jueves, 18 de junio de 2015

Sobre la deleznable encíclica "ecológica", Laudato Si´, del Papa Francisco

 Se ha hecho pública la encíclica "ecológica" Laudato Si´, del Papa Francisco. Se trata de un documento lamentable. Además de estar llena de una serie de obviedades y lugares comunes (algunos de los cuales, acompañados de mordaces pero certeros comentarios, se pueden leer aquí), la encíclica tiene una reprobable impronta panteísta y neopaganizante; incluye -cosa inaudita- dos oraciones finales: una dirigida a los cristianos (en general, no a los católicos) y ¡otra a los "no cristianos"! (???); y hace suya la "teoría" del cambio climático -convirtiéndola en un tema que atraviesa todo el documento-, dándole un "espaldarazo moral", y tomándola como si se tratase de un hecho comprobado e irrefutable (cuando se trata, más bien, de una teoría muy cuestionable, sino una mera farsa pura y dura, lejos del "consenso" que se quiere que pensemos que existe sobre ella). Como cosa anecdótica, está encíclica no está dirigida "a los obispos, presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles", como ha sido siempre. A continuación reproducimos un artículo que analiza críticamente la nueva encíclica bergogliana, un nuevo ejemplo de -en el mejor de los casos- populismo papal, o -en el peor de los casos- degradación del magisterio de la Iglesia.  







¿EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS O EL CÁNTICO DE LAS IMPOSTURAS?

por Antonio Socci


La situación de la Iglesia es dramática, con una Europa que abandona en masa la fe y la otra mitad de planeta persiguiendo o masacrando cristianos. Ante este panorama, ¿qué hace el papa Bergoglio? ¿Publica una encíclica sobre la presencia de los cristianos en el mundo, su difícil situación y la libertad de conciencia? No. Publica una encíclica ecológica sobre la clasificación de residuos y la limpieza de los ríos.

Recuerda a la hilarante escena de Johnny Stecchino, en la que un automovilista de Palermo explica a Benigni cual es en realidad la grave y trágica plaga que afecta a la ciudad: “¡El tráfico!”.


GUSANOS Y CRISTIANOS

Resulta conmovedor ver a qué extremos de precisión llega el papa argentino en el mencionado documento preocupándose por la supervivencia de “las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles”, especies que “suelen pasar desapercibidas” (nº 34). Por el contrario, a la incierta supervivencia de los cristianos perseguidos, torturados y deportados no se les dedica encíclica alguna. Son masacrados sin que nadie alce la voz para defenderlos.


¿Cómo se sentirán todos aquellos cristianos de Iraq, Pakistán, Corea del Norte, China o Nigeria que por no renegar de su fe han perdido su casa y su trabajo, han visto morir a seres queridos o han sido objeto de violación, tortura, crucifixión, decapitación o deportación, al leer la preocupación del Sumo Pontífice por la suerte que corren los gusanos y los reptiles?


Sabe Dios cómo se sentirán los cristianos que han tenido que huir de su pueblo y viven en campamentos de refugiados al leer que el Papa dedica su encíclica a las especies animales que, por los nuevos cultivos y los embalses “no pueden migrar ni desplazarse libremente”. Menos mal que tenemos un papa que se ocupa de esos animalitos y propone “la creación de corredores biológicos” para que esas especies puedan migrar con toda libertad.


¿Se ha ocupado alguna vez el Vaticano de Bergoglio de defender a las poblaciones cristianas amenazadas de exterminio? ¿O a los cristianos que desde hace años se pudren en cárceles por su fe?


Por ejemplo, Asia Bibi, la pobre madre paquistaní que lleva seis años recluida en una celda sucia y oscura con una condena a muerte sobre sus espaldas por el simple hecho de ser cristiana. En ningún momento ha hecho el papa Bergoglio la menor declaración a favor de ella solicitando su liberación, o por lo menos para pedir oraciones por ella.


EL VERDADERO SAN FRANCISCO



Esta larguísima encíclica (recordemos que el propio Bergoglio había criticado los extensos documentos episcopales) es una recopilación de los más triviales lugares comunes ecocatastrofistas.


Ennoblece las tesis ambientalistas más discutibles desde el punto de vista científico, como el origen humano del calentamiento global. Al consagrar estas tesis, la encíclica corre el riesgo de repetir el error del caso Galileo, es decir, de otorgar autoridad teológica a lo que no es más que una hipótesis científica, y muy dudosa.


Podría resultar más bien un “Cántico de las imposturas” que un “Cántico de las Criaturas".


Si esa es la idea, ¿para qué reducir al pobre San Francisco de Asís a un monigote ecologista? Está demostrado que es de todo punto absurdo imaginar a un ecologista en el siglo XII, cuando el hombre carecía de la capacidad tecnológica que posee hoy y la naturaleza le imponía unas condiciones de vida sumamente rigurosas.


El Cántico de las criaturas que escribió S. Francisco es un himno bíblico que hace paráfrasis de los salmos para alabar a Dios y proclamar la bondad de la creación en una época en que los cátaros, haciéndose eco de las doctrinas gnósticas, consideraban malo todo lo creado.

En el himno de San Francisco, el bien supremo no es la protección del medio ambiente, sino la salvación eterna de las almas. Hasta tal punto es así que concluye advirtiendo del peligro de morir en pecado mortal porque conduce al suplicio sin fin del infierno (“Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados aquellos a los que [la muerta] encontrará en tu santísima voluntad, porque la muerte segunda no les hará mal”).

Por el contrario, en el bergoglismo no hay lugar para el pecado original, el pecado mortal, el purgatorio o el infierno, cuando la doctrina católica afirma que la salvación de las almas es la suprema ley de la Iglesia. Lo único que importa.


UNA SOLA ALMA



Digo más: a los ojos de Dios, la salvación de una sola alma es más valiosa que todo el universo natural (con perdón de los Verdes). Lo dice también Santo Tomás de Aquino: “El bien sobrenatural de uno solo es superior al bien natural de todo el universo” (Summa TheologiaeI-II, q.113 a.9 ad 2).


Y el otro maestro supremo, San Agustín de Hipona, escribe: “La justificación del impío es una obra más grande que la creación del cielo y de la tierra, porque el cielo y la tierra pasarán, pero la salvación y justificación de los elegidos no pasará jamás” (In Evang. Johan., 72,3).

¿En qué se funda esta doctrina? En el Evangelio mismo, donde Jesús dice precisamente: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt. 24,35).


Refiriéndose a la actitud de Cristo para con los seres humanos, los Evangelios dicen con frecuencia: “Tuvo compasión”. Este pesar íntimo por todos los seres humanos que le brotaba del fondo del corazón a Jesús revela la concepción de la realidad que caracteriza al Salvador.

Puede definirse así: para Él, “el mundo entero no vale tanto como la más minúscula persona” (Luigi Giussani, All’origine della pretesa cristiana). Ciertamente Dios ha venido a morir por cada uno de los hombres, y de una muerte ignominiosa. A los ojos de Él, un insignificante y desconocido ser humano vale la muerte de cruz de su único Hijo.


Al fin y al cabo, ya en el Génesis el Creador otorga al hombre la realeza sobre el universo. Es sabido que para los modernos conceptos ecologistas este decreto sagrado es insoportable, porque invierten la jerarquía bíblica de valores colocando al hombre en el mismo plano que las otras especies vivientes. O peor aún, hay quienes consideran al hombre como el cáncer del planeta.


¿LA DEGRADACIÓN DEL HOMBRE?



Hasta ahora, la Iglesia se oponía a esta ideología verde. Pero en la encíclica bergogliana hay un pasaje que deja perplejo. No sólo porque cita como autoridad a Teilhard de Chardin, sino porque llega a afirmar: “El fin último de las demás criaturas no somos nosotros” (nº 83).

Sin embargo, este concepto es todo lo contrario de lo que afirma el Concilio Vaticano II. La Constitución Gaudium et spes de hecho declara: “Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos” (nº 12).


Por su parte, el Catecismo dice: “Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para amar y servir a Dios y para ofrecerle toda la creación” (nº 358).


El Catecismo cita a San Juan Crisóstomo: “¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra, el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su único Hijo por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta Él y se sentara a su derecha” (Sermones in Genesim, 2, 1: PG 54, 587-588).

Con esta encíclica, el papa Bergoglio corre el riesgo de dar una terrible señal de rendición a la agenda de Obama, a la del pensamiento dominante que tiene una clara connotación neopagana, anticristiana y antihumana.


No sé si Bergoglio se da cuenta de la confusión a la que está llevando a la Iglesia (y no sólo con el Sínodo). La verdad es que en las últimas semanas ha habido muy buenas intervenciones del Papa sobre temas como la familia, el hombre y la mujer y la colonización imperialista de la ideología de género.


Habrían sido unas consideraciones perfectas para esta encíclica en la línea de la "ecología humana" de Benedicto XVI. Desgraciadamente, ha tomado otro camino. Esperemos que sea una moda pasajera.



Antonio Socci

Tomado de “Libero”, 17 de junio de 2015

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