El 5 de abril, el gobierno no violentó la democracia. Por el contrario, la salvó. Porque no puede existir democracia en un país que está cayéndose a pedazos, que está destrozado y amenazado por la violencia. Porque ese día el gobierno hizo lo que el pueblo quería, exigía. Una acción decisionista cambió la historia del Perú. Para bien. Pero, el liberalismo es enemigo del decisionismo; por eso los decisionistas deben ser eliminados, exterminados, para el liberal. Lo que sí se hizo ese día fue ir contra las ataduras que impone el liberalismo político y su expresión jurídica, el pomposamente llamado "Estado de derecho" (lo cual muestra la vanitas de los liberales, como si solo los Estados que se rigen por sus principios fuesen "de derecho"). Pero no se fue contra la democracia. Actuar democráticamente es hacer lo que desea el pueblo procurando el bienestar de ese pueblo (y eso se hizo). No actuar por el bienestar de los políticos, ni menos por el "bienestar" de las leyes o de un sistema político, como si fuesen fines en sí mismos. Pero, uno de los recursos del Maligno es engañar con la lengua, corrompiendo el significado de las palabras, confundiendo, construyendo sofismas. Y el liberalismo es un instrumento del Maligno. Y por eso también engaña con las palabras. Y uno de sus engaños más exitosos es haber hecho pasar su modelo político, la democracia liberal, un tipo más de democracia, como la única democracia, como el único modelo político válido y sagrado. Porque cuando se dice y redice que se atentó contra la democracia es falso; se atentó contra la democracia liberal. Pero, ¿acaso la democracia liberal es un fin supremo? Ya el enorme marqués de Valdegamas, genial pensador e iluminado profeta, dio una respuesta clara y contundente para esa pregunta: "Cuando la legalidad basta para salvar a la sociedad, la legalidad; cuando no bastam la dictadura".
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