La sola idea de que un español haya denunciado actos de barbarie de sus compatriotas es muy atrayente para los fieles defensores de la Leyenda Negra. No obstante lo que no conocen es que este fraile no escribió esta obra para su divulgación, pues fue un documento secreto para el emperador Carlos I, cuyo objetivo fue presionar para que endureciera las penas para aquellos que abusaran de los nativos infringiendo así "Las Leyes de Burgos u Ordenanzas para el tratamiento de los Indios". Luego no se trata de un libro histórico sino de una visión distorsionada de la realidad que perseguía un noble fin.
"Las falsedades y exageraciones de Las Casas son tan brutales y evidentes que nadie con un mínimo sentido crítico podría suscribirlas. ¿Por qué, entonces, tanta gente las ha difundido y apoyado, y han tenido tanta y tan duradera influencia, incluso entre la gran masa de gente que no las han leído, hasta nuestros días? Por su utilidad: sirvieron de munición masiva para la propaganda de las potencias protestantes y de Francia para denigrar a España y en el primer caso al catolicismo. Lo cual ya revela el carácter eminentemente falsario de esa propaganda y la falta de escrúpulos de sus promotores. Ante la evidencia de sus falsedades, se ha recurrido a justificarlas ponderando los buenos sentimientos de Las Casas hacia los indios, hacia la humanidad en general (menos los españoles, claro), y su “avance” hacia las teorías políticas modernas: mentía y calumniaba, desde luego, pero lo hacía por la buena causa. No hay nada de ello. Las Casas extrema y llevar al absurdo las teorías mucho más razonables de Vitoria y otros, y solo puede hacerlo, precisamente, mediante la calumnia. Esta, la calumnia y no tiradas aparentemente bienintencionadas y gratuitas, es la verdadera medida del valor de Las Casas.
¿Qué habría pasado si se hubieran impuesto las chifladuras del fraile? Que seguirían en América los sacrificios humanos, el canibalismo, la poligamia, la venta de hijas y mujeres, la economía de trueque, las guerras brutales entre los propios indios, y las culturas más primitivas. Es decir, seguirían durante un siglo más, porque tan pronto otras potencias europeas estuvieran en condiciones de conquistar aquellos territorios lo harían al estilo como lo hicieron en América del norte y en África en el avanzado siglo XIX: exterminio de la población aborigen o su esclavización o mera explotación económica manteniéndola segregada de la civilización. A cambio del famoso “oro”, España llevó allí una cultura mucho más avanzada en todos los sentidos, eliminó la mayor parte de las costumbres bárbaras, evangelizó a los indios, les permitió una gran autonomía, leyes -estas sí, extraordinariamente humanitarias y avanzadas para la época-, nuevas ciudades y vías de comunicación, universidades, imprentas y escuelas, una economía cien veces más productiva, nuevos cultivos y animales domésticos… y, en fin, una paz apenas alterada durante tres siglos.
Obsérvese, además, que los virtuosos protestantes y franceses que tanto explotaron a Las Casas contra España sí realizaron muchas de las atrocidades que achacaban a los españoles, y no solo en aquellos tiempos “bárbaros” sino en otros históricamente muy recientes. Piénsese en el auténtico genocidio que supuso la Gran Hambruna irlandesa o más recientemente la de Bengala, o los crímenes cometidos durante la II Guerra Mundial por unos y por otros. Y obsérvese también que el fraile patológicamente embustero no solo está en la base de la tradicional propaganda antiespañola, sino de movimientos totalitarios inspirados en el “buen salvaje” o en movimientos antiespañoles de fondo como los que, después del 98, desembocaron en la desastrosa II República. Con Las Casas simpatizaban desde Azaña a los comunistas, y conforme a él enjuiciaban la obra de España en el siglo XVI. Las Casas inicia, o más bien es un jalón fundamental en una sucesión de doctrinarios baratos y exaltados, supuestamente llenos de buenas intenciones, que han traído incontables calamidades."
Pio Moa. Articulista y escritor español, autor de "Los mitos de la Guerra Civil" con 250.000 ejemplares vendidos.
Fuente: Somos hijos de España - Hispanofilia
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