EL BALANCE
Donde hubo un altar, oficia el barman |
Balance o diagnóstico, retrato o cosecha, lo que estos doce meses -o el lustro, ¡bah!, o las últimas décadas- le dejan a la Iglesia es suficientemente elocuente como para alentar la menor expectativa humana de restauración. Vale decir: sabemos que es Dios mismo quien gobierna los destinos de la Iglesia, sólo que la cooperación humana exigida por el orden mismo de la gracia parece hoy, en este respecto, escatimarse tanto como para reducirse a nada. La caída vertical ya largamente ensayada, que por razón de las leyes que gobiernan a la materia se acelera más y más hacia su fin (motus in fine velocior), podría ser fotografiada en cualquiera de sus cotas descendentes, al azar, en cualquier punto de su trayectoria de meteorito, y bastará el menor de los instantes examinados para contemplar la fealdad, la impudicia, la palmaria degeneración de toda una estirpe que se decía nacida non ex sanguinibus neque ex carne, finalmente rendida a los atractivos del mundo. Se cumple así lo que crípticamente expresa el Génesis (6, 1ss) acerca de la coyunda entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres, de la que nacieron monstruos y que motivó la punición del diluvio. Se cumple sin atenuantes ni remilgos la gran apostasía anunciada por el Apóstol (II Thess 2,3).
Otrora se ofrecía el Santo Sacrificio. Hoy se juega al ping-pong |
Antigua iglesia italiana devenida hotel |
Pues no basta con la universal deserción, la religio depopulata que con razón traía el pseudo-Malaquías como lema para uno de los pontífices de nuestro tiempo. Una vez vaciada la religión, se impone repoblarla con nueva estofa. Ahí está el clamoroso caso de las monjas rebeldes de Estados Unidos, feministas y lesbianas apertis verbis que, lejos del menor apercibimiento pontificio, resultan halagadas por el informe del cardenal interviniente en el inverecundo pasticcio, quien termina por convocarlas al maldito diálogo tan de rigor en nuestros días. Ahí están las ininterrumpidas bofetadas y escupidas del cretino de Bergoglio al rostro sufriente de Cristo (cuyo elenco resulta increíblemente pródigo) que, no contento con alentar la comunión para el mayor número con desdeñoso desprecio de las debidas disposiciones, felicita ahora a un modisto homosexual acogido al "matrimonio igualitario" y le pide lo incluya en sus oraciones.
Atelier de artista moderno ocupando lo que fue una iglesia católica |
Es muy de notar la premura con la que los apóstatas, sobre todo si invisten altas dignidades, se entregan al cumplimiento de las profecías más aciagas en sus mismas personas. Aquellos que, como Judas, encarnan la figura del traidor que come a la misma Mesa que el Señor, sin importarle un ardite que David ya lo hubiese desenmascarado con anticipación de mil años. Esta fiebre endemoniada de cumplir la fatalidad asignada y revestirse del oscuro brillo de las dramatis personae (acuciada por la incontrovertible orden del quod facis, fac cito) concurre a una con el embotamiento general, que hace al pueblo solícito en premiar a sus tiranos. Y los templos, como inmóviles testigos del cambio, convertidos en cocheras o en locales bailables, entregan a ojos vistas su balance. Que no resultará tanto como imprevisto o novedoso: apenas rigurosamente actual.
¿Qué debió ser antes este lavadero de autos? |
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