Publicamos a continuación, en una sola entrada, dos artículos de Juan Manuel de Prada sobre Democracia y dinero. Aunque tiene referencia muy puntuales a la realidad española, presenta también reflexiones e ideas interesantes que pueden ser aplicadas para otras realidades.
DEMOCRACIA Y DINERO
por Juan Manuel de Prada
(I)
ME HA RESULTADO muy aleccionador comparar las penosas reacciones que se han suscitado en España, desde los negociados de derechas e izquierdas, ante la claudicación del gobierno griego, que ha decretado una amnistía fiscal para todos esos patriotas ejemplares (muy abundantes también en España) que ponen en fuga sus capitales cuando su país más los necesita. En el negociado de izquierdas, tal claudicación ha sido acogida con gesto mohíno entre las huestes de Podemos, que con el hundimiento de Syriza ven la prefiguración del suyo propio; y con gesto resignado (pero secretamente gozoso) por los socialistas, que así confirman que carece de sentido pelear contra el Dinero, y que lo mejor que puede hacer un gobierno de izquierdas ante el Dinero es pillar cacho (que es, por cierto, lo que los socialistas siempre han hecho, y como además son muy tragaldabas el cacho no ha sido nunca pequeño). En el negociado de derechas, por su parte, la claudicación del gobierno griego ha sido recibida con regocijo de cochinillos en la cochiquera, pues así consideran que quedan justificados ellos, que hicieron antes lo mismo. A la postre, se percibe que los negociados de izquierdas y derechas están unidos en lo importante, que es defender a los defraudadores, de modo más o menos entusiasta o remolón, frente a los pobres diablos acorralados por el paro, los impuestos y las rebajas salariales; esto es, en blindar al Dinero frente al bien común.
Este episodio me ha pillado leyendo a Georges Bernanos, sin duda uno de los escritores más honestos del extinto siglo XX, cuyo compromiso con la verdad lo llevó a escribir –siendo defensor de primera hora de Franco—el más terrible de sus libros, "Los grandes cementerios bajo la luna", que tanto daño hizo en el mundo a la causa franquista. Bernanos considera que la democracia era una forma política cuyo fundamento filosófico es “la indiferencia entre lo verdadero y lo falso” y su finalidad práctica “la dictadura económica, esperando poder ser, allá en el futuro del dirigismo universal, algo aún peor”. Aquí parece que Bernanos llega a vislumbrar aquella nueva forma de tiranía que Donoso Cortés mencionase más explícitamente: “En el mundo antiguo la tiranía fue feroz y asoladora; y sin embargo, esa tiranía estaba limitada físicamente, porque los Estados eran pequeños y las relaciones universales imposibles de todo punto. Hoy, señores, las vías están preparadas para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso... Ya no hay resistencias ni físicas, ni morales (...), porque todos los ánimos están divididos, y todos los patriotismos están muertos”. Esa forma de tiranía o dictadura universal se ha logrado, en efecto, en esta fase democrática de la Historia; y se sustenta sobre la supremacía del Dinero sobre el poder político. Pío XI, que también la avizoró, la describió como “un dominio ejercido de la manera más tiránica” que impide que el poder político ejerza “el elevado puesto de rector y supremo árbitro de las cosas” y lo obliga a convertirse, a la postre, en “esclavo” del Dinero.
En esta conversión del poder político en un esclavo del Dinero la democracia representaba para Bernanos un papel fundamental, mucho más deseable para el Dinero que cualquier otra forma de gobierno, por la sencilla razón de que ninguna otra consigue desespiritualizar al hombre de forma más rápida y eficaz, convirtiéndolo en un lacayo de los intereses materiales, sin capacidad para luchar por lo que es justo. Explicaremos a nuestros lectores en nuestro próximo artículo este proceso estudiado por Bernanos, que nos viene como pintiparado para entender las amnistías a los defraudadores, y la falta de músculo ético de los gobiernos y partidos democráticos para enfrentarse al Dinero.
ME HA RESULTADO muy aleccionador comparar las penosas reacciones que se han suscitado en España, desde los negociados de derechas e izquierdas, ante la claudicación del gobierno griego, que ha decretado una amnistía fiscal para todos esos patriotas ejemplares (muy abundantes también en España) que ponen en fuga sus capitales cuando su país más los necesita. En el negociado de izquierdas, tal claudicación ha sido acogida con gesto mohíno entre las huestes de Podemos, que con el hundimiento de Syriza ven la prefiguración del suyo propio; y con gesto resignado (pero secretamente gozoso) por los socialistas, que así confirman que carece de sentido pelear contra el Dinero, y que lo mejor que puede hacer un gobierno de izquierdas ante el Dinero es pillar cacho (que es, por cierto, lo que los socialistas siempre han hecho, y como además son muy tragaldabas el cacho no ha sido nunca pequeño). En el negociado de derechas, por su parte, la claudicación del gobierno griego ha sido recibida con regocijo de cochinillos en la cochiquera, pues así consideran que quedan justificados ellos, que hicieron antes lo mismo. A la postre, se percibe que los negociados de izquierdas y derechas están unidos en lo importante, que es defender a los defraudadores, de modo más o menos entusiasta o remolón, frente a los pobres diablos acorralados por el paro, los impuestos y las rebajas salariales; esto es, en blindar al Dinero frente al bien común.
