Pero lo peor es que Su Santidad parece que no se da cuenta de que toda leyenda negra anti española es también, necesariamente, anti católica. Porque si los españoles, entre otras cosas vinieron a "imponer sus creencias",o sea, la religión católica, entonces el catolicismo no es más que el objeto y el vehículo, de la opresión. Y si la conquista fue una empresa de explotación, entonces la Iglesia, que acompañó esa empresa, no fue más que una socia y avaladora (además de la principal promotora) de esa explotación (pudiéndose reconocer solo algunas excepciones), y la religión fue su pretexto (su discurso ideológico justificativo, si usamos un lenguaje marxistoide). Todo esto no lo invento yo. Por el contrario, estas calumnias contra la Fe se dicen y repiten ad nauseam; para comprobarlo, solo basta revisar los libros izquierdistas de historia o sociología que por todas partes abundan. Pero bueno, no se podía esperar más.Si el Papa dice constantemente cosas contrarias a la Verdad de la Fe (o calla muchas otras) para no incomodar y ganarse la aprobación del mundo, es demasiado pedir que diga la verdad sobre la Historia, cuando esta es tan poco popular y no quiere ser aceptada por la gente que se siente más tranquila y a gusto viviendo engañada.
En fin, primero fue la "canonización" de la farsa del calentamiento global, y ahora parece que los izquierdistas anticatólicos de siempre tienen un respaldo más cortesía del Papa para seguir propalando sus mentiras, esta vez, la de la opresión española de América.
El Papa Francisco, otra víctima de la Leyenda Negra
por Eduardo García Serrano
El Papa Francisco, jesuita argentino, olvida, o ignora, en su homilía sobre la independencia americana que fue España la que liberó con el Evangelio a los nativos hispanoamericanos. Gracias a España hoy la Iglesia tiene un papa argentino.
El Papa Francisco, en la misa celebrada en el Parque del Bicentenario de Quito, en su visita oficial a Ecuador, ha evidenciado en sus palabras que en su concepción de España y de la Conquista y Evangelización de América, él también es una víctima de la Leyenda Negra y que su visión de los sucesivos procesos históricos de independencia de las diferentes naciones hispanoamericanas está contaminada por la propaganda masónica, pues fueron precisamente los criollos masones los que lideraron aquellos procesos independentistas, contrarios a la voluntad de las poblaciones índigenas, a las que el Papa ta amorosamente defiende, que identificaban, con razón, en su permanencia en la Mater Hispania la garantía de sus libertades frente a las élites y la oligarquía criolla, que el Papa Francisco denuncia. Multisecular paradoja de la que finalmente surge la doctrina herética de la Teología de la Liberación, que ensalza el indigenismo como lo que nunca fue: el motor de la independencia hispanoamericana, poniendole a Cristo el rostro del Che Guevara y vistiendo a los sacerdotes de coronel tapioca.
El Papa Francisco, apelando en su homilia a “ese susurro de Jesús en la Última Cena” ensalza “el Bicentenario de aquel grito de independencia de Hispanoamérica. Ese fue un grito nacido de la conciencia de falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno”. En esa frase de Su Santidad reside todo el galimatías histórico cultural de un papa argentino que parece ignorar que lo es, además de por la inapelable decisión del Espíritu Santo, gracias a que España evangelizó el continente en el que el vino al mundo, en la misma medida que su antecesor en la Silla de Pedro, Benedicto XVI, llegó al papado gracias a que España se desangró en los Paises Bajos y en Alemania para que el catolicismo no fuera expulsado del norte de Europa por la Reforma protestante. Si alguna deuda tiene la Iglesia Católica con España es precisamente la de la universalidad territorial y espiruitual de la única religión verdadera.
Los Reyes Católicos crearon ese corpus legal que son las Leyes de Indias en las que se reconoce la filiación divina de los habitantes de los territorios descubiertos más allá del Atlántico, se conmina a los españoles a tratarlos como hermanos en la Fe, a pagarles un salario justo por su trabajo y se advierte de las duras penas que aguardan a aquellos españoles que maltraten o den muerte a los nativos. La diferencia entre la conquista española y la anglosajona es que, cuando los españoles llegaban a un nuevo territorio, lo primero que construían era una iglesia, una escuela y una universidad para los nativos. Cuando eran los anglosajones los primeros en llegar a un nuevo territorio, sus primeras edificaciones eran un Banco y una lonja de esclavos. En el siglo XIX, Santidad, los masones de las lonjas de esclavos y los bancos expulsaron de Hispanoamérica, en contra de la voluntad de los nativos, a quien defendió con el Evangelio en la mano y en sus actos a los indígenas que veían a España como a la madre protectora de sus libertades y de su dignidad.
Santidad, “de ese grito nacido de la conciencia de falta de libertad de los oprimidos, saqueados y exprimidos” al que apela en su homilía surgió precisamente la liberación que España y el Evangelio les llevaron para romper las cadenas que esclavizaban a los nativos americanos a los atroces ritos y dioses paganos a los que eran sacrificados. Del mismo modo, Santidad, en el que Cristo expulsó a latigazos a los mercaderes del Templo, Hernán Cortés trepó a la cúspide de las pirámides aztecas para evitar que les arrancasen en vivo el corazón a las víctimas propiciatorias que ofrecían a sus dioses oscuros y sanguinarios. Lo hizo con la espada, sí, tal y como Cristo lo hizo con el látigo. Y donde antes solo había horrorn y barbarie, Hernán Cortés puso a la Virgen de Guadalupe. Con todo respeto, Santidad, España no saqueó a los nativos americanos, los hizo libres con la Luz del Evangelio y dignificó sus vidas alfabetizándoles y haciéndoles hermanos y compatriotas de una misma nación,pues España jamás tuvo colonias, sino provincias del ultramar de tal manera que un indio andino, amazónico o de la Pampa, era tan español como un nativo de Soria. La esclavitud para todos ellos vino después, precisamente con los procesos de independencia liderados por los masones. Al ensalzarlos, Santidad, menosprecia la Verdad y la libertad que España y la Iglesia Católica, de la que usted es la cabeza visible, llevaron al Nuevo Mundo.
