martes, 23 de junio de 2015

Lo que somos


Ayer fui a misa tradicional en una iglesia motu proprio a la que suelo ir con frecuencia.. El cura, medianamente progre, medianamente instruido y completamente imbécil, suele comenzar sus sermones con una contextualización geotopográfica y referencias a la flora y fauna del pasaje evangélico que se ha leído, para seguir con una perorata anodina y aburrida. Ayer, en cambio, fue distinto: habló del pecado. Aunque a muchos nos pareció algo trasnochado y fuera de lugar en tiempos de misericordia, el cura nos advirtió seriamente a todos los fieles que tirar una botella de plástico en ríos, lagos, acequias o cualquier otro curso de agua, es un pecado. No es broma. Es la pura verdad, y es la pura demostración del vaciamiento sistemática que el papa Francisco está haciendo de la Iglesia. En Roma, por estos días, se está discutiendo admitir a la Comunión a los que viven en adulterio y se afirma que las relaciones homosexuales tienen un aspecto valioso. Sin embargo, contaminar el medio ambiente es pecado. 
No estoy exagerando. Es lo que estamos viviendo. Y la primera conclusión que aparece es que esa no es nuestra Iglesia. Nosotros no somos eso. ¿Qué nos queda?
Hace algunos días discutimos en el blog la cuestión del pesimismo, que no era tal, pero que a nivel emocional se le parece bastante
Van aquí algunas reflexiones a partir de Chesterton y de sus amigos, en el momento de su conversión.
H. G. Wells, que no era católico, escribió: “Me encanta Chesterton y odio el catolicismo de Belloc y Roma… Si el catolicismo va a continuar dando ladridos al mundo por el mundo entero, no puede tener mejor portavoz que G.K.C. ¡Pero yo reniego del catolicismo de G.K.C.!”.
Estas palabras me han resultado esclarecedoras: el pesimismo emocional que por momentos nos asalta se debe a que vemos desdibujada la figura de la Iglesia católica y nos sentimos -insisto, en el plano de las emociones- descastados. En otros términos, sufrimos de una constante crisis de identidad: el catolicismo de hoy ya no ladra a todo el mundo sino que, más bien, se preocupa por moverle la cola a cada rato. Y nosotros no estamos hechos para eso, sencillamente, porque el Evangelio, y San Pablo y toda la Tradición nos mandan otra cosa.
Frente a esto, veamos qué pueden decirnos estos maestros.
En primer lugar, y aunque sea una verdad elemental, nuestra pertenencia a la Iglesia es racional y no emotiva. Chesterton le respondía del siguiente modo a su amigo Wells: “Ante todo he de decirle que, salvo por la gracia de Dios, mi conversión al catolicismo ha sido absolutamente racional; y desde luego nada ritualista… Lo he aceptado porque a mi mente analítica le ha parecido convincente”.
No es cuestión de negar, soslayar o despreciar el factor emotivo, pero en ciertos momentos, como los actuales, vale más apelar siempre a la razón porque, de otro modo, caemos en el pozo.
Lo expresaba muy bien Hilaire Belloc en carta a Chesterton: “La Iglesia católica es el exponente de la Realidad. Es la verdad. Su doctrina en cuestiones grandes y pequeñas constituye una afirmación de lo que es. Esto es lo que acepta el acto último de la inteligencia. Esto es lo que la voluntad confirma deliberadamente. Y por eso la fe a través de un acto de la voluntad se convierte en moral”.
No importa que ahora nos vengan a proponer una religión de colas movedizas y de cultos a la Pachamama. La Iglesia es la Realidad, es lo que es, lo que nos fue enseñado por nuestros padres, les guste o no a los señores y señoras que hoy se sientan en la cátedra de los maestros.
Y por eso, para confirmarnos en esta verdad, bien vienen lo que otro gran amigo de G.K.C, el también escritor Maurice Baring, le escribía al conocer su conversión: “Hacía años que no me alegraba tanto. Apenas existe iglesia en la que haya entrado sin encender una vela a la Virgen, a san José o a san Antonio por ti. Este año y el pasado en Cuaresma ofrecí una novena por ti. Y sé también de muchos otros, mucho mejores que yo, que han hecho lo mismo.(…) Bien Gilbert, todo lo que tengo que decirte es lo que ya te he dicho y lo que dije hace poco en mi libro. Que fui recibido en la Iglesia católica en 1909 la víspera de la Candelaria, y que quizás sea lo único que he hecho en la vida de lo que estoy seguro que nunca me he arrepentido. Cada día que pasa, más maravillosa me parece la Iglesia; más solemnes y eficaces los sacramentos, (…) más profundamente sabios y verdaderos y justos, y todos sus hijos están marcados con un sello del que carecen quienes no pertenecen a ella”.
Es esto lo que somos. La Sanata si es otra cosa.

TOMADO DE: THE WANDERER

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