Este episodio me ha pillado leyendo a Georges Bernanos, sin duda uno de los escritores más honestos del extinto siglo XX, cuyo compromiso con la verdad lo llevó a escribir –siendo defensor de primera hora de Franco—el más terrible de sus libros, "Los grandes cementerios bajo la luna", que tanto daño hizo en el mundo a la causa franquista. Bernanos considera que la democracia era una forma política cuyo fundamento filosófico es “la indiferencia entre lo verdadero y lo falso” y su finalidad práctica “la dictadura económica, esperando poder ser, allá en el futuro del dirigismo universal, algo aún peor”. Aquí parece que Bernanos llega a vislumbrar aquella nueva forma de tiranía que Donoso Cortés mencionase más explícitamente: “En el mundo antiguo la tiranía fue feroz y asoladora; y sin embargo, esa tiranía estaba limitada físicamente, porque los Estados eran pequeños y las relaciones universales imposibles de todo punto. Hoy, señores, las vías están preparadas para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso... Ya no hay resistencias ni físicas, ni morales (...), porque todos los ánimos están divididos, y todos los patriotismos están muertos”. Esa forma de tiranía o dictadura universal se ha logrado, en efecto, en esta fase democrática de la Historia; y se sustenta sobre la supremacía del Dinero sobre el poder político. Pío XI, que también la avizoró, la describió como “un dominio ejercido de la manera más tiránica” que impide que el poder político ejerza “el elevado puesto de rector y supremo árbitro de las cosas” y lo obliga a convertirse, a la postre, en “esclavo” del Dinero.
En esta conversión del poder político en un esclavo del Dinero la democracia representaba para Bernanos un papel fundamental, mucho más deseable para el Dinero que cualquier otra forma de gobierno, por la sencilla razón de que ninguna otra consigue desespiritualizar al hombre de forma más rápida y eficaz, convirtiéndolo en un lacayo de los intereses materiales, sin capacidad para luchar por lo que es justo. Explicaremos a nuestros lectores en nuestro próximo artículo este proceso estudiado por Bernanos, que nos viene como pintiparado para entender las amnistías a los defraudadores, y la falta de músculo ético de los gobiernos y partidos democráticos para enfrentarse al Dinero.
(II)
RESULTA, en efecto, estremecedor, que el Dinero campe por
sus fueros y perpetre las más sangrantes rapiñas, sin que los gobiernos hagan
nada por impedirlo; y sin que los pueblos exijan otra cosa sino el cetrino
consuelo de que tal o cual defraudador o exministro sea puesto en la picota de
vez en cuando, como chivo expiatorio. Ni siquiera los gobiernos que han
enarbolado el estandarte bravucón del cacareado combate contra el Dinero –como
el griego Syriza– hacen luego nada por domeñarlo; e incluso se humillan
reverenciosos ante él. ¿Cómo se han alcanzado tales extremos de postración?
Georges Bernanos explica este proceso de un modo muy convincente.
Para Bernanos, la raíz del problema no debe buscarse tanto en los regímenes políticos formales –democracia o dictadura– como en los problemas de humanidad y civilización que gangrenan estos regímenes. «Una civilización inhumana –escribe Bernanos– es aquella que está basada en una definición falsa o incompleta del hombre»; y, en concreto, «la civilización moderna está basada en una definición materialista del hombre». Al olvidarse de Dios, el hombre moderno se olvida también de su espíritu; y vende su libertad verdadera –la que es un medio para alcanzar un fin más alto– por una libertad devaluada, que sólo anhela un bienestar material. Bernanos describe así las consecuencias de esta desespiritualización: «Todo progresará, en tanto vuestra industria y vuestros capitales os permitan hacer del mundo una feria con atracciones que giran a velocidad vertiginosa, entre fuegos de artificio. Pero aguardad, aguardad el primer cuarto de hora de silencio. Entonces escucharéis la palabra (no la que habéis rechazado y que decía reposadamente: «Soy el Camino, la Verdad y la Vida»), sino la que asciende del abismo, proclamando: «Soy el camino sin salida, la mentira y la perdición». Entonces los pueblos, que previamente han renunciado a sus bienes espirituales, son también saqueados de sus bienes materiales. Pero nada se atreven a hacer; pues tienen miedo a que, si se rebelan, el Dinero les apriete aún más las clavijas (cerrándoles el grifo de las subvenciones, expulsándolos del euro, subiéndoles la prima de riesgo, etcétera). A un pueblo con espíritu y fibra moral, puedes advertirle de las medidas que el Dinero desatará, si sus gobiernos osan enfrentarse a él; y el pueblo con espíritu será capaz de renunciar a su bienestar a cambio de combatir la iniquidad. Pero los pueblos que previamente han sido desespiritualizados sólo desean aferrarse a su mezquino bienestar; y ante el Dinero se achantan. Por eso sus gobiernos decretan amnistías fiscales para los defraudadores, o pagan la prima de riego a costa de reducirles los salarios, sin que nadie rechiste, fuera de alguna pataleta que no es consecuencia de una conversión moral, sino del más aciago resentimiento.
