viernes, 16 de mayo de 2014

El mundo moderno: una farsa


Todos coincidimos en que la tiranía sólo aparece cuando la sociedad se convierte en un lodazal de corrupción e inmoralidad. Es una ley histórica en la que no encontramos ni una sola excepción.
Un pueblo que no pierde sus principios morales, genera una atmósfera de virtud que no deja a esas plantas florecer. Nunca un pueblo con moral tuvo tiranos y nunca ninguno corrupto dejó de tenerlos.

Santo Tomás de Aquino escribió que "las leyes injustas no son leyes, son la violencia y la fuerza", es nuestro deber de luchar contra ellas, cambiarlas y cambiar el sistema que las impone. El liberalismo hace leyes injustas, porque no pueden hacer otra cosa. Trata de garantizar con ellas el funcionamiento de una sociedad cuya máquina ha desmontado y no puede encontrar otra manera de poner las piezas que estaban fuera de lugar.

Los tradicionalistas denuncian este sistema y no están dispuestos a caer en la mera objeción de conciencia. Esta se refleja en el abandono de la lucha por lograr leyes justas, lo que hace la conciencia tranquila, pero sin cuestionar la causa de tales leyes, no socavando el sistema que necesariamente las genera. Este es el mayor pecado del mundo conservador: escandalizarse con los efectos, sin nunca entrar en la esencia de las causas.

El sujeto de los derechos y deberes es la persona, nunca la naturaleza.
 No se puede hablar de los derechos humanos universales, sino en los derechos concretos de cada persona. El derecho natural crea un orden relativo a la naturaleza humana que se impone como un conjunto de deberes a las personas. Los Mandamientos de la Ley de Dios se formulan como deberes y no como derechos: deberes de las personas y respeto a la naturaleza.

La Declaración de los Derechos Humanos es una farsa, pretende atribuir derechos a la naturaleza como reflejo de esos deberes, confundiendo la naturaleza individual con la persona, basando los pretendidos derechos en una dignidad natural inexistente.

VERSIÓN ORIGINAL DE: Prometheo Liberto

 (traducción nuestra)

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