Cuando León XIII abolió el celibato
Después
de los sacudones que los procesos de la Independencia trajeron en
Hispanoamérica, en los que participaron varios sacerdotes no sólo
poniendo letra y espíritu, sino también mano de obra y de obra armada,
la Iglesia se encontró en una situación muy especial. Los fieles y los
clérigos mantenían rémoras de las divisiones políticas que las
diferentes opciones (realistas vs. Patriotas) dejaron. Pero, lo más
grave, era que la organización eclesiástica estaba muy resentida. Por
escasez de clero y por falta de comunicación con Roma. Los embates de la
Ilustración no hacían mella en los sectores más humildes y tampoco del
todo en los sectores dirigentes de la sociedad. De este modo la
religiosidad, sobre todo en sus formas más sencillas tenía continuidad.
El problema más serio era la escasez y la indisciplina difundida en
sectores del clero. Un punto destacado era la inobservancia del
celibato. En Europa había movimientos de sacerdotes que lo cuestionaban y
solicitaban su abrogación. La Santa Sede se mantuvo firme, así el papa
Gregorio XVI en la encíclica Mirari vos de 1832 (n. 7) y su sucesor Pio IX en Qui pluribus
de 1846 (n.14). Ambos cerraban toda posibilidad de cambio en esta
materia. Pero en Hispanoamérica había algo distinto: era voz común que
existía una dispensa del celibato para los clérigos seculares del Alto
Perú desde tiempos de la evangelización española. Otras versiones
extendían esta excepción a todo el Virreinato del Perú, e incluso de
Méjico para abajo. Nadie mostraba el documento, pero muchas tradiciones
decían haberlo visto; se lo mencionaba en relatos escritos que
consignaban la tradición oral. Bajo este paraguas se cobijaban algunas
asentadas prácticas de clérigos abarraganados, con total aceptación de
los fieles y tolerancia de los pocos obispos existentes. Era una
costumbre aceptada, discutida y amparada por el legendario rescrito
nunca encontrado. Las crónicas relatan el argumento de la costumbre
centenaria y de su posible respaldo legal, que no había sido objeto de
una formal y puntual abrogación por las encíclicas supra mencionadas.
Que éstas tomaban en cuenta situaciones europeas y no habían mencionado
estas tierras.
Cuando
ya se organizaron los nuevos países y se fue normalizando la relación
con la Santa Sede, el papa León XIII tuvo la decisión de convocar en
Roma un Concilio Plenario Latinoamericano en 1899. Con la doble
finalidad de unir a los nuevos países que venían de una misma raíz
mestiza y católica, y de fortalecer los vínculos con la Sede Apostólica
(lo que se llamó la romanización). Fue un gesto histórico pues unificó
al episcopado hispanoamericano (con los brasileños no hubo un efecto
inmediato). El papa dispuso compilar las normas de Pio IX y del mismo
Leon XIII, adaptándolas a Latinoamérica; puso el acento en mejorar el
clero (especialmente su formación y su disciplina), crear diócesis y
parroquias y organizar a los laicos. Esto fue el antecedente del CELAM y
también ayudó a pensar en un Código de Derecho Canónico con normas
universales, pero que tuvieran en cuenta las diversidades de la Iglesia.
Respecto
a nuestra América estos pasos entrañaban darle a la Iglesia una nueva
fuerza y cohesión, especialmente en el marco de la lucha cultural con el
laicismo, en los conflictos sobre la educación y sobre la configuración
de las nuevas instituciones.
En
este contexto explotó una bomba inesperada. Apareció publicada una
encíclica de León XIII, fechada el 10.07.1899, un día después de
clausurado el Concilio Plenario Latinoamericano. Según su texto a partir
del 1 de enero de 1900 quedaba abolido el celibato para toda América
Latina. Aun los sacerdotes ya ordenados podían optar por contraer
matrimonio. Las razones del documento pontificio corrían por reconocer
que el celibato no es de institución divina, que no es un don dado a
todos y que afecta seriamente la escasez de sacerdotes para América
Latina. El texto se publicó ampliamente en los periódicos de todo el
continente.
Esto
causó zozobra en los obispos, que ya habían regresado a sus diócesis.
Ellos habían planteado la cuestión del celibato y la leyenda del
rescripto. La respuesta romana había sido que en los archivos hay
constancia de relatos de la existencia de la leyenda, pero tomada como
tal: una leyenda. Respecto a la conducta a seguir se les había indicado
ocuparse más de la formación del nuevo clero, se decidió la creación del
Pio Colegio Latinoamericano en Roma, y acompañar paternalmente a los
sacerdotes de sus diócesis para que vayan regularizando sus situaciones
según la disciplina vigente.
Llovieron
las consultas a Roma sobre la inesperada encíclica leoniana. La
respuesta fue una rotunda negativa respecto a su existencia.
Investigaciones posteriores descubrieron que fue un falso pergeñado por
una logia masónica de Valparaíso y orquestada su difusión en toda
América por la red de periódicos ligados a la masonería.
El
texto de la falsa encíclica guarda las formas, el lenguaje y el estilo
de esos documentos, salvo algunos aspectos que - para un entendido-
encienden la sospecha.
Ya
antes, se había realizado una maniobra semejante en los Estados Unidos.
Se publicó una falsa encíclica también de León XIII disponiendo que el
31 de julio de 1893 (fiesta de S. Ignacio de Loyola) se procediera a la
aniquilación por la fuerza de los herejes en territorio estadounidense.
Se descubrió que su autoría perteneció a una American Protective Asociation, también de filiación masónica.
Amigos míos: HISTORIA MAGISTRA VITAE.
Dall'ombra der Cuppolone
Corresponsal en el Palacio Apostólico
Para los interesados en el tema, les dejo aquí un artículo científico sobre este hecho histórico.
TOMADO DE: The Wanderer
No hay comentarios:
Publicar un comentario