Y esta situación de predominio del Dinero se agrava, a juicio de Bernanos, en los regímenes democráticos: «Pretender que la democracia ha liberado a los pueblos porque no ha permitido subsistir más que un único privilegio –el más humillante de todos, que es el privilegio del Dinero– es una enorme impostura. Este único privilegio se ha hecho más pesado que ninguno y, como carece de rivales que lo equilibren, prospera y crece sin medida». Y concluye: «La democracia no ha liberado al pobre, sino que lo ha corrompido; no lo ha enriquecido sino corrompiéndolo, pues lo ha enriquecido con las migajas de su propia corrupción». Y, porque estamos corrompidos, amén de desespiritualizados, dejamos que el Dinero nos saquee impunemente y que los gobernantes no nos protejan de su zarpazo. En el pecado llevamos la penitencia.
Para Bernanos, la raíz del problema no debe buscarse tanto en los regímenes políticos formales –democracia o dictadura– como en los problemas de humanidad y civilización que gangrenan estos regímenes. «Una civilización inhumana –escribe Bernanos– es aquella que está basada en una definición falsa o incompleta del hombre»; y, en concreto, «la civilización moderna está basada en una definición materialista del hombre». Al olvidarse de Dios, el hombre moderno se olvida también de su espíritu; y vende su libertad verdadera –la que es un medio para alcanzar un fin más alto– por una libertad devaluada, que sólo anhela un bienestar material. Bernanos describe así las consecuencias de esta desespiritualización: «Todo progresará, en tanto vuestra industria y vuestros capitales os permitan hacer del mundo una feria con atracciones que giran a velocidad vertiginosa, entre fuegos de artificio. Pero aguardad, aguardad el primer cuarto de hora de silencio. Entonces escucharéis la palabra (no la que habéis rechazado y que decía reposadamente: «Soy el Camino, la Verdad y la Vida»), sino la que asciende del abismo, proclamando: «Soy el camino sin salida, la mentira y la perdición». Entonces los pueblos, que previamente han renunciado a sus bienes espirituales, son también saqueados de sus bienes materiales. Pero nada se atreven a hacer; pues tienen miedo a que, si se rebelan, el Dinero les apriete aún más las clavijas (cerrándoles el grifo de las subvenciones, expulsándolos del euro, subiéndoles la prima de riesgo, etcétera). A un pueblo con espíritu y fibra moral, puedes advertirle de las medidas que el Dinero desatará, si sus gobiernos osan enfrentarse a él; y el pueblo con espíritu será capaz de renunciar a su bienestar a cambio de combatir la iniquidad. Pero los pueblos que previamente han sido desespiritualizados sólo desean aferrarse a su mezquino bienestar; y ante el Dinero se achantan. Por eso sus gobiernos decretan amnistías fiscales para los defraudadores, o pagan la prima de riego a costa de reducirles los salarios, sin que nadie rechiste, fuera de alguna pataleta que no es consecuencia de una conversión moral, sino del más aciago resentimiento.
Y esta situación de predominio del Dinero se agrava, a juicio de Bernanos, en los regímenes democráticos: «Pretender que la democracia ha liberado a los pueblos porque no ha permitido subsistir más que un único privilegio –el más humillante de todos, que es el privilegio del Dinero– es una enorme impostura. Este único privilegio se ha hecho más pesado que ninguno y, como carece de rivales que lo equilibren, prospera y crece sin medida». Y concluye: «La democracia no ha liberado al pobre, sino que lo ha corrompido; no lo ha enriquecido sino corrompiéndolo, pues lo ha enriquecido con las migajas de su propia corrupción». Y, porque estamos corrompidos, amén de desespiritualizados, dejamos que el Dinero nos saquee impunemente y que los gobernantes no nos protejan de su zarpazo. En el pecado llevamos la penitencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario