “veneno” de la
Declaración, Maritain, declaró con impudicia en 1947, cuando se estaba debatiendo el
proyecto de la Declaración, habida cuenta de que no se podían poner de acuerdo sobre el
fondo, sobre el fundamento, que” bastaría que se pusieran de acuerdo sobre cuestiones
meramente prácticas, sobre su garantía”, es decir, que había una renuncia, una renuncia a
fundar los derechos, y a encontrar un fundamento de esos derechos, esa renuncia no se puede
calificar de un modo benévolo, porque implica una prohibición de preguntar, implica un cerrar
los ojos, implica una asunción irracional.

Un mal de la declaración, como de otras, se encuentra en el concepto de libertad, concepto
que de forma muy esquemática y burda se refleja en esa frase tan manoseada, de que los
hombres son libres para todo aquello que no perjudique a otros, pero claro cuando tú dimites
de la racionalidad ética, y de la capacidad para enjuiciar si unos actos son justos o injustos, y el
ser justos o injustos, depende única y exclusivamente de que perjudiques o no, a otro, desde
ese momento ya te estás haciendo a ti mismo una trampa, porque tú siempre te vas a
convencer de que tus actos no perjudican a otro. La tesis de Kant, es la libertad negativa, la
libertad sin reglas, que está en el origen de tantas declaraciones, o sin otra regla que no sea la
propia libertad, la autonomía personal para dirimir lo que es bueno y lo que no, guiándote
única y exclusivamente en último término por tu beneficio y tu interés, derivando todo ello en
última instancia en el relativismo moral, predominante hoy.

 Los derechos humanos no son nada, mientras no son concretados en una legislación, y en
una jurisprudencia, y al final, éstas son inspiradas por la ideología dominante, y ésta y quienes
pueden dirigirla, ya sea ésta a través de los medios de comunicación, instancias políticas,
medios culturales, son quienes acaban determinando la esencia de esos derechos, los límites,
el ámbito de aplicación, hasta donde llegan, a que concepto de persona humana responden, lo
que habría es que ver el concepto de naturaleza humana, para concretar el concepto de
derechos humanos y su desarrollo.

Todo esto, porque España fue invadida en 1808 en nombre de la Declaración del Hombre y
del Ciudadano, y hubo muchos fusilados al amparo de aquella declaración, así que ojo, porque
esas declaraciones esconden detrás una ideología determinada, que no son tan inocentes
como pudiera parecer. Así que a la luz del preámbulo de la declaración, vemos un racionalismo constructivista, así cada promesa de utopía ha provocado un cataclismo, un crimen, y un
genocidio, la primera, la revolución francesa, mientras se estaba proclamando, se estaba
masacrando a la población vandeana, por el delito de ser fieles a su rey, y a su religión, y por
ahí el manifiesto comunista y el planteamiento nacionalsocialista también, no dejan de ser una
búsqueda de la utopía, y no olvidemos el reguero de sangre y los millones de muertos que han
dejado detrás, y así la declaración se convierte en un nuevo “catecismo utópico”, sustitutivo
del planteamiento religioso, inunda ese plano de la personalidad y acota más el plano de la
religión y hasta más, perseguirlo, viene a ser una nueva ley universal, un nuevo decálogo, y
para saber si te mueves en lo lícito, debes asomarte a él, y si no corregirte y enmendarte.

Pero constantemente se redefinen bajo intereses bastardos, como en Mayo del 68, porque
aquellos no están fundamentados en otra cosa que no sea el poder político, que es quien en
1948, dicta este catecismo laico, y este catecismo laicista, así ya no hace falta otro
planteamiento, no hace falta religión.

 Una aseveración y aceleración del proceso nihilista disolvente que está en la base de los
derechos humanos , a partir de lo que se ha denominado la posmodernidad, y con su
concreción en el hecho histórico del Mayo del 68, no obstante detrás de la declaración, como
de tantas otras de la época está el consenso democristiano y socialdemócrata que se instaura
por los vencedores de la II guerra mundial.

 Aunque es curioso el caso italiano, en su constitución del 47, el principio de la demolición del
orden social católico, de lo que quedaba en Italia, no se produce después de Mayo del 68, en
Italia vemos que la democracia cristiana es el partido que efectúa la descristianización de Italia.

Así las Declaraciones de 1789 y de 1948, se basan sobre un pseudoderecho, que lo
encontramos el artículo 21 de la Declaración, que es que no hay autoridad que no derive del
sufragio universal, es decir, que no hay autoridades naturales, que tengan un fundamento
diferente de la voluntad humana, entonces no existe la autoridad del marido sobre la mujer en
el matrimonio, no existe la autoridad de los padre sobre los hijos en la familia, no existe la
autoridad del maestro sobre los estudiantes en la escuela, etc. A esto se llama la
democratización, porque se dice que la democratización nunca está completa, pues aquí en
España hubo un momento en que se acuñó una frase que decía que “la transición estaba
inacabada”, y ¿por qué?, porque no podía acabar, porque pasa como con la democratización,
que nunca termina el proceso de democratización, porque el proceso de democratización es el
proceso de demolición de las autoridades naturales, pero lo que sucede es que la naturaleza
emerge, y la naturaleza reacciona, y entonces y existe una lucha en la que la falta de claridad
en la visión del problema por muchas instancias hace que no sea tan definida y decidida como
pudiera, pero la lucha continúa, y es un poco como la metáfora de Maeztu, de la hiedra y de la
encina, la hiedra no termina de sofocar la encina.

TOMADO DE: http://cudhd.ulpgc.es/ficheros/pdf_seccion_24.pdf







sábado, 6 de diciembre de 2014

Rusofobia


por Juan Manuel de Prada


SE glosan en estos días con gran regocijo las dificultades que atraviesa la economía rusa, tras las sanciones económicas planificadas desde Estados Unidos y secundadas por sus colonias europeas. En este regocijo trágico y desdentado se resume el camino de perdición que tantas veces Europa ha adoptado ante Rusia, pensando ridículamente que, haciéndola sufrir, acabará poniéndola de rodillas. Cuando lo cierto es (y la Historia lo ha probado repetidamente) que el alma rusa siempre saca del fondo de su sufrimiento un vigor espiritual que la hace más resistente. Ese vigor que, a lo largo de la Historia, Rusia ha extraído de sus padecimientos tiene, además, una vocación «evangelizadora»: a veces, el evangelio luminoso de la Santa Alianza; a veces, el evangelio negro del comunismo. Sólo una época que ha alcanzado la mayor atrofia espiritual de la historia humana puede ignorar esta evidencia; y así se explica que las democracias coloniales europeas, lacayas del Nuevo Orden Mundial, estén cometiendo el error vertiginoso de arrojar a Rusia en brazos de China. Rusia es nuestro único dique de contención contra la barbarie musulmana y el fatalismo asiático; esto es una enseñanza teológica perenne que sólo los espíritus religiosos sabrán entender, pero es también una evidencia geoestratégica que hasta las mentes más gangrenadas por el nihilismo pueden alcanzar, mientras chapotean en su vómito. En la coyuntura presente (como ya ocurrió en otras coyunturas anteriores) el fallo definitivo sobre una Europa podrida corresponde inevitablemente a Rusia; y si Rusia resolviera fallar a favor de Asia (como se le está obligando a hacer) seremos reducidos a una esclavitud aún más oprobiosa que la que ya padecemos.

El regocijo europeo ante el «aislamiento» que obliga a Rusia a volverse hacia Asia es suicida. También lo es la «putinofobia» que los corifeos del neopaganismo de izquierdas y derechas tratan de extender entre las gentes sencillas, presentando a Putin como un sátrapa sediento de poder, cuando en realidad lo odian por su propósito de rehabilitar las maltrechas tradiciones cristianas. Odian al hombre que ha osado afirmar: «En la actualidad, muchos países están revisando sus normas morales, borrando sus tradiciones nacionales y las fronteras entre las diversas etnias y culturas. No sólo se pide a la sociedad respeto al derecho de cada uno a la libertad de pensamiento, a las opiniones de índole política y a la vida privada, sino que también se le exige que haga una equivalencia entre el bien y el mal, lo cual es en verdad extraño, pues son conceptos opuestos. Y tal destrucción de los valores tradicionales no sólo tiene efectos demoledores sobre las sociedades, sino que es también radicalmente antidemocrática, pues es contraria a lo que una mayoría de gentes piensan. Sabemos que cada vez más personas en el mundo apoyan nuestra visión, que tiene como objetivo proteger los valores tradicionales que han constituido a lo largo de milenios el cimiento espiritual y moral de nuestra civilización: los valores de la familia tradicional y de la vida humana genuina, que comprende la vida espiritual de los individuos, no solamente los valores materiales».

Este es el meollo del odio que, a izquierda y derecha, la Europa neopagana profesa a Putin, que no es sino odio (por persona interpuesta) a una Rusia capaz de abrazarse otra vez a su vocación histórica. Y estos odiadores prefieren dejar a Europa desvalida frente al infierno asiático antes que permitir una resurrección de los valores tradicionales que Rusia enarbola, los únicos que pueden salvar a Europa de la esclavitud de hoy y de mañana.

TOMADO DE: ABC