TOMADO DE: INFOVATICANA
Y un interesante comentario de parte de The Wanderer:
Mentiras e injusticia
Lo primero que llamó la atención en la misa celebrada ayer
por el papa Francisco en Quito fue su casulla. En realidad, un poncho con
diseños indígenas de muy mal gusto. Nada nuevo. Es casi idéntico al que había
usado hace treinta años, en el mismo lugar, Juan Pablo II. Como dice un amigo,
"el bergoglismo no es más que un juanpablismo grasa... y eso que el
juanpablismo era grasa".
Pero lo grave de esa celebración no fue el mayor o menor acierto
en la elección de los ornamentos litúrgicos. Fue lo que dijo el Sumo Pontífice. Y
lo que dijo fueron mentiras -no puede argüirse ignorancia- e injusticias.
Comenzó repitiendo las afirmaciones políticamente correctas
que le aseguraran los aplausos: "El Bicentenario de aquel Grito de
Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de
la falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, «sometidos a
conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno». Mentiras. Puras
mentiras y, lo que es más grave aún, una enorme injusticia con respecto
a España que se desangró por hacer de América un continente cristiano
y convirtió a sus habitantes en súbditos de la Corona, tan súbitos y con tantos
derechos como los que tenía un vecino de Castilla. Recomiendo el artículo al
respecto publicado en Infovaticana.
Al papa Francisco le importa un bledo la verdad y la
justicia. Intelecto práctico puro, no se fija en medios para alcanzar los fines
que se ha propuesto: acumular poder e influencia.
Lo curioso es que, como bien señala Ludovicus, se viene a
hacer el criollo cuando no es más que un tanito que nació en Hispanoamérica por
casualidad. Mimetización tipo Zelig para parecerse a los ecuatorianos de tez
oscura que lo escuchaban extasiados.
Pero no quedó todo allí. Un poco más adelante dijo: “La
evangelización no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una
caricatura de la evangelización, sino evangelizar es atraer con nuestro
testimonio a los alejados, es acercarse humildemente a aquellos que se sienten
lejos de Dios en la Iglesia, acercarse a los que se sienten juzgados y
condenados a priori por los que se sienten perfectos y puros”. En otro
contexto, quizás hubiese acordado con algunas de las afirmaciones del
pontífice. Pero todo texto debe ser leído y escuchado en su contexto. Decir que
en Quito, delante de delegaciones aborígenes, y luego de haber exaltado injusta
y falazmente la independencia americana, que “el proselitismo es una caricatura
de la evangelización” es, lisa y llanamente, condenar la labor de los
misioneros españoles que durante siglos dejaron su vida y su sangre en las
tierras americanas.
¿Qué hicieron los jesuitas, franciscanos y dominicos?
Proselitismo, tal como lo entiende el papa Francisco. Claro que
atraían a los indígenas con su testimonio, pero también los atraían con el
violín, como San Francisco Solano, y con la predicación del evangelio de
Jesucristo. Esos millares de hombres admirables se acercaron ciertamente a los
que se sentían alejados -en realidad, en poder de los demonios- y a los más
pobres, pero se acercaban para predicarles la Buena Nueva y para bautizarlos en
el nombre de la Trinidad. Pareciera que el pontífice está aludiendo a una mera
cercanía humana, de consuelo emocional y de promoción social.
Por otro lado, es notable la sibelina maldad de las palabras
papales. Dijo: “… acercarse a los que se sienten juzgados y condenados a priori
por los que se sienten perfectos y puros”. Dichas esas palabras en el contexto
en el cual fueron pronunciadas, ¿quiénes se sentían perfectos y puros y que,
por tanto, juzgaban y condenaban? Los cristianos españoles que consideraban que
los indígenas americanos eran impuros puesto que servían a dioses falsos detrás
de los cuales se escondían los demonios.
En la homilía de ayer, Francisco no ha tenido vergüenza en
renegar de sus hermanos jesuitas a los que América debe en buena medida la fe;
de renegar de San Roque González, Alonso Rodriguez y sus compañeros que,
jesuitas como él, fueron martirizados a machetazos por hacer proselitismo entre
los aborígenes americanos. Y tampoco ha tenido vergüenza el Santo Padre en
repudiar la obra evangelizadora de España en América, denigrándola y asumiendo
claramente y sin tapujos los postulados que proclama el mundo.
El Papa se está cargando la Iglesia. Lo hemos dicho en
varias ocasiones.
Ayer se lo vio con dificultades para subir los pocos
escalones del altar, con la mirada perdida en ocasiones y la voz pastosa. El
juicio de Dios está cerca. No quisiera estar yo en sus mocasines negros.
TOMADO DE: The Wanderer
No hay comentarios:
Publicar un comentario